30 diciembre 2012

Temple



Me sucede que soy un delator de penumbras,
De monstruos escondidos en la tristeza.

Hasta el ayer se me ha convertido en una raíz poblada de insistencias,
Por eso, ciertas fotografías tienen las miradas interrogativas
Que buscan taladrar hasta el mismo pozo donde ahogué los años.

Tengo que admitir que pensé que vivirlo todo era como morir
Y que nunca supe sentir nostalgia por las despedidas.

Me sucede que tengo apenas unas palabras para brotar al alba;
Que a veces he mirado mis manos como si fueran animales perdidos.

Yo me enamoré de sobrevivir aferrado a náufragas maderas.

Me sucede que enterré la cara de común que me tocaba
Entre la ceniza y la sal de los olvidos
Como si la única forma de acabar con el hastío
Fuese pisando con indiferencia los aullidos de la desolación y el desamparo.

Yo también amé y tuve la esperanza al viento
Como una cometa buscando juego a las golondrinas y los céfiros suspiros.
Pero el mundo me fue  raro, inevitable, me fue aburriendo y llenado de agonías;
De ahí nació la huida, el meterme a solas con mi vida para no deberle nada a la libertad
Y poder desalojar hasta el mismo silencio acomodado entre mis grietas.

El mundo estaba tan repleto de certezas, tan fácil y cómodo para sufrir profundo
Que me bastó tan solo con prender la claridad como un insulto
Y ponerme a recorrer las tres jugadas del peón que conoció el abismo.

Me sucede que denuncié el llanto como la única forma de alcanzar los desconsuelos,
Que me abrí un dolor muy grande y ya no tengo remedio alguno
Para poder sellar esta hendidura que me lleva hasta el olvido.

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