30 diciembre 2012

EL GRITO VERÍDICO DEL SUFRIMIENTO




















…agota el campo de lo posible.
PÍNDARO, Píticas III, ep. 3


Yo tengo una pedregosa antipatía
Que es casi como decir que odio todo lo que podría romper
O lo que quisiera romper arrojándole mis gritos.

Pero el mundo sabe de mi presencia como lo sabe de ciertas briznas de nada;
Entonces es ineludible no llevarse el llanto allí donde la cicatriz es un recuerdo.

Si fuera cierto
Que una sombra podría vagar si sólo le diera por amar.

Y si mi estatua pudiese mirar eternamente
Como perdida y extasiada mientras un sol pasara la cuenta de cobro.

Yo no sé para qué he nacido desde aquella noche en que sentí el frío.

No todo lo oscuro reconstruye el origen,
Sobreviven como en cloacas, ciertos guiños que sospechan del tedio.
Sobrevivirse es una cuestión atestada de salas de espera
Y puertas tiradas contra cualquier andamio.

Hay señales todavía, precisas, para conocer las notas de la desaparición o la agonía.

Todo lo que me rodea parece una malla para no atravesar la burbuja,
Hay letreros de no pasar y pensamientos rabiosos como perros del resentimiento.

Aquí están estos pólipos y pulpos navegando, obstruyendo la luz;
Mis ojos son cadáveres de medusas tigres asaltando el crepúsculo sobre la playa.
Esta conglomeración de apesadumbradas invenciones  marinas
Me refugian del llanto porque en el agua las lágrimas no persisten.

Me gusta asolearme con mis alas extendidas cuando el rocío es apenas el privilegio, 
Tengo resquicios de esa edad cuando todo era enjambre y verano.

Pero no logro ser estrafalario como la lluvia.
Me impresiona todavía pensar que puedo sentir,
Soñar con pensar que puedo atestiguar nociones de delirado
Como quien trae escombros para salvarlos del olvido.

Me han pedido renunciar a la inocencia,
Aterrar al lento animal tembloroso que me abriga la ternura
Y quisiera que existiera otra palabra para decir que es más que el silencio,
Más que la gana de sufrir y estar a solas,
De soportar esta presión de transparencia que me aplasta.

Yo he sentido lanzarse al vacío,
Desde mis labios,
Todos los espantos.

No es bueno pretender conversar conmigo,
Hay un instinto selvático que suda,
Que se trepa por los árboles como un animal asustado.

Tengo la impresión de que me aman como se aman las cosas perdidas.

No es añoranza este tenderme sobre la arena y dejar que se sobreviva la piel;
Todo se trata de ocuparme en aprender sin deberle nada al tiempo.

Mi cielo esta plagado de nubes existenciales
Es un clima para aullar y llegar al límite.

No es agradable adentrase en las tórridas depresiones de mi amor
Allí siempre hay salida, una rendija para desaparecer como una sombra abatida.

Todas  las ciudades llevan en las orillas mi penumbra
El asalto de la niebla, los rincones atestados de desasosiegos y gatos.
Me amurallaron en concreto el río que podía podrir la vergüenza,
Cargo con una legión de intocables, mis palabras mendigan.

Mirarme es como acudir a un concierto de fúnebres entusiasmos.
Atroz es una palabra pequeña para medir mi pavor.

Pero soy feliz a veces
Y entonces me olvido que tengo una tonada  precisa para tumbar el cielo,
Para llorar hasta morir de hipotermia
O prenderle fuego a un nevado.

Mi referente es la añoranza,
El sospechar de un lugar antes de llegar a esta sensación de temblores.

Estoy enojado con mi niñez, con su indiferencia
Y su gana de recordarme la inocencia.

Siempre me he tratado como un acto secundario,
Hay en mí una prisa por dejarme atrás,
Por alienar la condición de expresar que se puede  vivir sin pensarlo tanto. 

Hay gárgolas, aburridas, famélicas, hechas historia y celando.
No insisten en desempolvarse, en agrietarse y sacar al rojo vivo el aborrecimiento,
Se han jubilado y tan sólo se entusiasman con pequeñas mentiras como la bruma.

Ya no salgo de las repeticiones, tragar saliva, soportar es lo que resta.

Me digo como para consolarme, ya vendrá el día, ya vendrá lo inadmisible,
Lo que queda después de caducar, uno a uno,
Los encargos de la insostenible algarabía.
Yo soy el centauro.

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