03 enero 2008

EXPLICACIÓN DE UN HOMBRE DESOLADO.





I.


Se me ocurre, a veces,
el capricho de profesar ingratitudes,
indiferencias, olvidos.


Mi palabra entonces viaja hasta el abismo
donde mi sombra rehace los recuerdos
y como si tuviera el nombre preciso
para llamar a los fantasmas
comienza a reclutar distancias,
años, muertes.


Sucede que, a veces,
solo quiero escribir cosas insensatas,
infiltrarme por sorpresa en mis adentros
buscando cosas no dichas
tiradas por ahí en un rincón del alma.


Eso es lo que pasa,
no es más,
es sólo la necesidad
de sentirme poseído aún
por el espectro que escribe y que recuerda


¡Tranquila!
que sólo son las ocurrencias infantiles
del transeúnte que me habita.


II.


Voy a procurar serte sincero
aunque sé que para eso se necesita
mucho silencio y toda una historia que resuma el universo.


Sin embargo, mi melancolía
tiene que ver con las venas
con su pulsión tediosa de días y de noches.


Se que has visto tatuada en mi cara la alegría
pero sólo era un espejismo
una distracción lejana
que pronto identificaban mis legiones de tristeza
y como si borraran un boceto rebelde y contestatario
me hacían pronto trabajar
en el aburrimiento de pensar los años


Sucede solamente
que mi melancolía
tiene que ver,
no contigo,
sino con el hastío de mis huesos.

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