08 septiembre 2013

LA BIBLIA DEL OSO (EXTRACTO DEL LIBRO INÉDITO)

LA BIBLIA DEL OSO


No deis lo santo a los perros,
 ni echéis vuestras perlas delante de los puercos; 
porque no las rehuellen con sus pies, 
y vuelvan y os despedacen.
Mateo 7:6


Antiguo testamento


¿Qué es eso que sube por el desierto
Semejante a una columna de humo
Cantares 3:6

PENTATEUCO

En un estuche de cinco rollos
El patriarca,
Pastor de calamidades,
Sacrificó una a una sus ovejas
Hasta dar con la entumecida fiera.

La desértica aldea
Ardiendo en fiebres frenéticas
Siguió hasta su muerte
El espejismo,
La escasa trasparencia:
Esa luz perdida
En las cataratas del abuelo


GENESIS

Se vieron desnudos.
Entonces,
Con las llamas del arco-iris
Que sirven para quemar
El degradado color de la tarde
Prendieron fuego al paraíso
Y abrazados,
Se fueron a poblar
La otra tierra:
La tierra prometida.



ÉXODO

Figura de legislador
Que intuiste el desamparo
Te fue preciso nombrar la espesura,
El sueño,
La ilusión de la princesa,
Y la morada
Para derrotar la majestuosidad de las pirámides.

Sin embargo
Los robaste y taumaturgo
Comenzaste a nombrar a horcajadas
El camino más certero del destierro.

Poblaste la memoria
Con impetuosas aventuras
Y como si nunca
Hubieses invadido la tierra
De los pastores de Cannan
Con un golpe de báculo
Fundaste la identidad de los perseguidos.



LEVÍTICO

La convergencia de la muerte,
Las volutas del detritus,
El polvo-insecto aferrado al sudor
Te hablaba de la desaparición.

Para que el sacrificio
No fuera horda, llenura,
Simple hartazgo de la malaria
Precisaste un compendio de silencios.

El sol vigilante de tu paso,
De tu desorientada fe entre las dunas
Colaboró con espejismos
Y así fundaste la ley de las liturgias.

En medio del desierto,
Creaste la primera eucaristía:
Leyes para consagrar
La pureza de la sed.



NÚMEROS

El dedo atributivo,
Como señalador
De intocables salvajismos
Pudo en las cuentas, en los astrágalos,
En las meras calaveras de la caravana
Restringir el clamor de los sublevados.

Lo seco
Lo enteramente erosionado de los rostros
Lo describiste con números contundentes
Y fuiste implacable a la hora de calcular la sangre.

Contador de ovejas para dormir bajo la sed,
Te fue necesario recoger las huellas
Para dar con el oasis.

Uno a uno
Les impusiste un  número
Creyeron en un orden
Mientras ocultabas bajo llave
Tu inventario

Una cosa queda
De tan monstruoso laberinto
La rustica prueba del censo,
El recuento de todos tus desmanes,
Los huesos.



DEUTERONOMIO

Todas las tribulaciones
Eran la sombra bajo sus pies
El pueblo necesitaba de una compasión
Y enunciaste el discurso
Para crear la masa

Pletórico de malicias
Tu vejez necesitaba de un oráculo,
Un pedestal para parques y avenidas

A tempranas horas
Tu voz disipó el rocío.
Leyes para recordarte
Para hacerte eterno
Se incrustaron en la arena

Pero fuiste más.
Lo fantástico vino a ti sin atisbarlo:
Mientras otros te enterraban en el barro,
Mientras otros escupían tus barbas
Y tu engaño,
Otro tú,
Pronunciando
El pasado como arrepentimiento
Sellaba para siempre
El pacto:
Primer contrato
Firmado a ciegas
Por los corderos.

La historia
Sigue en vilo,
Se pregunta,
Inquieta,
Cuál de los dos
Soñaba.

HISTÓRICOS

Hubo una tierra en algún lugar,
Una acumulación de promesas
Que piedra  a piedra
Fueron creciendo,
Vacilantes,
A través de la arena.

Reyes nacieron
Y desaparecieron igualmente
Y otros tantos
Causaron la imaginación.
Fue la época de la postulación,
De el oro bruñido con sangre
De las extrañas formas del promulgar el reto.

Había dioses acechando desde los espejos
Desde el miedo, desde el llamado de las bestias.
Eran tan poderosos y no eran hombres.
Tu pueblo no tenía nada,
Necesitaban de una mitología
Y crearon el coraje:
La piedra en la honda,
La cabeza cercenada del gigante
En las manos de un niño



JOSUÉ

Ángel Del Exterminio,
Inaugurador de la inquisición,
Cuántos niños inocentes
Tuvieron que morir bajo tu espada.

No te bastó con dejar desierto,
Todo el desierto,
Con tus tantas visiones de delirado.

Mandaste tocar los shofarim
Para acallar todas las ceremonias.

Qué oscuro pacto guardaste en el arca,
Qué oración proferiste para que, el sol,
Temeroso,
Se detuviera.

En que transparencia te forjaste
Y de dónde la fuerza de tu mano
Que conjuraba la tiniebla.

Poseedor del destino
Ahora tus huesos
También son polvo.




JUECES

Comenzaron arando
Intentando comprender la quietud,
El calor de la morada,
La tranquilidad de no ser perseguidos,
Más su corazón, no pudo,
Tenían demasiadas fugas enconadas en el miedo.

Había tanto frenesí abatido,
Tanto dios sacrílego,
Que era necesario sentenciar,
Clavar estacas en la frente.

Poesía épica
Borboteando de las fuentes.
Ardiendo por entre los postigos,
Sacrificando la hija adolescente
Y los 300 púberes,
Fueron los brazos del candelabro
Los que en  las noches
Pudieron dar lumbre
A las doce tribus confundidas.

Patria embobalicada,
Atestada de libertadores,
Qué insomnio,
Qué adobe o techo de paja
Pudo haber quedado tan maltrecho
Para entregar
Todo el futuro
A los corregidores.




RUTH

Todo se agota
La fuerza se convierte en agonía
Y la voz en gemido.

El traidor se convierte en misionero
Y la gravedad,
Sopor incesante,
Se muda, poco a poco,
En la prueba de la desesperación,
De todo el desapego.

Tras el saqueo del vacío
Y la embriagante ilusión de la calma
Una mujer
Buscó lejos de toda coincidencia
La tranquilidad
El sosiego de labrar la tierra con sus manos.

Campesina solamente,
Que al saludar con humildad,
Como extranjera,
A los transeúntes dueños de la fe,
La consideraron apta de los rezos.

 Así de graciosa es la mirada
De quien
Vuelve la espalda
Sin miedo.

Como todos los inocentes
A aquella pastora
Le fue impuesto
Cargar
Con el favor de un dios
Que le concedía la licencia

De seguir viviendo 

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