“Finalmente estás cansado de este mundo antiguo”
Apollinare
Toda ruta me deja siempre en la entrada de la infancia,
Todo paisaje, en vano, se columpia en el patio inofensivo,
En el solar donde pastan los primeros rumores de la soledad,
Y tal vez, también, algún día, las últimas pretensiones de la errancia.
Y viajo gastando, al toque, el instante que se esfuma.
Se de esos rincones donde lo invisible se adhiere al color
Y sangra.
Donde se expone, el silencio, peligrosamente a la palidez o al simulacro,
Y he comprobado, que el presente,
Tiene una estela parecida al ruido de la lluvia en la nostalgia.
Árboles al paso, ciénagas, meras nubes allá arriba,
Esos han sido mis retratos del camino, como palabras borradas,
Como pintura empujada hacia el recuerdo.
El mundo que recorro me ha enseñado a envejecer,
A contemplar con más serenidad las distancias, las meras circunstancias.
Los transeúntes en sus calles, los lugares de la rutina y los cansancios
Han sido la provocación, muchas veces, para enamorarme de la cotidianidad.
Poco a poco, esa lista de mercado y descansos en los parques
Se han convertido en el embalaje cabal y denunciante
Para llenar de sentido, y con prudencia, mi existencia.
En cuartos pequeños como un pensamiento
He amado como si fuera la última vez: tan sólo acompañando,
Apenas diciendo algo; tenazmente, procurando no olvidar.
Y he amanecido con ganas de rehacer, sagradamente, algunos días.
Siempre se puede desear,
Recorrer un hemisferio tras un olor dulce en la memoria,
Y Siempre
Hay noches para delirar con toda la piel a la expectativa,
Como para sentir, que Estar, a veces,
Consiste en quedarse tranquilamente dormido
O en, a lo mejor, lograr sonreírle a una pared
Como si se avistara un crepúsculo.
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