
A pesar mío.
A un arrepentimiento acaudalado
de lumbre entre mis huesos
un juguete desenterrado en el solar de mi infancia
me sigue destemplando
el silencio rencoroso de una voz adulta:
voz de siniestro naufrago sin isla
que sigue extrañando el pulso acelerado
de unas hormigas
que le creaban laberintos alegres
al niño vago de descompuestos sinsabores.
Estoy aquí conmigo,
con esta sensación intensa de recuerdos alegres
pero tristemente ausentes,
tengo aún el olor de la muerte de un pichón
que murió en su nido sin siquiera abrir los ojos,
he visto como los gusanos de la mosca
descomponen una zarigüeya
trazando un camino de tiza hasta el cementerio
y en noches de luna llena
vi pájaros siniestros cargando afiladas colas de tijera
como si buscaran rasgar con su vuelo
el silencio del la noche.
He escuchado el cauce del río
y por su ruidaje de bestia insomne
he reconocido el camino hasta la casa.
Pero conmigo, a mi lado,
he sentido el dolor de la extrañeza
que dejan las cosas que fuimos
y que sabemos no podremos recobrarlas.
A un pesar mío,
este adulto que soy
extraña todavía el olor del pomarrosa
y el deleitable trepar por las ramas
de un mango o de un guayabo
recién parido por la sombra de un murciélago.
Extraño demasiado la suavidad de la hojarasca
volviéndose añicos entre mis manos
y el racimo de plátanos manchándose de risa.
A veces busco en mi soledad
la causa de este desgarramiento
y sólo me llega el recuerdo
de un escalpelo siniestro
cortándole el pecho a un cadáver ya sin nombre:
La mirada perdida del muerto sobre la mesa de disección.
El cuerpo rígido como un tronco seco
pero frío…. muy frío…
En mi soledad
sólo me llegan cachivaches,
cosas inservibles,
aparatejos que me criban la esperanza
de saber como es que funciona la maquinaria
de una mirada cuando insiste en ser recuerdo.
Soy el sanalejo de mis propias cosas perdidas:
Una habitación donde hecho a guardar lo imposible.
Estar conmigo es como estar a solas
con una bestia moribunda,
es como acariciarle el lomo a un toro
antes de que exhale su último bramido,
es encontrar en el ojo del buey
el dolor de un cuchillo
que le apuñaló la garganta.
Estar conmigo
es estar peligrosamente a solas.
Muy a pesar mío, siempre lo intento.
Siempre me lanzo hacia el pasado
Intentando sentir otra vez,
entre mis manos,
la melcocha tierna de mi infancia
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