01 enero 2008

LOS FABULISTAS DE LA INTIMIDAD

Extracto del libro Inédito:
MURMULLOS DE LA INTIMIDAD
(Una mirada reveladora de la poesía en Colombia)
Ensayo
Último capítulo:
Los auténticos extraviados.
Autor: Zeuxis Vargas



Considerando que al hacer una crítica seria, sobre la más reciente generación de un movimiento poético, lo único que en última medida se logra siempre, es proponer relaciones estilísticas, perspectivas hipotéticas de identificación, comentarios transitoriamente anunciadores de un pensamiento y finalmente tan sólo breves bosquejos de una posible identidad lírica y, teniendo en cuenta que esos ejercicios sirven también para señalar caminos de búsquedas futuras y pautas iniciales para los análisis poéticos que más adelante configurarán la personalidad de la promoción, es entonces lícito y necesario proponer una lectura preocupada por el esfuerzo y el sacrificio de los jóvenes del siglo XXI que han dedicado su vida a un oficio cada vez, menos gratificante.

Al evolucionar el mundo bajo el fenómeno de lo instantáneo, bajo la quimera de lo postmoderno, el arte se ha apropiado de formas acomodaticias que dejan de lado la estética siendo su leitmotiv un insistente sostenimiento, de por lo menos, una forma expresiva que encaje dentro de los parámetros de legitimación tardo-modernista, logrando, a través de la técnica, su performatividad verificable. Esto con el fin de mantener cierto rigor expresivo ante la muerte casi ineludible (anunciada por Lyotard y su séquito de filósofos de la barbarie) de los grandes relatos. En este sentido la poesía de principios del siglo XXI, se ha movido por esta corriente. El auge de diferentes formas de institucionalizar y actualizar el hecho poético tales como los poemas para microprocesador, los poemas performances, los poemas objetos, los poemas plásticos, la poesía holográfica, la poesía fónica, la poesía virtual, la polipoesía, la poesía fractal, la holopoesía, la videopoesía, entre tantos otros, han hecho pensar a muchos teóricos sobre una posible desaparición de la poesía pura y en otros casos, sólo ha llevado a considerar el hecho de que es necesario crear una plataforma particular de crítica para poder abordar el objeto-poema que evolucionando como las especies ha logrado adaptarse a las formas imaginariamente cambiantes, también, del ser humano.

En otras palabras, se ha creído que la poesía ha evolucionado, que ha llegado a una nueva forma de comunicación, en definitiva, que configura el poema como un objeto que ya no refiere la sublimación del lenguaje sino el performance de los distintos recursos de que se hace meritorio. El poema como algo que toma control sobre lo visual, lo plástico, lo mediático y, que en un maremágnum de significantes procura transgredir el espacio-tiempo, intentando instaurarse ya no trascendentalmente sino instantáneamente en la mente de un ser que amnésico que avanza canalizado, bajo un propósito de vida fulminante, tomando de la ventana del tren de su destino lo que el mundo especializado logra darle en sus momentos de ocio o de fuga ritual, para poder soportar la velocidad.

El poema se incrusta en ese paisaje de ventanilla a través de la fusión-objeto y se deja ver-desaparecer en el inmediato campo que el espectador-lector deja desocupado. Pareciera entonces que la poesía de toda cultura estuviera condenada a este evolucionismo estético, a este prometedor arte que más que poesía, sería interesante comenzar a descifrar bajo un nuevo género ya no literario, ni plástico, ni dramático, sino más bien diferente, proteico en suma.

Los jóvenes nacidos entre 1974 y 1985 representados por Andrea Cote, Fadir Delgado, Catalina González Restrepo, Tatiana Mejía Escalante, Eva del Pilar Durán, Viviana Restrepo, Carlos Andrés Almeida, Giovanny Gómez, Sheila Castellanos Barón, Lauren Mendinueta, Jandey Marcel Solviyerte, entre otros, son el conjunto básico que sufrió con total naturalidad el desordenado cambio del mundo. Nacidos con juegos de video que acompañaban sus canciones de cuna, con lipod murmurándoles la información faltante para su examen de universidad, se dejaron, de pronto, seducir por el poder de las palabras de los poemas y de los poetas o de la poesía que en síntesis es lo mismo y comenzaron una larga travesía que a través de múltiples ensayos los llevó a configurar un intimismo reflexivo, ejercicio esclarecedor de las crisis nostálgicas y felices de su pasado y de su experiencia.

A través del poema se dedicaron a inventar mundos propios, se tomaron, como los niños, (estas son palabras de Freud), sus juegos demasiado en serio. Sus poemas comenzaron a hablar de lugares y personajes que logran la calidad de la leyenda. Además de esta formidable técnica donde el poema se consolida como eficaz recurso para instaurar otras realidades, ya no de instantes sino de mundos, su insistencia en la transformación de la historia los llevó también a reconsiderar los mitos y las fuentes documentales del tiempo, arrojando a través de sus poemas otras versiones de hechos y acontecimientos que por medio de sus palabras lograron hacer creíbles.

Los arquetipos aceptados, las verdades, se convirtieron para esta promoción en un material que les sirvió para transgredir y cambiar, su intimismo extraviado en la autenticidad de proponer una poesía recobrante, los condujo eficazmente a reivindicar el momento vivido a través de la fusión entre emoción y reflexión, así es como prudentemente se puede evidenciar su tono poético, su personalidad en crecimiento.

El poeta de principios de siglo XXI en Colombia al parecer es un continuador estilístico de una tradición de orfebrería poética. A pesar de los cambios finiseculares y coyunturales que determinaron la razón de su ser contemporáneo, los poetas que comienzan a escribir a partir del año 2000, intuyeron que el arte lírico era en definitiva la forma precisa para tranquilizar su alma.

Por eso el experimentalismo consumista no fue el terreno apoteósico que conquistó el intelecto de los poetas noveles, más bien el incentivo de sus ensayos se basó en una intrincada investigación ontológica. Aún no podemos hablar con palabras definitivas de una identificación trascendental para este conjunto pero sí se puede hablar de ciertas exclusiones e inclusiones en pro de develar la posible personalidad preponderante en este tono.

Son muchos los jóvenes que escriben últimamente, gracias al divertimento digital, al suministro virtual, el poeta post-moderno puede publicar en cualquier parte a expensas, obvio está, de que su obra se convierta en menos de una hora en un archivo del olvido.

Esta herramienta de doble filo ha conllevado a un afán de muestra, de exhibición que no sólo busca demostrar que se es poeta sino que se reflexiona sobre el hecho poético con compromiso y disciplina. Los chats, los espacios de comentarios poéticos o foros de crítica seudo-poética han fomentado un espíritu ilusorio de ilustrados que des-hablan y extra-hablan de lo que es un poema o un verso.

El mundo actual postmoderno venció y en consecuencia el aglutinado juego de lo instantáneo y de lo desechable pasó a formar parte del discurso calificativo de la personalidad simulada de unos jóvenes que han sufrido hipermnesia debido al gran flujo de información que el mundo sacrilegizador del conocimiento ha logrado otorgarles. Pero el sacrilegio no está en el libertinaje que se le ha venido dando al saber sino en la puesta en equilibrio de la moralidad con que se difunde ese saber. Segundo Bustos, maestro de la Universidad Pedagógica Nacional, afirma que el problema del conocimiento no radica en, a qué manos llega sino a qué cabezas entra. Su sentencia es del todo justa ya que en este siglo de ofuscación informativa el inconveniente con el conocimiento se puede comparar con el dilema de la espada en las manos de un niño argumentado por Borges cuando exponía el peligro de la lectura de los libros.

A razón de que el sujeto postmoderno tiene en potencia, mejor adaptadas sus funciones sensoriales y en consecuencia ha logrado una destreza formidable sobre sus herramientas intelectuales o sobre sus operadores mentales, es evidente la peligrosidad con que indiscriminadamente se ha utilizado el conocimiento.

Las personas introyectan el saber, determinado saber y lo convierten en un discurso que atiende a modas y no a un verdadero discernimiento. En pocas palabras, aunque las ventajas han aumentado en igualdad para todos los seres humanos la demostración de lucidez sigue siendo la misma. Son muy pocos los que logran manipular la caja de Pandora con delicadeza y prudencia. Los últimos poetas colombianos también entran en esta infortunada discusión. A la hora de realizar una pesquisa, de veras poética, de las últimas evoluciones líricas de nuestro país lo que se logra rescatar entre tan innumerable red de información y de publicaciones, periódicos, revistas, libros y demás es un parco grupo.

Se puede decir que los jóvenes verdaderamente poetas o con potencial poético son discípulos de una tradición que ya tiene su reconocimiento ante el mundo como parte de un arte exclusivamente colombiano, por eso, su trabajo se ha basado en una búsqueda de pureza, y aunque han caído en el autocriticismo su apuesta ha sido a favor de un discernimiento estético que evidencia lucidez poética verdadera.



Estos jóvenes comprendieron como dijo Andrei Tarkovski, que “tender hacia la sencillez supone tender a la profundidad de la vida representada. Pero encontrar el camino más breve entre lo que se quiere decir y lo realmente representado en la imagen finita es una de las metas más arduas en un proceso de creación”. Y por eso, en esa búsqueda significativa se volvieron cicloidianos y extratensivos. Tales fenómenos aunados a la hipermnesia y a la adolescencia ontológica marcaron su definitoria personalidad dentro de su voz poética.

Hombres y mujeres marcados por constantes crisis maniaco-depresivas, supersensibles a su entorno y con una capacidad asombrosa de recordación se vienen constituyendo hoy en día como la generación que marca la continuación de la onda íntima del solitario poeta colombiano. El radical definitorio de su poesía se basa en la lectura de sus antecesores, en la comprensión de la poesía como puente colocado entre la búsqueda de recobramiento y la insatisfactoria obra evocativa.

La poesía, dijo alguna vez Bruno Schulz, “es un cortocircuito entre el sentido y los vocablos, una repentina regeneración de los mitos primarios”, estos poetas lo evidenciaron así y tras sus poemas podemos observar esa insistencia por recobrar cosas perdidas. La poesía se convierte en este sentido, examinándola atentamente, en una formidable herramienta para traer no el recuerdo sino el acontecimiento como tal traducido al lenguaje de lo indecible.

Los jóvenes poetas tratan desesperadamente y es mejor decirlo con palabras de Tadeus Kantor, “de reconstruir, con su memoria difuminada, aquello que fue su vida, su felicidad o su miseria”. Y lo hacen con un ahínco sobresaliente, con una insistencia en lo proclive, en lo perturbado, en la congoja, su voz es una voz nostálgica que se pronuncia a orillas del abismo. Al intentar visceralmente dar cuenta de su forma íntima de existencia también observan que en la memoria hay improntas, cosas obsesivas, palabras adheridas a alma como óbolos necesarios para subsistir el onirismo. Un ejemplo, de estas apreciaciones, se puede delatar fácilmente por medio de los elementos recurrentes y la constante persistencia por recuperar o recobrar el pasado en los poemarios de Puerto calcinado de Andrea Cote y Casa de hierro de Fadir Delgado.

Al comprender su propia poética se convierten en fabulistas, la poesía de los jóvenes del siglo XXI se identifica por el carácter fabulista, cuentan historias íntimas con una nostalgia narrativa que procura el atestiguamiento de la existencia a través del poema.

Son poemas largos, versolibristas y en otros casos poemas que procuran una reflexión sólida de acontecimientos, sentires y dudas. Es la poesía intelectualizada con el sentimiento, buscan la imagen ya no como hacedora misma del poema sino como una herramienta alegórica para hacer creíble su poema, su institucionalización del recuerdo. Saben que el poder del poema está en lo que no dice, en lo que hace sentir disimuladamente, en la ondulación seductora de la emoción que refiere.

Por eso sus poemas son cicloidianos y extratensivos. No se asiste con esta poética a una visión lárica o infantil, ni a una poesía superrealista sino a una poesía recobrante, es la generación transitoriamente definida en este ejercicio como la de Los Auténticos Extraviados. Este aciago destino reverencia la poesía de unos jóvenes que han logrado una autenticidad en su palabra pero que dicha palabra transita el paisaje de lo extraviado, de lo perdido, de lo que ellos en sí desde su más recóndito paraíso infantil fueron siempre. Son goliardos entristecidos y lúcidos que enclaustrados en el mundo efímero se dan en generar cosas perdurables.


Sus poemas y es mejor citar las palabras de una de las voces sobresalientes de esta generación, Fadir Delgado:

Dicen que no pueden con tanta tristeza pero no
entienden que los tristes son verdaderamente felices,
porque reconocen el abismo y aún así inventan mares de
colores, conservan los cuadernos de primaria.

Este rasgo develado por una poeta de la generación ayuda a entender el porqué de la insistencia en el pasado que siempre gravita en cada poema. Su palabra busca recobrar indefinidamente momentos cruciales de la vida íntima y universal de un ser humano cualquiera, así lo revelan estas palabras, casi hechas plegaria de Andrea Cote:

Madre: recógeme el sonido de la lluvia en el tejado del abuelo
cuéntame de las noches en que descubrí la sed por los acantilados
y de cómo destilaste el fuego de la luz
para permitirnos el encuentro con nuestros primeros demonios.

El recinto oficial de su poesía es el pasado remoto, el pasado de sus más recónditos intereses poéticos, es aquel que les reveló la criatura atroz del silencio. Ese recinto donde como dijo Catalina González:

Aprendimos el juego del deseo
hasta la vergüenza,
hasta quedarnos sin cuerpo
ni espejo.

Al aprender a conjugar ese tiempo verbal con su carne se convirtieron en poetas, pero en poetas fatales. Tanto en Andrea Cote, como en los demás progenitores de esta nueva poesía se evidencia que su alimento lírico está en la congoja.

Son esos seres poéticos que como afirmó Tatiana Mejía tienen “la tristeza del abismo”, y ese vértigo nostálgico en palabras de Fadir Delgado:

No es crueldad
es la sola necesidad de existir.
de pertenecer al mundo y extraviarnos.

Este grupo de formidables poetas que llegarán a consagrarse en el futuro no sólo demuestran un estilo homogéneo sino que a través, de sus poemas también, develan sus incertidumbres y sus propósitos.

Entre los principales proyectos podemos anotar el que determina la voz de Andrea Cote: “añora que luego del tiempo aún conservemos la memoria”. Porque para estos poetas jóvenes como dice Fadir Delgado:

Sólo falta descubrirnos, y salvarnos de no entendernos

Poco se ha hecho difusión de esta poesía netamente innovadora, poesía ciclotímica y extratensiva, auténticamente extraviada entre el poder evocativo y el milagro instituyente del recuerdo o de la vida. Por eso al leer los poemarios de este grupo se siente que se está leyendo algo intempestivamente estrepitoso, hay algo que lleva a ver esta poesía con cierto maravillamiento y a la vez con cierta cautela porque en la lectura de los poemas de estos jóvenes uno no “atina a pensar que llegarían así, sin trueno, sin disparo”. En sus poemas se observa cierta preocupación por la perduración o como dijo Piedad Bonnet, se siente en los versos “la necesidad de transformar la experiencia en palabra”, el lector queda obnubilado en esa reivindicación que suspendida en la pupila de los recuerdos lo hace reflexionar acerca de los momentos más obsesivos que marcan la existencia, su poesía, en conclusión y con palabras de Juan Manuel Roca, “revela un impulso por no escamotear ni la tragedia, ni el olvido”.


Son la Generación de los Auténticos Extraviados, los verdaderos fabulistas de la intimidad que encadenados a la voz mas tradicional de nuestro país (José Asunción Silva, Porfirio Barba-Jacob, Guillermo Valencia, Eduardo Carranza, León de Greiff, Luis Vidales, Aurelio Arturo, Héctor Rojas Herazo, Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus, Juan Manuel Roca y Piedad Bonnet) y lectores alertas de los más recientes representantes de la poesía mundial (Juan Gelman, Jorge Boccanera, Pablo Narral, Diana Veléis, Mirta Rosenberg, Eduardo Mitre, Haroldo de Campos, Thiago de Mello, Paul Dutton, Louise Warren, Ana Istarú, María Montero, Antonio Conte, Oscar Hahn, Jorge Enrique Adoum, Claribel Alegria, Timothy Pratt, Margaret Randall, Carmen Matute, Yasus Afari, José Emilio Pacheco, Juan Bañuelos, José Luís Rivas, Elvio Romero, Javier Sologuren, Antonio Cisneros, Juan Calzadilla, Eugenio Montejo, Mateo Morrison, Louise Wondel, Rafael Courtoisie, Ida Vitale, Luis Bravo, entre tantos otros), generan a partir de su enriquecimiento lírico el eslabón siguiente en esa gran tradición que es la poesía colombiana.

No han institucionalizado aún su voz madura, son aún iniciados de una voz indispensable para la poesía en Colombia, son la continuación de una historia poética verdadera, son los albaceas de una lírica incuestionable. La poesía en Colombia deviene de ese íntimo solitario, de ese introspectivo que canta y se silencia con incertidumbre y discernimiento acongojado siempre en nuestro corazón. Los de esta generación lo entendieron así, y a través de sus poemas están tejiendo esa odisea lírica que identifica nuestra personalidad poética. Por eso lo mejor que se puede decir para terminar este examen sobre la poesía de la última cosecha colombiana, es que se muestra como una poesía que ha logrado configurar una nueva manera de poetizar el dolor, el vértigo, la nostalgia, el recuerdo, que es una poesía prometedora que vale por sus características eufónicas y epifánicas, por su ritmo confesional o íntimo y que su tono y elevación reflexiva y monologizante resignifica una tradición y en consecuencia la trasciende.

No se puede augurar aún cuales van a ser los cambios que van a lograr pero se puede deliberadamente conjeturar que ya los están realizando, Fadir Delgado, mejor que nadie reconoció esta especulación en su poema “El quejido de los dientes” Al decir:

No se entiende aún por qué hemos llegado, pero es claro
que no estamos aquí para crucificar la palabra o para decidir lo que se debe
hacer.

Es cierto. La poesía seguirá creciendo, buscando con cada generación su voz propicia para identificar el dolor y la alegría de un determinado tiempo, Alfonso Carvajal dijo que “cada época posee su porte, su mirada y su gesto”, estos poetas ya tienen esas cualidades. Entendieron temprano que la poesía, como dijo Pedro Serrano, “es ese lenguaje que implica hacerte responsable de tus propios sueños”. La crítica literaria, en consecuencia, sólo tiene la responsabilidad de darle el valor que merecen desde los diferentes argumentos y perspectivas, desde los diferentes temas-problema que se encuentren en sus obras, cualquiera que sea su naturaleza.

Algún día se hablará de los auténticos extraviados como una generación dentro de la tradición colombiana que tenazmente instauró la taumaturgia del poema recobrante y que con esa creación logró definitivamente todo. Es justo pensar así, ojalá sea así.

6 comentarios:

Lauren Mendinueta dijo...

Quiero felicitarte por tu futuro libro. En Colombia urge la reflexión. Ojalá los poemarios circularan mejor, porque aun entre nosotros nos conocemos y leemos poco. Pero supongo, que como tú anotas, las similitudes generacionales son muchas. Un abrazo

Lauren Mendinueta dijo...

Por cierto, te invito a visitar mi blog

laumendinueta.blogspot.com

Tus colaboraciones son bienvenidas.

santiago dijo...

Es para mí un gran placer literario encontrarme una poeta que nos ofrece tantas estéticas, tantas imágenes exquisitas, como Fadir Delgado. Muy acertado en incluirla en este texto. Bella es su poesía, bella es su palabra. Larga vida para lo que haces Fadir.

ZEUXIS dijo...

Muchas gracias por sus lecturas.

Lauren sigo muy amennudo tu blog, espero sigamos en conversación, un abrazo.

Santiago me halaga tu comentario y pues hombre espero que sigas así de curioso por nuetsras nuevas letras colombianas

Anónimo dijo...

Felicito el ejercicio reflexivo en torno a la creación poética en Colombia.Más de estos trabajos urge entre queines afirmamos la vida, incluso con palabras.

Anónimo dijo...

Thank You for the awesome page ? I love reading it!