02 diciembre 2012

Antípoda.



Mi país de bultos de hombres arrumados como papas en descanso,
Mi país donde concentro mi sufragio para multiplicarme sin revelar la derrota,
Mi país  incendiado en oro, unido por la diversidad de la sangre del orador,
Del toro nostálgico y cornamenta encadenada al pasado y sangre humillada.

Ríos que son océanos entre la nieve pastosa de los escrúpulos aguijonan las cañas del aire;
Es sólo un miedo de revelar la carabela que zarpó desde la negación limité de la última situación.
Pero hay días para poder rebanarse la piel que llevaremos antes del fantasma, hay navajas ebrias.

Mi país de nariz profunda para esnifar el blanco de la muerte manchó el pañuelo con sangre,
La túnica de los ángeles, la sal anhelando espejos azules como lunas perdidas en los ojos del lobo.

Yo hablo de una cuna, un camello, un odio y el breve arco del centauro,
Yo hablo de archipiélagos que semejan,
De países con una sola pata reciclando puños de protesta.
Yo hablo de mi desgarramiento,
De este perdido hilo de Ariadna en mi abismo.
Yo hablo de mi silencio,
Mi catarsis,
Mi catacresis.

Quisiera a veces renacer en una isla,
Pero sé de arrecifes que se volvieron gente hasta derrumbarse por la orilla.
Yo que a veces estoy tan lleno de mí,
Tan apretado en este inquilinato que se convirtió en mi barco y en mi rostro.

Hay días que mi país rueda y queda al revés antojando la siniestra imagen del no decir:
Es como si un cántaro comenzara a agrietarse para descubrir el desierto.

Mi país es insular como las aves que llevan su propio paraíso alumbrando el abismo,
Mi país llueve hasta anegarse de burdeles donde sangran estas elipsis de resentido.

Pero hay un hombre de Java que me mira como insistiendo en los huesos que le adeudo:
Dos millones  de años apretando la rabia, rehaciendo la mano para sorprenderme en la caricia,  
Preparando los ojos idos para el cadáver, dos millones de años soñando y sin embargo...

Mi país tiene  tropas navales ancladas en selvas donde los cañones se oxidan grabando un eco,
Mi país construido con estupas, peregrina haciendo rosarios para decir que morir es buscar la paz.
En mi país agonizó el devorador de las alas que sólo podían verse cuando volaba: murió sin volar.
En mi país las serpientes florecieron hasta poner en la entrada de sus casas la quimera y el cóndor.

Yo creí en Dios aunque su nombre fuese en vano,
Intenté ser justo y me civilicé aunque olvidara lo humano,
Fui sinécdoque  a pesar de que me desmembraron
Y voté sin tener ningún atisbo de mi sabiduría.
Esos ejercicios de sonámbulo los aplaudieron con progreso y bienestar,
Al final quedé palpándome, resignándome a no existir.

Mis orangutanes y mis volcanes silencian al hombre que se hace ceniza en mis recuerdos.
Este búfalo domesticado ya sólo sabe surcar el desasosiego.

¿Dónde mis marionetas, dónde mi país profundo como un adiós?

Mi voz se detiene a esperar la rabia, el grito como una piedra.
Me astillan todas las vidas de mi vida,
Arruiné la flor antes de lanzarla a mi país enterrado
Una mujer violenta como los tsunamis
Comprendió la razón de aquel funeral diametralmente opuesto a mi corazón:
pájaro muerto entre mis manos.

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