15 noviembre 2012

Little Children





Una película sencillamente compleja, Todd Field, recrea la vida de un pueblo a través de la tensión sexual heterogénea que subsiste a un grupo fortuito y alarmante; Por el lado fortuito tenemos el reconocimiento de unas parejas que van profundizando con angustia en sus fantasías más ocultas y en la posibilidad de desahogarse realmente; también a este grupo pertenecen las familias inquisidoras de sus propias pulsiones que al reprimir pasiones van señalando y sonsacando un placer negro a una moral mojigata y absurda; Por el otro extremo, lo alarmante se basa en un sólo tipo, un hombre trastornado y arrinconado por su enfermedad y por la desesperación de querer encajar dentro de esa pocilga infame que le imprime la sociedad. El excibicionista concentra el hilo que tensa la historia, desde él podemos ir formulando los juegos peligrosos sobre los cuales cada ser va perdiendo su identidad, donde el despoblamiento llega a sacudir la entraña misma de las máscaras, mujeres con perversiones absolutas escondidas bajo el delantal y la prudencia de la rectitud o la baraja violenta de un perdedor dedicado a sellar su pasado a través de la persecución como mordaz juego de catarsis de sus propios karmas es lo que nos va ofreciendo la cinta poco a poco por medio de esa voz en off que contagia y seduce. 

Uno de los recursos llamativos de esta película se basa estrictamente en ese anodino uso de la voz que nos narra y se va metiendo dentro de la conciencia misma de los personajes hasta convertirse en la conciencia misma de la historia. la fotografía es otro detonante, es una imagen fina, que sólo he visto en pocas ocasiones y que resalta el paisaje sureño y de suburbio de este de los Estados Unidos. la fuerza demoledora con que la imagen impresiona mostrándonos el aburrido pasar del tiempo, la repetición y la cotidianidad fortalecen antes que  debilitar a la obra.

Si bien la labor ofrecida por Kate Winslet y Patrick Wilson no logra impactar con tanta fuerza de desamparo como la que hace con suficiente prestigio el gran Jackie Earle Haley, este actor que nos asustó desde niños siendo Freddy Krueger, llega a esta película para enternecernos con el papel odiado de un pervertido exhibicionista que sufre en la soledad su incapacidad de relacionarse sexualmente.  

El filme logra su cometido, sólo hasta el final vamos viendo ese oscuro desenlace que une todas las vidas y todos los placeres ocultos, el desenlace nos lleva a comprender y  asistir la soledad y el martirio , las insatisfacciones, los sueños muertos, las torturas internas.

Una película para ver desde adentro, desde ese mismo desaliento que nos lleva a muchas veces a buscar el salto en el vacío.

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