Había días para hacer el amor,
Para encaramarse encima y aplastar toda la pasión,
Días para eyacular adentro sin miedo,
Días precisos para hacer un hijo,
Para moverse perfecto y sentir el gemido.
Había días oscuros que tocaban y pedían,
Días desnudos, apenas oportunos para retozar
O dejar que la sangre se fuera secando entre las sábanas.
Había días casi perfectos para llorar después
O sentir que no había otra cosa mejor que hacerlo,
Días de inseguridad, como controlando la avidez
Y llevando toda la rabia en los empellones lanzados contra el cuerpo.
Había días de romperse las ganas hasta quedar dormidos
Y otros tan atiborrados de la imagen erótica que no se podía cerrar los ojos;
Días para borrarse uno mismo y sentirse tan desconocido en lo desnudo,
Días apenas fingiendo que no se quería
O que se podía apenas tener allí adentro todo el deseo.
Había días de hacer el amor con amor
Y días de hacer una cosa tan de sudor y fuerza
Que no alcanzaba el cansancio para quedarse dormido.
Había días de amar a una y a otra y de terminar tan solo
Y días para prometer toda la lealtad que bastara para el instante,
Para jurar la vida, días sinceramente para la piedad o el martirio.
Había días de mujer en celo y días de mujer obsesionada,
Días de mujer enferma de un sexo que no bastaba para asegurar la fidelidad
O días de mujer consagrando en la entrega la más rotunda idea de la fe.
Había días de no comprender la impotencia erecta en la monotonía,
Días tan cansados de lo mismo en tantas diferentes
Que no bastaba nunca echarse a dormir como si no se supiera.
Había días de hacer el amor como si fuera la primera vez
Y días para sentir que todo estaba acabado.
Había días para hacer el amor
Y otros…
Simplemente…
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