03 agosto 2013

Despertador.


Y hay que aprender a decir
A dormir bien bajito debajo de uno mismo
A soportar, a pesarse casi hasta perderse en los huesos.

Pero hay que intentar invadir,
De atrás pueden venir los días con sus cargas nebulosas,
Con su humedad taladrando el frío,
Y ese escalofrío que se sabe es la vida.

Y uno tiene que desayunar con algo,
Vestirse para mitigar el tiempo,
Cruzar por aquí o por allá
como si estuviera indicada toda señal para decir un hasta luego.

Pero uno siempre tiene su momento,
Su errancia, la felicidad como un gris veloz en el asfalto
Y uno sabe de esas nomenclaturas de perdido
De perder todo para poder ponerse cualquier libertad como remolque
Para atisbar en las salidas las llegadas o
Para comenzar  a sufrir con toda la tranquilidad que deja una sonrisa en la tristeza.

Hay que pegarse duro
Mirar
En directo ciertas tentaciones
Escuchar el miedo como se sabe de los ladridos de los perros
Y esmerarse en caminar como quien le preocupa la tardanza
O las voces que saben decirte que te falta sexo o locura en la cabeza

Hay lugares para poder secarse
para curtir entre lamentos lo que no se hizo
Para hablarse a solas
para poder colgarse y zarandear con gusto al desprecio
Y uno sabe que se está pudriendo

Y uno sabe que es feliz, que cabe más,
Que de querer se busca hasta perderse
Que el hueco que parece lleno no es más que nada
Para dar la información exacta del olvido

Y uno se hace
Haciendo como quien voltea en una una esquina con temor que lo sorprendan
Y está bien que una mano salude a otra hasta perder la cuenta
Y uno mire más otros desmanes y evada la mirada para disimular el hambre.

Es que el aburrimiento nos llega como una coartada de improviso
Y está esa clausura de lo que cansa pero al final termina siendo hasta la vida
Y entonces uno nombra el inventario
Y se pone a contar monedas o a presagiar la falta tan tremenda de un paraguas.

Así es como se va rindiendo, poco a poco se aprenden ciertas frases enfáticas
Para comenzar a controlar la infancia o las tremendas excusas del coraje
Siempre se prepara tarde todo lo que al instante se señaló como emergencia
Y comienzan los achaques
 Y ya no se puede con los cálculos certeros que se empotraban entre el miedo
Se olvida en la costumbre cierta forma de entregarnos al afecto
La piel lisa se va malogrando y comenzamos a extrañarnos
Y está bien que la palabra precaución se vuelva un accidente
Y que la cotidianidad parezca un beso.

Por eso hay que sobrellevar la resequedad en medio de las lágrimas
Pensar como quien olvida algo y aprender a decir
Aunque sea sólo un chiste
Un mero chiste
Toda esta bulla sonámbula
Que se desprende  ante una alarma.

Y uno vive

Aunque no sea cierto…

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