02 septiembre 2013

Aridez



Me erosiono...
el derrumbe es inevitable



OASIS

Hay en su piel menuda
Astrágalos alfombrando el fondo
Y donde la arena se humilla
El alga se arrastra como un naufrago
Dicen que todos los años se ahoga un hombre
Que toda la laguna es una abominación
Y entonces las palmeras
Parecen seres extraviados en el fango
El agua perdura
Insiste 
Mientras
Con miedo
La rodea el olvido...
Muere un  hombre,
Todos los años, 
De sed



INTERVENCIÓN

Y yo te buscaba
Te cazaba,
Tu sombra huía.

No fue accidental este rumor
Esta historia creciendo hasta ser una sola palabra.

Denominé a mi forma de saber que existías
Un milagro.

El color de la cosas, la liberación de la realidad
Eran intolerables cuando sólo pensaba en ti.

Había mucho de común entre nosotros
-Digo-
El momento preciso para derrumbarse
Y sentir que algo valía…
De antemano, teníamos la infancia
El lugar hollado por la voz
Y la canícula.

Allí
Calcinamos todas las insignias.

Perpetramos una liturgia triste
Que ahora
Es nuestra señal entre las cosas
Y el mismo dolor
y hasta el mismo rostro estupefacto
y el mismo resto del amor tan devastado.

Eso bastaba para muchas cosas.

Constantemente
Codifiqué
Compensé con designios
Lo que no entendía.

Pero tú,
No existías,
Estaba en otra parte,
Inadmisible.

Sin embargo

Yo te buscaba

Imposible.

Uno termina
Uno empieza.




SINÉCDOQUE

Esta vena arrinconada
De hombre,
Alejada por la ausencia
También extraña.

Altera
Angustia
Como si buscara el tiempo
Pero estás tan lejos
Que ya no sé qué es la distancia.

Allá es de día
Aquí, casi todo,
Parece fermentar,
Se ulcera
Y entonces,
Tengo que inventar ciclos
Llamamientos
Espasmos con huella
O con señal de urgencia
Como alas emigrando
Como cornamentas huyendo.

En la noche te imagino:
Devorando,
Ocupándolo todo.

Más allá de la liturgia
El hombre y la mujer
Tienen el mismo deseo
La misma emergencia
Y los sentidos.

No te culpo:
No era la hora
No era el lugar
No era este universo
Pero…
El silencio te insiste.

Simplemente,
Es la sangre,
Esa cosa que sufre,
Que gotea,
Y se seca,
Árida.


ORFANDAD

Dónde la catedral
Con sus pasión por el abandono.

Dónde
La viacrucis señalando la desidia.

A veces espeja en la reverberación
Ese lugar,
Un pórtico
La terminación del desierto…
Pero es el aire y la canícula
Solamente.

Esas cosas
Esas perversas cosas que no mienten
Podrían ser un ícono de su reino
Pero
Dónde las naves con su solemne olvido
Dónde
El atrio con sus quejas.

Cuál es el terreno preciso para hollar
Para establecer esta enferma eucaristía
Y la desaparición
Y la ausencia.

Qué Dios olvidar
O Empezar a odiar

La mirada perdida sabe de estas cosas
Donde no hay silencio

Miro mi cuerpo
La posesión más cercana
Al desamparo




POEMA DE LA HERRUMBRE

Los hierros intentando el amor de los manglares
Y las rejas
Como palafitos donde se alza el viento
Resguardan.
Todo es impenetrable.

Allí donde se pierde el vacío
El sol custodia.

Guardián de Hesperia
Aguarda
Celoso
Que la arena se arrebole
Para dar inicio al laberinto.

Una partícula de roca
Escapa
Rueda hasta los pies de la viajera,
Desaparece el espejismo.



LOS TUAREGS

El aprisco bala,
Sin cesar,
Hacia la irisación de la noche.

Hay rocas afirmando,
Sosteniendo la arena.

A veces
Yo huyo,
Sombrío,
Arreo mesnadas de cosas que no fueron,
Y me desvanezco,
Es necesario.

Hay una escritura, en el desierto, muy hostil:
Se basa en la media luna del alfanje
Y en el serpenteante hecho de estar solo.
Oficia con las palabras hasta arderlas en olas
Le pone silencio a los rostros.

Sobre la duna
Una horda
Forma el cenit
Esa otra apariencia
De ponerme de frente
Ante tus huestes.

No son alucinaciones 
Estos tuaregs,
Furiosos,
Embistiendo
Ya encima.

La luz refractada por el aire,
Inquieta,
Es el único artilugio:
Espeja
Mi distancia.



GRANOS DE ARENA

Yo oficio la distancia
La queja queda
El túmulo de espacios sin nombre
Las horadadas faltas del silencio

Esta arquitectura es la del olvido
Y sin embargo
En los granos de arena
Nace el cuarzo





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