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02 octubre 2010

EL JUEGO



Durmamos, como bajo aquella lejana lámpara, confundidos, por haber hablado tanto, escuchado tanto, penado tanto, jugado tanto.
Samuel Beckett.
Hoy se me ocurre que podríamos jugar, que de pronto, tú te me metes entre las palabras e intentas saber si en verdad he vivido o si sólo he soñado, si de verdad fui humano como tú y lloré o grité por amor o por odio en una cama o en una taberna repleta de botellas despicadas.
Pero no será necesario hacer eso, porque yo ya lo he imaginado. Lo mejor es que empiece a preguntarte, a auscultarte, a diseccionarte como si ya estuvieras muerto y entonces yo tuviera de pronto que develar tus más íntimos pecados. Acaso este juego no puede ser el mejor posible, te invito a mi juego, a mi dulce disección, a mi autopsia y tu eres el muerto, el muerto que fatiga el vacío y la pesadez de un cuerpo que ya no produce ternura sino asco.
Por tu hedor puedo decir que fuiste humano (tengo que decirlo no vaya a ser que de pronto el que lea esto sea un marciano) y que tus gestos tuvieron que ver mucho con la repugnancia. Que más de una vez te emborrachaste y vomitaste y que una que otra vez sentiste una nausea cercana al desmayo o al mareo. Tus piernas me dicen que te han engañado muchas veces y que seguirán con sus engaños, nunca estarán pegadas a tu cráneo y por lo que a mi respecta ellas fueron la culpables de no haber podido llegar nunca a tus metas.
Si miras así es porque te sientes confundido, estas expectante de lo que pueda llegar a saber sobre ti o en el caso más confuso sobre ambos. Por eso mismo tus ojos me dicen que has visto pocas cosas, que te has vuelto cotidiano, que la lectura del mundo no es la misma que has podido crear en tus sueños o ilusiones y que a veces quisieras estar ciego para no tener que aguantar la pobreza, la muerte, la infelicidad y tantas otras cosas que hacen parte de la vida.
Tus labios están cerrados ahora, pero han murmurado y seguirán haciéndolo, no descuides, ten presente que ellos son los que han hecho posible tu identidad como cosa más allá de huesos y de carne, como masa henchida con aire y con sangre con pulmones y con entrañas. Esa boca ha besado hasta en los sueños, ha besado y ha gritado blasfemias, ofensas, pero hay una cosa oculta. Hay entre la comisura delgada de los labios un hecho que aniquila tus expectativas de ganarte el paraíso y no es un pecado, es un olvido, has olvidado ser tú, te has hecho ellos, te has convertido en un algo que se deja llevar por la corriente y que solo protesta por cosas insensatas, que solo le protesta a los otros o al espejo pero que nunca se ha metido la cabeza entre el pulmón y las alas y se ha tanteado los huevos, como se tantean los hombres cuando se van a matar a cuchillazos.
Te ha faltado coraje en esos puños y aunque has peleado con ellos nunca te han servido para acariciar con desmedida. Los oídos por eso los tienes puestos como los de una lechuza o un murciélago por que eres un ser nocturno, clandestino, que le gusta escuchar cosas ajenas.
Eres como tus ojos que intentan confundirse conmigo, me leen, se encuentran, se enfadan, se incomodan y luego para volver a estar en paz y salvo con ese cuerpo podrido repleto de gusanos invisibles, se dicen a sí mismos mientras terminan de leerme; que farsa, y mientras terminas, no sabemos si fuiste tu quien posiblemente ideó todas estos artificios para decirte finalmente algo a tí mismo, algo que sólo podías decirte de manera indirecta o algo que sólo podías decirte crudamente, de frente, algo sólo posible cuando uno de verdad tiene huevos y antes de matarse a cuchillazos se convierte en el otro para poder hallarle el punto débil. Has leído todo, has dicho igualmente y no has perdido ni has ganado (yo no sé), pero este juego no termina. Y si deseas que se diga más, para poder leer un poco más, pues ponte en la tarea y no me acoses. Ponte en guardia, hijo, porque lo que es hoy no sales vivo, por lo menos hasta que te saque las entrañas. Acuérdate, te dije que era un juego y aunque quieras terminarlo sabes que no, porque es de ti de quien yo hablo.

27 junio 2010

Tropel

ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y DIAGNÓSTICO DEL PROBLEMA



Plantear una historia sistemática, que dé cuenta de los diferentes periodos y procesos evolutivos por los cuales han venido transitando y madurando los diversos grupos estudiantiles revolucionarios, es de por sí comenzar a depurar arbitrariamente un sin fin de fuentes y de datos debido a que la objetivización de los mismos conllevan a interpretaciones disímiles, subjetivas y complejas, que darían para una variedad de temas de análisis.
En este sentido, es pertinente anotar que la interpretación y descripción de la historia de los movimientos estudiantiles estará dirigida por el eje pedagógico-artístico y que desde éste se buscará entender (desde una mirada no tan dada al prejuicio), los fines, acciones y sueños de los pensamientos grupales de la revolución, para esclarecer aciertos psicológicos en algunos casos y en otros simplemente para restablecer el carácter crítico social de estos movimientos contestatarios, que anclados en la clandestinidad han osado luchar en pro de los derechos y en contra de las conformaciones políticas que sólo pretenden el conformismo.


Colombia muestra desde su misma evolución como nación, un patrón típico de convergencia revolucionaria donde las diferentes ideologías, istmos y escuelas de pensamiento han sufrido un amalgamiento oxidante con una tradición no preparada políticamente para abarcar la discusión sobre las diferentes problemáticas.


Es desde el centro mismo de las universidades públicas, donde la tendencia a reunir discursos occidentales y orientales revolucionarios logra influir sobre un puñado de estudiantes que ávidos de protagonismo histórico y de compromiso consciente con su patria comienzan a sobrepasar las aulas y los claustros académicos, llevando su pensamiento ya sea acertado o digresivo a las calles, alterando y promocionando un interés por los dilemas sociales que se incuban en el gobierno.


Tales discursos que tienen su raíz en los manifiestos sindicalistas europeos dados por el socialismo y sus diferentes vertientes ideológicas y que son el instrumento retórico de las primeras luchas latinoamericanas, hacen posible el nacimiento de protagonistas que con el pasar de los años se convertirán en verdaderos epónimos incitadores de grupos estudiantiles.
En los años sesenta comienzan a manifestarse directamente ante el pueblo colombiano, a través de diferentes formas de expresión que de inmediato empiezan a ser reprimidas por la fuerza pública y señaladas equivocadamente por la sociedad.


Es así como se observa que la persecución que a principios de siglo, llevó a Quintín Lame y Biofilo Panclasta, a Gaitán o años después al mismo Camilo Torres a la muerte y hasta al comandante Bateman, se encona más agudamente en la respuesta coactiva que crea el gobierno ante cualquier tipo de manifestación que busque sacar al pueblo colombiano de su anonadamiento ignaro y populista.


Las universidades públicas no ajenas a estos cambios sociales y políticos que establecen una crisis en las formas de pensar de la sociedad colombiana, replantean una critica severa a las distintas formas del proceder legislativo, judicial y ejecutivo que basan su poderío en un derecho anglosajón adaptado a las dictaduras de unos gobernantes que dejan de lado las necesidades básicas de sus ciudadanos.


Es, en los cincuenta, a través del teatro, la poesía, conferencias y debates donde la universidad encuentra su punto de divergencia que hace posible su identidad nueva ante los colombianos, ya no como una universidad de aprendizaje, sino como una universidad gestadora de cerebros pensantes y críticos que educa u orienta con lo mejor y más contemporáneo que existe en las diferentes ideologías y paradigmas que auscultan secularmente y revolucionariamente los hilos invisibles con los cuales se teje la cuadrícula política de nuestra soberanía.


Las primeras fuentes de una manifestación estudiantil como tal se pueden encontrar en los archivos fotográficos del IPN (instituto pedagógico nacional) donde se ve en las imágenes la homogeneidad de un grupo de estudiantes, que armados con pancartas y con la inteligencia de la juventud, salen a las calles dispuestos a entregar sus vidas por un rotundo cambio de ideas políticas.


En un principio (en los años setenta después de la ardua labor academicista que llegó a nuestro país y educó a nuestros jóvenes con ideas anarquistas, socialistas y sindicalistas), los estudiantes deciden llenar baldes con piedras y a través de primitivos mecanismos de poleas, suben éstos a las azoteas creando, ante el sorpresivo grupo de estudiantes y policía que se hallaban presentes, un nuevo tipo de manifestación revolucionaria donde la capucha establece el nuevo protagonismo de lo que en adelante será la manifestación estudiantil universitaria.


Tal grupo clandestino tiene como base ideológica la anarquía y se puede llegar a afirmar que es en la Universidad Pedagógica Nacional donde verdaderamente nace el dicho pensamiento como tal, sin embargo, estos grupos que deciden reguardar su identidad personal detrás de un trapo se van multiplicando, desencadenando ya no sólo la discusión por las problemáticas sociales comunes, sino que ésta vez los encapuchados, neologismo que hoy en día es legitimo desde la misma academia, comienzan a señalar objetivos mas cercanos a su propicia realidad, metas que esta vez se trazan desde un cambio ya no social sino desde un cambio radicalmente estudiantil.


El tropel entra en escena dejando una leyenda estereotipada en la sociedad y demarcando con ella el carácter radical de los estudiantes. Los años setenta dejan claro el nacimiento de un profundo movimiento que esta vez es totalmente clandestino y que establece nuevas formas de manifestación, particulares en operatividad y acción.


El movimiento contestatario y la universidad se convierten en un espacio más de lucha que dado su contexto universaliza todas la problemáticas sociales. El tropel o pedrea como comúnmente se le llama, llega a los años ochenta reforzada por otras manifestaciones que comienzan a apoyar las nuevas medidas tomadas por los estudiantes. Grupos de teatro influidos por el absurdo y lo cruel de Beckett y de Artaud y por los movimientos franceses y mexicanos estudiantiles buscan desesperadamente hacer de conocimiento común, también, el esfuerzo de la universidad pública de Colombia y de sus protagonistas.


Esta época marca la popularidad y la legitimación de la propuesta tropelera donde se destaca la capucha como instrumento de desindividualización y se instaura como traje típico y carnavalesco que hace posible la expresión reprimida de los sentimientos estudiantiles que encuentran su catarsis en los molotov, en las caucheras, en las bolochas, en los petos y en las piedras, buscando a través de dicha ejecución catártica devolver una agresión no razonable, ya que, acallar con golpes el grito de los argumentos verosímiles no tiene sino como respuesta única el desencadenamiento de una rabia que se ve claramente esparcida en el rencor y dolor que los estudiantes mismos manifiestan.


El gobierno preocupado por estos hechos y premeditando quizás una fuerza revolucionaria comparable al movimiento estudiantil chileno y argentino inicia como en “La noche de los lápices” a diseñar y planificar, ya no formas coactivas, sino verdaderas cofradías que desencadenan la desaparición de estudiantes y maestros; con la muerte y desolación que manos secretas establecen en esta época indiscutiblemente los hilos invisibles del poder buscaron acallar la necesidad expresiva que se tejía en las universidades.


Entre los años sesenta y noventa la acción del encapuchamiento no lleva en sí la presentación de símbolos artísticos como tal, sino de expresiones simbólicas artísticas, se puede decir, que el ritual pagano o aquellarre con que comúnmente se celebran las acciones revolucionarias estudiantiles son la muestra fidedigna de una expresión artística enraizada en los más profundo del sentimiento capucho, pero es sin lugar a dudas en estos años donde se establecen las formas pedagógicas definitivas que identifican el movimiento contestatario encapuchado. Es desde la expresión de la pancarta, el trapo y la retórica del discurso tropelero desde donde se comunican aciertos políticos y desde donde se comienza a perfilar la ironía revolucionaria a través de lo caricaturesco y lo blasfemo que no son más que hoy en día el recuerdo artístico de manos inteligentes que buscaron plasmar a través del humor los desequilibrios o descalabros de un gobierno como ellos mismo llaman “imperialista”


En el fragor también de la lucha, la fogata, y la arenga, como grito burlesco y motivador, se instalan como símbolos puros del encapuchamiento o de la lucha encapuchada. Coros y cantos que van desde lo más infantil hasta lo más complejo, irrumpen como formas propias que luego se reproducen en las calles, en los grupos musicales, en los partidos políticos de izquierda y en los comentarios del día a día.


El manifiesto, el boletín, el panfleto y otras formas literarias también se establecen como formulaciones lúcidas y artísticas de los encapuchados que respaldados desde la teoría revolucionaria comienzan a promulgar un nuevo lenguaje, un nuevo estilo narrativo para describir la realidad.


Expresiones como imperio, cerdo, yanqui, tombo, capucha, entre otros, inciden en el pensamiento colectivo instaurando una nueva forma literaria totalmente aceptada y legitimada desde el mismo estudiantado que los apoya.


Sin embargo los noventa terminan terriblemente para el movimiento capucho y traen la desgracia, la nostalgia y siembran el pánico. El nuevo siglo irrumpe debilitando la fuerza ideológica y operativa de los movimientos estudiantiles siendo estos señalados bajo, también esclaro advertirlo, nuevas expresiones. Ahora la lucha clandestina del capucho se convierte en la lucha de un delincuente que utiliza el terror como su instrumento de expresión. Se empieza a denominar al encapuchado como terrorista y su símbolo del encarpamiento comienza a ser desvirtuado y metamorfoseado fácilmente hacia otros oscuros conceptos, que hacen ver la manifestación estudiantil como la manifestación típica de un vandalismo deliberado.


Es entonces, donde el encapuchamiento toma dos vertientes a saber claramente observables, la lucha a muerte que establece victimas a lado y lado, y el simbolismo artístico y trascendente como elogio a sus víctimas.


Es el nacimiento de una nueva especie de graffiti que ya no busca legitimar un nuevo lenguaje revolucionario sino que busca plasmar una evocación nostálgica de sus compañeros y que profundiza a través de lo artístico la mixtura de una cultura clandestina que se resguarda en la pacha mama como guardiana tutelar de los espíritus de la lucha, es la búsqueda de un artificioso culto que promulga una comunión ritualítica que propende no a las lágrimas, sino a la guerra florida que se aproxima en cada lucha, es un homenaje que establece un diálogo entre los vivos y los muertos, entre lo dejado y por hacer.


Este nuevo abordaje que se da en la revolución estudiantil establece nuevos horizontes y nuevas semillas. Alrededor de lo guerrero confluye también lo artístico, ya sea desde lo muralístico, lo plástico, lo literario, lo poético y lo musical y desde lo investigativo se restablece el carácter ya no discursivo sino discusional o de debate, se multiplican los centros de investigación y análisis social, los semilleros y los proyectos de intervención social que plantean no sólo nuevos horizontes sino nuevas formas de abarcar la realidad.


También es, en este punto álgido donde el movimiento contestatario establece interrogantes sobre su historicidad, necesidad de identificación y posición protagónica ante el pueblo que a través de entrevistas y conferencias posibilita las posiciones críticas ante la política y las ideologías por parte de ciertos grupos de encapuchados.


Es donde se ve claramente la necesidad de registrar el fenómeno controversial del encapuchamiento no sólo a través de libros tales como Al calor del tropel, sino de también por medio de video-clips o grabaciones auditivas y de portales virtuales que dejan entrever su involucramiento y necesidad de estar peleando una lucha en igualdad de condiciones.


El encapuchamiento busca establecer ya no símbolos sino códigos que trasmitan mensajes claros y rotundos que se inserten en el mismo germen tecnológico.


Pero el nuevo siglo presenta el fenómeno del movimiento revolucionario estudiantil como un fenómeno pretérito, un fenómeno estéril, que espera desde un pasado que ya no incide en el presente. La crítica, la opresión cada vez más recurrente han dejado al encapuchamiento en una especie de estancamiento donde su sobrevivencia, como fenómeno revolucionario sólo es posible desde ciertos deslumbres contestatarios, que más que salidas de un movimiento fuerte y desaforado muestran es el opacamiento de un rito que sólo se hace público para dejar entrever ciertos homenajes a ciertos personajes de su historia, para revindicar las fechas especiales y para advertir que su sombra de animal expectante sigue velando, quizá esperando el momento justo para una nueva revolución.


Los antecedentes históricos demuestran que el encapuchamiento si establece un arte y una pedagogía propia, que su sentido crítico se basa en una expresión contestataria que fusiona mundos, culturas y pensamientos, y que su languidecer esta aun muy lejos.


Eso al menos es lo que debemos pensar.

Tropel

ANTECEDENTES HISTÓRICOS Y DIAGNÓSTICO DEL PROBLEMA



Plantear una historia sistemática, que dé cuenta de los diferentes periodos y procesos evolutivos por los cuales han venido transitando y madurando los diversos grupos estudiantiles revolucionarios, es de por sí comenzar a depurar arbitrariamente un sin fin de fuentes y de datos debido a que la objetivización de los mismos conllevan a interpretaciones disímiles, subjetivas y complejas, que darían para una variedad de temas de análisis.
En este sentido, es pertinente anotar que la interpretación y descripción de la historia de los movimientos estudiantiles estará dirigida por el eje pedagógico-artístico y que desde éste se buscará entender (desde una mirada no tan dada al prejuicio), los fines, acciones y sueños de los pensamientos grupales de la revolución, para esclarecer aciertos psicológicos en algunos casos y en otros simplemente para restablecer el carácter crítico social de estos movimientos contestatarios, que anclados en la clandestinidad han osado luchar en pro de los derechos y en contra de las conformaciones políticas que sólo pretenden el conformismo.


Colombia muestra desde su misma evolución como nación, un patrón típico de convergencia revolucionaria donde las diferentes ideologías, istmos y escuelas de pensamiento han sufrido un amalgamiento oxidante con una tradición no preparada políticamente para abarcar la discusión sobre las diferentes problemáticas.


Es desde el centro mismo de las universidades públicas, donde la tendencia a reunir discursos occidentales y orientales revolucionarios logra influir sobre un puñado de estudiantes que ávidos de protagonismo histórico y de compromiso consciente con su patria comienzan a sobrepasar las aulas y los claustros académicos, llevando su pensamiento ya sea acertado o digresivo a las calles, alterando y promocionando un interés por los dilemas sociales que se incuban en el gobierno.


Tales discursos que tienen su raíz en los manifiestos sindicalistas europeos dados por el socialismo y sus diferentes vertientes ideológicas y que son el instrumento retórico de las primeras luchas latinoamericanas, hacen posible el nacimiento de protagonistas que con el pasar de los años se convertirán en verdaderos epónimos incitadores de grupos estudiantiles.
En los años sesenta comienzan a manifestarse directamente ante el pueblo colombiano, a través de diferentes formas de expresión que de inmediato empiezan a ser reprimidas por la fuerza pública y señaladas equivocadamente por la sociedad.


Es así como se observa que la persecución que a principios de siglo, llevó a Quintín Lame y Biofilo Panclasta, a Gaitán o años después al mismo Camilo Torres a la muerte y hasta al comandante Bateman, se encona más agudamente en la respuesta coactiva que crea el gobierno ante cualquier tipo de manifestación que busque sacar al pueblo colombiano de su anonadamiento ignaro y populista.


Las universidades públicas no ajenas a estos cambios sociales y políticos que establecen una crisis en las formas de pensar de la sociedad colombiana, replantean una critica severa a las distintas formas del proceder legislativo, judicial y ejecutivo que basan su poderío en un derecho anglosajón adaptado a las dictaduras de unos gobernantes que dejan de lado las necesidades básicas de sus ciudadanos.


Es, en los cincuenta, a través del teatro, la poesía, conferencias y debates donde la universidad encuentra su punto de divergencia que hace posible su identidad nueva ante los colombianos, ya no como una universidad de aprendizaje, sino como una universidad gestadora de cerebros pensantes y críticos que educa u orienta con lo mejor y más contemporáneo que existe en las diferentes ideologías y paradigmas que auscultan secularmente y revolucionariamente los hilos invisibles con los cuales se teje la cuadrícula política de nuestra soberanía.


Las primeras fuentes de una manifestación estudiantil como tal se pueden encontrar en los archivos fotográficos del IPN (instituto pedagógico nacional) donde se ve en las imágenes la homogeneidad de un grupo de estudiantes, que armados con pancartas y con la inteligencia de la juventud, salen a las calles dispuestos a entregar sus vidas por un rotundo cambio de ideas políticas.


En un principio (en los años setenta después de la ardua labor academicista que llegó a nuestro país y educó a nuestros jóvenes con ideas anarquistas, socialistas y sindicalistas), los estudiantes deciden llenar baldes con piedras y a través de primitivos mecanismos de poleas, suben éstos a las azoteas creando, ante el sorpresivo grupo de estudiantes y policía que se hallaban presentes, un nuevo tipo de manifestación revolucionaria donde la capucha establece el nuevo protagonismo de lo que en adelante será la manifestación estudiantil universitaria.


Tal grupo clandestino tiene como base ideológica la anarquía y se puede llegar a afirmar que es en la Universidad Pedagógica Nacional donde verdaderamente nace el dicho pensamiento como tal, sin embargo, estos grupos que deciden reguardar su identidad personal detrás de un trapo se van multiplicando, desencadenando ya no sólo la discusión por las problemáticas sociales comunes, sino que ésta vez los encapuchados, neologismo que hoy en día es legitimo desde la misma academia, comienzan a señalar objetivos mas cercanos a su propicia realidad, metas que esta vez se trazan desde un cambio ya no social sino desde un cambio radicalmente estudiantil.


El tropel entra en escena dejando una leyenda estereotipada en la sociedad y demarcando con ella el carácter radical de los estudiantes. Los años setenta dejan claro el nacimiento de un profundo movimiento que esta vez es totalmente clandestino y que establece nuevas formas de manifestación, particulares en operatividad y acción.


El movimiento contestatario y la universidad se convierten en un espacio más de lucha que dado su contexto universaliza todas la problemáticas sociales. El tropel o pedrea como comúnmente se le llama, llega a los años ochenta reforzada por otras manifestaciones que comienzan a apoyar las nuevas medidas tomadas por los estudiantes. Grupos de teatro influidos por el absurdo y lo cruel de Beckett y de Artaud y por los movimientos franceses y mexicanos estudiantiles buscan desesperadamente hacer de conocimiento común, también, el esfuerzo de la universidad pública de Colombia y de sus protagonistas.


Esta época marca la popularidad y la legitimación de la propuesta tropelera donde se destaca la capucha como instrumento de desindividualización y se instaura como traje típico y carnavalesco que hace posible la expresión reprimida de los sentimientos estudiantiles que encuentran su catarsis en los molotov, en las caucheras, en las bolochas, en los petos y en las piedras, buscando a través de dicha ejecución catártica devolver una agresión no razonable, ya que, acallar con golpes el grito de los argumentos verosímiles no tiene sino como respuesta única el desencadenamiento de una rabia que se ve claramente esparcida en el rencor y dolor que los estudiantes mismos manifiestan.


El gobierno preocupado por estos hechos y premeditando quizás una fuerza revolucionaria comparable al movimiento estudiantil chileno y argentino inicia como en “La noche de los lápices” a diseñar y planificar, ya no formas coactivas, sino verdaderas cofradías que desencadenan la desaparición de estudiantes y maestros; con la muerte y desolación que manos secretas establecen en esta época indiscutiblemente los hilos invisibles del poder buscaron acallar la necesidad expresiva que se tejía en las universidades.


Entre los años sesenta y noventa la acción del encapuchamiento no lleva en sí la presentación de símbolos artísticos como tal, sino de expresiones simbólicas artísticas, se puede decir, que el ritual pagano o aquellarre con que comúnmente se celebran las acciones revolucionarias estudiantiles son la muestra fidedigna de una expresión artística enraizada en los más profundo del sentimiento capucho, pero es sin lugar a dudas en estos años donde se establecen las formas pedagógicas definitivas que identifican el movimiento contestatario encapuchado. Es desde la expresión de la pancarta, el trapo y la retórica del discurso tropelero desde donde se comunican aciertos políticos y desde donde se comienza a perfilar la ironía revolucionaria a través de lo caricaturesco y lo blasfemo que no son más que hoy en día el recuerdo artístico de manos inteligentes que buscaron plasmar a través del humor los desequilibrios o descalabros de un gobierno como ellos mismo llaman “imperialista”


En el fragor también de la lucha, la fogata, y la arenga, como grito burlesco y motivador, se instalan como símbolos puros del encapuchamiento o de la lucha encapuchada. Coros y cantos que van desde lo más infantil hasta lo más complejo, irrumpen como formas propias que luego se reproducen en las calles, en los grupos musicales, en los partidos políticos de izquierda y en los comentarios del día a día.


El manifiesto, el boletín, el panfleto y otras formas literarias también se establecen como formulaciones lúcidas y artísticas de los encapuchados que respaldados desde la teoría revolucionaria comienzan a promulgar un nuevo lenguaje, un nuevo estilo narrativo para describir la realidad.


Expresiones como imperio, cerdo, yanqui, tombo, capucha, entre otros, inciden en el pensamiento colectivo instaurando una nueva forma literaria totalmente aceptada y legitimada desde el mismo estudiantado que los apoya.


Sin embargo los noventa terminan terriblemente para el movimiento capucho y traen la desgracia, la nostalgia y siembran el pánico. El nuevo siglo irrumpe debilitando la fuerza ideológica y operativa de los movimientos estudiantiles siendo estos señalados bajo, también esclaro advertirlo, nuevas expresiones. Ahora la lucha clandestina del capucho se convierte en la lucha de un delincuente que utiliza el terror como su instrumento de expresión. Se empieza a denominar al encapuchado como terrorista y su símbolo del encarpamiento comienza a ser desvirtuado y metamorfoseado fácilmente hacia otros oscuros conceptos, que hacen ver la manifestación estudiantil como la manifestación típica de un vandalismo deliberado.


Es entonces, donde el encapuchamiento toma dos vertientes a saber claramente observables, la lucha a muerte que establece victimas a lado y lado, y el simbolismo artístico y trascendente como elogio a sus víctimas.


Es el nacimiento de una nueva especie de graffiti que ya no busca legitimar un nuevo lenguaje revolucionario sino que busca plasmar una evocación nostálgica de sus compañeros y que profundiza a través de lo artístico la mixtura de una cultura clandestina que se resguarda en la pacha mama como guardiana tutelar de los espíritus de la lucha, es la búsqueda de un artificioso culto que promulga una comunión ritualítica que propende no a las lágrimas, sino a la guerra florida que se aproxima en cada lucha, es un homenaje que establece un diálogo entre los vivos y los muertos, entre lo dejado y por hacer.


Este nuevo abordaje que se da en la revolución estudiantil establece nuevos horizontes y nuevas semillas. Alrededor de lo guerrero confluye también lo artístico, ya sea desde lo muralístico, lo plástico, lo literario, lo poético y lo musical y desde lo investigativo se restablece el carácter ya no discursivo sino discusional o de debate, se multiplican los centros de investigación y análisis social, los semilleros y los proyectos de intervención social que plantean no sólo nuevos horizontes sino nuevas formas de abarcar la realidad.


También es, en este punto álgido donde el movimiento contestatario establece interrogantes sobre su historicidad, necesidad de identificación y posición protagónica ante el pueblo que a través de entrevistas y conferencias posibilita las posiciones críticas ante la política y las ideologías por parte de ciertos grupos de encapuchados.


Es donde se ve claramente la necesidad de registrar el fenómeno controversial del encapuchamiento no sólo a través de libros tales como Al calor del tropel, sino de también por medio de video-clips o grabaciones auditivas y de portales virtuales que dejan entrever su involucramiento y necesidad de estar peleando una lucha en igualdad de condiciones.


El encapuchamiento busca establecer ya no símbolos sino códigos que trasmitan mensajes claros y rotundos que se inserten en el mismo germen tecnológico.


Pero el nuevo siglo presenta el fenómeno del movimiento revolucionario estudiantil como un fenómeno pretérito, un fenómeno estéril, que espera desde un pasado que ya no incide en el presente. La crítica, la opresión cada vez más recurrente han dejado al encapuchamiento en una especie de estancamiento donde su sobrevivencia, como fenómeno revolucionario sólo es posible desde ciertos deslumbres contestatarios, que más que salidas de un movimiento fuerte y desaforado muestran es el opacamiento de un rito que sólo se hace público para dejar entrever ciertos homenajes a ciertos personajes de su historia, para revindicar las fechas especiales y para advertir que su sombra de animal expectante sigue velando, quizá esperando el momento justo para una nueva revolución.


Los antecedentes históricos demuestran que el encapuchamiento si establece un arte y una pedagogía propia, que su sentido crítico se basa en una expresión contestataria que fusiona mundos, culturas y pensamientos, y que su languidecer esta aun muy lejos.


Eso al menos es lo que debemos pensar.

27 marzo 2008

DELIRO DEL ORADOR ATRIBULADO




DELIRO DEL ORADOR ATRIBULADO

Si me fuera preciso hablar,
enrollarme las palabras en la lengua
prepararlas para una parrillada o una picada.
Si me fuera preciso desenredar la expiación
y afirmar como entre nubes las formas de la lluvia.

Si vinieran ahora mismo a tocar encima de mi nombre
y se metieran a empujones
a sacarme el alma
y decir que tengo que decirlo todo
como si fuese Adán antes de ser expulsado.

Entonces, estaría bien que comenzara por los signos
por los piélagos marchitos flotando en cada cuerpo
sería bueno comenzar diciendo “no más”
y luego entablar la ausencia como un crepúsculo.

Estaría de acuerdo con arrojar una botella al mar
con una araña saltarina del Himalaya
para que conozca lo que nunca ha conocido..

Si me fuera posible desbaratar el sonido de un ojo
creería que lo mejor es un comienzo
un encuentro en cualquier parte
Una historia naciendo en la sonrisa.

LA NOCHE DEVASTADA.

una verdadera obra, felicitaciones creador.!


A veces un disparo despertaba en la noche nuestro terror
entonces
nuestra carne como las colas de las zarigueyas
comenzaba a heder esplendente
ante la presencia asustada de los ojos
que aún no reconocían por cual esquina del pueblo
es que arreciaría la muerte con su tropa de lamentos.


El mundo entonces era una gran noche
tiritando entre el abrazo compartido
de seres sabiéndose espantados.
No había espacio para las lágrimas
prematuramente deshilvanadas
sobre la piel que comenzaba a tiritar
ni tampoco tiempo para despedirse
con un beso perpetrado sin hielo entre los labios.
Tan sólo estaba la inutilidad de la sombra
bregando a ocultar la taquicardia
puesta de improviso en las costillas
y un vaho de pánico
preparando el cuerpo para la quietud de los huesos.


Era todo entonces tan inservible
para el escondite de nuestras venas
hinchadas de familia.
La noche dilatada en el escalofrío de los árboles
y en el silencio de los grillos
parecía a veces reanudar su tierno cauce
de sueño y copula estrellada
mas regresaba el estertor de un mudo ruido
formando la corriente eléctrica del miedo
y entonces los labios invocaban el abrazo
de las alas franquicias más cercanas
a nuestros asolados estremecimientos.


El niño y el adulto eran
una masa informe de pavor y desmayo.
Nada entonces valía la pena
salvo una muerte rápida
sin ningún dolor entre las manos.
Se anhelaba la desaparición
como algo que al fin dejara
calmada la casa para siempre
y el último deseo era que
al cerrar los ojos todo por fin finalizara.


Esos momentos siguen respirando
en la piel que aprendió el color de los fantasmas.
A veces regresan con todo el tumulto de su espanto
como si empujaran el sueño
hacia el último despertar .

02 enero 2008

ANARQUISMO CRÍTICO 2




Extracto del libro Inédito:
ANARQUISMO CRÍTICO.
ÉTICA Y MORAL.
Capítulo 3: Hombre, política y educación
Por: Zeuxis Vargas








SOBRE LA REIVINDICACIÓN DE LA ANARQUÍA EN LA EDUCACIÓN

“La primera condición de nuestra educación es la discordia”
Pierre-Joseph Proudhon.


Desde hace varios siglos la sociedad ha venido adoptando, para tristeza nuestra, un juicio sobre el término anarquía que inevitable y despreciablemente la ha hecho ver como la teoría responsable de pensamientos violentos, solipsistas y en muchos casos profundamente antihumanistas. Estos atributos, han venido siendo la constante general que se ha sostenido dentro de la opinión social gracias al influjo y persistencia que han mantenido los detractores de la filosofía anarquista.
Tales cofradías de origen netamente político han resuelto un destino poco honorable para aquellos que se han manifestado abiertamente como anarquistas. Sin embargo, grandes hombres de nuestra historia han logrado salvaguardar la ideología y han incrementado sus principios. Pero los sistemas autoritarios, temiendo la inevitable revolución que saben se originaría con el develamiento del verdadero pensamiento anarquista, han construido sistemas morales y éticos que han mantenido siempre a la filosofía anarquista por fuera de los círculos sociales condenándola por lo demás a llevar consigo títulos no correspondientes a sus propósitos humanitarios.
Es cierto que no se puede ocultar que también algunos otros pensadores radicales han visto en el sistema anarquista otra clase de explicaciones revolucionarias, pero estas acciones distanciadas de la moral libertaria son el resultado empobrecido de mentes que malinterpretaron los principios y proposiciones formales que rigen al hombre anarquista.
Estos movimientos dislocados de la realidad no deben en última instancia ser tomados en cuenta como los hacedores del prejuicio social. La verdadera raíz de la calumnia se halla sin lugar a dudas en el corazón mismo de los famélicos tiranos que ostentan el poder en todos los países de nuestro planeta.
Para asegurar tal falsedad han maquinado en cada una de las instituciones sociales formas que finalmente optimicen sus intereses productivos y autoritarios y que por el otro lado decrementen la fuerza rebelde que nace y se prepara en cada generación.
Quizá una de las instituciones más manoseada y reestructurada para este fin ha sido la educación que bajo la influencia globalizante se ha transformado en el mejor sistema de control creado hasta nuestros días para amasar la personalidad humana.
El anarquismo profetizó tales artimañas y en la búsqueda de nuevos horizontes posibilitó a la educación el derecho y el deber de la libertad.
Para la ideología anarquista la educación es el sistema que libera al hombre de su propio yugo, de su propia animalidad[1] y lo reconoce como individuo libre. La educación anarquista reivindica la libertad como una ley natural que hace posible la evolución.
“Si se permite el libre desarrollo del espíritu humano no se le pone ninguna regulación política, la humanidad llegara prontamente al imperio de la verdad”[2]
La educación para la moral anarquista es un acto social que determina el desarrollo de la humanidad.
La educación desde este enfoque busca negación total de los pensamientos universales que han invadido por medio del poder y la autoridad a la opinión social. Desde la negación, la educación orienta la duda, la falsación y la determinante tarea de auscultar cualquier fenómeno hasta su más intrincada raíz.
Desde la posición ética la educación anarquista busca declarar la renuncia a la explotación del hombre por el hombre, se prepara al hombre como ciudadano que declara la guerra a todo sistema que intente implantarse como verdad.
El mayor principio de la educación anarquista se basa en el esfuerzo por desarrollar íntegramente al hombre con el hombre. Desde esta línea los anarquistas “no tememos renunciar al juez, ni a la condena. No tememos declarar ‘haz lo que quieras y como quieras’, porque estamos convencidos de que la inmensa mayoría de los hombres, a medida que se eduquen y se quiten de encima las actuales trabas, actuarán siempre en dirección útil a la sociedad”[3].
El objetivo de la educación es convertir al hombre en un revolucionario ya que “un gobierno que debe su estabilidad a la ignorancia, es una maldición para los hombres. Cuanto más conscientes sean los hombres de sus intereses verdaderos, más juiciosa será su conducta, tanto en acciones propias como en la tolerancia hacia sus semejantes...El hombre con un espíritu educado según la razón, nunca se convertirá en agresor del bien común”[4].
Educar, no es para el anarquista incrustar o depositar bancos de información inservibles en la mente del hombre, educar para la mente anarquista es llevar a cabo una acción reveladora y crítica. La educación nace como necesidad de comprensión del mundo, como reflexión racionalista de lo empírico y tiende a implantar una filosofía alejada del nominalismo y el idealismo, una filosofía más cercana a la criticidad Kantina y al racionalismo Popperiano.
La educación vista de esta forma se transforma en un sistema naturalista y se divorcia del utilitarismo.
La anarquía que educa posibilita la reconstrucción y hace posible el acercamiento a una psicología humanista secularizada de abstracciones que buscan encerrar la mente libertaria en los laberínticos sistemas de los gobiernos.
El rebelde que educa estimula el desafío y busca proveer a sus estudiantes con ambientes propicios[5].
“Lo que se quiere no es obediencia ni tampoco rebelión (injustificada), sino un buen carácter y una general afabilidad tanto hacia la gente como hacia las nuevas ideas”[6].
La educación anarquista busca implantar la cordura ya que la cordura misma es una forma misma de educación[7].
Con la educación libertaria se construyen nuevas entidades anímicas en el hombre; altruismo, bondad y honestidad. Pero a su vez instituye también el rechazo hacia el absolutismo y la igualdad.
La educación anarquista profundiza en todas las problemáticas políticas y busca implantar en lugar de ellas soluciones éticas.
La educación de los hombres libres busca en última medida que el hombre sea “capaz de sentir con una fuerza terrible”[8] el mundo, su mundo, el de los otros.
El método utilizado por esta clase de educación no se fundamenta en la dialéctica ni el juego relacional de los poderes, sino que se argumenta en la discordia, en la diferencia establecida que posibilita la duda.
Sin lugar a dudas el anarquismo observado desde esta vertiente crítica reivindica su posibilidad de mejoramiento humano, a su vez se reconcilia con el hombre y lo perdona ya que observa que el hombre tan sólo es el producto de sus defectos, de sus odios e irremediablemente de su obsesionada ambición de corromperlo todo.
“En ningún pueblo el enemigo de la libertad es la gente, sino sus estratos más altos que se aprovechan del sistema. Démosles opiniones justas en relación con lo social a una cantidad de personas libremente educadas y hagámosles reflexionar”[9]. Sólo entonces el hombre será capaz de crear la mejor forma de gobierno que no impedirá nunca la aplicación adecuada de las facultades intelectuales.
El anarquista así educado “lo que observa en el hombre verdaderamente moral es su energía plena de vida, esa que le empuja a dar su inteligencia, sus sentimientos, sus actos, sin pedir nada a cambio”[10].
Educar como anarquista es promover la desigualdad, ya que esta es la idea primordial de la mente humana[11] que se ve reflejada tanto en pensamientos como en actos.
La desigualdad lúcida libera al hombre de sus instintos y lo hace servidor del mayor de los bienes humanos: la libertad.




Alguna bibliografía necesaria para profundizar en el pensamiento anarquista.


- Proudhon, Bakunin, Kropotkin y otros. Ideario anarquista. Longseller, Buenos Aires 2000.
- Tolstoi. Diarios. El acantilado, España, 2004.
- Orwell George. La política y el lenguaje inglés. El malpensante. Noviembre-diciembre del 2003.
- Russell Bertrand. Elogio de la ociosidad. Educación y disciplina 1932.
- Jean Touchard. Historia de las ideas políticas. Capítulo XVI sección II
- Proudhon Pierre-Joseph. Sistema de las contradicciones económicas o filosofía de la miseria. Aguilar. Madrid 1932.
[1] Proudhon, Bakunin, Kropotkin y otros. Ideario Anarquista, Longseller, Buenos Aires, 2000.
[2] Ibid.
[3] Ibid
[4] Ibid
[5] Rusell Bertrand. Educación y psicología.
[6] Ibid
[7] Ibid
[8] Ibid.
[9] Proudhon, Bakunin, Kropotkin y otros. Ideario Anarquista, Longseller, Buenos Aires, 2000.
[10] Ibid
[11] Aristóteles. Política.

ANARQUISMO CRÍTICO 2




Extracto del libro Inédito:
ANARQUISMO CRÍTICO.
ÉTICA Y MORAL.
Capítulo 3: Hombre, política y educación
Por: Zeuxis Vargas








SOBRE LA REIVINDICACIÓN DE LA ANARQUÍA EN LA EDUCACIÓN

“La primera condición de nuestra educación es la discordia”
Pierre-Joseph Proudhon.


Desde hace varios siglos la sociedad ha venido adoptando, para tristeza nuestra, un juicio sobre el término anarquía que inevitable y despreciablemente la ha hecho ver como la teoría responsable de pensamientos violentos, solipsistas y en muchos casos profundamente antihumanistas. Estos atributos, han venido siendo la constante general que se ha sostenido dentro de la opinión social gracias al influjo y persistencia que han mantenido los detractores de la filosofía anarquista.
Tales cofradías de origen netamente político han resuelto un destino poco honorable para aquellos que se han manifestado abiertamente como anarquistas. Sin embargo, grandes hombres de nuestra historia han logrado salvaguardar la ideología y han incrementado sus principios. Pero los sistemas autoritarios, temiendo la inevitable revolución que saben se originaría con el develamiento del verdadero pensamiento anarquista, han construido sistemas morales y éticos que han mantenido siempre a la filosofía anarquista por fuera de los círculos sociales condenándola por lo demás a llevar consigo títulos no correspondientes a sus propósitos humanitarios.
Es cierto que no se puede ocultar que también algunos otros pensadores radicales han visto en el sistema anarquista otra clase de explicaciones revolucionarias, pero estas acciones distanciadas de la moral libertaria son el resultado empobrecido de mentes que malinterpretaron los principios y proposiciones formales que rigen al hombre anarquista.
Estos movimientos dislocados de la realidad no deben en última instancia ser tomados en cuenta como los hacedores del prejuicio social. La verdadera raíz de la calumnia se halla sin lugar a dudas en el corazón mismo de los famélicos tiranos que ostentan el poder en todos los países de nuestro planeta.
Para asegurar tal falsedad han maquinado en cada una de las instituciones sociales formas que finalmente optimicen sus intereses productivos y autoritarios y que por el otro lado decrementen la fuerza rebelde que nace y se prepara en cada generación.
Quizá una de las instituciones más manoseada y reestructurada para este fin ha sido la educación que bajo la influencia globalizante se ha transformado en el mejor sistema de control creado hasta nuestros días para amasar la personalidad humana.
El anarquismo profetizó tales artimañas y en la búsqueda de nuevos horizontes posibilitó a la educación el derecho y el deber de la libertad.
Para la ideología anarquista la educación es el sistema que libera al hombre de su propio yugo, de su propia animalidad[1] y lo reconoce como individuo libre. La educación anarquista reivindica la libertad como una ley natural que hace posible la evolución.
“Si se permite el libre desarrollo del espíritu humano no se le pone ninguna regulación política, la humanidad llegara prontamente al imperio de la verdad”[2]
La educación para la moral anarquista es un acto social que determina el desarrollo de la humanidad.
La educación desde este enfoque busca negación total de los pensamientos universales que han invadido por medio del poder y la autoridad a la opinión social. Desde la negación, la educación orienta la duda, la falsación y la determinante tarea de auscultar cualquier fenómeno hasta su más intrincada raíz.
Desde la posición ética la educación anarquista busca declarar la renuncia a la explotación del hombre por el hombre, se prepara al hombre como ciudadano que declara la guerra a todo sistema que intente implantarse como verdad.
El mayor principio de la educación anarquista se basa en el esfuerzo por desarrollar íntegramente al hombre con el hombre. Desde esta línea los anarquistas “no tememos renunciar al juez, ni a la condena. No tememos declarar ‘haz lo que quieras y como quieras’, porque estamos convencidos de que la inmensa mayoría de los hombres, a medida que se eduquen y se quiten de encima las actuales trabas, actuarán siempre en dirección útil a la sociedad”[3].
El objetivo de la educación es convertir al hombre en un revolucionario ya que “un gobierno que debe su estabilidad a la ignorancia, es una maldición para los hombres. Cuanto más conscientes sean los hombres de sus intereses verdaderos, más juiciosa será su conducta, tanto en acciones propias como en la tolerancia hacia sus semejantes...El hombre con un espíritu educado según la razón, nunca se convertirá en agresor del bien común”[4].
Educar, no es para el anarquista incrustar o depositar bancos de información inservibles en la mente del hombre, educar para la mente anarquista es llevar a cabo una acción reveladora y crítica. La educación nace como necesidad de comprensión del mundo, como reflexión racionalista de lo empírico y tiende a implantar una filosofía alejada del nominalismo y el idealismo, una filosofía más cercana a la criticidad Kantina y al racionalismo Popperiano.
La educación vista de esta forma se transforma en un sistema naturalista y se divorcia del utilitarismo.
La anarquía que educa posibilita la reconstrucción y hace posible el acercamiento a una psicología humanista secularizada de abstracciones que buscan encerrar la mente libertaria en los laberínticos sistemas de los gobiernos.
El rebelde que educa estimula el desafío y busca proveer a sus estudiantes con ambientes propicios[5].
“Lo que se quiere no es obediencia ni tampoco rebelión (injustificada), sino un buen carácter y una general afabilidad tanto hacia la gente como hacia las nuevas ideas”[6].
La educación anarquista busca implantar la cordura ya que la cordura misma es una forma misma de educación[7].
Con la educación libertaria se construyen nuevas entidades anímicas en el hombre; altruismo, bondad y honestidad. Pero a su vez instituye también el rechazo hacia el absolutismo y la igualdad.
La educación anarquista profundiza en todas las problemáticas políticas y busca implantar en lugar de ellas soluciones éticas.
La educación de los hombres libres busca en última medida que el hombre sea “capaz de sentir con una fuerza terrible”[8] el mundo, su mundo, el de los otros.
El método utilizado por esta clase de educación no se fundamenta en la dialéctica ni el juego relacional de los poderes, sino que se argumenta en la discordia, en la diferencia establecida que posibilita la duda.
Sin lugar a dudas el anarquismo observado desde esta vertiente crítica reivindica su posibilidad de mejoramiento humano, a su vez se reconcilia con el hombre y lo perdona ya que observa que el hombre tan sólo es el producto de sus defectos, de sus odios e irremediablemente de su obsesionada ambición de corromperlo todo.
“En ningún pueblo el enemigo de la libertad es la gente, sino sus estratos más altos que se aprovechan del sistema. Démosles opiniones justas en relación con lo social a una cantidad de personas libremente educadas y hagámosles reflexionar”[9]. Sólo entonces el hombre será capaz de crear la mejor forma de gobierno que no impedirá nunca la aplicación adecuada de las facultades intelectuales.
El anarquista así educado “lo que observa en el hombre verdaderamente moral es su energía plena de vida, esa que le empuja a dar su inteligencia, sus sentimientos, sus actos, sin pedir nada a cambio”[10].
Educar como anarquista es promover la desigualdad, ya que esta es la idea primordial de la mente humana[11] que se ve reflejada tanto en pensamientos como en actos.
La desigualdad lúcida libera al hombre de sus instintos y lo hace servidor del mayor de los bienes humanos: la libertad.




Alguna bibliografía necesaria para profundizar en el pensamiento anarquista.


- Proudhon, Bakunin, Kropotkin y otros. Ideario anarquista. Longseller, Buenos Aires 2000.
- Tolstoi. Diarios. El acantilado, España, 2004.
- Orwell George. La política y el lenguaje inglés. El malpensante. Noviembre-diciembre del 2003.
- Russell Bertrand. Elogio de la ociosidad. Educación y disciplina 1932.
- Jean Touchard. Historia de las ideas políticas. Capítulo XVI sección II
- Proudhon Pierre-Joseph. Sistema de las contradicciones económicas o filosofía de la miseria. Aguilar. Madrid 1932.
[1] Proudhon, Bakunin, Kropotkin y otros. Ideario Anarquista, Longseller, Buenos Aires, 2000.
[2] Ibid.
[3] Ibid
[4] Ibid
[5] Rusell Bertrand. Educación y psicología.
[6] Ibid
[7] Ibid
[8] Ibid.
[9] Proudhon, Bakunin, Kropotkin y otros. Ideario Anarquista, Longseller, Buenos Aires, 2000.
[10] Ibid
[11] Aristóteles. Política.

ANARQUISMO CRÍTICO.









Extracto del libro Inédito:
ANARQUISMO CRÍTICO.
ÉTICA Y MORAL.
capítulo1:
Anarquismo, revolución y rebeldía.
Autor: Zeuxis Vargas












DEL ANARQUISMO Y SUS VERDADEROS PENSAMIENTOS.


Lo primero que hay que dejar claro es que el mundo entero a malinterpretado y confundido siempre las verdaderas cosas. Esta irreverente fórmula de sobrellevar la existencia sin complicaciones se ve reflejada en el uso de abstractos que supuestamente explican fenómenos.
La filosofía predominante ha sido ante todo una filosofía endeble que ha osado proponer dentro de la realidad la irrealidad. Como hombres netamente simbólicos hemos creído en ese arcano sortilegio de la metafísica que señala incognoscibles objetos y sujetos. Sin embargo, el error más garrafal de la humanidad, sin lugar a dudas no se basa tanto en la significación y regulación de estos términos sino en la aceptación y utilización esquizofrénica de los mismos. Nos hemos convertido en lo maniacos que pronuncian discursos ficticios dados por nuestra paranoia ante los signos. Tenemos semiolofobia; este terror ante el lenguaje, ante las palabras nos ha llevado a ser esclavos de ellas; vivimos en el eterno muro lacaniano; en el sentido más heidegeriano, somos los esclavos que habitan el lenguaje. Este fortuito encierro que generamos, sin embargo ha sido nuestro mayor progreso natural. Por eso sabiendo de todas formas que el lenguaje es un sistema representativo que sirve para comunicar lo percibido, en esta medida el primer intento será bajar la palabra anarquismo de la nube injustificada en que la han anclado. Lo segundo que hay que determinar es la forma desde la cual se procurará este descendimiento.
Ya poniendo manos en el asunto, para de una vez ir accionando nuevas reflexiones sobre la mente curiosa, es necesario advertir que en lo posible el lenguaje será realista, concreto, empírico y radical. Cuando mencione la palabra anarquía será necesario olvidar o mejor enterrar esas parafraseantes fórmulas que se hallan en los diccionarios y en las teorías más filosóficas. De aquí en adelante el anarquismo no será acratismo, no será destrucción, no será lucha por el sin gobierno, por el sin principio, por la sin autoridad; desde este mismo momento la palabra anarquía designará autenticidad. Esto por lo demás sólo se referirá en la esfera de la realidad de la ciencia social a la identidad, a lo singular, a lo autónomo que objetiviza y subjetiviza al sujeto ante el mundo.
Estas convenciones abstractas no se manejarán bajo un oscura retórica sino que serán comprendidas desde la base común de la significación que tengan, habitualmente en las relaciones humanas que se dan desde cada idioma, cultura e historia, estas palabras.
Habiendo aclarado este punto es necesario abarcar con mayor profundidad y heterogeneidad que es lo que ha venido retomando el término anarquía.
Generalmente designamos con anarquismo a una escuela, movimiento e ideología que tiene como base los aspectos revolucionarios que tienden hacia la libertad del hombre. Con anarquista se ha señalado al sujeto que es partidario del anarquismo; con anarco, a aquel sujeto militante dentro del anarquismo que es casi más independiente que el mismo movimiento y por anarquía se ha propuesto la base que designa el movimiento; o sea, la bandera, la etimología y el léxico razonable desde el cual fundamentar; desde aquí se han clasificado los autores, las máximas y los fines.
Aquí hablaremos de anarquismo no como escuela, no como movimiento sino como fenómeno, como “estado”. El sujeto que entra en este estado será impulsivamente un anarco, el consciente de este estado será una anarquista y en consecuencia éste será el único que pueda hacer posible la anarquía.
La anarquía será ese estar-en-ser, la anarquía designará el pensamiento y la acción de desenvolvimiento que lleve a cabo el individuo libre. La libertad en este sentido será el medio por el cual se podrá llegar a cualquiera de los fines propuestos por cualquier anarquista. Nadie puede denominarse anarquista sin ser autosuficiente, libre y endemoniadamente práctico.
Los verdaderos pensamientos de la anarquía están presupuestados bajo condiciones económico-sociales, éstas por su lado están determinadas por la época y por las normas ético-morales que se establezcan. Si el hombre no atiende a este binomio cultural su suerte entonces ya estará echada.
Las barreras económicas se imparten según el status social que se logra; entre más se logra pertenencia y liderazgo en círculos establecidos más fácil será modificar las condiciones reproducibles; o sea, aquellas que generan el valor a las cosas y por ende posibilitan la riqueza. Lo importante en este sentido será condicionarse, autorregular emociones e impulsividades. Las épocas se engranan por medio de tradiciones miméticas, tales tradiciones se dan por equivalencias de cuantificación estadística de gustos sociales aceptados dentro de la dinámica de una economía sobresaliente. Las épocas determinadas por el carácter económico de lo bélico fundamentan las normas que son necesarias para el fundamento legal del ascenso de las modas agresivas o violentas que deben ser reproducidas dentro de su sociedad; la época industrial formada bajo el género de los sistemas o de las máquinas y la técnica buscan su aplicabilidad normativa desde éticas flamantes y morales que justifican la evolución de un enriquecimiento poderoso de los productos y de la basura tecnológica que se establece dentro de estos círculos.
El anarquista no es un publicista que anda con propagandas y folletines, con panfletos antiimperialistas o antiterroristas, la anarquía piensa hacia el futuro de forma empírica, su realismo esta sobresaltado de un escepticismo acelerado por las condiciones del momento, es en estas condiciones donde se hace posible la modificación.
La anarquía establece como primer motor de movimiento la libertad, esta no se consigue, ni se logra, se construye. El anarquista tiene que estar dispuesto a ser como dijo Sartre, un esclavo de su propia libertad. La construcción de esta libertad no se da bajo condiciones represoras o rebeldes, la revolución sólo es posible bajo condiciones alarmantes colectivamente establecidas, la revolución no es un gesto apacible de grupos o de opositores, la revolución es un fenómeno que como afirma Eliseo Reclus se da como consecuencia a una constante monotonía: la resistencia violenta nace como sistema de posicionamiento, de movilidad hacia la quietud, hacia el determinado status quo establecido.
Pero esta clase de revoluciones que establecen nuevos horizontes evolutivos y por lo tanto nuevas características fisiológicas a las especies, sólo son posibles en forma universal, o sea en forma total. La situación en cambio de construcción liberadora se genera individualmente, la libertad es un esquema que se interioriza sólo formalmente dentro del sujeto, no dentro de las masas. Esto no quiere decir que el anarquismo jamás pueda patrocinar o liderar una revolución mundial, esto, sólo determina, es el primer paso para la justificación y argumentación de una nueva clase de progreso.
Son los individuos quienes generan primero sus condiciones de libertad. Puede haber miles de anarquistas sindicales, miles de comunistas libertarios, millones de anarquistas individualistas o materialistas trabajando afanosamente en las industrias, deseando como fin la libertad, pero no teniéndola nunca ya que son esclavos no de su libertad sino de sus necesidades primarias. La anarquía en ellos sólo es una ideología de fuerza opositora que puede facilitarles fines. Una cosa diferente a lo que sucede con la verdadera anarquía que observa como fin no la libertad sino el poder, pero no un poder despótico, no uno político de modelos ideológicos sino un poder razonablemente contrastable con los intereses propios de una colectividad. Imaginemos un pueblo donde sus miembros trabajen no para su libertad sino para sus intereses económico-sociales, un pueblo donde cada uno de sus miembros genera un poder que incrementa el arca del grupo. Un pueblo verdaderamente anarquista es un pueblo que es capaz de determinar la fuerza de su producción no hacia un cometido libertario sino hacia un cometido de comodidades interrelacionadas.
Se notará cierta insistencia en que el anarquista no ve la libertad como fin sino como medio y es obvio ya que el anarquista es anarquista porque es libre, si el anarquista buscara la libertad ya no sería anarquista porque estaría sujeto a algo, estaría gobernado por algo. Esa etimología entonces defendida por los anarquistas de sin gobierno, sin ataduras contendría dentro de sí misma una paradoja, sería una contradicción pragmática.
El anarquista es un ser libre, sin gobierno, sin ataduras como lo menciona su originaria etimología. En esta medida la búsqueda del anarquista es otra y esta búsqueda en definitiva esta regulada es por el binomio económico-social.
Ahora entendiendo que el verdadero pensamiento de la anarquía no es la libertad porque en definitiva la anarquía es libertad y el anarquista es libre entonces pasemos a definir otros pensamientos verdaderos de la anarquía.


DEL POR QUÉ DE LA REBELDÍA INNATA EN EL HOMBRE







“La Iglesia y el Estado se han reservado el poder de vida y muerte; yo reclamo también el mío”
Max Stirner.


Muchas veces en la historia de la humanidad se han producido fenómenos altamente libertarios que demandan por su misma naturaleza una reconciliación del hombre con su razón auténtica. Tales movimientos netamente progresistas han sido prejuiciados de forma coercitiva dando lugar a la inauguración de nuevos ordenes que determinan un estado de cosas supuestamente benéficas dejando a los iniciadores de las propuestas revolucionarias con títulos que generalmente descansan en los anaqueles de la persecución y la indiferencia.
Hace mucho tiempo el hombre creo una institución que con el pasar del tiempo se fue haciendo cada vez más fuerte y coactiva, su discurso y su acción violenta empezó a asentarse bajo la formula eficaz del Derecho y bajo éste promulgo sus futuros intereses y sus leyes. El gobierno hizo del hombre el esclavo y la política se instauró como una institución que lograba apropiarse sobre cualquier cosa por medio de la legislación.
Este imperdonable hecho que fue construido por los fanáticos y los ambiciosos empobreció la razón humana y redujo al hombre a ser un ser heterónomo.
Pero este hecho también desencadenó otra consecuencia de mayor repercusión que sigue vigente hasta nuestros días y que intenta resolver el dilema existencial que produjo la humanidad en algún momento de su primitiva edad.
La política ha osado calificar a esta variable con connotaciones que la hacen ver despreciable e inhumana. Con esta fórmula ha logrado diseñar a su vez un conjunto de normas crueles que han servido exitosamente para mantenerse y mantener a los “rebeldes” diezmados por medio de un control agresivo.
A tal movimiento rebelde se le denominó como Anarquía que significa en su forma más arcaica “sin gobierno” “sin autoridad”, sin embargo tal denominación ha sido interpretada maliciosamente y en su nombre se han cometido muchas veces acciones también verdaderamente atroces, en otras atrevidamente se ha calificado a ciertas acciones como hijas de tal concepto sin argumentar eficientemente bajo una fundamentación contundente que tales actos son en sí causa de la empresa de la anarquía.
William Godwin en su libro Justicia política explica que el gobierno se instituyó gracias al temor que los hombres sentían de saberse propensos a actuar mal; el problema es que la solución que dio el hombre a este temor fue manejado por agentes que pervirtieron la moral y la ética.
El gobierno para poder manejar situaciones tan contradictorias como las que fomentan la ideología de la anarquía crearon una conducta violenta que fundamentaron como un ejercicio de pleno Derecho pero para que más nadie pudiera llevar a cabo dicha acción entonces proclamó que éste ejercicio practicado por agentes exteriores a la institución política o gubernamental sería tildado como delito. Es así como a la violencia del gobierno se le denomina como derecho legítimo de defensa y orden y la de los individuos como delito que debe ser castigado.[1]
Esta ha sido generalmente la forma mediante la cual la institución política a logrado diezmar los intereses libertarios y toda aquella acción que busque la verdad.
Es que lo que el gobierno le interesa es mantener bajo estado de ignorancia a la sociedad ya que sólo así sabe que ésta es manipulable, persuadible e influenciable.
Más el gobierno sabe también que tal sistema no servirá siempre ya que en la masa siempre han existido individuos que desean libertad.
El hombre es, aunque esclavo o sirviente, un ser libre, nadie puede atarlo, nadie puede retenerlo, la razón ha procurado al hombre esta afirmación. Por eso para el padre del anarquismo[2] la cuestión primaria de la sociedad y del hombre en sí no consiste en saberse gobernado sino en saberse libre en no profetizar el gobierno sino la libertad.
Por eso es que el hombre es y será, mientras siga imperando el gobierno y la política, un rebelde innato ya que el hombre entiende que la institución por él creada es una resistencia a sus intereses propios de saberse libre; por eso la revolución.
Sin la evolución del Estado y de su trascendencia no hubiera sido posible la revolución de la anarquía ya que sin una resistencia temporal en el ambiente o en la evolución jamás se produce una revolución.[3]
Por tal razón todo hombre que se halle bajo el estado de poder exterior y que lo fuerce a ser un individuo heterónomo tendrá innatamente el germen de la rebeldía, de la indignación y será tildado de anarquista, sin embargo, los que lo llaman anarquista, lo que verdaderamente declaran es el carácter de un hombre que renuncia a tratar a los demás como el no desearía ser tratado, de un hombre que no tolera la desigualdad planteada por la oligarquía sino que admite la desigualdad planteada por la naturaleza, de un hombre que declara la guerra al amontonamiento de las mentiras, de las explotaciones y de las depravaciones.[4]
El que llama a un hombre anarquista es porque se identifica con él o porque lo juzga según el criterio del gobierno; si es esto último tal hombre es un ignorante que debe ser olvidado y dejado en su caja de cristal de la esclavitud y el consumismo, a este hombre por lo demás tan sólo le quedará esperar que nazca en él la rebeldía verdadera o que el mundo ficticio e injusto lo lleve a cavar su propia tumba.
La historia consiste en negar progresivamente la animalidad original de los hombres, gracias al desarrollo de la humanidad, tal animalidad se ha concentrado en instituciones políticas que detentan como sumo derecho el ejercicio de una conducta animal: la agresión. Esto es lo que da respuesta a por qué de la rebeldía innata en el hombre, misma también el por qué de la anarquía verdadera, por esto es que sincera y trascendentalmente, seguirán pie cualquier revolución.




[1] Max Steiner expone tal afirmación en su libro “El único y la propiedad”
[2] por su prolifico y sistemático pensamiento e influencia sobre posteriores teoricos de la anarquia Pierre Joseph Proudhon es considerado el padre del anarquismo individualista o corriente crítica.
[3] Eliseo Reclus. Ideario anarquista. Lonseller. Buenos Aires 2000.
[4] Piotr Alekseyewvich kropotkin en la moral anarquista.