“Dios no es objeto de conocimiento conceptual
ni literario, sino de conocimiento vivo”.
Fernando
González
“Pero existe algo sagrado que no es del
pensamiento, ni pertenece a un sentimiento revivido por éste. El pensamiento no
puede reconocerlo, ni utilizarlo. No puede formularlo. Pero existe algo sagrado
que ningún símbolo, ninguna palabra puede tocar. No es comunicable. Es un
hecho”.
Krishnamurti
§
1
La existencia de Dios es un supuesto cognitivo fundamental[1]
de todas las religiones, su importancia y trascendencia a consistido en ser el
objeto representante y de representación que contiene dentro de su estructura
la universalidad de los atributos creados por el hombre, llevados éstos, al extremo mismo de la
infinitud y la perfección. Más allá de su carácter ontológico y teológico;
Dios, concepto de procedencia mítica ha revelado concretar bajo la forma
inexacta de un algo la satisfacción de las necesidades generales de los seres
humanos.
Dios debe su existencia al
imaginario colectivo de los seres primitivos, Dios y dioses son la
fundamentación temerosa del respeto inspirado por la naturaleza y el mundo
fenomenológico en los primeros hombres. Por ende el concepto de indeterminadas
características y de muy heterogénea representación se consolidó desde el
primer instante como la formulación básica de una necesidad intrínseca superior
que tan sólo podía ser valorada a través de un abordaje subjetivista de la existencia.
Dios cumple explícitamente con las
exigencias de los hombres porque de una u otra forma él es creado por los
hombres en la medida exacta de sus necesidades. Pero este Dios deforme e
inexacto tan sólo puede manifestarse por medio de un presente fenomenológico de
procedencia natural que es aceptado por los seres humanos como la formalización
de una comunicación todopoderosa.
Sin pasado ni futuro que lo
sostengan el Dios se degenera en mutaciones conceptuales, poco a poco y gracias
a la formación gregaria de los primitivos,
Dios empieza en la mente humana a develar una forma identificable,
institucionalizada, con base histórica y patrocinada por una parafernalia
pública de culto. Ya no es aquel concepto que se revela como la definición
originaria de la naturaleza o como la naturaleza en sí, ya Dios es
antropológicamente un ser con características antropomórficas o bestiarias,
ésto según la lucidez y organización
simbólica de cada cultura. Ya no esta sólo en el mundo sino que, al igual que
en un espejo, el Dios primitivo empieza a contener las mismas cualidades y
evoluciones naturales que afectan y trasforman al hombre, por ende Dios pasa a
ser el servidor todopoderoso de una legión o de una población subordinada a sus
afectos y odios.
Mito y mitologías comienzan a ser en
el hombre las formas básicas de contemplación racional, preguntas y respuestas
comienzan a alterar la realidad, y el entorno pasa a convertirse en el
laboratorio conjetural y mágico. En la Metafísica Aristóteles confiesa que “el amante de los mitos (philomythós) es
también en un sentido, el amante de la sabiduría (Philosophos) ya que el mito
se basa en el asombro y admiración ante la realidad desde las cuales los
hombres empezaron a filosofar”[2]. Más creíble que esta
afirmación es la de que el mito cumple con una función moral dentro de la
concepción historicista de las culturas, el mito regula en el hombre su sed de
curiosidad y amortigua en su legitimación las preguntas no reveladas por el
conocimiento empírico. El mito fundamenta el mundo conjetural e hipotético y da
pie a un simbolismo de abstracciones ideales capaces de retener las ansias del
saber. En lugar de motivar el pensamiento
lo que institucionaliza es la magia,
forma que asombra no por su cualidad de sorpresa
ante lo desconocido sino por esa otra cualidad infame que
es la de resignación ante lo que nos es imposible explicar.
Esta característica crea en el
hombre una sensación absolutista de sobrecogimiento paternalista. Blumenberg[3] destaca que el hombre se
siente sobrecogido por la grandeza de la realidad; por lo tanto ante este respeto natural del hombre por lo ajeno a su propio poder el
mito se convierte en el recurso que hace
tolerable los fenómenos incontrolables de la naturaleza. El hombre a través del
mito acepta los fenómenos ya no como acontecimientos ajenos a su ser sino que
los interpreta como las manifestaciones divinas que tienen lugar en el cosmos.
§
2
Ya el hombre ha explicado y dado
forma a su necesidad universalista de creación, en el Dios se funden los
aspectos que indican la procedencia de cada una de las cosas que conforman la
realidad, Dios y mito designan el camino futuro de las religiones como factor inalterable
de adoración y aceptación. Gracias a la preponderancia colectiva del culto y
sus instrumentos de admiración y adoración el Dios antes temerario e indeterminado crea en el espíritu humano la
creencia.
Los esquemas mitológicos sin
embargo, intimidan al hombre ante las preguntas originarias, principio y cosmos
a través de la vestidura mágica del hombre quedan de nuevo abandonados a la
suerte de un sinnúmero de explicaciones poco reveladoras. Es así como el hombre
encuentra que su invento aun esta escuálido y que para que perdure es necesario
darle un fundamento primero. Por medio de sus escasos instrumentos técnicos y
naturales y de su cualidad fundadora el mito crea la historia del Dios y del
origen mismo de las cosas. Sin un lugar definido, sin un espacio dado como
taller del demiurgo, el caos toma la
forma esencial y necesaria para la creación; Dios entonces con todo el arsenal de atributos divinos emprende
la magnificente tarea de creación, siendo el universo la representación
armónica de su poder y el hombre la representación ontológica de su esencia.[4]
El hombre resultado final de la
creación debe y tiene que acatar el mundo. A pesar de todo, el hombre decide
atribuirse un bienestar singular sobre el cosmos, comandándolo y modificándolo
a su antojo. El resultado de tales proposiciones históricas nos da como
conclusión que el hombre; colono del universo y sublevado a un Dios con
tendencias simbólicas, necesita equilibrar por medio de un sentimiento la
fuerza y poder que ejerce libremente sobre lo que no es de él.
En efecto la fe concepto subjetivo y de criterio imperativo conlleva al
hombre a juicios de valor benévolos para su misma existencia por parte de aquel
que es merecedor de tal sentimiento humano.
§
3
Dios sobrevive fundamentado ya no como
un concepto representativo o ideal sino como un objeto real de origen y
conservación, mientras exista Dios el universo puede existir y así mismo con
tal concordancia de términos el postulado de Dios toma la forma actual
coherente y legitima de todas las religiones.
Sin otro postulado que pueda
reformularlo el hombre entonces construye una comunicación o relación dialógica
con su divinidad. El Dios antes espontáneo en sus manifestaciones y con el
instrumento natural de los fenómenos como signos de su ira o benevolencia le es
dado un sistema comunicativo que lo
humaniza y acerca más a los propósitos históricos de los hombres. Es así
como la cultura misma puede con su lenguaje narrar, comunicar, persuadir,
influenciar y conquistar en otros espacios su propia cosmovisión. Ahora su Dios
puede comunicarse, habla, tiene un lenguaje que lo hace afín al hombre y a sus
intereses.
Este Dios; ideal de las necesidades
humanas, imagen y representación hacia la cual los hombres se inclinan, ─afirmación
inconclusa de Wittgenstein[5] debido a que el carácter
del “ideal” no sólo es una forma de
representación hacia la que uno se inclina sino que a su vez es una forma que
procura dar un sentido valorativo que trasciende el absurdo de lo dado como realidad─ se convierte en un símbolo que da
fuerza a los nuevos discursos que van tomando forma en la mente de los hombres,
un discurso que entreteje ahora dos mundos; el percibido y el razonado, ya que
éstos son por así decirlo la propia existencia que modifica los pensamientos
sobre la realidad en el pensamiento colectivo de los humanos, estos discursos
no sólo dan cuenta de las necesidades, sino que ahora ellos son la expresión
más concreta de las esperanzas, ilusiones, temores, entre otros, que constituyen
la historia ya no natural sino cultural[6].
Pero este
discurso simbólico que da cuenta del poder o debilidad de la imaginación humana
pasa a evolucionar en una oración que reproduce el significado cualitativo de
los pueblos, el discurso denota las características de vida y el Dios simbólico pasa a ser un mero remedo de la
cultura.[7]
Los pueblos
aumentan históricamente las versiones y el concepto mitológico que
indirectamente fundamentaba tan sólo la razón fenomenológica se pierde en medio
de los largos peregrinajes y viajes de supervivencia que realizan los hombres.
Los contextos originarios de donde el Dios tomaba sus poderes desaparecen ante
las nuevas condiciones de otros contextos que contienen otros fenómenos ya imposibles de explicar desde la óptica
divina, el Dios se torna longevo, su discurso no reconoce la nueva naturaleza y
el hombre entonces debe desertarlo, dejarlo morir en el destierro de su antiguo
poderío u otorgarle nuevos atributos que lo refuercen como amo y poseedor de
todas las verdades. Algunos dioses mueren abandonados por sus creadores lejos
de su hogar, estos dioses fatalmente tan sólo pueden esperar el olvido como
fuente última de su existencia. Los otros, aquellos que al amparo del hombre
aún pueden viajar, conquistan y comulgan nuevas historias. Estos dioses, sin
embargo, aunque engrandecidos siguen siendo falibles. Pronto las áridas tierras
hacen que los pueblos se enfrenten unos a otros y que sus dioses al mismo
tiempo vayan a la guerra. El nuevo concepto de Dios es ahora el de un Dios
guerrero, un Dios bélico que sobrevive con sus poderes divinos sobre los otros
dioses, o que muere ante las magias todopoderosas de un rival mitológico. El Dios
ganador absorbe al Dios o a los dioses
vencidos y poco a poco los convierte en sus subordinados, es así como los
pueblos en medio de la guerra se
multiplican; los vencedores esclavizan a los perdedores y los hacen adorar al Dios
desconocido; los derrotados dejan sus tradiciones y se acomodan a la nueva
existencia de la otra cultura. El dominio de determinado grupo especifica las
nociones objetivas del discurso y se posesiona sobre el conquistado mundo como
el pueblo elegido[8].
Aun tenemos
una sola forma de argumentación divina, una concepción de por si experiencial o
animista (cosmológica y mágica desde el punto de vista psicológico) que sirve a
los primeros grupos culturales para sobrevivir ante las inclementes arremetidas
de la naturaleza. Estos argumentos aun no contienen el significado místico de la creencia y de la fe, pero
los intuyen en el llamado guerrero, en la oración heroica, en el manifiesto de
darle sentido a su trascendencia, y en el hecho mismo de saberse salvados no
por ellos sino por el Dios reforzado y mayor.
Concederle a
Dios la salvación y la perdición son formas de delegar responsabilidades a las
extrañas fuerzas que guían la existencia; no es demeritorio que los hombres
intenten otorgar la victoria a su Dios, lo demeritorio es cuando le otorgan la
derrota.
A medida que
Dios establece convenios con los hombres, el mismo hombre también empieza a
construir otras formas divinas que subordinadas a su creador lo hagan ver más
temerario. Es así como observamos que la historia toma un giro hacia atrás y de
nuevo con más fuerza hacia el porvenir. Este giro histórico donde los pueblos
se detienen a clasificar, a organizar o dicho de mejor manera a ordenar su
historia, se puede denominar como: Giro
del origen genealógico de las mitologías o de las divinidades. Ya Dios no
se encuentra dialogando solamente con el hombre sino que ahora Dios también se
encuentra en algún lugar divino familiarizado con seres semejantes a su
existencia. Dios es ante todo el espejo, ─ esto
hay que tenerlo claro ─ de
la evolución mística y cultural de los hombres. Por eso ahora Dios también es un Dios cultural, un Dios familiar y ante todo un Dios social. Los
pueblos no constituyen este rasgo como algo determinante porque tácitamente saben
que su Dios tiene que seguir siendo oscuramente infalible ante los demás, por
esta razón Dios en el giro histórico que he denominado como genealógico, sirve a los pueblos para
reforzar sus debilidades y acrecentar sus competencias. De nuevo la historia
sigue su curso natural, pero ahora se
desarrolla bajo otra concepción divina, ahora el Dios solitario viene
acompañado por un clan de dioses, ahora Dios tiene familia.
§ 4
Como se
puede observar es claro que el concepto
de Dios simplemente en un principio sirvió antropológicamente hablando para que
evolucionaran algunas culturas y para que otras desaparecieran. El sentido de
Dios en el principio de la humanidad es trascendental, ya que éste le sirve al
hombre como el apoyo y fundamento último de su progreso, de su sobrevivencia,
Dios es en el mundo antiguo, la forma reveladora del sentido por el seguir, por
el proseguir, por el querer, Dios es el fundamento ontológico que da cuenta en
el hombre de las ansias de evolucionar, es la forma perfecta que necesitó el
hombre para realizarse así mismo como el
comandante inmediato del creador del universo; “creer en la divinidad es creer que el universo puede tener sentido”[9] ya que “la creencia en la divinidad proviene de la
negativa a admitir que todo es absurdo”[10], por esta razón el
concepto divino es necesario en el hombre primitivo, “la aparición de un dios representa el final de un largo período de
oscuridad y padecimiento”[11].
Sin embargo,
en el momento en que Dios se hace acreedor de atributos familiares a la
sociedad y logra reproducirse, los diferentes pueblos comienzan a enfrentar
otro misterio, este nuevo misterio se hace dual en el transito histórico. Por
un lado algunos pueblos desean que sus dioses sean y sigan siendo benévolos,
carismáticos y protectores, estos pueblos como se puede develar son pueblos
sedientos de sostenibilidad mística, buscan acercarse a sus divinidades
amistosamente, quieren que sus divinidades mantengan un dialogo altruista y
paternalista. Esta clase de pueblos son los que se autoafirman como elegidos,
como bendecidos y se hacen ver ante los demás como el pueblo que puede
terrenalizar a sus dioses. Los dioses de estos pueblos bajan y colaboran en el
mundo humano, se pasean sin temor alguno por el universo de los hombres.
Por otro lado,
algunos pueblos encuentran que su Dios no necesita de familia, que su Dios
quiere seguir siendo el todopoderoso del universo, que Dios simplemente es
aquello que los salva y los mantiene. Aunque elegidos también como pueblo
verdadero, estos hombres resuelven otras formas fabulosas de mantener el terror
de su Dios sobre los otros pueblos, ahora fenómenos más extraños que la simple
manifestación exagerada de los eventos naturales toman fuerza en la concepción
divina; en esta nueva concepción de Dios se alcanza a descubrir como el pueblo
en su lucha por mantenerse a salvo comienza a otorgarle a su Dios aspectos
misteriosos, su Dios es un Dios inexplicable, un Dios que pocas veces se
muestra y que simplemente se designa como el
que es o puede ser, esta clase de mística otorga a los pueblos un nuevo
pensar; de nuevo la historia se detiene momentáneamente y en el seno de estas
culturas el concepto de fe se
constituye como una forma básica de construcción subjetiva que da fuerza a los
hombres para arremeter contra el devenir. Estos pueblos son los pueblos
netamente monoteístas, anclados en el poder de su fe y en el poder de su Dios
inalterable y misterioso, ante el poder de este Dios los demás se arrodillan o
caen, el pueblo de este Dios es un pueblo oprimido, es una cultura sumamente
vulnerable, pero engrandecida interiormente en las subjetividades de su fe.
El monismo y
el pluralismo emergen en la historia. A esta clase de fenómeno se le puede
describir y explicar sencillamente. El
movimiento monista nace en la historia a causa de un factor fragmentario, este factor
de fragmentación se puede explicar fácilmente. La evolución natural de la
humanidad en cuanto a los divino esta
expuesta en los pueblos pluralistas que conceden a su Dios la facilidad de
autogestionarse una familia y una historia, a esta clase de pueblos ─ de
por si conquistadores y guerreros ─ son a los que se le debe el nacimiento del monismo. Los
pueblos monistas, altamente perseguidos por las culturas politeístas e infames
que no reconocen sino su poderío, buscan protección en algo divino que los
distinga y los aleje del temor que le promueven sus perseguidores, es por ésto
que la concepción de un solo Dios basta como argumento para estos pueblos como
el recurso contradictorio que los diferencia, además estos hombres temerosos
ante la exigua durabilidad de la vida buscan en este Dios negador de los dioses
un amparo misterioso, este Dios no puede andar por ahí igualándose con los
hombres, este Dios debe mantener su carácter divino y alejarse lo más posible
de las eventualidades terrenales que lo convertirían en un ser finito. Por esta
razón el Dios de estas sociedades auspicia la fe, y engrandece a los hombres a
tal punto que la muerte es ahora tan sólo un
evento más en el curso natural de la existencia. Este Dios misterioso
les promete un arcano beneficio de
inmortalidad; por eso la atribución de elegidos y salvos, por eso el éxtasis
fortalecido de verse mayores ante las culturas ciegas que los niegan; porque
para estos hombres ahora son los pueblos dados a la pluralidad, a la
heterogeneidad de las adoraciones quienes niegan la verdad.
Monoteísmo y
politeísmo entran en escena; otra clase de confrontación emerge en la realidad
del mundo histórico y para que dicha batalla tenga lugar en el tiempo los
hombres dan en proveerse con diferentes recursos. El rasgo más representativo,
más llamativo de dichas arbitrariedades bélicas es el llamado hacia los dioses,
el rogar a los dioses ya no sólo fuerza y victoria sino sabiduría y claridad.
Al llamado de estos hombres llega un linaje de seres ficticios y reales que en
poco tiempo invaden la realidad mitificando el heroísmo, hombres, semi-dioses y
seres fabulosos llegan al auxilio de los pueblos para protegerlos de las
diferentes calamidades.
Hoy, sin
embargo, tan sólo recordamos y confundimos a todo este clan social de
representantes heroicos bajo el concepto de una mitología servicial. El sentido
mítico y bestiario que se ha dado a los diferentes seres fabulosos de la
antigüedad quizá haya tenido en su origen otro sentido, quizá estos
representaban y argumentaban catástrofes, batallas o invasiones acaecidas, a lo
mejor bajo el símbolo bestiario muchas veces lo que se quiso fue sólo
sintetizar un conjunto de hechos que pasados los años se fueron deformando en bellas
y maravillosas narraciones ahora si
verdaderamente mitológicas.
Estos
eventos que vienen a acompañar la historia son el resultado del constante
enfrentamiento entre los pueblos que buscan de alguna forma bajo el rótulo de lo sagrado expandir sus dominios a como de
lugar.
§ 5
Cada cultura
se identifica con un pensamiento fenomenológico y cosmológico que da cuenta de
sus existencia, aun la razón no ha
procurado respuestas a lo sagrado, a lo divino, pero es a partir de los presocráticos, de esa cultura
de por si bastante politeísta en donde se da en buscar conceptualmente una
explicación a lo posible. Este fenómeno ocurre debido a la instauración de las
diferentes concepciones de Dios que se han ido construyendo.
Por un lado
tenemos el evolucionismo antropomórfico de los politeístas que combinado con
ciertos ingredientes bestiarios le dan un carácter mitológico a su existencia;
por el otro se encuentran aquellas culturas que se proponen adentrase en lo
misterioso y a través de una concepción mística y arcana otorgan a su divinidad
y a sus existencia un carácter ontológico, pero la pregunta sería aquí ¿por qué en el seno de las ontológicas
explicaciones no se dio el hecho filosófico de develar el concepto de Dios?
El argumento descansa en el hecho de que a estos pueblos los había abocado con
severidad la opresión y el temor, por tal razón dichos pueblos simplemente se
conformaron a aceptar designios como si el aceptar fuera una formula eficaz de
evidenciar su fe sobre lo sagrado, en síntesis demuestran que lo trascendente
no necesita de racionalización.
Caso
distinto al de los pueblos politeístas que atiborrados de dioses se dan en la
tarea de desmitificar aquello que ha pasado de divino a común, de sagrado a corrupto, por eso es posible en esta clase de sociedades observar
la búsqueda hacia un pensar lógico que especule acerca de la naturaleza ya no
de lo divino sino de lo posible. Preguntas tales como el principio y el sentido
del universo son ahora las que en vez de estar tácitamente circunscritas al
discurso divino ahora son las que regulan la posibilidad de lo divino, ahora
Dios tiene que esperar, ahora el concepto de Dios es una idea que puede
formularse en el sentido de develar lo primero y lo continuo.
La filosofía
en un principio no busca cuestionar a
los dioses, lo que busca es explicarse el mundo sin los dioses, el
representante más lucido de la exposición negativa de la divinidad es sin lugar
a dudas Jenófanes[12] quien denuncia el
carácter de antropomorfismo que el hombre ha dado a los dioses. Este
representar revela la debilidad de la concepción divina debido a sus semejanzas
con el mundo humano.
Pero antes
de Jenófanes vale la pena recordar a los representantes anteriores que quizá posibilitaron esta clase de
pensamiento negativo. En Grecia nace lo que podría denominarse como las
primeras concepciones acerca de la razón de ser del universo. Cada una de ellas
ante todo buscó divorciarse de la tradición físico-teológica de sentido cosmológico. A las primeras
evidencias de explicar el universo a través de una sustancia material primera o
de evidenciar en la materia la fuente primera del universo se les denominó
teorías hilozoístas[13], los hombres encaminados
a esta clase de explicaciones o hipótesis sobre la realidad se les interpretó
como naturalistas debido a sus forma de explicar el origen: estos filósofos
otorgan a una sustancia primogénita el principio y por medio de un proceso
espontáneo y evolutivo dan en explicar las causas naturales. Esta concepción de
materia primigenia denota en si ya una limitación que los hilozoístas
resolvieron de la manera más diplomática posible, ellos conceden “anima” a la sustancia primera, lo que en
definitiva llevaría a pensar que para los hilozoístas su Dios era una materia o
“sustancia animada” que irracionalmente
dio origen al universo. En algunos de estos teóricos se encuentra el concepto
de caos como principio característico, tal es el caso de Anaximandro[14]. El resto, consideraron
en las sustancias materiales la característica definitiva del cosmos, sus explicaciones
posteriores de animación y evolución son la “rarefacción y la condensación” tales combinaciones dan en construir
otras formas evolutivas de naturaleza misma.
Gracias a la
concepción caótica de Anaximandro como referente principal con connotaciones de
divinidad es que fue posible la discusión cosmológica de Dios, es aquí donde
entra Jenófanes quien influido por las ideas de Anaximandro (su maestro),
intenta debatir acerca de la naturaleza de los dioses, su argumentación en
contra de los dioses fue el de una concepción panteísta del universo, el
verdadero Dios no puede semejarse a ningún atributo humano, él es el todo, el
que todo lo gobierna; esta idea panteísta, de por si universalista, se acerca
mucho al misticismo monoteísta.
Sin embargo,
el mundo flamante del racionalizar se ve derrotado ante la creencia; producto de por si servicial de la actividad psíquica de
la fe. Las teorías filosóficas que buscan conceptuar el concepto de divinidad
se ven apocadas ante el gran número de seres heterónomos, que esclavos del
temor dejan sus expectativas trascendentales al amparo de una ficción.
§ 6
Pero el
hecho sin lugar a dudas más importante en la solidificación del concepto divino
es la llegada al mundo terreno de la institucionalización del Dios único y monoteísta
de la fe cristiana.
Esta
consecuencia monoteísta arrastra consigo mitologías y dioses, en dicha
concepción hierática se unifican de una u otra forma todos los conceptos
posibles de lo divino. La palabra Dios (deivos, en el lenguaje indoeuropeo original
y del cual se derivan ‘devas’, sánscrito;
‘daeva’, avéstico; ‘deus’, latín; ‘deva’, celta antiguo; ‘dievas’, lituano y
‘tivar’, nórdico antiguo) pasa de su
sentido experiencial a significar o representar al ‘rey’ divino[15]. La historia sufre una fractura
sin precedentes históricos similares, el Dios monoteísta de la creencia y fe
cristiana es, sin embargo, el concepto exegético de todas las mitologías, es el
concepto universal que reúne en si todas las categorías míticas al pie de la
letra[16].
El Dios
cristiano detenta en su formación conceptual el léxico conjuncional de todas
las características que las narraciones míticas crearon; caos, creación, éxodo,
guerras, sedentarismo y postulación cultural se hallan inmersos en la posición
argumentada de la evolución del concepto monoteísta de la fe cristiana.
Ya depurado
hasta sus límites el concepto Dios (“dei”
en griego y que simboliza luz del día y al cual se le significa o se le
conceptualiza como lo hierático verdadero), la humanidad da en proveer al concepto
otra problemática aún más racional. Ya institucionalizado el concepto es
necesario ahora argumentar su existencia fuera del mito y llevarlo a la
realidad, fenómeno postmítico que ilumina hasta nuestros días la comprensión o
discusión racional sobre la concepción de divinidad.
§ 7
Una de las
ponencias más interesantes es el argumento escolástico que da fuerza a la
argumentación olvidada de la filosofía platónica sobre la concepción del “demiurgo”[17]. Pero antes de pasar a
exponer y criticar la argumentación teológica cristina es necesario entender
como se produce el hecho argumentativo de lo sagrado; Platón afirmaba sobre el
discurso de las ideas que el universo era producto de un alma universal que se
derivaba del “nouns” (razón,
pensamiento) sobre el cual era posible el “logos”
(discurso) contrario a la “doxa”
(opinión) y que servía para la defensa de la argumentación sobre lo divino (teo-logia)[18] por lo tanto el “dios”
argumentado de Platón es autosuficiente, impasible e inmutable debido a que la divinidad es un
símbolo sobrehumano que vuelve trascendente la finitud de los límites terrenos[19].
Por el
contrario del Dios de las mitologías y de las futuras religiones las cuales observan en la divinidad una
persona a quien le es atribuible los poderes
máximos, la filosofía lo observa como un principio abstracto justificado
sólo a partir de la explicación de la
existencia de las cosas,[20] esta categorización de
conceptos se reúnen en la unidad cristiana de la argumentación de la existencia
divina. De la unión que se realiza entre cosmología, animismo y antropomorfismo
junto a la ontología y conceptualización abstracta nace una nueva tendencia
argumentativa: la teología natural[21], doctrina que es
enriquecida a través de la historia por monjes y filósofos. Ya entendiendo el
sentido de argumentación teológica que nace en la cuna griega paso entonces a
exponer quizá el mejor argumento ontológico sobre la divinidad.
Para san
Anselmo de Canterbury intentar realizar una argumentación negativa o positiva
sobre la existencia de Dios era en suma realizar un pleonasmo ya que el sólo
hecho de pensar un sujeto divino era afirmar la existencia de algo divino o al
contrario el negar la existencia de algo divino era posibilitar la proposición
afirmativa de que la mente tuvo que afirmar antes la existencia de algo que
pudiese ser divino. En síntesis el argumento ontológico se puede concretar en
que “para San Anselmo el conocimiento de lo que Dios es (id ipsum quod Deus est) es suficiente para permitirnos que Dios es
(quia deus est)”[22]
El carácter
ontológico de su argumento viene fuertemente influenciado por el estilo
tradicional agustino y justino; Dios es un ser con existencia perfecta, de él
emanan todas las figuras visibles e invisibles que conforman la naturaleza y
gracias a él podemos ser salvos. Quizá lo que lo diferencia de sus antecesores
teólogos es su refinado sentido metódico de argumentar la existencia como una
perfección no sólo física sino además metafísica y de demostrarlo
racionalmente, el éxito de san Anselmo consiste en reflexionar más allá de la
simple creencia subjetiva de san Agustín y san Justino; san Anselmo interpone
la razón como factor de demostración; conlleva la existencia de Dios más allá
de la creencia y la hace objetivamente real,
ya que “El ser más
perfecto que se puede pensar, debe existir realmente: Pensarlo sin existencia
no sería pensar el mas perfecto”[23] “Luego existe sin duda, en el entendimiento y en la realidad, algo mayor
de lo cual nada puede ser pensado."[24]
Este Dios ontológico, paternalista y
carismático por naturaleza, no duró mucho tiempo, pronto San Anselmo fue
atacado por su realismo ontológico. Uno de los mayores detractores fue un monje
contemporáneo de san Anselmo de nombre Gaunilón de Marmoutier, que en su libro
“Liber pro insipiente” demostró y
atacó el realismo del arzobispo de Canterbury
con múltiples ejemplos. Para Gaunilón conceder a la existencia el
atributo de perfección era correcto pero el especular dicha existencia sólo a
través de la razón no era prueba suficiente para demostrar que de hecho pudiese
existir tal o cual sujeto u objeto fuera de la mente. Esta valoración crítica y
bastante acertada conllevó más adelante a que el argumento ontológico fuera
defendido y difamado por otros.
Muy desligadamente de este
comentario, la esencia del argumento ontológico consiste en el valor espiritual
que ejerce en los creyentes. Para el sujeto religioso pensar en la existencia
de un ser perfecto es suficiente para creerlo existente y para aprobar el
argumento del arzobispo de Canterbury.
Gracias a san Anselmo podemos
explicarnos como la fe y la razón empiezan a conjugarse bajo una comunión
teológica y como esta nueva argumentación hace que la filosofía denote
prácticas discursivas que la presenten como agente trasformador del pensamiento
cultural de la humanidad.
§
8
El medioevo atravesado por la
angustiosa conducta de los discursos divinos deja en si dos impresiones
altamente antagónicas. Por un lado se observa con claridad que el monoteísmo
comienza su triunfo y trascendentalismo religioso y que su Dios ahora comulga
con pensamientos filosóficos que lo hacen más fuerte; por el otro se observa
muy tristemente que este Dios es un Dios bicéfalo, una deidad con dos
personalidades; por un lado el Dios con
carácter paternalista y altruista, y por el otro el Dios con ansias bélicas y conquistadoras.
Este hecho es quizá el fenómeno antagónico que hace que en el medioevo se pueda
hablar con gran diferencia de dos conceptos divinos. Es quizá en el medioevo
donde el derramamiento de sangre en el nombre de un ser divino se sustenta como
la única forma de poder llevar a cabo la sagrada conquista de un monoteísmo
bárbaro.
Dios conduce a un pueblo que crece
sepultando a los que escogen, a los herejes, a aquellos que con su muerte
refuerzan el poder de un Dios sangriento.
De ser un concepto que reproducía
ingenuamente los fenómenos naturales y que satisfacía a los primitivos, Dios
pasa a ser en el medioevo un guerrero divino que pervive como el verdadero “rey”.
Este rasgo sádico de los orfebres
del concepto de la edad media se prestó para que clandestinamente se fuera
tejiendo un proyecto histórico con
concepciones más favorables para la existencia humana.
El concepto hierático hizo que el
mundo medieval se mutara a nuevas formas de existencia. Gracias a la evolución
de las sociedades espirituales el mundo entero empieza a clasificarse
culturalmente. En el lado más extremista posible encontramos a los sujetos que
en nombre de un ser con posibilidades de inexistencia o existencia se
enriquecieron en su ruaj, en su basar y
en su dabar (espíritu, carne y
palabra en hebreo), dejando míseramente en la geografía medieval un espacio
incomprendido y señalado malvadamente para los hombres que sólo observaban a
Dios como el objeto fetiche de la nueva
sociedad.
La sociedad del medioevo pertenece
no a una clase social sino a un sistema
hegemónico espiritual que ambicionó no sólo el concepto divino sino todo lo
que éste concepto pudiese darle. Para el sujeto monoteísta del medioevo el
cosmos era el regalo divino sobre el cual tenía que actuar enérgicamente (mejor
sería denominarlo aquí como despiadadamente). Para el hombre con la creencia
divina de la edad media el mundo se torna en un objeto que reproduce ambición y
deseo de lo divino. Por eso los herejes en su tormento concibieron el Dios
nuevo como un Dios no torturador, sino que ni siquiera le concedieron
existencia, ya que sólo lo interpretaron como el fetiche cosmológico de una sociedad egoísta, centrada en los
intereses de retener todo a su alrededor.
Se puede argumentar que el primer
milenio después de la muerte de Cristo es tan sólo el milenio de una sociedad
desamparada a sus propios instintos y a sus propios caprichos de aprehensión
divina, una sociedad que postula el concepto de un Dios ansioso, de un Dios ambicioso.
Los argumentos sobre la existencia o no existencia se oscurecen por lo tanto,
ya que sólo son posibles desde la mística de los creyentes medievales. De los
sujetos históricos que consolidaron la concepción espiritual con la racional y
que le dieron al mundo un Dios con
características y atributos inalcanzables, envidiables.
Pero para que nazcan nuevos
conceptos sobre Dios será necesario que la filosofía vuelva a rebelarse, a
separarse, a secularizarse. Ya antes con los estoicistas y averroístas se podía
entrever tal desligamiento, pero la doctrina teológica de santo Tomas de Aquino
logró vencer la hiperactividad filosofal del tardío medioevo y promulgar
exitosamente la continuación de la existencia ontológica. Ésta siguió siendo a pesar
de sus modificaciones la misma concepción de un mito con intereses
expansionistas y avaros.
Pero llegaría el renacimiento y con
el la guerra de los conceptos.
§
9
El argumento de las cinco vías de
santo Tomas[25]
y basado en el Principio de causalidad
enriquece el concepto divino a
saber en dos premisas fundamentales: 1) otorga desvinculación de un ser todopoderoso del mundo fenomenológico y 2) que dicho mundo
desvinculado de ese ser es el producto de dicha inteligencia sagrada. El método
de santo Tomas es de por si un sistema causal que busca a partir de un
principio especulativo la regulación y el ordenamiento de las cosas, tal
organización y perfección siguiendo el argumento demanda sostenibilidad
creadora por parte de un ser con
atributos diferenciales que causan dicha natura.
Gracias a la actividad tomista y a
las nuevas instituciones que van secularizando el mundo se puede hablar de un
surgimiento humanista representado por los escolásticos posteriores a santo
Tomas.
Lo que en definitiva revela el
método tomista es el origen de la concepción liberadora de la concepción sobre
lo divino ya no como el concepto que explica el universo sino como la hipótesis
que puede acercarse a los orígenes de las cosas.
Santo Tomas refuerza la labor de
consentir el pronunciamiento agustino que descansa en la premisa de razonar la
fe de la creencia, de comprender la existencia de lo sagrado. Pero este
movimiento intelectual ejercido con todo el talento por parte de santo Tomas
aporta al medioevo dos grandes consecuencias; la una que fundamenta la fe de
los creyentes y la otra que al argumentarse con bases griegas sobre la
existencia divina posibilita el surgimiento de un pensamiento desprejuiciado
centrado en intereses por abarcar a Dios desde otras perspectivas. Desde este
vértice conceptual se puede entender como el medioevo evoluciona en una nueva
concepción histórica, por el contrario de lo que se puede afirmar sobre la edad
media de considerarla la época que pronunció el silencio sobre el intelecto, lo
que aportó el medioevo fue quizá el sistema bibliográfico más rico que hubiese
existido. El medioevo intentando impulsar y fundamentar a la fuerza sus
dominios religiosos realiza una doble función intelectual. Por un lado crea en
los sujetos pre-renacentistas el sobrecogimiento sobre el asombro posible que
puede traer el dudar y por el otro, enriquece el mundo efímero de las
sociedades feudales con el conocimiento recaudado en sus abadías. Afirmar que
la edad media es en si el sistema por medio del cual se facilitó el surgimiento
de un pensamiento secularizado es trasformar la historia bajo el postulado de
que la edad media fue la que suscitó el fenómeno
hiperactivo del conocimiento occidental[26].
El humanismo trae pues consigo el
surgimiento de nuevas formas de abarcar la historia y el concepto divino.[27] Ahora Dios es un
principio vivificante que moldea la cultura renacentista, que promueve la
libertad y la conciencia intelectual de los sujetos, Dios en el renacimiento es
como lo afirma Bruno el spiritus que
inunda el mundo entero porque éste está “embriagado
de Dios”,[28]
ya Dios empieza a tomar su forma moral entre los hombres, pero para que se
pueda dar esta vertiente sobre la idea de Dios es necesario que se le conceda
primero un significado pragmático.
El Dios del renacimiento es en
consecuencia ya no un objeto de conocimiento sino que es un sujeto que se
acciona por medio de un discurso que
descansa en la contemplación imperativa del cosmos. La dicotomía entonces
renacentista es la de adoptar por un lado un
profundo y sentido amor por el Dios flamante que inunda los pensamientos
y por el otro lado el evidenciar la imposibilidad de demostración real de ese
amor y agradecimiento amoroso por parte de quien supuestamente lo merece.[29] Tal confusión que trae
consigo el nuevo concepto puede evidenciarse con mayor complejidad en los
argumentos de Marsilio Ficino cuando nos comenta sobre el conocimiento
verdadero de Dios como “la belleza
absoluta”.
Duns Escotto, alienado a la ventaja
tomista buscó promulgar argumentos sobre la divinidad que colindaban muchas
veces con la mística de una revelación hierática, Su argumento era que para
enunciar algún concepto sobre Dios era necesario primero tener un a priori existencial de Dios. Esta
revelación de por si dada por la fe viabilizaba el concepto a posteriori que descansaba en un
voluntarismo divino de libre albedrío sobre los actos humanos. De esta forma se
puede argumentar que el Dios verdaderamente renacentista es un Dios que comulga
con el deseo libertario y con la voluntad humana. Pero estos argumentos
escolásticos que descansan en una fuerte tendencia religiosa son atacados por
las influencias póstumas nominalistas
de Roscelino y Pedro Abelardo que se evidencian en la obra de Guillermo de
Ockham, quien con su postulado filosófico conocido como la “navaja de Ockham” debilitó ampliamente
el sentido teológico natural que buscaban los monjes escolásticos.
Para Ockham el concepto de Dios es
de carácter nominalista por lo tanto la evidencia de la existencia de tal “idea” es superflua y redundante, además
de considerar que atribuirle una infinidad de cualidades a Dios era convertir
dicho imperativo lógico en un concepto pluralista sin esencia objetiva; en ésto se basa la “navaja de Ockham”, en simplificar esa
multiplicación azarosa que promulgaban los realistas escolásticos.
El reconocimiento de la lógica planificada de Ockham hace que el
concepto sobre Dios vuelva a ser pensado desde perspectivas filosóficas que
intentan verlo simplemente como un concepto primordial para la explicación de
las cosas.
La economía lógica de Ockham trae
consigo el verdadero nacimiento de un pensar cultural que refuerza la evolución
del pensamiento ya no teocéntrico sino antropocéntrico que empieza a invadir el
universo de las cosas.
Sin embargo la dicotomía
teo-racionalista de esta etapa consiste en la evidenciación del divorcio
gestado en cada una de las visiones sobre lo sagrado, ya el concepto pasa a
modelarse en un discurso sobre lo divino en cada uno de los hombres, en la
visión sagrada que puede concebirse desde la subjetividad individual, desde el
raciocinio singular que procura respuestas al sistema objetivo que ha
institucionalizado el mundo cultural de la sociedad histórica.
Desde este punto la mayor reflexión
llevada a cabo en el pre-renacimiento científico y racionalista esta dado en el
pensamiento de Jean Buridan con el “dilema
del asno” que lleva su nombre. Buridan observa que el mundo subjetivo de
los hombres se encuentra afectado por la moral disociativa de los fenómenos
culturales, el dilema desde este punto consiste en la confusión y debilitamiento de la voluntad de los
individuos ante la elección existencial que defina las creencias y que
satisfaga los interrogantes ontológicos naturales en la humanidad. Para Buridan
es claro que el mundo apariencial o fenomenológico esta representado
temporalmente por un sinnúmero de símbolos y signos nominalistas que nombran a
las cosas y que éstos sirven al hombre para entender y pensar el universo, pero
más allá de esta reflexión de por si determinista y conceptual, Buridan entrevé
que los conceptos pueden disociarse los unos de los otros debido a la libertad
que inexorablemente empieza a invadir la realidad, el humanismo concentra su
interés en un egocentrismo sin precedentes que trae consecuencias lingüísticas
sobre la realidad altamente peligrosas para el colectivismo conceptual.
Buridan observa que el hombre de su
época se encuentra cercado por un
pragmatismo multiforme e imperativo. Éstos disyuntivos pragmatismos que
intentan imponerse como los discursos sobre la realidad y sobre el pensamiento
hacen que Buridan pueda demostrar y verificar su dilema del asno. El hombre
ante los distintos conceptos que nacen en cada discurso se observa a si mismo
exiguo y carente de la suficiente voluntad para decidir sobre uno o sobre otro
y por lo tanto como el asno de Buridan muere en el centro de sus irreflexiones
subjetivas ahogado en sus propias angustias ontológicas de saberse indefinido
ante la natura.
El humanismo entonces procura
re-conceptualizar el cosmos desde el sentir racional que se interioriza en el
hombre, el mundo ya no debe ser nombrado para reconocer las cosas, ahora el
hombre nombra las cosas para decidir y definir desde él lo que son las cosas en
sí.
Tal es la revolución dada en el
pensamiento renacentista.
De esta forma el concepto sobre Dios
empieza a auscultarse sobre la base hierática y sobre los argumentos de
postulación racional que cada hombre intenta proporcionarse a si mismo. El
mundo del renacimiento da en proveer los conceptos más metafóricos, literarios y
axiológicos que se hallan dado en la historia.
Dios ahora ya no es el concepto
doctrinal de una fe impuesta, ni es tampoco el concepto teológico natural de
los filósofos que procura el supremo origen y ordenamiento de las cosas, ahora
el concepto sobre Dios pasa a ser monoteistamente el más plural y heterogéneo
significante que sirve para entender el humanismo subjetivista de cada ser,
para dar explicación mística y maravillosa al universo de los hombres.
§
10
A pesar de la gran dilucidación filosófica de Buridan, el
mundo renacentista recae en una de las tentaciones teológicas monoteístas más
eficaces de la historia. Al mando de la concepción Platónica reinterpretada por
Marsilio Ficino el mundo renacentista empieza a navegar en una utopía amorosa de
ferviente creencia religiosa sobre el ser divino, ahora el mundo empieza a
dialogar bajo el discurso de un Dios amoroso y perpetuo representado en cada
una de las criaturas; en síntesis Marsilio propone a través de la tesis clásica
del idealismo de Platón la inauguración
de un concepto sobre Dios altamente
panteísta y revolucionariamente endotímico.
Con Ficino se alcanza a observar la
máxima maduración del humanismo renacentista, su gran conocimiento sobre El
teólogo santo Tomás, sobre la filosofía plotina y sobre la cosmología platónica
hacen que los conceptos sobre Dios empiecen a reunirse bajo un solo postulado;
el amor evidenciado por el hombre a través de la máxima manifestación divina
que es la creación, desanda sus pasos racionalistas y vuelve a distinguirse en
la absolutista forma de un Dios netamente religioso.
La idea del Dios religioso se torna
entonces en el arma perfecta para aumentar el santo oficio y llevarlo a
extremos de intolerancia humana. Ser hereje, elegir y disociar las santas
doctrinas promueven un clima escéptico; la libertad que por entonces empiezan a
tener las doctrinas filosóficas emprenden una
crítica a las bases teóricas y
cosmológicas del Dios religioso. Ahora Dios pasará a ser objeto de
investigación antes que de compresión. Hasta los hombres más creyentes y
religiosos comienzan a develar nuevas formulas que determinen la victoria del
racionalismo sobre Dios. Es desde éste contexto netamente clerical en donde
Dios es adoptado de nuevo pero esta vez con una forma espiritual que permite la
voluntad y el albedrío total de los seres humanos. La Reforma no buscó detentar
una nueva concepción sólo la reconceptualizó, la reforzó, la simplificó y la ornamento para hacerla más accesible al
mundo no racionalizado.
Dios en la tendencia humanista
del renacimiento no fue trasformado, no
fue desmitificado, ni negado, simplemente fue reforzado, continuado, es el
mismo Dios del medioevo, pero esta vez esclarecido a la luz de la estética y
profundamente comentado desde el sentir escéptico. Dios tuvo que afrontar el
periodo estético del renacimiento para llegar así a la cúspide de la
racionalización filosófica de su concepto.
Lutero no es más que el sujeto
reafirmante de una concepción sobre lo divino que estaba en decadencia y que
con su nueva reforma libertaria lo que hace es conceder la victoria de ese
ideal que estaba en miras de desaparecer.
Dios se renueva en proposiciones y
en silogismos que lo recrean con mejores atributos y que le conceden un poder
inigualable. A pesar de todo la ciencia y la razón filosófica comienzan a
postular nuevas teorías que esclarezcan el origen universal y el orden a través
de nuevos métodos, ahora el Dios antropomórfico ortodoxo de las religiones cede
su estructura conceptual a la mística y al pensamiento hipotético y deductivo.
La filosofía de esta época desea mantener de una u otra forma el Dios como
representación de un algo infinito, pero desea desligarlo de las ataduras
ficcionales de la religiosidad ya que observa la religión como un sistema
absolutista que pretende dominar a través de lo hierático la voluntad de los
hombres.
Gracias a la simplificación
adjetival sobre lo divino que estableció Lutero es que se puede hablar de un
nuevo movimiento histórico que puede denominarse simplemente como el período
orfebre del racionalismo post-renacentista donde personajes como Copérnico,
Galileo, Kepler y Descartes dieron un nuevo sentido a la realidad que antes sólo
era posible explicar desde lo religioso. Lo importante del protestantismo es su
influencia secular y mística que influye sobre los grandes pensadores de los venideros períodos ya que el pensamiento
Luterano esta centrado en desarticular el racionalismo hipotético y dogmático
del imperio germánico, Lutero centra todos sus conocimientos teológicos en el desarrollo
de un proyecto religioso que fundamente
a Dios ya no desde una teoría cosmológica atiborrada de ritos y misterios sino
más bien entendida desde una praxis de creencia sobre un algo sagrado que
libera y otorga voluntad, en un sentido determinista se definiría como una escatología de la esperanza, como un
movimiento de fe que busca promover a los hombres a una meditación
bienaventurada de sus actos y de sus pensamientos para acceder a un reino
sagrado sin tener que utilizar intermediarios que detenten una negociación de
ese reino a partir de su oficio.
La promoción luterana desenmascara
los intereses dogmáticos y pronuncia desde su revolución el nuevo discurso
sobre un Dios existente en algún lugar que fue esclavizado a los caprichos de
un sistema de hombres avaros.
§
11
La concepción sobre Dios ahora tan
sólo pude determinarse desde lo indeterminado, tan sólo es posible hablar o
discurrir racionalmente sobre este concepto a partir de lo indefinido, es así
como para Descartes Dios es una sustancia infinita, independiente, omnisciente
y todopoderosa por la cual han sido creadas todas las cosas[30], sin embargo Descartes no
acredita este pensamiento a su formación religiosa sino que antes defiende la
postulación de un espontaneismo místico de los hombres. Para Descartes la idea
de Dios debe ser una idea innata, una idea a priori, que se crea y se modifica
en el hombre sin intermediarios, Descartes sin quererlo proporciona una nueva
concepción sobre lo divino que nace ya no de la pregunta sobre el origen, que
ya no es posible desde los cuestionamientos sobre la existencia y lo infinito
sino que su definición esta centrada en una necesidad apriorística del espíritu
humano, el anima necesita de esta idea para sobrevivirse, por lo tanto
Descartes posibilita a Dios desde la pregunta de la imagen, sobre lo que es
innato en los hombres como sagrado.
Para Descartes es claro que la
existencia del universo no es posible sin la idea innata de Dios, Dios está y
tiene que estar tácitamente en cada una de las cosas, Dios les confiere el
sentido y les proyecta su imagen. Por eso para él la pregunta ahora no es la de
si existe Dios o no existe, sino la de si pueden o no existir las cosas sin la
idea de Dios. Aunque su teismo esta representado por un dualismo materialista sobre
las sustancias, en Descartes podemos observar el máximo desarrollo de lo que
desde entonces podrá decirse sobre el Dios de la religión y de la filosofía. Gracias
al pensamiento cartesiano es que fue posible el idealismo del monje Berkeley;
si nos detenemos un poco en los argumentos de Berkeley donde se nos expone que
las cosas son fenómenos posibles sólo en la mente y que fuera de ella las
cosas no tienen existencia consciente
debido a que no pueden ser percibidas estaremos entendiendo su posición idealista
que se centraba en una gnoseología netamente inferencial, sin embargo es claro
para el monje que debe existir una mente universal donde están todas las cosas
representadas, de tal forma que a la mente humana le sea posible también
representarlas. Esta mente universal que puede percibirlo todo y de la cual
emanan todas las cosas es el Dios de Berkeley que parece haber sido un Dios
acomodado extraído de los pensamientos de Descartes ya que Descartes afirma que
el objeto Dios es el objeto sustancial del cual emanan todas las cosas porque
sin él no son posibles.
A Descartes se le debe que el
discurso sobre Dios ahora sea posible desde una metafísica que no lo cuestione
como objeto de conocimiento sino que lo intenta explicar como conocimiento en
sí. Debido a la influencia de Descartes es que fueron posibles nuevos conceptos
que institucionalizarían el discurso teísta. Desde esta orbita de pensamiento
moderno tenemos que nombrar a otro de los grandes pensadores que influido por
el mismo Descartes proyectó una teología panteísta basada en la argumentación
de una sustancia incausada. Spinoza, como lo afirma Borges en uno de sus poemas
y ensayos, intentó desde una geometría demasiado elaborada descubrir la forma
de Dios, para Spinoza no es posible hablar sobre Dios desde definiciones
reduccionistas como noción, concepto u objeto, para Spinoza el discurso sobre
Dios debe estar sembrado desde una categoría universal e infinita. Aunque no lo
define como categoría propiamente dicha el aspecto
universal de las cosas puede encerrarse en la proposición de que dios es la
sustancia incausada de todas las cosas.
El modernismo esta atravesado por
así decirlo desde sus máximos exponentes por un discurso teológico que se
encausa en angustiantes cuestionamientos
sobre la forma del fenómeno innato o incausado, el modernismo no niega la
divinidad, para los modernos es obvio que en el universo o el universo tiene o
debe su existencia algo, pero que ese algo debe ser por lo menos
especulativamente discutido por los hombres. Dios ahora no es objeto de
demostración sino de discusión, ahora Dios es material por excelencia desde el
cual se pueden crear todos los discursos, Dios sirve para entender las causas aunque este ser sea incausado. El Dios
de Descartes de Spinoza, de Berkeley y hasta de Pascal esta íntimamente ligado
al fenómeno del misticismo y del intelecto.
Habiendo mencionado a Pascal me es
conveniente advertir y explicar que aunque es claro que el Dios de Pascal se
basa en la teoría de un Dios oculto, a
pesar de todo en su discurso nos devela el verdadero origen del concepto, para
Pascal Dios no es un objeto empírico;
Pascal afirma que a Dios sólo es posible entenderlo como el producto de un acto social. Pascal le
confiere a la sociedad y al pensamiento del hombre el origen del concepto
divino y como Voltaire ataca a todo aquel que intente dogmatizarlo y
representarlo como fuente de poder, Al igual que Voltaire, Pascal nos expone
nuestra debilidad angustiante de seres inacabados que necesitamos de un ideal
de valor, de un juicio que determine el sentido o como lo resume Voltaire en su
máxima: “si Dios no existiera sería
necesario inventarlo”.
Pero esta invención es una invención
inactiva que no demanda retribuciones, sino que más bien instituye ritos y
tradiciones atestadas de un fanatismo irracional, Al igual que Voltaire, Newton
se califica como deísta y recalca que
el concepto de Dios debería definirse como el de un ser ocioso que abandonó al
mundo a sus propias leyes.[31]
Esta clase de definiciones serán por
naturaleza las que emplacen una nueva significación y especulación sobre lo
posible que pueda caber en el discurso sobre lo sagrado.
§
12
La concepción Kantiana sobre Dios,
es necesario advertirlo, debe su pensamiento y estructuración y tiene sus
antecedentes en el modernismo iniciado por Descartes. En Kant se observa la
ruptura que hubo en el pensamiento occidental acerca del discurso sobre lo
divino. Las primeras disertaciones estuvieron mimetizadas por caracteres
materiales y atributivos, Dios se discutía desde la cualidad y desde la forma,
con Kant el discurso se posesiona no en las características sino en sus fines,
con Kant ya no se habla de una idea trascendente, o de un ser hacedor incausado
con infinitos atributos y sustancialmente incorruptible, sino que ahora el Dios
Cartesiano se modifica y pasa a ser un “ideal
trascendental”, o sea, aquella idea que identificamos como el fin último de
nuestros propósitos intelectuales, Dios sigue siendo un a priori conceptual,
pero el método Kantiano ya no lo observa como un sujeto sino lo especula como
una representación, una imagen necesaria para posibilitar los conocimientos
últimos.
Por lo tanto el Dios de Kant es
incognoscible y su demostración es absurda, ya que Dios escapa a toda
objetivización discursiva planteada especulativamente desde el plano de la
razón. La teoría Kantiana posibilita el encuentro de los pensadores modernos y
posesiona el discurso de lo trascendental, de lo último y absoluto que es, por
su misma indeterminada esencia, ajeno a la razón. El ideal trascendental en
conclusión es la totalidad de los predicados que devienen del conocimiento y
que sustentan el a priori universal.
Con Kant entramos a discutir el
concepto sobre Dios desde lo moral, desde la capacidad que tenemos como seres
racionales de suministrarnos leyes que configuren nuestro bienestar y nuestros
intereses pero que a su vez prioricen los universales comunitarios que
descansan dentro de la libertad y no dentro del poder.
Un claro ejemplo de esta
conformación dialéctico-moralista de la libertad posicionada en un ideal último
esta claramente reflejada en la teodicea Hegeliana. Para Hegel el fin último de
la filosofía y único objeto de ésta es Dios. Su método dialéctico-negativo por
lo tanto descansa en la interpretación racional del ideal Kantiano[32] a través del estudio de
la discusión histórica que el concepto ha tenido. El idealismo hegeliano
suscita un pensamiento ateísta; sin embargo, Hegel no niega a Dios, al
contrario, lo postula y lo iguala con “lo
absoluto”. Hegel puede observarse como el mejor panteísta de la historia ya
que su postulado filosófico afirma que la totalidad de las cosas son en
concreción lo absoluto; su método dialéctico en síntesis nos afirma que en
tanto el absoluto sea conciente de su sustancia y esencia o logre su auto-conocimiento,
entonces podrá equipararse el absoluto con Dios.
§
13
El modernismo es la etapa crucial
que moralmente cuestiona el dilema teológico; discurriendo de tal forma se
puede denominar que en el modernismo hubo una fractura especializada de la razón
que podría denominarse en este caso como el
síntoma de Acteón.
Los hombres o dicho sea en otra
forma los sujetos sociales a partir de su intelecto y experiencia dieron en
crear un concepto de referencia absoluta que determinara el origen y el fin,
sin embargo el diagnóstico histórico nos demuestra
como el mismo concepto empieza a mutarse, a transformarse debido a que cada
época histórica buscó interpretarlo y acomodarlo según su pensamiento
intelectual, esta causa evolutiva que se posesiona sobre el discurso divino
llega a la época moderna al punto extremo donde los hombres complejizando el
discurso acaban destruyendo el concepto dejando sólo despojos que comunican la
afirmativa y angustiante proposición de
un mundo abandonado a un centenar de discursos desarticulados que muy
ulteriormente dan cuenta de un principio universal.
Dios al igual que Acteón sufre el
destino de ser devorado por sus perros que no logran reconocerlo. El modernismo
nos deja una moraleja que se demuestra en el pensamiento existencialista de
Kierkegaard y que a través de él posesiona un nuevo horizonte sobre lo divino.
En Kierkegaard se observa claramente
la situación y problemática histórica por la cual pasaron los hombres del siglo
XIX que atados a la suerte de los pensamientos abstractos sobre el Dios que construían
los grandes filósofos empezaron a darse cuenta de como la voluntad de creer en
algo se iba perdiendo en oscuros conceptos axiológicos que pretendían guiar a
los sujetos por el horizonte teológico y ontológico mejor posible. Pero este
enredado proyecto diseñado quizá sin desearlo por los mismos filósofos generó
el concepto de la “angustia”, de una
angustia que fundamentó la fe y la posible creencia sobre lo divino. El
lenguaje complejo de los discursos sobre dios centraba su interés en la forma,
en el atributo y en el fin, con la llegada de Kierkegaard los hombres pueden
pensar a Dios desde el salto a lo infinito, desde el salto de fe que se origina
en cada hombre y que posibilita su propia autenticidad, su naturaleza, su
existencia real. Cuando Kierkegaard nos propone la esfera religiosa como una de
las tres vías posibles de existencia lo que verdaderamente nos plantea es el
albedrío de comprometernos con una elección moral universal que demanda total
sumisión de la ética y la estética. La vía religiosa o elección de fe
existencial acatada por el sujeto
angustiado le permite saltar el abismo místico que separa lo finito que
existe en él a lo infinito que hay en el universo.
El Dios existencialista es una
búsqueda angustiante de libertad espiritual, de felicidad cosmológica, de
autenticidad personal.
Con Kierkegaard se observa un total
subjetivismo que niega lo sistemático y positivo de las filosofías empiristas,
de las filosofías idealistas absolutas y de las filosofías escépticas que
promueven el desamparo y la nada.
Por otro lado Schopenhauer nos
invita a un banquete escéptico que dialoga sobre lo voluntario y el sentido o
propósito de esa misma voluntad y de quien la ejerce, para Schopenhauer es
claro que la forma más sensata de aproximarnos a algo sagrado es por medio del
entendimiento voluntario de una nada subyacente en toda lógica, en todo hecho,
en todo universo. Kierkegaard lo niega argumentándose en el poder creativo del
hombre, en la búsqueda incesante del hombre por desear y emprender lo
desconocido y lo negado, desde este ángulo proposicional la filosofía
existencial postulada por Kierkegaard justifica el nacimiento de lo sagrado en
los hombres como necesidad afirmativa de lo desconocido existente.
Éste ataque frontal que realiza
Kierkegaard al pesimismo schopenhariano es la prueba absoluta de su
preocupación por acabar con toda filosofía que oscurezca las esperanzas humanas
y los deseos infinitos que fundamentan
el existir. En los antagónicos pensamientos filosóficos de Schopenhauer y
Kierkegaard se pueden esclarecer varias premisas fundamentales que los
diferencian y los relacionan; en el primero de los casos podemos nombrar por un
lado el pesimismo del alemán y por el otro el sentido existencial que le introduce
a la vida el complejo Kierkegaard, en segundo lugar se encuentran los
postulados sobre una nada que subyace a todo discurso de Schopenhauer y en
Kierkegaard el ensimismado interés por develar el sentido religioso o místico
que guía los propósitos humanos. En el primero se observa la voluntad como
preceptora de toda actividad humana, en el último se presenta la elección o
albedrío como operación fundamental del hombre.
En el caso de las relaciones podemos
citar en Schopenhauer el concepto de tragedia que definió como el sentimiento
incitador de toda actividad humana que en últimas tan sólo producía
insatisfacción, esta noción ontológica sobre las acciones humanas esta muy
íntimamente ligada al concepto de
angustia que propuso Kierkegaard. Otra similitud es el ferviente y
lúcido ataque que realizan Kierkegaard y Schopenhauer a la filosofía
sistemática hegeliana; pero es quizá el sentido universal que proponen cada uno
desde su filosofía lo que más lo aproximó; para Schopenhauer la cuestión última
de las cosas está en la concreción innata de la realidad a la cual tendían
todas las cosas por medio de una voluntad universal que se representaba a
sí misma como verdad absoluta; en
el caso del filosofo Kierkegaard podemos
admitir que el salto hacia lo infinito dado
a través del sometimiento religioso es análogamente el resultado último
de una voluntad superior o universal que demanda de parte nuestra esa
trasformación existencial que parte de lo angustiante como dado. En otras
palabras lo preocupante de la existencia en ambos casos remite a los hombres a
proporcionarse una herramienta
intelectual que produzca en un último sentido el derecho libertario de la
elección mística ante lo sagrado como fundamento absoluto.
Pero este aspecto revitalizador dado
de diferente forma por Schopenhauer y Kierkegaard que llega en auxilio de un
concepto degradado, no solo consistió en darle una nueva formulación
retrospectiva del fin de la existencia por la cual era necesario la idea de
dios. Con el existencialismo y el pesimismo lo que se recuperó fue el interés
por el sentido que se había perdido en la discusión histórica. Para los
primeros hombres Dios no era un concepto, era una realidad que se manifestaba
en cada una de las cosas y que hacía posible lo fenomenal.
La necesidad permite a los
primitivos adaptarse a un sistema místico que propicia la tranquilidad y que
otorga el descanso. Este sentir humano de comprender a lo desconocido a través
de una sensación placentera de regocijo ante la natura como sublime y
maravillosa se muta en la búsqueda de un símbolo que determine sus
características, dicha búsqueda lingüística del hombre por definir esa
sensación avasalladora hace que se produzca el lenguaje que dialoga con lo
misterioso y lo sagrado. La historia hasta aquí solo ha demostrado como ese
lenguaje que habla sobre lo metafísico comenzó a enrarecerse a medida que la
mente humana creaba conceptos que fueran extensiones o atributos significantes
de la categoría esencial. Los griegos percibieron este enrarecimiento y lo
adaptaron a sus discursos neo-retóricos. Para el hombre, dios en un comienzo,
fue la forma concreta de entendimiento último que figuraba el poder, sus
atributos indiscernibles, oscuros y a la vez infalibles permitieron el uso
extrapolado de las cualidades finitas.
Antes de que la sociedad y la
cultura nacieran, dios era una sensación fenomenológica con connotaciones
placenteras, con la llegada del lenguaje, Dios empieza a deformarse y a
identificase no con lo fenomenológico sino con lo ontológico. La descripción historicista
con carácter critico-reflexivo que se observa hasta este momento del capítulo
demuestra el enrarecimiento evolutivo que presentó Dios. Sin embargo, es claro
advertir que este enrarecimiento conceptual no es efecto causal de una sociedad
o de una época sino de los singulares pensamientos de hombres que
contextualizaron trascendentalmente el saber de su mundo. Si pensamos de esta
forma nos será fácil entender porque a medida que la cultura se complejiza en
sus estructuras concretas, el termino que dialoga y se identifica con lo
sagrado a la vez se oscurece. Cada genio observa que su contexto está inundado
por un saber sobre lo sagrado que no permite el progreso, dicho obstáculo, es
necesario definirlo; es la dogmatización y aceptación universal de un algo que
empieza a viciar la mente. El genio de cada contexto histórico lo observa y lo
ataca con la formidable esperanza de lograr la evolución que ocasione la
perfección conceptual que entreve o siente como necesaria. Lo paradójico en
esta clase de evolución semántica es que el signo desaparece por su
significado, el significado se confunde con el símbolo, de esta forma el
significante pasa a ser el sujeto y a la vez el predicado, luego el error de la
historia filosófica y teológica que se dio hasta la llegada de Kierkegaard es
la de remplazar y entender a Dios ─ el
significante ─
como el atributo o la cualidad conceptual con la cual lo significaban, esta
aporía semántica ocasionó el desborde de un sin fin de discursos
onto-teológicos sobre lo que debía o no debía ser Dios. Descartes cayó en este
juego de aporía conceptual, Kant creyó solucionarlo remplazándolo con otra
categoría, Hegel, Tomas, Platón, y todos los hasta aquí mencionados cayeron en
la trampa conceptual, trampa que los remitió a confundir la cosa con el
símbolo, pero este efecto fraguado por medio del lenguaje sirvió para que Dios
fuera tomando una forma afín a los intereses humanos, el giro semántico que sufrió el signo ocasionó una evolución hacia
adelante y hacia atrás verdaderamente sorprendente, Dios en su evolución
histórica nos devela el método racional
más verosímil sobre la búsqueda de la fundamentación.
La intuición primitiva ocasionó el
origen de un algo fenomenológico que solo fue
posible describirlo a través de la sensación que producía lo asombroso,
la cultura y la complejización del lenguaje clasificaron esta sensación, el
mundo griego delató tal enrarecimiento categórico y lo enjuició como defecto
egocéntrico de antropomorfismo, sin embargo ellos mismos recayeron intentando
desligarse de dicha categorización buscándole un nuevo significado a la
categoría de lo sagrado, de ahí en adelante los hombres uno a uno, mitificaron
y desmitificaron el significante Dios y lo igualaron con su significado o sea con sus extensiones
conceptuales, ahora Dios complejizado hasta el absurdo pasó no a significar lo
eterno sino que fue lo eterno, caso similar que ocurrió con cada uno de sus
atributos. Lo sagrado se perdió en lo atributivo hasta el punto de la llegada
del contexto moderno donde el hombre actuó como el perro de caza que
desconociendo a su dueño lo ataca despedazándolo por completo. En el modernismo
asistimos a la búsqueda última de fundamentación conceptual y atributiva. Esto
es lo que observaron Kierkegaard y Schopenhauer, ellos lúcidamente rescataron
el significado metodológico que se escondía detrás de la historia del concepto
y entendieron que este había llegado al límite de su búsqueda conceptual. ¿Pero
si el concepto había llegado a su fin entonces sería porque lo sagrado había logrado su perfección?
Kierkegaard y Schopenhauer entienden
que no, que el horizonte semántico que se hospeda en la historia es tan sólo la
auscultación negativa o sea la no teológica que falsamente se identificó como
teología natural. El error de estos dos pensadores consistió valga la pena
decirlo no en comprender el sentido no teológico que la historia había dado al
concepto, sino que tal alumbramiento los forzó a exponer la vía afirmativa o
existencial de Dios de forma explosiva e impulsiva lo que ocasionó la
incomprensión. Ellos entendieron que debían volver a comprender a Dios no desde
lo semántico sino desde lo axiológico y
fenomenológico, ósea a través del sentido existencial de asombro ante el algo
que se percibe como sensación. Este retorno es lo maravilloso de sus
pensamientos, que tardíamente fueron entendidos.
A pesar de todo es justo añadir que
Kierkegaard logra ir más allá del simple descubrimiento, el revela lo que
apenas Schopenhauer intuye. En Schopenhauer observamos como el método pesimista
lo lleva a levantar un símbolo que destruye su escepticismo nominalista. La
voluntad pasa a convertirse no en el instrumento revelador sino que se
constituye en el sujeto; como la comprensión metódica de lo que entonces es Dios.
Por eso el Dios de Schopenhauer es una herramienta absoluta o sagrada. Caso
contrario a lo que construyó Kierkegaard, para él, el instrumento es el
sometimiento religioso; la via religiosa es la que conlleva al sujeto a
reconocer lo otro, al otro como realidad ajena a su construcción; de ahí que
sea posible en dichos sujetos el salto a lo indefinido, a lo sagrado, ese salto
que muestra lo Otro, lo que se revela al otro lado de la angustia como algo
existente.
§
14
Es quizá el siglo XIX el que más denotó
razones disímiles sobre un concepto que mostraba una ya esterilidad lingüística
con miras a desaparecer, pero este desaparecer no se centra en la inexistencia
o inutilidad que conlleva el nombre sino en su significación altamente plural
que poco servía para re-colectivizar al hombre con el hombre. Al tener tantos conceptos
de que asirse, el sujeto religioso ya no procura la comunión de adoración sino
que busca un solitario espacio de culto para reafirmar la fe en su propio
ideal.
En Marx se observa un desligamiento
forzoso sobre lo sagrado; su tesis que procura operar sobre el concepto de forma
negativa busca tácitamente priorizar su interés socialista de demostración tiranizante
bajo la cual se encuentra el hombre.
Con Marx se observa una operación esclavizante
que el hombre da a Dios. El hombre se torna esclavo de un objeto extraño que se
refuerza en su desconocimiento; esto hace que el hombre se identifique a si
mismo como ser inferior y/o débil. Marx desea un ateismo verdadero, un ateismo
original, que se centre en el abandono de la idea sagrada, el hombre debe y
tiene que estar abandonado de Dios.[33]
Este abandono procura al hombre la
conciencia, ya que el concepto de lo sagrado es un instrumento de masificación
que utiliza el poderoso para diezmar la mente del creyente y así poder darle
forma según sus intereses designándolos como designios de aquel objeto digno
del culto colectivo.
Sin embargo la tesis de Marx deja no
sólo en evidencia la inutilidad y manipulación que sufre la palabra sagrada, sino
que también instituye el escepticismo bárbaro que sirve de base para la posibilidad de un albedrío irracional, este
impulsivo pensamiento que atraviesa el corazón de los hombres es prontamente
aplacado por el nuevo sistema ideológico que expone Marx como sistema de
salvación única. El socialismo de este enfoque sirve al hombre no solo como ideología
política sino que a su vez promueve el nacimiento de un sistema nuevo de
religión. La ideología se convierte en el talismán religioso que da respuesta a
todas las preguntas existenciales ya que su entreverado mecanismo se centra en
las necesidades del colectivo.
Marx confía en la idea de un Dios
que ya no existe, sin embargo, su filosofía posesiona otra especie de objeto de
adoración que se basa en las necesidades de los hombres. Marx recae en la paradoja de la sinonimia; su mente
poblada de una fe extremadamente política hizo de su ideología colectivista que
el símbolo hierático mutara en una nueva pragmática ya no moral sino ética, en
una política de ley que universaliza un sistema
hasta el punto infame de sacralizarlo.
El gran error del socialismo ha sido
el de confundir la cosa con la representación, la paradoja de la sinonimia ha
sido el defecto tradicional de las unidades colectivas, al buscar la
diferenciación recaen en la analogía conceptual de orden semántico, cambian los
sujetos y los predicados, sin embargo el mensaje y el canal siguen siendo los mismos,
la pragmática imperativa a pesar de todo sigue institucionalizando el culto y la
fe; la ordenación de un algo sagrado como referente principal del cosmos y de
todas la preguntas sigue sustentando la ontología individual o colectiva.
Esto es lo que Proudhon observó en el
prólogo a su libro “el sistema de las
contradicciones económicas o filosofía de la miseria”. Para Proudhon Dios
es el “gran desconocido” que sirve
como “ideal social”, como hipótesis y
cumple como instrumento el fin de servir a una dialéctica de necesidad. Para Proudhon
mientras el colectivo siga reafirmando este proceso el concepto aunque mute en
sujetos y formas seguirá denotando el mismo fin: seguirá siendo un acto de fe
del pensamiento colectivo, muy diferente de la concepción individual ya que la
masa al cohesionarse bajo un sistema religioso es vulnerable a la forma, a la
masificación, en cambio el individuo no busca la comunión con el otro sino
consigo mismo para de esta forma respetar y entender al otro. La concepción anarquista
de Proudhon busca acabar con el dios-yo colectivo que tiraniza y masifica y
busca por su lado no desaparecer el concepto sino consolidar el dios-yo
singular e indeterminado que posibilita
la desigualdad y la libertad.
Su objetivo es tan noble que sin
quererlo destroza el Marxismo ya que lo iguala con lo instintivo colectivo, con
esa razón universal que sirve de divinidad y que se define como el pandemonio
de toda humanidad.
El Dios de Proudhon es el Dios de Nietzsche
pero esta vez humanizado, es un Dios terrenal y vulnerable a las habilidades y
debilidades que se sobreviven en lo humano; por eso cuando nos dice
encolerizado que “¡Ese dios que adoras,
¡oh Hombre!; ese dios que te has hecho bueno, justo, todopoderoso, sabio inmortal
y santo, eres tú; ese ideal de
perfecciones es tu imagen, depurada en el ardiente espejo de tu conciencia!”[34] Y cuando más adelante nos
afirma: “No hay otro dios que el que
desde el origen ha dicho: yo; no hay otro dios que tú”[35] nos esta invitando a
ostentar el título honorífico de la esperanza que desde siempre hemos reflejado
en nuestra conciencia y que ha sido procurada por nuestros temores e ilusiones.
§
15
Pero por más que se desee trazar un
solo camino que permita el entendimiento sobre lo asombroso, parece que por la misma naturaleza de que
esta hecha tal intuición, el hombre no quedará satisfecho sólo con esta
afirmación de la experiencia singular sino que buscará los medios que puedan
regular la construcción del camino. El horizonte del análisis filosófico parece
ser el más acertado para realizar la empresa profética de entreverar a partir
de la simple comprensión del camino lo que espera al final del mismo.
Inútilmente el hombre se prodiga símbolos para entender lo que esta al otro
lado y recae en la perpetua tarea de saberse salvo por medio de lo que lo
libera de sus incomprensiones, ya que ese algo contiene la inteligencia de
poder realizar el prodigio, ya que de él dependen dichas situaciones. Esta
búsqueda, se deriva de la aceptación del hecho asombroso y ensaya la
comprensión. Por lo tanto Dios se convierte en la cosa innombrable real que hay
que definir. El hombre gracias al lenguaje salva el abismo incomunicable y el
hecho extraordinario lo convierte en mera descripción desarticulada que nos
promete una comunicación comprensiva de lo singular. Esto entrevió Nietzsche
quien culpó a la gramática de ser la madre de Dios[36]. Para Nietzsche es claro
que Dios se sobrevive gracias al poder del lenguaje. El lenguaje crea a Dios,
pero le otorga una existencia y origen fuera del mismo, este fenómeno en donde
lo creado “por” se divorcia del “por” y crea “su”, es el lugar íntimo que lo extranjeriza. Esto es eso que
inalcanzablemente el lenguaje nombra como un predicado del sujeto ya autónomo
de su propia definición. Dios se oculta al lenguaje que lo crea por medio de
una atribución consecuente que escapa a la herramienta finita de los seres
humanos. Por lo tanto, para la mente creyente pensar que Dios es hijo de los
símbolos es un absurdo ya que es Dios
quien hace posible el milagro de la representación simbólica.
Atendiendo a las figuraciones
filológicas de Nietzsche se puede observar que la denotación imperativa de que
“dios ha Muerto” es tan sólo
trascendental en dos razones a saber. La primera que enmarca la verdadera
situación del concepto, Nietzsche formidablemente nos explica el surgimiento y
esterilidad de la gramática que se abandona a sus reglas para servir a las
reglas de un símbolo, con esto Nietzsche no quiere enterrar a Dios sino que
busca desmitificarlo, secularizarlo del mundo ortodoxo de su época fundando el
alumbramiento de una cultura divorciada de los sistemas que dogmatizan la
concepción hierática. Por el otro lado Nietzsche actúa como héroe de su propio pensamiento
aplicando formulas de salvación que discuten lo pretérito dado alrededor de lo
que puede ser lo divino. Su método no es realizar un salto voluntarioso,
angustiante, ético o libertario que designe la conformación axiológica de un
ser, lo que planea Nietzsche es reformular a Dios desde lo mundano, desde la
concepción que denota su origen. Si Dios es un símbolo de poder sagrado,
entonces dicho símbolo no debe ser extraño al hombre sino que debe identificar
al hombre. El Dios de Nietzsche no crea al hombre, es el hombre quien crea el
símbolo de lo sagrado porque lo observa como atributo de su esencia. Para
Nietzsche, el Dios de la semántica, es un concepto que particulariza la
perfección de lo humano. Desde este punto Nietzsche también realiza una invitación,
su exposición consiste entonces en observar el concepto Dios como atributo
posible en cada hombre. Con esta nueva concepción asistimos al surgimiento de
un alcanzable poder, el poder sagrado de ser dioses, el atributo de perfección
tan sólo puede ser nombrado desde el hombre, por el hombre y para el hombre
como Dios. Nietzsche directa y abiertamente nos fuerza a su ideal de divinidad,
para él, es conveniente que el hombre vuelva a sentirse divino, sólo así el Dios
momificado del lenguaje podrá revivir ya no como concepto sino como cualidad
inherente al hombre mismo, al hombre-divino.
§
16
Lo relevante en la obra de los
variados autores del siglo XIX quizá esté, no en su clausura semántica y
religiosa que inevitablemente sobrellevan sobre el concepto divino creando el
clima propicio para la fundamentación de la tesis del síntoma de Acteón sino,
en su inextricable fórmula que propició un nuevo horizonte desde el cual fuera
posible abarcar lo inabarcable. Para los filósofos de esta época su misión no
es definir sino develar, en su sentido más primitivo quitar, a aquello que esta
oculto, el velo que lo cubre; dicho velo se halla circunscrito a la facultad
humana del lenguaje que oscurece bajo sus signos inertes y abstractos la esencia
de lo hierático.
No obstante la misión que se
emprende desde esta vertiente es la de una misión hereje, un cometido tildado por
la incomprensión de la turba religiosa que ve amenazado su símbolo de poder
vivificante. Se puede decir, entonces, que el nuevo siglo debe su revolución
teológica a la investigación emprendida por el lúcido Nietzsche; el siglo XX
será, por así decirlo, el espacio donde se llevó a cabo el proyecto iniciado
coléricamente por el pensador alemán que supo definir nuestros propios límites
lingüísticos por medio de unas metáfora que venía siendo manipulada
ostentosamente por el poder de una Europa en decadencia.
El pensamiento del siglo XX se
proyecta ya no hacia lo hermenéutico, no postula la demostración de Dios desde la
orbita racional, axiológica, ética o moral sino que esta vez atiende
profundamente a la búsqueda de un conocimiento endotímico, una producción
netamente emocional que se basa en las sensaciones, desde aquí es posible que
los nuevos pensadores comiencen a denotar caracteres místicos que van más allá
de lo religioso. El emprendimiento que ahora incursiona en el mundo ya no
posibilita las formas manipuladoras que tanto infectaron el concepto. El primer
filósofo en pronunciar una posición clara de tales consideraciones es sin lugar
a dudas el mayor de los místicos austriacos que antes de comenzar su
especulación analítica advierte que “de
Dios no se puede hablar y lo mejor es callarse. Todo lo más que se puede hacer
es mostrarlo, pero esto sólo con la vida, con la actitud”. Wittgenstein
seguidor de los pensamientos de William James[37] a quien debe su filiación
por los problemas metafísicos y urdidor de magistrales paradojas entrevé, quizá
influenciado por Kierkegaard y Nietzsche, que hablar sobre Dios es comenzar a
mentir, que Dios no es un concepto de estudio como lo fue siempre para él el
lenguaje entero, sino que lo único posible que puede llegar a ambicionar el hombre es la de sentirlo; por
eso al hablar sobre este sentir trascendental Wittgenstein se ve obligado a
definir por ende el sentido de la vida afirmando que éste indudablemente es
Dios.[38]
Por lo tanto su filosofía recalca la
postulación de la fe[39] como una liberación
que extranjeriza al hombre de los
significantes humanos pero que lo pone directamente bajo la asamblea infinita
de una voluntad extraña, una voluntad que es el destino, el mundo. Dios es en
este sentido lo presente, es la inmediatez y el instante, sin dicha constancia
de la realidad no sería posible la existencia del hombre, irremediablemente
Wittgenstein declara que somos dependientes de la voluntad que se mantiene, que
se transforma. Esta heteronimia un poco incomoda es fácilmente superada por
Ludwig con una certeza sorprendente; en tanto que somos dependientes de la
realidad como sentido, inmediatamente logramos el ascenso triunfal sobre lo
dado como voluntad a partir de la concientización de nuestra concordancia con
el mundo, esto dicho en palabras de Wittgenstein: “la conciencia es la voz de Dios”
Con Wittgenstein queda superado el Dios
de la filosofía y de la teología y emprendemos un pensar que ya no busca la
definición sino la experiencia, la percepción, la muestra.
Un contemporáneo un tanto más metafísico
que místico emprende la relación del sentir filosófico de Wittgenstein con el pensamiento
de la posibilidad de la esencia. El pensamiento pos-metafísico de Heidegger es
un pensar onto-teo-lógico que escapa a la pregunta de la definición para
plantear su diferencia desde lo esencial, esto es, desde lo que hace posible lo
existente, lo que lo sustenta. El Dios de Heidegger se divorcia de la tradición categorial y pasa a
preguntarse sobre la forma del existente que denota las cualidades de lo
trascendente absoluto; para el alemán el Ser como presencia de lo presente,
síntesis del pensamiento del místico austriaco, no es Dios, ya que su calidad
de existente esta afectada por la esencia que revitaliza las cosas que son, la esencia
plantea la forma y la identidad de cada cosa. La provocación de Heidegger es
pues la de instaurar bajo la comprensión del sentido lo posteriormente sagrado,
o sea la esencia. Cabe advertir que para Heiddeger los únicos hombres capaces
de nombrar lo sagrado con absoluta seguridad y claridad son los poetas ya que
sólo desde el experimentar poético es que se puede decir lo que significa Dios.
Parece que el pensamiento de Heidegger hubiera estado no sólo influenciado por
la magia del poeta Hölderlin sino también por la inescrupulosa mente de Blake. La
sentencia de Heidegger sobre lo poético como instrumento insobornable para la comunicación
de lo sagrado está claramente denotada ya antes por William Blake cuando
compara a Dios con el genio poético
universal y a los hombres verdaderos con los genios poéticos. Este dictamen
toma fuerza verdadera en Heidegger anunciándonos que es posible el retorno de
un algo sagrado indiscutible, que la conciencia planteada por Wittgenstein
tiene que estar condicionada por el influjo poético y que sólo así es posible
impartir la comunicación hacia lo otro y su definición, “sólo con la esencia de lo sagrado puede pensarse la esencia de la
deidad”, pero esta esencia sólo es posible pensarla como hombres poéticos o
sea altamente sensibles.[40]
Condescender a la voluntad y a las
sensaciones es creer que nuestros actos pueden tener un sentido que puede ir
más allá del simple aprendizaje, es comprender que somos seres del pasado, que
nuestra existencia pertenece indudablemente o depende indiscutiblemente de la
reminiscencia, del recuerdo de lo sagrado que subsiste en cada cosa, esta
reminiscencia que no es otra cosa que el “vuelo
del solitario al Solitario” es la “Múeais”
que convierte al hombre en un ser “Mystico”,
en un ser que se adentra en sí mismo buscando aquello de lo que depende y
promulga su presencia. El místico tal y como lo fueron Heidegger y en un
sentido más profundo Wittgenstein promueve en un siglo de guerras la tesis del
existente como “esencia” de una
presencia sagrada que hace salvo al
hombre en la medida que éste logra su
comprensión e interiorización.
Paralelo a este descubrimiento que
hace evolucionar el concepto divino hacia una esfera superior, en un continente
aún arrodillado a la fuerza dogmática de lo religioso, Fernando González Ochoa,
el filósofo colombiano, reúne para sorpresa de los mayores pensadores de
nuestro siglo, el pensamiento del alemán y del austriaco bajo la formula
excéntrica de una filosofía que se descubre en la Intimidad. Para Fernando es
claro que “Dios es la nada positiva del
cae” del que agoniza, sin embargo vale la pena aclarar el término “nada” utilizado en esta proposición por
el filosofo de “Otraparte”. En
Fernando podemos hallar dos “nadas”,
la primera se relaciona con el término “nihilum”
y se refiere a “la presencia negada por la presencia del que se esta
sucediendo” en este sentido el “nihilum”
es adjetivo, es la ausencia de cosas, es el vacío, es el no percibir, esta nada es la realidad empobrecida del que
no puede vivificar la esencia. El otro término, es aquel que se refiere al “Néant”[41], o sea a una nada como sustantivo
de un algo que nadie conoce, es la “manifestación”
que se logra al estar en “perfecta
armonía”, este viaje hacia la nada positiva es una “reconciliación” con la
esencia, por eso para Fernando, “Dios
está en cada hombre y en su intimidad”. El hombre íntimo es esencial, es el
que se reconcilia y viaja hacia la nada comprendiéndola, aceptando su “suprema energía”, En Fernando se fusiona
el sentido y la conciencia de Wittgenstein y la esencia y poesía de Heidegger,
para el filósofo antioqueño, no es ninguna innovación el manifestar de que “en
cada instante o lugar el hombre puede crear a Dios o a la nada”. Esta frase
resume su creencia y muestra la diferencia de las “nadas” de su pensamiento; por eso a Fernando le es posible
reconocer el fetiche que han idealizado las religiones. Su interés consistió en
reconciliar al hombre con el “Néant”,
en decirle al hombre: “exige siempre que
tu dios sea vivo”[42].
El agonizante es para Fernando
González quien en mayor medida puede dar cuenta de este fenómeno, el que
agoniza empieza advertir el pánico que se entrevé con la llegada de la muerte y
comienza su viaje interior, en un principio quien agoniza prematuramente
significa su neófito existir como lo que se va hacia ninguna parte, como lo perdido
como esa nada adjetival, pero este agonizante luego comprende que su vivencia
consiste en eso, en entender esa nada que se aproxima, que lo espera, entonces
la agonía se convierte en mística, en éxtasis de la presencia, ya que el
agonizante entiende que su suceder no esta en vivir sino en reconciliarse con
su vivir, en afirmarse como existente, como hijo de esa nada a la que vuelve,
este alumbramiento que se da sólo en el interior de cada hombre es la intimidad
que prodiga lo sagrado, que refiere al hombre a comprenderse como esencia sucediéndose.
El Dios de Fernando es un Dios
íntimo, tal adjetivo denota la singularidad e individualización del Dios, el Dios
en esta medida no se puede adorar colectivamente, no se le puede rendir culto
en forma alguna sino sólo con la solitaria comprensión que cada hombre pueda
afirmarse.
§
17
El mundo comienza en el siglo veinte
curiosamente un avance dual sobre el concepto, por un lado se encuentra la
unificación de los atributos y leyes de los diferentes dioses de las religiones
y la desarticulación del sistema dogmático en nuevas y variadas formas de
adoración y congregación religiosa, este azaroso aumento de los dioses es la multiplicación
de concepciones que el mundo moderno empieza
a posibilitar; la guerra, el hambre, el poder y la muerte, caracteres primitivos
que sustentaban el concepto divino comienzan a estar acompañados por variables
que desde su tendencia logran modificar el discurso sobre lo sagrado. Este
mantenimiento de lo religioso y lo dogmático sobre Dios desde la moda, las
ideologías, el nacionalismo, la ecología, el consumismo, entre otros, aceleraron
una cultura utópica donde los sujetos creyeron posibilitarse, por medio de la
tecnología que comulga con lo religioso, una comodidad infinita. Por el otro
lado, sin embargo, la nueva tendencia sobre lo divino que buscaba más el hecho
y la esencia, que el masificador culto y rito, fue reforzado por una “filosofía vital” hija heredera de las
grandes visiones del místico Wittgenstein.
Con Bergson, el mundo postmoderno
asiste a una exposición ontológica, que interpreta a la acción y a la reflexión
como sistemas distintos. El fundamento racionalista y espiritual que concede
Bergson a su filosofía se define en los términos de pensamiento e intuición. Lo
preponderante en la reflexión filosófica de Bergson siempre tiende a la
percepción y su relación con la mente y la realidad, estos tres agentes
determinan el sistema de verosimilitud bajo el cual la conciencia construye el
mundo. Pero Bergson no sólo da crédito a la razón de ser la sustentadora de la
ardua reflexión sobre lo que se percibe y se crea a cada instante, en cada
presente, sino que le reclama al hombre el carácter intuitivo como herramienta posibilitadora
de acciones necesarias para el engranaje estable del pensamiento; sin tales
intuiciones, que viabilizan lo no razonado, a Bergson se le hace imposible
direccionar la reflexión contemplativa
que da cuenta de la constante creación. De esta forma en Bergson no sólo
encontramos la esencia de Heidegger y la nada positiva de Fernando sino que
reconstruimos también la conciencia del mundo de Wittgenstein.
Lo principal en la teología de
Bergson esta en comprender que “dios no
es alcanzado nunca por los hombres, sino desde un punto de vista particular”,[43] los hombres se construyen
en la realidad según sus tendencias de significación que por medio de la intuición
le conceden al mundo. Esta metafísica
positiva explica como el sujeto religioso que intuye una presencia
desconocida pero asombrosamente verdadera, se somete al hecho hierático, al
fenómeno divino.
Para Bergson Dios se muestra, lanzar
argumentos sobre su existencia es en realidad construir abstractos que por su
misma procedencia finita no podrán definir lo que escapa al lenguaje. Con este
pensamiento Bergson demuestra su necesidad de mantenernos en el mundo
presencial o presente como actores de constantes creaciones que sólo son
posibles desde el sujeto mismo. “El
verdadero dios no puede ser engendrado a priori por conceptos”[44] sino que el Dios de
Bergson “debe imponérsenos a nosotros
como un hecho”[45]
Pero ¿cuál es este hecho que nos
otorgaría el convencimiento de lo divino? Quizá la forma más amable de dar una
respuesta a esta pregunta sea aquella que con rotunda espiritualidad diera
Garcia Morente[46].
El filósofo español nos describe que el “Hecho”,
intuido, pensado y esperado tanto tiempo por los sujetos verdaderamente
religiosos, se le manifestó indudablemente, ya que pudo sentirlo, pero Morente
habla de un sentir que escapa y que no puede relacionarse y limitarse bajo
ninguno de nuestros atributos físicos, tal percepción aunque para muchos
inexistente se dio en Morente por medio de una sensación magistral que
fusionaba la intuición y una clase de impresión netamente “anímica”, algo así como una percepción que sólo era capaz de captar
el espíritu. Ubicándonos desde este argumento la pregunta sería entonces: ¿qué
clase de sentido es el que utiliza el espíritu para dar cuenta de tales sensaciones?
Es pues esta la pregunta a la cual
se le debe dar respuesta y que sin embargo los posteriores pensadores no
decidieron priorizar dentro de sus investigaciones o especulaciones.
Sin embargo es necesario antes de
atender a semejante cuestionamiento describir otros pensamientos que
sustentarán con más fuerza el concepto verdadero que vino evolucionando desde los primeros
primitivos cuando evidenciaron por vez primera la presencia de lo divino en su
naturaleza.
§
18
El lector en estas instancias ya
habrá elaborado en su mente teológica una línea crítica del tiempo sobre el
concepto “DIOS”. Tal ejercicio que ha
sido reflexionado desde un primer momento y desarrollado durante todo el
transcurso de este capítulo es el cuadro sintético que expone la evolución del
concepto durante todas las épocas de la historia. La línea fundamenta la tesis
de la necesidad ontológica de los sujetos de posibilitarse un sustento creador y
sobreprotector que a lo largo de las épocas fue destilándose bajo conceptos
cada vez más técnicos. Sin embargo, pareciera que el hombre en verdad lograra
el eterno retorno profetizado por los griegos, reforzado por Nietzsche y
reconceptualizado por Heidegger y se ofreciera
en última instancia a someterse a lo sagrado no por argumentación sino por
experiencia. Esta elaborada y compleja forma de volver sobre lo ya develado es
la afirmación de algo que el hombre no desea aún admitir. Es por esta razón que
la pregunta sobre la forma magistral de percibir o sentir se olvida y se retoman
los ensayos escépticos que involuntariamente van ganando terreno a las grandes
enseñanzas de los profetas del siglo veinte.[47]
Uno de estos ejercicios netamente
recreativos pero altamente cargados de contenido filosófico son los que elabora
el singular Jorge Luis Borges. Es claro que para la mente Borgiana “Dios es un concepto indefinido e inconcebible”[48]; lo cual en Borges es
decir que Dios es “la máxima creación de
la literatura fantástica”[49].
Borges profesó un maravilloso
escepticismo, sin embargo en el argentino se observa una clara dicotomía
conceptual y fenomenal. Aunque le resulta imposible creer en un Dios personal,
acepta que podría llegar a familiarizarse con un algo que mantuviera la calidad
de indefinido, de una “conciencia sin yo”[50].
Esta conciencia sin yo es de hecho
inimaginable, lo cual hace que comulgue con el concepto de divinidad que tiene
Borges. La teología, desde este punto de vista, no sería más que un género de
literatura que busca fundamentar con azarosas extensiones de atributos a su
principal personaje. Por lo tanto Borges intenta atender desde su profesión a
esta interminable tarea de argumentar a Dios, ya que para él desde su adopción
hierática, “la imposibilidad de penetrar
en el esquema divino del universo no puede disuadirnos de planear esquemas
humanos”[51]
que den cuenta de la existencia o veracidad del “sujeto de tales locuciones que indiscutiblemente tiene que ser alguien”[52], para Borges Dios debe
ser una cosa y “ser una cosa es
inexorablemente no ser todas las otras cosas; la intuición confusa de esa
verdad ha inducido a los hombres a imaginar que no ser es más que ser algo y
que, de alguna manera, es ser todo”[53].
Su mente asombrosamente sabe que Dios
no puede conceptualizarse o sea significarse desde el lenguaje, ya que esto
sería suficiente para tener a Dios en nuestro poder. Jacques Vandier argumenta
que “basta con saber el nombre de una
divinidad o de una criatura divinizada para tenerla en su poder”, por eso
el cometido de Borges no esta en decir quien es Dios sino en saber si existe o
no existe.
Para lograr su labor Borges recurre
a uno de los ejercicios teológicos más silogísticos. El “Argumentum ornithologicum”[54] propone a partir de una
imagen el cuestionamiento de la presencia divina. En dicho argumento Borges
afirma que en alguna ocasión su mente pudo percibir una bandada de pájaros que
no sobrepasaban el número de diez y que sin embargo eran más de uno; la aporía
en Borges se centra en que el conocimiento de que observó una cantidad de
pájaros entre uno y diez pero que no son ni dos, ni tres, ni cuatro, ni cinco,
ni seis, ni siete, ni ocho, ni nueve, lo lleva a involucrar la existencia de un
ser omnipotente. “Si Dios existe el número
es definido, porque Dios sabe cuantos pájaros vi”.[55] Esta afirmación lleva a
Borges a intentar razonar o imaginar el número que ofrece el dato exacto de la
cantidad de pájaros vistos, sin embargo, Borges termina por exponernos que tal
número es “inconcebible”. Luego el número de veraz es inconcebible para Borges
ya que de hecho admite que tiene que existir un número que de cuenta de los
pájaros que vio, pero este número escapa a su raciocinio, tal número sólo lo
puede definir Dios, luego si Dios lo puede definir entonces Dios existe ya que
el ser divino sabe cuantos pájaros observó. Esta lógica Borgiana de la
posibilidad de un número inconcebible lo lleva a la necesidad de crear un ser a
su vez inconcebible. Esta similitud de
atributos hacen que el Dios de Borges sea similar al Dios de las religiones
debido a su inconsistencia de definición. Borges lo único que busca mostrar con
su irónico ejercicio literario es el
defecto sobre el cual han recaído todos los hombres: la necesidad de provocarse
posibilidades.
Por otro lado Borges también recae
en esta clase de obsesión conceptual, ya advertido que su Dios es un algo indefinido,
un no ser superior al ser, Borges muestra su permeable debilidad de ser humano
inacabado. El otro Dios de Borges es un Dios endémico, abandonado, es el Dios
destruido de Philipp Mainländer o el Dios infantil de Hume. En síntesis el
pensamiento Borgiano gira en torno a dos premisas: 1. creer en el Dios
conceptual o sea en el Dios inconcebible, en el no ser y 2. Familiarizarse con
una “divinidad decrépita y jubilada, que
ya ha muerto”[56]. Todo esto para
enriquecer su producción literaria.
El discurso de Borges busca alejar
al creyente de la sensación espiritual y por medio de un lúcido juego retórico
implantar no el ateismo sino el escepticismo que devalúa los argumentos
teológicos.
§
19
Estos argumentos de por si
originados por una sofística rudimentaria donde la retórica se constituye como
juego de convencimiento y como eficaz instrumento de influencia, están muy
alejados de lo que verdaderamente posibilita la teología natural. El juego
Borgiano, pareciera atender más a una teología dialéctica, donde como sucede en
las Sagradas Escrituras el sujeto incognoscible que hace posible todo un libro,
debe imaginarse y aceptarse como real. En el argumento Borgiano vemos esta cualidad
de búsqueda incesante sobre lo inverosímil y de postular a esto mismo como
sustentador del hecho que conlleva a la pregunta. En Borges se puede observar
la clara tendencia teológica dialéctica de todas y cada una de las religiones
donde el método de verificabilidad se invierte, no se parte de una hipótesis
para demostrarla por medio de la experimentación y luego fundamentarla por medio de la
argumentación, sino que se empieza concibiendo la argumentación para luego
pensar positivamente la necesidad de la hipótesis que se halla inmersa sin dar
cabida a experimentos de demostración. Aquí se deja de lado la falsación y se
pasa a una posición dogmática que busca por encima de cualquier razonamiento
lógico y empirista demostrar que la hipótesis existe porque sin ella no
existiría el argumento.
Desde este pensar resultaría
convincente que creer en Dios es realizar una “apuesta” en el sentido de Pascal o en un “riesgo” en las palabras de Hans Albert,[57] ya que dar crédito a un
algo indefinido es tan vulnerable como el “no creer” de los ateos que no
sustentan críticamente su tesis y por lo tanto los exime inmediatamente de su
ateismo. Negar la existencia de un algo sagrado sin atender a métodos
verificables es lo mismo que ser un dogmático o radical en la especulación que
se da como fundamento.
A pesar de esta insobornable verdad,
el hombre tiene una autonomía que le permite crear, creer y depender de lo que
el mismo arbitrariamente se procure. Tal es el caso de Küng que se permite
significar a Dios como el “fundamento
primordial” o “soporte primordial”
y en otras como el “sentido primordial”.
Este Dios, que sigue siendo hijo de la lingüística, es según Küng la base teológica
que permite al hombre acceder a la responsabilidad y al compromiso de la
creencia. El acercamientito al Dios de Küng solo es posible a través de la “adecuación del intelecto, la voluntad y el
sentimiento” que se genere el sujeto hacia este tipo de idea de una forma
profunda (abierta, advierte Hans Albert en su crítica) para así llegar a una “auténtica certeza”. La teología de Küng
contraria a la que solicita Borges busca acercarse a los métodos filosóficos
que están en la teología natural, sin embargo el objeto de su estudio sólo
logra ser demostrado desde la semántica, desde la analogía y por supuesto desde
la psicología[58].
Aunque un poco mejor fundamentado que Borges, Küng también recae en la aporía
(sin salida) de la conceptualización, lo que realiza Küng es la clara muestra
del discurso de un sujeto que recae en el “Trilema
de Münchhausen” donde el “regreso
infinito” que realiza el orador se basa en la necesidad de fundamentar, donde
el “círculo vicioso” se deduce a partir de esa fundamentación que se
fundamenta a sí misma y por último donde la “interrupción del procedimiento” esta dado en la difusa
conceptualización de los conceptos “fe y Auténtica
certeza”.
Borges y Küng en un principio no
parecían tener alguna afinidad, sin embargo el análisis lógico nos ha permitido
visualizar ciertos signos que tácitamente emparejan los pensamientos de estos
autores. Ambos recaen en la posibilidad de la creencia, en la necesidad de la
argumentación y en la utilización de un método deductivo donde el conjunto de
las premisas se transfieren a un valor positivo que permite diplomáticamente
una verdad provisional no dada a la falsedad por su misma posición concluyente
de dogmatización.
§
20
Una última posición que hace
evolucionar el concepto Dios, es la de
un hombre que siendo educado en Inglaterra logró acomodar sus orígenes y
tradiciones orientales hasta el punto de lograr convertirlas en discursos
occidentales. El éxito de Krishnamurti no esta en la adaptación que logró de
sus conocimientos, sino en las teorías que por medio de ellos pudo estructurar.
Lo primera evidencia que brota al
leerlo es la del escepticismo, pero no el escepticismo negativo de Schopenhauer
ni de Borges, sino un escepticismo que busca negar el mundo de los conceptos y
del conocimiento, no el mundo natural. Es claro que el hombre “puede inventar o destruir a Dios de acuerdo
a sus inclinaciones, placeres y dolores”[59]. Esta facultad esta dada
“a causa de la soledad y desesperación”,
que conlleva en últimas a concederle “carácter
sagrado a una idea, a una imagen hecha por
la mano o por la mente”. Krishnamurti manifiesta su preocupante
necesidad de olvido, ya que para él es el simbolismo lo que nos ha conllevado a
complejizar la sencillez que tiene el “hecho”
sagrado.
Su causa reza así: “Si pudiésemos desechar todos los símbolos,
todas las imágenes, las ideas y las creencias que hemos elaborado en el curso
de los siglos y que hemos considerado sagradas, si de verás pudiéramos
librarnos de todas esas extrañas invenciones, entonces quizá podríamos
preguntarnos si existe de hecho algo verdadero, algo realmente santo y sagrado”,
este logro nos conllevaría a la afirmación de lo otro como realidad, este fenómeno de liberación haría que el
hombre se reconciliara a sí mismo con lo otro.
La filosofía de Krishnamurti esta en
una constante búsqueda de alteridad que sólo
es posible por medio de la meditación singularizada. Al parecer el Dios
de Krishnamurti es “un algo” que se
logra evidenciar sólo en los más altos grados de la conciencia o reconciliación
con la natura. Su sistema se basa en la destrucción lingüística y busca posibilitar
el componente de intuición de Bergson junto con el de alteridad de Heidegger.
Lo importante para Krishnamurti no
es el concepto sino el hecho, la experiencia que nos da plena seguridad de que
algo quizá metafísico tiene el sentido de “Todo”.
Krishnamurti vuelve e invierte las
posiciones teológicas, ahora no se trata de razonar el Dios, ni de evidenciarlo
dialécticamente, ahora la misión consiste en “sentirlo”, posición que va más allá del “mostrarlo” que habían con
singular lucidez augurado los grandes profetas del siglo veinte.
El cometido de Krishnamurti reúne
bajo una metafísica particular lo místico y lo fenomenal. Ahora Dios atiende a
intereses ya no comunes ni universales, sino a propósitos netamente
particulares donde su existencia esta íntimamente ligada a la superación de la
ecuación hombre-conocimiento.
Esta nueva teología no evalúa el
concepto, ni realiza una investigación exhaustiva de la verosimilitud del
mismo, lo que procura la teología meditativa de Krishnamurti es la comprensión
de la realidad desde un estado anterior al lenguaje, busca posicionar al hombre
en un estado de eternidad que sólo es posible por medio de la comunión con el
instante. Para que la revelación sea llevada a cabo es necesario volver al
estado primitivo, al estado de asombro que conlleva la existencia.
Esta es la meditación que posibilita
la enseñanza de un hombre que sabe que somos seres naturales que degradamos en vulnerables
seres simbólicos.
§
21
Pareciera que el siglo XXI estuviera
condenado a volver sobre sus pasos en cuanto a teología se refiere. Dios se
instaura en el comienzo como un algo fenomenal que hace posible el progreso, la
ruptura con lo absurdo y por ende el comienzo del raciocinio.
Su evolución conceptual demuestra,
sin embargo, que su estudio como objeto lo hace distante y lo convierte en un misterio
que crea sobre si una ciencia especializada que busca objetivar todo aquel
fenómeno que escape a la demostración y a la definición.
Más allá de toda metafísica, mística,
racionalismo crítico o critica social, el concepto llega hasta nuestros días
fortalecido en algunos aspectos y totalmente vencido en otros. Sin embargo, el
concepto se vuelve contemporáneo y posibilita discursos, hace posible nuevos
paradigmas y discusiones, extrañamente el concepto parece ser fuente inagotable
de conjeturas. La llegada a nuestra época exalta un hecho singular que propone
la ironía, una ironía del eterno retorno.
Pero más allá de estas sencillas
conclusiones que lo que demuestran es la justificación de necesidad, el
concepto guarda otro explicación un tanto más acorde al sentido que busca en
última medida la teoría del ser
auténtico.
Dios no es un concepto, el concepto
representa y universaliza una determinada noción, el concepto predica clases,
adjudica valor y manifiesta individualidad e identidad semántica, prioriza los
signos y su significación para con el lenguaje, busca o define utilidad.
Este es el gran error en el cual han
caído todas las religiones; al estipular a una serie de atributos una materia no
concreta hacen que cada postulado o fundamento sobre el mismo concepto comience
un eterno “Trilema de Münchhausen.”
Dios es el arquetipo universal,[60]
o sea el modelo original que creó el hombre para fundamentar la
constitución primigenia de todas las cosas, el hombre con este ideal adánico representa y significa el
mundo. El arquetipo universal sirve al hombre para agrupar bajo un algo
hipotético los atributos deseados, este arquetipo, al empezar a reunir bajo la
apariencia conceptual, cualidades necesarias al hombre, se legitima ante él
mismo como un “ser” (objeto
individualizado) exterior a los intereses humanos estableciéndose así en el supuesto cognitivo fundamental no de la
religión sino de la mística humana.
El Dios como “Arquetipo” reúne
los atributos que escapan a lo determinante y viabiliza como “universal” las posibilidades de la temporalidad.
Tal arquetipo universal, sólo es posible advertirlo mediante la iperaisqesis[61](hiperésthesis); el sentido espiritual que nos da cuenta del hecho
sagrado, esta es la respuesta que inevitablemente nos afirma la concreción de
un algo que escapa a toda conceptualización; tal fenómeno es la experiencia singular de un
hecho sagrado; porque no puede tocarse ni modificarse y porque sólo experimentándolo
íntimamente se puede suponer que existe.
El hombre puede llegar al estado de
hiperésthesis por medio de la soledad y la oscuridad, tal condición le permite
al ser humano acceder en primera medida a un estado de ansiedad y abandono,
tras superar esta condición el hombre logra la eternidad que le ofrece el
silencio y sólo entonces el ser humano comienza a percibir en su mente el
arquetipo universal que se le devela en la forma de la hiperésthesis: sensación
sublime de tranquilidad y
sobrecogimiento.
El hombre puede después reforzar y reconocer
el arquetipo universal por medio de tres vías esenciales: 1. la religión, que
enfatiza en la fe 2. la ciencia que acentúa la incognoscibilidad y 3. la
filosofía que pondera la mística.
El reconocer a Dios no nos permite
la universalidad del conocimiento ya que el reconocimiento tan sólo es la
reflexión posterior de un hecho que se traduce en signos, tampoco nos concede
la gloria porque tal cosa sólo es un mecanismo de “tecnología de salvación”[62] diseñado por las
religiones. Dios en cambio por su lado al advertirlo como arquetipo universal nos
modifica y nos posibilita paradigmas, nuevas concepciones, nos devuelve el
asombro y nos hace más llevadera la existencia.
Dios existe en la medida en que
significa un algo dentro del universo, un algo sagrado que hace posible lo
maravilloso.
El concepto (transformación en
abstracto de lo sagrado) por parte de la filosofía siempre buscará significarlo,
fundamentarlo, demostrarlo racionalmente, silogísticamente, sofísticamente. En
cambio el arquetipo tan sólo podrá ser experimentado; demostrarlo sería
destruirlo porque dejaría de ser sagrado y eterno, Dios es vulnerable a los
designios humanos ya que de ellos depende, todo ser humano cree en Dios, no
como concepto teológico, sino como arquetipo metafísico, como el algo que está
ahí presente ante los ojos asombrados del primer hombre que pronunció y nombró.
A partir de Dios podemos nombrar al
mundo, a partir de Dios podemos hacer posible el mundo como representación, el
primer símbolo sólo es posible con el entendimiento de lo sagrado.
Dios viene evolucionando no para ser
develado sino para ser comprendido, no para ser conceptualizado sino para ser
contemporáneo, el hombre lo amasa y lo seguirá amasando hasta la eternidad,
sólo el hombre, en su autentica experimentación del universo como un Todo Sagrado, sabe lo que es Dios, lo
demás es mentira.
[1] Cfr. al respecto Hans Albert, “Racionalismo
crítico. Cuatro capítulos para una sátira del pensamiento ilusorio.”
Editorial Síntesis. España, 2000. pagina 175
[2] Aristóteles, Metafísica 982 b 18.
Al respecto Antonio Estrada en su libro “Dios y las Tradiciones
filosóficas” argumenta que “el mito
intenta responder al asombro del hombre ante la realidad, darle un significado
que permita amortiguar el temor y desamparo del hombre, y hacerle comprensible
lo que hay, sin que por ello pretenda dar una explicación y mucho menos una
fundamentación científica o filosófica de lo que existe. Sin embargo en el
mito, mezclado con el asombro y la admiración ante lo que existe recoge la
pregunta del hombre por el origen del mundo que esta conectada con la del
sentido del cosmos, del cual forma parte el hombre.” Pág. 34. Sin embargo, la
idea de mito puede estar más cercana a la formación de las ideas básicas de
cuestionamiento racional, lo que en definitiva le daría al mito una importancia
gravísima debido a su carácter de ocasionar pensamiento sobre la realidad.
[3] Cfr., al respecto, Estrada Juan Antonio. “ Dios en las tradiciones
filosóficas. 1. Aporías y problemas de la teología natural ”. editorial Trotta,
Madrid, 1994. Página 34.
[4] En todas las mitologías se puede recrear este esquema histórico, así
como ejemplos podemos observar que hasta las más plurales mitologías como la
egipcia o la escandinava otorgan al caos el principio y ven en el hombre la
finalidad última de las creaciones divinas. Por orto lado en las religiones se
observa un similar cometido, Dios a partir de lo indeterminado configura el
cosmos y plasma en el hombre la firma de toda su creación.
[5] Wittgenstein en su diario de 1936-1937 en el parágrafo 162 -8.2
afirma: “El nombre ideal es un ideal; es decir una imagen, una forma de
presentación hacia lo que nos inclinamos”, sin embargo esta proposición
carece de un complemento satisfactorio, Wittgenstein otorgó al concepto de dios
un carácter místico, carácter que de por si hace ver a Wittgenstein como un
verdadero religioso debido a sus
constantes angustias sobre lo sagrado, pero ésto tan sólo evidencia su esquematismo de imposibilidad de
argumentación sobre lo indecible. Por mi
parte creo que Wittgenstein debido a esta limitación de creer en el silencio
sobre lo que para él no se podía hablar, es a lo que debe su posible
restricción filosófica sobre el concepto de
dios. Los nombres ideales, tal es el caso de dios, son tan sólo
metáforas esclarecedoras de nuestras no inclinaciones sino de nuestras
imposibilidades, el ideal desmitifica y posibilita la garantía de función sobre
lo real, el ideal objetiviza el fin y el sentido, no es una forma de presentación
sino un método por medio del cual explicamos nuestras necesidades.
[6] Al respecto Karen Armstrong, “A History of God from Abraham Hill the
present”, Londres, W. Heineman, 1995. Citada en el ensayo “El concepto sobre
Dios. Un enfoque sociológico realizado por
FranÇois Houtart, del centro Tricontinental, Lovaina la nueva- Bélgica.
Nos dice: “Evidentemente, el discurso sobre Dios se sitúa en el campo
simbólico, o sea, en el universo de esta segunda realidad que le hombre
individual y social, construye, manifestándose en si mismo su historia y
expresarse sus esperanzas y utopías”. Concepto y problema de Dios. Una
reflexión filosófica. Francisco Piñón, Jesús Oscar Perea, verónica Correa,
Elisa Mora. Universidad autónoma metropolitana unidad Iztapalapa. Editorial
Plaza y Valdés. S.A. México 2001, Pág. 16
[7] En este mismo ensayo Houtart explica este fenómeno
describiéndonos lo siguiente. “El tótem
de los clanes de kerala al sur de la
India que vivía en los bosques era un árbol, mientras que los
pescadores expresaban la identidad de su grupo y su integración con la realidad
cósmica por una espina de tiburón plantada al revés en la arena” Concepto y
problema de Dios. Una reflexión filosófica. Francisco Piñón, Jesús Oscar Perea,
verónica Correa, Elisa Mora. Universidad autónoma metropolitana unidad
Iztapalapa. Editorial Plaza y Valdés. S.A. México 2001, Pág. 18
[8] Houtart en el mismo ensayo afirma: “El dominio de un grupo social en
las relaciones sociales repercute en las posibilidades de imposición de un
discurso y su comprensión sobre Dios” Concepto y problema de Dios. Una
reflexión filosófica. Francisco Piñón, Jesús Oscar Perea, verónica Correa,
Elisa Mora. Universidad autónoma metropolitana unidad Iztapalapa. Editorial
Plaza y Valdés. S.A. México 2001, Pág... 34
[9] “El concepto de Dios y la pregunta por el sentido. Luis Villoro.
Instituto de Investigaciones Filosóficas, UAM” Concepto y problema de Dios. Una
reflexión filosófica. Francisco Piñón, Jesús Oscar Perea, verónica Correa,
Elisa Mora. Universidad autónoma metropolitana unidad Iztapalapa. Editorial
Plaza y Valdés. S.A. México 2001, Pág... 240
[10] Ibid. Pág. 234
[11] María Zambrano en el “hombre y lo divino” citada por ramón Xirau en su
libro “Cinco filósofos y lo sagrado y un ensayo sobre la presencia” El Colegio
Nacional. México 1999.
[12] En la Metafísica
de Aristóteles de la editora Porrúa S.A.
en el estudio preliminar se puede leer la exposición que hace Jenófanes:
“Los negros creen dioses chatos y negros, los tracios en dioses de ojos azules
y cabelleras rojas. Si los bueyes, los caballos y los leones tuvieran manos y
pudiesen pintar como los hombres, pintarían a sus dioses con cuerpos y figuras
análogas a los suyos, como bueyes y caballos”
[13] el concepto proviene de las palabras griegas “hylé” que quiere denunciar materia y
“zoe”
que define vida.
[14] Anaximandro se sirvió de la palabra “Arche”: principio para
indicar la sustancia única o el “Ápeiron” lo indeterminado “que todo
lo abraza y lo gobierna”.
[15] Alejandro Tomasini Bassols. “Presencia y ausencia de Dios” ensayo
recopilado en el libro “concepto y problema de Dios, una reflexión filosófica”
Francisco Piñón, Jesús Perea, Verónica Correa y Elisa Mora. Universidad
Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Editorial Plaza y Valdés, S.A.
México, 2001, página 109.
[16] Paul Diel en su libro “Dios y la divinidad, historia y significado de
un símbolo”del fondo de cultura económica, México 1986. afirma: “Un rasgo de
importancia es que las divinidades múltiples se encuentren sustituidas
finalmente concentradas en la imagen de un Dios único” Página, 40
[17] Platón en el Timeo vio a Dios desde en sentido cosmológico como el
constructor del mundo (demiurgo) que a partir de las ideas construyó el cosmos,
luego en las Leyes lo piensa como un “alma”
[18] Platón fue el primero en buscar el sentido ontológico de la divinidad,
a su vez es el creador del termino Teo-logia = Tratado de dios o sobre dios.
Este hecho se puede evidencia en “La republica”
[19] Al respecto Paul Diel dice: “La obra de Platón, tuvo como meta
principal demostrar que las divinidades son el símbolo de las cualidades
idealizadas sobrehumanamente” Paul Diel. “Dios y la divinidad, historia y
significado de un símbolo”del fondo de cultura económica, México 1986. página,
185.
[20] Fernando Sancén Contreras. “Dios de la filosofía, dios de las
religiones” ensayo recopilado en el libro “concepto y problema de Dios, una
reflexión filosófica” Francisco Piñón, Jesús Perea, Verónica Correa y Elisa
Mora. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Editorial Plaza y
Valdés, S.A. México, 2001, páginas 212-213.
[21] “La ‘teología natural’, también llamada ontología especial, plantea la
posibilidad de fundamentar la existencia de Dios y de establecer una conexión
entre la realidad y Dios. De ahí que la teología natural sea una parte de la
ontología y de la metafísica en cuanto cosmoteología. Como metafísica especial,
trata de la relación con Dios desde el mundo, buscando el significado y el
origen del cosmos en relación con la existencia y el concepto de una presunta
entidad divina” extractado del libro “Dios en las tradiciones filosóficas. Tomo
2. De la muerte de dios a la crítica del sujeto”. Juan Antonio Estrada.
Editorial Trotta, Madrid, 1996, Página 11
[22] Dulce maría Granja en su ensayo “Kant y el argumento ontológico”
además de esta afirmación Dulce Maria nos dice: “San Anselmo afirma una
necesidad ontológica o metafísica de la esencia divina que no procede de una
necesidad subjetiva del pensar. Es más bien a la inversa: debido a la necesidad
objetiva de la existencia de la esencia divina no podemos pensar la
no-existencia de Dios” ensayo recopilado en el libro “concepto y problema de
Dios, una reflexión filosófica” Francisco Piñón, Jesús Perea, Verónica Correa y
Elisa Mora. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Editorial
Plaza y Valdés, S.A. México, 2001, páginas 155-156
[23] San Anselmo de Canterbury. “Proslogión”.
Capítulo II
[24] Ibid.
[25] Las cinco vías de Santo Tomás a saber tendían en su fin último a
confirmar y reforzar la idea de Dios de la siguiente forma: 1. la primer vía conduce
al primer motor (influencia
aristotélica) tal motor es Dios. 2. la siguiente vía conduce a la primera
causa eficiente o sea Dios. 3. la tercer vía conduce a la causa de
necesidad; principalmente esta causa de necesidad debía conducir al
creyente a crearse la idea de un hacedor supremo, en este caso Dios. 4. la
penúltima conduce a la causa de perfección; lo que afirma otra vez que
el único ser perfecto es Dios y 5. la última que conduce a un fin último; todas las cosas nacen de él y
vuelven a él.
[26] Dicho fenómeno se refiere a la
acelerada modificación que se produjo a finales del medioevo y que posibilito
un flamante y productivo orden cultural que sólo puede compararse con el que
instauró la Grecia
clásica.
[27] “El humanismo renacentista, ya sin los mitos griegos y los velos
medievales, empezaba a ser radicalmente secular. Dios comenzaba a ser una
“hipótesis” para entender el mundo.” Francisco Piñón. Modernidad,
secularización y silencio de dios. Francisco Piñón, Jesús Perea, Verónica Correa
y Elisa Mora. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Editorial
Plaza y Valdés, S.A. México, 2001, Pág. 77
[28] Francisco Piñón. Modernidad, secularización y silencio de dios.
Francisco Piñón, Jesús Perea, Verónica Correa y Elisa Mora. Universidad
Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Editorial Plaza y Valdés, S.A.
México, 2001, Pág. 72
[29] Para mayor conocimiento se puede leer el ensayo de Armando Cíntora “¿Es racional aspirar a
amar a Dios?” Francisco Piñón, Jesús Perea, Verónica Correa y Elisa Mora.
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Editorial Plaza y
Valdés, S.A. México, 2001, Pág. 95
[30] El milagro del Teismo. Argumentos a favor y en contra de la existencia
de Dios. J. L. Mackie. Traducción de Leticia Garcia Urriza. Editorial Tecnos,
1994, Madrid, paginas 49-58.
[31] Modernidad, secularización y silencio de Dios. Francisco Piñón.
Francisco Piñón, Jesús Perea, Verónica Correa y Elisa Mora. Universidad
Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, Editorial Plaza y Valdés, S.A.
México, 2001, Pág. 79
[32] Tal y como se manifiesta en el apartado la interpretación Hegeliana
sobre el concepto de “dios” es posterior a la de Kant, quien la realizó en el
año de 1762 con su libro “El único fundamento posible para una demostración de
la existencia de Dios” donde exponía su clara tendencia sobre la
incognoscibilidad divina
[33] la idea de ateismo se relaciona directamente con la Biblia , de esta forma ser
ateo es como nos manifiesta la
Epístola de Efesios en su Capitulo 2 Versículo 12 el hombre
que esta abandonado por el dios.
[34] Sistema de las contradicciones económicas o filosofía de la miseria.
P. J. Proudhon. Editor M. Aguilar, Madrid, 1932. traducción de Alejandro Bou.
Página 10.
[35] Ibíd.
[36] En “El crepúsculo de los ídolos”, Nietzsche manifiesta que: “no nos
libraremos jamás de Dios, puesto que creemos todavía en la gramática”. El
crepúsculo de los ídolos. Federico Nietzsche. Editorial Bedout S. A., Medellín,
1974.
[37] Wittgenstein estuvo altamente influenciado por el libro de William
James: “La variedades de la experiencia religiosa. Estudio de la naturaleza
humana” donde la realidad de lo no visible tan sólo puede experimentarse más no
manifestarse.
[38] En sus diarios que comprenden los años de 1914 a 1916 Wittgenstein
expone que “el sentido de la vida, id est, el sentido del mundo, podemos
llamarlo Dios”. Notebooks 1914-1916. Wittgenstein, Oxford, Blackwell, 1961.
[39] “La fe hace
bienaventurado al hombre, es decir, le libera del respeto humano en tanto le
coloca inmediatamente bajo el
auspicio de Dios”. Movimientos del pensar. Diarios 1932-1932 y
1936-1937. Ludwig Wittgenstein. Edición de Ilse Somavilla. Traducción de
Isidoro Reguera, Pre-textos, España, 2000. página 154.
[40] Borges afirma que “para el verdadero poeta, cada momento de la vida, cada
hecho debería ser poético, ya que profundamente lo és”.
[41] Vocablo francés que se ajusta “al
no ser cosa, ninguna cosa, nada objetivo para la imaginación; lo que esta en el
todo y en cada parte, pero que no es la parte no el todo, es decir presencia, Intimidad”,
muy contrario del ríen “que significa carencia de cosas”. “Libro de los viajes o de las presencias”
Fernando Gonzáles Ochoa, Bedout, Medellín, 1959.
[42] Toda la tesis hasta aquí planteada sobre el maestro Fernando González
puede consultarse con mayor profundidad en su libro: “Libro de los viajes o de las presencias” Fernando Gonzáles Ochoa,
Bedout, Medellín, 1959.
[43] Bergson, vida y muerte de Dios. Georges Levesque, Editorial Herder,
Barcelona, 1975. página 10
[44] Ídem. Página. 144
[45] Ídem.
[46] Garcia Morente describe
el encuentro con lo divino así: “Volví la
cara hacia el interior de la habitación y me quedé petrificado. Allí estaba Él.
Yo no lo veía, yo no lo oía, yo no lo, tocaba. Pero el estaba allí. En la
habitación no había más luz que la de una lámpara eléctrica de esas diminutas,
de una o dos bujías, en un rincón. Yo no
veía nada, no oía nada, no tocaba nada. No tenía la menor sensación. Pero Él
estaba allí. Yo permanecí allí, agarrotado por la emoción. Y le percibía,
percibía su presencia con la misma claridad con que percibo el papel blanco en
que estoy escribiendo (...)
¿cómo es esto posible? Yo no
lo sé. Pero sé que Él estaba allí presente y que yo sin ver, ni oír, ni oler,
ni gustar, ni tocar nada, le percibía con absoluta e indubitable evidencia”. El hecho extraordinario y otros
escritos. García Morente M. Ediciones Rialp, Madrid 1986. página 50 y ss. Sobre
esta clase de experiencias también se puede citar los testimonios que se
encuentran fielmente descritos en el libro de William James. “las variedades de la experiencia religiosa-
estudio de la naturaleza humana”. Planeta-Agostini, Barcelona, 1994. pág.
55 y ss.
[47] Tales profetas no son los falsos Mesías que anuncian desde sus
dicotómicas religiones estados de espiritualidad totalmente alejados de la
realidad, tampoco con la frase profetas del siglo veinte se desea designar a
aquellos que aun con su discurso buscan dogmatizar a los fieles creyentes bajo
la promesa de arcanos beneficios y salvaciones, ¡No!. Los profetas del siglo
veinte son sin lugar a dudas los hijos de Nietzsche: Wittgenstein, Heidegger,
Fernando González, Bergson y Garcia
Morente.
[48] Citado en el ensayo “El dios del silogismo” de Enrique G de la G. Ensayo presentado en
el “Coloquio Internacional Jorge Luis
Borges / Ciencia y Filosofía”, celebrado en honor de Jaime Alazraki por el
Centro de Investigación Ibero-Americana de la Universität Leipzig
y la Fundación Jorge
Luis Borges en octubre de 2001, en Leipzig.
[49] Comentario ofrecido por Borges a una pregunta elaborada por Ernesto
Sábato en el año de 1974.
[50] Repuesta ofrecida por Borges en una entrevista realizada por Ángel
Beccassino en 1985.
[51] Otras Inquisiciones. Jorge Luis Borges, en el ensayo “El idioma
analítico de John Wilkins”. Obras Completas. Editorial Emecé. Argentina, 1974.
página 708.
[52] Otras Inquisiciones. Jorge Luis Borges, en el ensayo “De alguien a
Nadie”. Obras Completas. Editorial Emecé. Argentina, 1974. página 737
[53] Ídem. Página 739
[54] El Hacedor. Jorge Luis Borges, Obras Completas. Editorial Emecé.
Argentina, 1974. página 787.
[55] Ídem.
[56] David Hume, Diálogos sobre la religión natural. Parte V. Citado por
Julián Serna Arango en “Borges y la filosofía” Colección de escritores de
Pereira. 1990. Página 65.
[57] La miseria de la teología. Hans Albert. Editorial Alfa. Barcelona
1982. Traducción de Rafael Gutiérrez Girardot.
[58] Es claro advertir que las tesis de Küng parecen siempre buscar la
aprobación del lector, Küng es un arduo estudioso del comportamiento religioso,
tal facultad le permite diseñar discursos que conllevan a los sujetos,
psicológicamente, a comportarse tal y como lo sugieren las explicaciones
teológicas que fundamentan sus libros.
[59] Sobre Dios. Jidda krishnamurti. Editorial Karrós, Barcelona, 1994.
[60] Al parecer la cuestión sobre Dios en definitiva sólo demuestra una
tesis fundamental clásica dada por Platón: Dios pertenece al mundo de las
ideas, al mundo de los modelos y es quizá como lo afirma el griego el primer
ideal posible desde el cual se estructuran la totalidad de las ideas.
[61] neologismo creado por el autor que significa más allá de la sensación
y que proviene del prefijo griego iper
y del lexema aisqesis
[62] Hans Albert en su libro
“Racionalismo crítico. Cuatro capítulos para una sátira del pensamiento
ilusorio”. Editorial Síntesis. S.A. 2000, especifica la tecnología de salvación
como un componente esencial de toda religión, en el capítulo siguiente se
expondrá con mayor fundamento dicha proposición.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario