03 enero 2008

PRESENCIA DE LA DESPEDIDA.



Aquí tienes tu manera de ser,
tus palabras dormidas.


Héctor Rojas Herazo.




Algún día te sentarás a recordarte
y entonces
un doloroso brotar en tu espalda
te hará intuir el abandonado derrumbamiento
que irán teniendo las cosas en tu ausencia.


Por tu trajinado pensamiento
una obstinada incomodidad
te irá llevando a medir con silencio
el vago bulto de huesos y arrugas
que hiciste posible entre los días.


¡Cuándo se te irá el deseo!,
¡la fuerza!,
la sombra…
Son preguntas que seguirán cercando tu presencia.


Con algo de sorpresa
te volverás a observar ante el espejo
y compadecerás el rostro
que al otro extremo
seguirá mirándote extrañado:
rostro estupefacto que se asomará arisco
y al que le seguirás notando
cierto temblor nervioso entre la carne.


La sangre,
entonces,
te navegará, calmosamente, en su oleaje tobogánico
por esa enredadera de años que te pusiste encima.


Los porqué de tu existencia
seguirán cercándote el vacío
y la agonía se parecerá cada día más
a un estar perdido en un no supiste nunca.


Este momento lo has vivido:
te ha llevado por la historia muchas veces
y te ha acometido sin respeto
cayéndote de golpe en cualquier parte de tu vida.
Abrazado a un desnudo cuerpo
alguna vez te fuiste divagando
y pronto tu perversa manera
de poner en la nada tu mirada
hizo que tu amante
se estremeciera de espanto
ante la sóla idea de pensar que te perdía.


Por eso sabes que algún día
la zozobra te llegará con todas su demandas a cobrarte.


Entonces,
esto también lo has vislumbrado
con algo de rabia y vergüenza entre los dientes,
te sentarás resignado al borde de la cama,
te saldrán algunas lágrimas,
te revelarás algunas respuestas tardíamente justas
y comenzarás con lúcida paciencia
a despedirte de todas las cosas que te amaron.

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