21 octubre 2012

ZEUXISMO PLURIMORFO


TEORÍAS A VUELO DE  PÁJARO.



Sobre el teatro de la autopsia

El teatro de la Autopsia es una idea transgresora proyectada con el ánimo de profundizar en el marasmo del alma humana por medio de la interpretación parautilitarista de las intenciones, actos y consecuencias que trae todo comportamiento humano. Su principio básico es la autoinspección; por eso en el teatro de la autopsia el actor y el público son personajes más que van explorándose y encontrándose en la profundidad y complejidad que contenga la posesión de la obra.


Sobre la estética de la neurosis

La estética de la neurosis está concebida como aquella teoría de la literatura que se sustenta en 10 proposiciones a tener en cuenta así:

1. El hombre es un fenómeno único e irrepetible, consciente de su existencia.
2. Dicho fenómeno está determinado por las variables indeterminadas del espacio y el tiempo que posibilitan la historia y la experiencia.
3. La conciencia sólo es el resultado de la historia y la experiencia y su fin es posibilitar en el hombre la explicación de su aparición como fenómeno en el universo.
4. Dicha explicación es demostrable a través del lenguaje, logrando ser éste, expresado, desde sus múltiples formas de comunicación.
5. Cada fenómeno a través de la conciencia traducida al lenguaje posibilita una visión esclarecedora del universo.
6. La estética es la visión intelectualmente sensible que sirve para esclarecer el universo a través de las impresiones y los sentimientos que dan cuenta de una existencia determinada.
7. La neurosis por su lado es en cambio un estado hiper-excitado de angustia adaptativa de la conciencia que controlado intelectualmente sirve para percibir y experimentar los efectos del universo.
8. La visión estética unida al estado neurótico establece la teoría de estética de la neurosis que se concibe como un paradigma de entendimiento del universo centrado en la caracterización psicolingüística.
9. La poesía de la autopsia es una de las técnicas que mejor evidencia el paradigma de la estética de la neurosis.
10. La poesía de la autopsia se caracteriza por narrar autorreferencialmente las experiencias que un hombre a lo largo de su existencia va construyendo para dar explicación de su aparición en el universo.
11. En este sentido el hombre es un ser para el recuerdo, un ser para el testimonio.

para poder sentirse e ir reconociéndose por debajo de la piel, más allá de lo que nos refleja el espejo en las mañanas nos es necesario tener un escalpelo y ser demasiado radicales a la hora de empezar a despellejar el alma.


Sobre los biotipos fórmicos

Para que un hombre-escritor logre interiorizar y manejar adecuadamente el paradigma de la estética de la neurosis es necesario que se caracterice por:


1. tener una escritura netamente personal de búsqueda mística de los procesos psicosociológicos que se dan en la existencia.
2. tener altas dosis de abreación, su fin es proyectar a través de su escritura fuertes descargas emocionales.
3. ser cicloidiano, o sea, que toda su escritura se estructure bajo componentes maniaco depresivos o maniaco histéricos.
4. ser contrafóbico: en el contenido de sus develamientos poéticos siempre debe procurar el enfrentamiento autorreferencial cismático y heterodoxo, por medio de introyecciones, a las experiencias o recuerdos vitales.
5. y ser hipermnésico: su aumento de la memoria es netamente visceral, o sea, debe tener memoria visceral ya que el escritor se detiene específicamente en retener impresiones y emociones fuertes que se intuyen a través del escepticismo intelectual experimentado con las cosas.

La estética de la neurosis abarca la poesía de autopsia, métrica y versolibrista como también el epígrafe, el postfacio, el ensayo, el tratado parautilitarista textual y la nota al filo del espasmo.


Sobre las operaciones básicas para llevar un estudio literario para-utilitarista

Lectura de acercamiento o lectura base - lectura relacional. Nos permite saber que es. introductoria
Lectura blanco- Conducta blanco. Es la forma en que se va a tomar el texto interrogativa o problémica
Lecturas operacionales- definiciones operacionales. Desde dónde y para qué funcional
Lectura abierta-conducta abierta- lo que se encuentra y se espera con las lecturas operacionales. Hipotética.
Escritura proyectiva- planifica lo que se desea poner.
Escritura criterial- define los aspectos que sobre los que se va a escribir a parir de 1. objetividad, 2. integridad y 3. claridad.
Escritura crítico-creativa de necesidad satisfacción: la que complementa e individualiza al lector-escritor del texto escrito-leido.


Sobre los Aspectos que se observan en un estudio para-utilitarista:

El aspecto lingüístico.
El aspecto moral
El aspecto estético
El aspecto auténtico




Sobre la teoría del para-utilitarismo textual.

El para-utilitarismo es la teoría de crítica literaria de método inductivo que se refiere a la creación textual observando a ésta como una díada subjetiva  que se construye por medio del estilo y la forma. El para-utilitarismo busca estudiar psico-lingüísticamente los textos teniendo una posición exógeno-analítica ante la escritura del “otro”, o sea, un análisis que sea crítico a los intereses que produjo el texto en sí.

El para-utilitarismo es la teoría que convierte el texto no en un objeto instrumental que denota fines, interpretaciones y concepciones diferentes sino que lo observa como una necesidad-satisfacción subjetiva del lector, en esta medida el para-utilitarismo da cuenta de esas diferencias que se encuentran determinadas por el lector y su relación con el texto.

El para-utilitarismo difiere del texto como “órgano” y lo instala en otro texto como necesidad-satisfacción de y para, de esta forma deja el carácter de “medio” y se convierte en “voluntad” que hace posible la representación misma; el para-utilitarismo rechaza los métodos deductivos que representan posiciones cerradas de significación ya que por el contrario el para-utilitarismo busca es multiplicar los significados y contraponerlos contra la percepción propositiva que tiene el crítico sobre un texto.
El estudio del texto como necesidad-satisfacción del escritor no comunica fidedignamente esa necesidad-satisfacción, sólo parcializa significados y categoriza conceptos; en cambio el texto como lectura, representa, la necesidad-satisfacción que obnubila al lector y que lo lleva a ser cómplice y secuaz, en consentidor y modificador, en sujeto pasivo y en sujeto activo de la continuación e inmortalización de un algo nuevo que se pone en el mundo. El para-utilitarismo propugna por el predominio de la subjetividad en la objetividad que se mediatiza en la lectura, proporciona referentes de concepción y significación ofrecidos no desde el escritor, no desde el crítico, sino desde la necesidad-satisfacción que se promueve y se crea en cada lector.

La crítica para-utilitarista en este sentido esta conformada por momentos específicos de atención y reflexión. Es imprescindible que el crítico para-utilitarista “cosifique” la escritura como un algo que puede expresarse más allá de los signos lingüísticos.

El primer momento de una crítica para-utilitarista esta basado en la “lectura base” o “lectura de acercamiento”: este tipo de lectura es de tipo relacional; acerca dos desconocidos y los introduce en un lenguaje compartido que los dialoga y los hace dialogar, la lectura base debe mostrar en el lector aquella necesidades; impresiones que deben ser satisfechas a partir del estudio para-utilitarista.

Al reconocer esta necesidad-satisfacción que el texto demanda, el crítico pasa a una “lectura Blanco” en donde formula el interrogante o temas problémicos que serán tratados. Esta lectura blanco tiene un carácter orientativo que hace posible lo que se desea ya que postula la significación del nivel siguiente.

El nivel de la “lectura operacional” se distingue porque en él, el crítico o lector posiciona fines y usos  a la lectura desde su necesidad-satisfacción, tales usos y funciones son proyecciones sintéticas de lo que se revela en la mediatización lectora.

Reconocidas las necesidades-satisfacción, el lector comienza una “lectura abierta” que  es el nivel de proyección de hipotéticos que se dan desde el mismo texto a partir de los significados fórmicos: señales que deja el artista en su estética.

Identificados los fórmicos  y la fórmica (estilo-forma) bajo la cual el escritor modifica su literatura, el crítico posibilita entonces sus hipótesis de representación de los “formables” (significados que nacen de la poesis y stilus) y postula diagnósticos de conceptualización sobre las señales, trazando relaciones entre los símbolos auténticos que devela el texto. La lectura abierta es de esta forma el último instrumento cognitivo que proyecta el crítico sobre el texto y que orienta la posterior creación crítica para-utilitarista.

Todo texto deviene de una fórmica (forma-estilo del escritor) que se posesiona sobre su literatura y que lo diferencia e identifica. La fórmica sin embargo se crea gracias a los biotipos conductuales (personalidades estilísticas) que se dan en el individuo, gracias a ello podemos identificar cinco biotipos fórmicos en toda creación artística:

  1. El ciclotímico: creador práctico, realista y concreto.
  2. Impulsivo: artista obsesivo  ansioso y bastante pragmático
  3. Introvertido: autor neurótico, simbólico y abstracto.
  4. Hiperactivo: creador excesivo,  maniaco-depresivo y sugestivo
  5. Anulador: artista represivo, paranoide e impertérrito.

A partir de la identificación de la fórmica, los fórmicos y orientado según los formables el crítico comienza su escritura propositiva.

Tal ejercicio se da gracias a tres operaciones básicas intelectuales:

La primer operación es la de la “escritura proyectiva” que sintetiza y articula la lectura operacional con la lectura abierta. La escritura proyectiva forma el “esqueleto” de lo nuevo que se va a poner en el mundo. Esta operación estética reduce el número de “difussus” que pueden darse en la escritura.

Reconocido el “esqueleto” el crítico procede a realizar una “escritura criterial” la cual define los aspectos sobre los cuales se va escribir en el esqueleto a partir de una “personalidad estética” resultante de la objetividad, integridad y claridad que demande el texto estudiado.

Por último y para formalizar el producto de la crítica para-utilitarista el creador crítico comienza la “escritura anagónica” o sea aquélla que complementa el texto estudiado y a la vez individualiza el nuevo texto bajo una fórmica propia del lector-escritor sobre el escrito-leído. Toda creación para-utilitarista es un infra-lenguaje que se meta-textualiza y que recibe como nombre propio: “hiperésthesis” texto que muestra un algo más allá de la sensación.

La estructura para-utilitarista lingüista esta revelada así:

1. todo objeto de lectura en sí (a) es percibido aparencialmente (pa) y simplificado por una imagen (s) que da como resultante un significante, un símbolo (z).
2. toda percepción reflexiva (pr) unida a una representación grafica (rg) y a una representación fonética (rf) da como resultado un significado (x).
3. la díada entre significante (z) y significado (x)  crea una convección lingüística (y).
4. la conversión fórmica  se da gracias a la discordancia que se da entre la multiplicación o fragmentación de las convenciones lingüísticas (y) y entre la percepción propositiva, el formable (F) que da como resultado definitivo el signo fórmico (Y).

La ecuación está elaborada de la siguiente manera:

z
 
1.         a pa        
                 s   

2.         prU rg + rf  = x

3.         z + x = y
 
4.         y / F = Y.
El para-utilitarismo es una teoría de crítica literaria que representa al crítico como un creador auténtico que reconoce que “toda obra imaginativa tiene una conciencia de sí misma y es intencional”.

Por eso el para-utilitarismo reconoce que el crítico es quien inventa nuevas formas o como dijo Oscar Wilde: “para el crítico, la obra de arte, es simplemente, una sugestión para una nueva obra propia, que no necesita presentar de modo forzoso alguna semejanza evidente con la cosa que critica”.

“La crítica autentica para-utilitarista no critica simplemente la obra de arte individual, sino la belleza misma y llena de maravilla una forma que el artista puede haber dejado vacía o no comprendido o comprendido de forma incompleta”.


Sobre el poema-grifo

Toda creación se convierte en negación de la intención humana. Y la palabra es la propiciadora de este, ya no uruborus cósmico sino de este disparo que va tenaz hacia una diana que es al mismo tiempo el asesino que dispara. Creer en un eterno retorno es concebible, y para poder negarlo tendríamos no sólo que acabar con los dioses a partir de la gramática o despoblar al mundo de toda teoría sino que habría que extinguirlo hasta del más mísero amague del signo.

El hombre bajo la propiedad primitiva, tropezándose contra lo nuevo. Esta serpiente  que se muerde la cola no se lograría sin que ella  misma pudiera morderse la cabeza.

Una sola reliquia de signo mantendría el eterno retorno porque inmediatamente le bloquearía al hombre de la oportunidad de ser otra cosa y lo sujetaría al engranaje cíclico lanzándolo estrepitosamente por esa cascada que nombra y niega el infinito.

Al  comenzar a nombrar  se lograron dos tenebrosas maquinarias, por un lado está esa máquina-empresa que se repliega sobre y en si misma para extenderse y reproducirse, esa palabra que al nombrar marmoliza, que al expresarse convierte en estatua de sal cuanto nombra. Así toda ¨cosa¨ que brota contiene su propio fin.  La idea de progreso no es más que la idea de búsqueda de perfección y esta búsqueda es fin. Todo lo que se encuentra en el saco del progreso se halla ulcerado por la maquinaria de la palabra-empresa que impone fines a todo cuanto crea.

La otra maquinaria es Caín, es el brote de palabras que consienten un estado y buscan perpetuarlo, es la palabra que intenta atrapar el instante, el acontecimiento y sorpresa, hacerlo infinito. Esta palabra por lo tanto es mutable, no traza fin y sólo existe en función de quien la descubre como cosa sin sentido, de quien la encuentra y le propicia un sentido que cada vez será siempre diferente.

De esta forma nos encontramos con dos especies: El hombre como mono que comienza a utilizar la palabra-herramienta en función de destrucción o creación, el Abel que cultiva en pro de su supervivencia y que se dogmatiza al encontrarle solamente un sentido al universo y el hombre como Caín que convive con palabras-estados propiciadoras de intimidad y que a la quijada del burro le impone su sentido de libertad por medio del uso mutable que lo saca del juego arbitrario de la historia pero que al mismo tiempo le otorga la posibilidad de trazar el signo proteico.

Esta tensión de fuerzas, atributos de una especie que se limita y se eterniza, a veces logran comulgar. El poema no sólo visto entonces como un objeto en función de causar estados sino el poema como espacio propiciador de coitos  donde las palabras que ordenan el mundo, que le dan su delicada ilusión de memoria copulan creando quimeras.

El poema-Grifo o esfinge que trasmite ilusión de sabiduría. Un objeto-espacio que sin servir para nada, sin tener progreso-fin, tramita metaconciencia e hipersensibilidad. El hombre que lee o el mismo autor del poema es un ser que se trasforma  con las palabras que van configurando esa quimera en la medida que esas palabras deshabitadas por sus dueños y ocupadas por nuevas cadenas simbólicas lo van sumergiendo en significaciones nunca existentes pero tan poderosas como los arbitrarios significados originales.

Así el poema sólo puede verse como unidad lingüística que hace posible la evolución ya no hacia el fin del signo sino hacia la apertura de universos semióticos en constante re-volución.

El poema como portal para descubrir y descubrirnos. Para lograr decapitar la culebra y comenzar a ser otra cosa en el universo ya no finito sino perpetuo.


Sobre la poesía

1.    Todo poeta contiene un criminal, anhela la sangre, desea el miedo, la muerte!
2.    Sólo seduce el misterio, lo desconocido causa curiosidad
3.    Pensar en el otro nos elimina
4.    Hay que desgarrarse el alma para revelarnos de verdad
5.    Sólo quien ha entrado en el abismo mismo de su tiniebla puede decir que se conoce
6.  Los poetas son seres perversos, mutilan cualquier sueño, se sobreviven para los otros por remordimiento de no haber podido sobrevivirse
7.    Sólo ama lo que te produzca locura el resto es mera educación conformista!!!


Sobre las formas de abarcar el Yo

El yo se puede abordar desde:

1.    Sus acciones o la acción
2.    Su mundo interior, la meditación, sus pensamientos, sus razones
3.    Sus sentimientos, sus impresiones y emociones
4.    Sus momentos, tiempos, evoluciones, edades, etapas
5.    Su lugar, su espacio
6.    Su alrededor, su ecosistema, su entorno
7.    Sus propósitos, convicciones o motivaciones
8.    Su poder, sus recursos, sus cualidades.
9.    Su experiencia, su forma, sus procedimientos
1.    Desde todo aquello que no es.



Sobre la escritura sin retorno

Uno no se propone escribir de verdad, uno escribe por ganas, por que así sucede, nace. Y lo malo es que uno no piensa con la gramática, con puntos y comas o estilo. El problema está ahí mismo. Está uno sólo y “tarán” llegan los pensamientos… y qué pensamientos, ¡Dios mío!, de pronto se encuentra uno escribiendo en la mente, pero que va, no hay ni un solo signo de puntuación, entonces, tenga carajo, tremendo rollo el que se arma, porque cuando se coge el lapicero, o se comienza a teclear sobre el computador, de verás que se le olvida a uno todo y toca comenzar de nuevo a pensar.

Digamos que lo que uno siempre ha querido escribir ya lo escribió, está en alguna parte, en alguna biblioteca, en algún sitio escondido de la mente o del espacio. Los libros que uno siempre quiso escribir ya están, ¿por qué no pensar así?, me parece justo, además ya muchos de esos libros están comenzados, que uno no los termine por pereza o porque es incapaz de acordarse del ritmo o la cadencia es otra cosa. Entonces digamos que para ahorrar la vaina, uno se dedica a homogenizar todos los libros en uno sólo, así, como no, como los libros de antología, de esos autores famosos que tanto nos gustan y que uno prefiere leer dichos revoltijos repletos de todos los estilos posibles, que te llevan a todos los sitios pero que jamás se detienen, libros de turista, de transeúnte, libros como una miscelánea, como un aleph. Bueno… pues eso es lo que intento. Hacer un libro que contenga por lo menos uno o dos ejemplos de escritura de cada cosa rara que s eme ha ocurrido y que de una u otra forman son una vos independiente o una cosa única que nunca continué, escribí o terminé porque no tenía el tiempo o porque, vaya uno a saber qué o quién le daba la gana de entregarme esa pequeña muestra y ya. A veces leyendo esos textos, esos retazos o pedazos arrancados de no sé que lugar, me dan ganas de ir en búsqueda del libro completo al que pertenecen, pero siempre al final me decido simplemente por tener en mi caja de pandora lo mejor de mis autores de la autopsia.


Sobre la voz fantasma

Todo libro contiene una voz fantasma que se apodera en algún instante de la nuestra, la enmudece y realizando una toma de poder a nuestra lectura por su cuenta y lo pone de paticas en el cuento, cosa de no creer, sale uno más pálido y tembleque como si una pequeña cría de Aliens estuviera creciendo en el vientre de nuestros pensamientos y entonces toca sacar el totem de Ariadne para tener la certeza de que seguimos en esta película. Muchas veces algunas voces siguen, no te lo niego, no estoy loco, me han llamando los muy sinvergüenzas pidiendo todavía rescate por mi voz. Pero yo les he dicho: a la mierda Pessoa.


Sobre la escritura informe.

Es que siempre se sienta uno a escribir, a detallar lo que bulle en alguna parte del incienso, dentro de lo que posiblemente se le ha puesto la denominación de pensamiento que es como nombrar a un fantasma, como llamar a ciegas y llega esa música pesada como una lágrima y ya me derrumba y me pone a pensar en la calle alargada y sola que se dilata hasta ser sólo un nudo, hoy no tengo sino dos y tres y quizás un montón de tiempos y números para desaparecer de verdad estando tan presente como en el instante; acaso sean recuerdos o un ovillo que me precipita, que me sacude  desesperado por estar con alguien hasta reconocerme desnudo; el sol es tremendo, sin articulación en ninguna parte de lo que quisiera hacer, no obstante este universo es impuesto, me queda pensar que veré una (película) o que me atragantaré con un ácido para sentirme el alma temblando en las pupilas, diez mil años de esto y sigue escabulléndose el asombro, todavía tengo el mismo color de piel, el mismo olor a primitivo, con los años uno se va restando tretas, se va abismando sinsabores como si estuviera esta voz acostumbrada a un ritmo de desolación intermitente; pero puedo reír y  entonces todo puede ser, no más que una pantomima, una fullería impuesta para acelerar el desvarío, una aparición de funámbulos hipócritas a los que les puedo diseccionar la tristeza, sacarles de su crisálida una carcajada y ponerlos a cocer en otra parrilla de enredos tan inverosímiles como si fuera cierto. Y están entonces las palabras menudas, las de siempre, a las que no puedo renunciar y para eso es que se llega hasta esos puntos y comas y tildes que acentúan que la  vida se resume en un pequeño y …[CATACRESIS] léxico, que para decir a veces algo nuevo debo abrir pestañas y hojear letras hasta juntarlas raras como si fueran especies encontradas en un pantano o en la misma miseria del mugre que escondo en los rincones, y estoy vestido, casi sin afeitar y con la cabeza rapada para presenciar el momento en que comience a rajarse, ya saturada de tanta complicación, esa sombra que empuja haciendo gestos, proponiendo dudas, yo le voy metiendo el cansancio como si rellenara un muñeco y digo que puede estar bien por hoy, que ya fue suficiente de aguacero deshaciéndole las alas ; que está mejor que nunca que no haya tenido que levantar el auricular ni menos sentir ganas de arrojar comida por ese apéndice sin sentido que jamás me ha dado respuestas del otro lado sino cierto olor a rosas de difunto, cierta corazonada de lengua perpetrando atroz el silencio como un clavo entre los labios. Que lo malo fue despertar, volver como amarrado y vuelve, además, otra vez, sin embargo, este sonsonete que no me puedo quitar, pandereta de alguien que parafrasea lo mismo y lo mismo en otros gazapos alineados como puertas cerradas en el deseo, en otros lugares que son también espejo; por la ventana un arcoíris comienza a entablar su presencia como si se tratara de un monstruo y yo que sólo quiero una estrella fugaz le cierro la cortina en la cara, está zafado algo entre mis dedos, consternado de tanta violencia y sé que es la infancia la que dejó su cicatriz más estremecedora entre mis manos, no se puede pensar en otra cosa después de que se ha visto todo con los ojos de la inocencia: desnudar a una mujer y hacerle el amor después de desenterrar la tierra casi como si fuera una carroña te golpea todo el gozo, te cuelga, te desmigaja en maldiciones y la huida siempre es hacia el resentimiento. No tengo un eslabón que una a una idea con este sabor podrido, con esta gana de cerrarme como un punto aparte. Violencia puede ser cualquier ternura esperando en las esquinas y contra el reverbero de preguntas cabe bien decir dos puntos, desde que uno se pone a vivir se le desmantela todo, es como escribir así, con intuición, dejando que fluya cierta dimensión atropellando piedras, haciendo añicos los salmones, creciendo hasta desbordar el fondo de los espejos de donde uno quisiera sacar a puñetazos al que sueña. Es que la realidad es tan confusa como mirar con los  ____  bien abiertos y todo se rompe hasta que ya no queda hoja, todo es cierto, se puede concluir. Pero ya no importa.


Sobre la influencia de los precursores

La confidencial forma de adentrarnos en el estilo de nuestros precursores nos hace en cierta medida hijos de una tradición, que por lo demás, sólo se remite a la angustiosa posición de querer rebeldemente cambiarlo todo. Sin embargo, las influencias establecidas desde la historia, establecen esa magistral y eterna manera de invitarnos a crear cosas nuevas. Sin esta predominante ejecución ancestral nuestro genio y nuestra estructura temperamental hacia el mundo no sería posible. Por más que le demos vueltas al asunto, la cuestión no esta en ver una trágica tensión sobre la historia y el presente sino en advertir la enconada inspiración del pasado que hace posible las nuevas generaciones. Una lectura buena y seria no concluye en una buena y seria crítica sino en una nueva e incendiaria obra. Cada hombre debe verse en su época como un continuador no de una voz sino de un poema. No es el verso anterior el que hace posible el milagro de lo majestuoso o lo sublime sino la creación surrealista que se da en el siguiente espacio, en la siguiente descendencia la que hace posible la magnificencia de las palabras jamás dichas. No todo ha sido escrito y es mucho el papel en blanco que espera las fabulosas y aterradoras sentencias.


Sobre la fatalidad de los impulsos

Cada lugar del mundo es el centro de uno mismo, el inició, la llegada. Dentro, sólo está quien vacila, quien anhela, quién se suministra fuerza para que la sangre prosiga y el corazón no se descorazone.

La fatalidad de todo impulso consiste en soñar, en platicar con la sombra de pequeñas reliquias y en atesorar con esmero un pútrido tesoro de nadas. Vaciarme fue imposible, después de que uno carga con la versión enamorada de uno mismo no hay nada que se pueda hacer para extinguirla. Morir es entregarse a la resignación de no haber luchado contra uno mismo pero vivir es conformarse a cargar con lo que no se pudo, lo mejor es olvidarse, convertirse en una frontera y comenzar a fatigar la memoria hasta que aborte todo, insistir en que algún día se pasará realmente la frontera y entonces habrá que iniciar todo, empezar por ir a un espejo, tocarse la piel, los ojos, mirar ese rostro y comenzar a descubrir al ser desconocido que logró la frontera, que ahora está en un lugar inhóspito.

Yo atravesé la frontera pero fallé, al otro lado solo había un muerto. 



Sobre la escritura de la autopsia

Definición

AUTOPSIA o vivisección: Escritura que pretende bajo el riguroso ejercicio de la auscultación, la introyección y la exhumación de la historia del poeta la estética de la neurosis. Es la escritura de un autor tenaz, forense. Escritura que disecciona al poeta hasta mostrar sus vísceras.

Escritura de la autopsia.

Este Corpus está definido por una voz confesional que parte de la memoria visceral, memoria que genera su catarsis por medio de las entrañas; por medio del reconocimiento de ciertos signos visuales y conceptuales que resaltan la realidad de un conglomerado de experiencias espeluznantes y bellas que ulteriormente posibilitan la identificación única de un ser.

De esta manera tengo en mi obra  “La otra poesía” distintos sellos o tonos que tienen su origen en esta filosofía poética; entre ellos cabe resaltar las tres categorías en que divido la creación de la autopsia: 1. Poemas confesionales, 2. Poemas de largo aliento y 3. Divertimentos poéticos.

Esta teoría más que un paradigma es un estado constante de mi naturaleza literaria que logra demarcar el estilo de los demás géneros que exploro: el ensayo, el cuento y el teatro.

En este sentido la poesía tiene un lenguaje propio que solo admite la perplejidad, el lenguaje de la perplejidad hace que hasta el verso más prosaico mute en un hecho poético.


Sobre el sentimiento de abortar escrituras

Al parecer el sentimiento de abortar al siguiente día cualquier proyecto literario que comienzo y que se enclava en mi mente como un remordimiento se debe sencillamente  a la impotencia de no poder, jamás, culminar lo previsto literariamente (cuento, novela, ensayo o libro de poemas) en el mismo día en que lo empiezo.

Siempre tengo todo claro, englobado, esclarecido hasta en sus más ínfimos detalles, pero sucede que al comenzar a escribir, las palabras mismas me van distrayendo de mi objetivo, me llenan de monotonía y al final me persuaden a abandonarlas.

Lo que sucede es que, verdaderamente, el que escribió el párrafo hoy, mañana ya no existe, por más que intente recuperarlo no lo logró. Al día siguiente es otro quien habla, y en definitiva esa voz no puede continuar lo que dejó escrita la del día de ayer.

Si de pronto me sucede que debo escribir, entonces lo hago, pero sucede también que me obligo a gastar hasta el desfallecimiento a esa voz que ha nacido de pronto en mi interior. Lo hagfo9 porque sé que tengo que hacerlo, que es mi única oportunidad, porque tengo sobreentendido que esa voz, ese escritor que de pronto me posee, simplemente mañana ya no existirá.

A veces me toca abandonar a quien me habita, simplemente porque ya no lo soporto.

De repente siento que estoy invadido por una voz que busca salida, se ahoga, se confunde, se aglomera y se vuelve algarabía en mi cabeza. La mano derecha entonces se convierte en secretaria, en escriba, se compadece del encerrado en mi cerebro y le permite a través de su oficio de transcriptora que por fin la voz se desahogue, sobre el papel, con toda su sarta de mentiras.


Sobre la inspiración

La vaina de cuando llega la inspiración o eso que en mí solamente es el estado literario, es que sucede, entonces, que hay miles de cosas sobre las cuales escribir, entonces hay que clasificar, hay que abandonar y olvidar, hay que, con tristeza y desesperanza y conformismo, dejar a un lado muchas cosas que quisieran dejarse sobre la proxeneta hoja. La literatura en esos momentos es prodigiosa pero, al mismo tiempo egoísta, solo resiste la conversión tangible hacia las palabras de ciertos temas, de ciertos sentimientos de ciertos personajes, de ciertas vivencias o imaginaciones. Es, para ser más precisos tiránica y desalmada, solo se entrega, totalmente, a unos pocos pensamientos. Por eso escribir en esos momentos es toda una maldición. Se encuentra uno esclavizado, sabe que puede uno simplemente pararse, ir a hacer otras cosas; ver televisión, jugar algo, salir a la calle, escuchar música, pero no sirve de nada, hasta eso que se piensa en hacer se  convierte en literatura. Uno no logra levantarse, todo en ese instante muere, todo simplemente converge en el génesis. En ese momento se sabe uno dios y lo entiende, y sabe uno de su inocencia y de su gran vencimiento. Escribir es crear, y crear es simplemente hacer lo mejor posible. Es anunciar un universo del cual uno jamás será responsable. Siempre faltarán cosas y habrá otras que tengan demasiado pero eso no es culpa de uno, eso simplemente es la literatura, es eso, una sopa que el brujo nunca prueba porque sabe que está maldita.


Sobre la noche del escritor

Para el escritor las noches son los días de trabajo en que se gasta hurgando entre el lenguaje, el escritor, es mejor decir, el poeta, se convierte en un fantasma que desesperado busca palabras, expresiones, secretos, mensajes, letras… Es un niño que recoge aquí un peldaño y allí una escalera y luego los abandona por la magia del abismo. El poeta coge aquí y luego allí y así se la pasa la noche entera. Escribir es elaborar, construir, los poetas son los ingenieros surrealistas de las ideas crudas. La inspiración no existe, lo que existe son ideas, evocaciones, recuerdos y asombros que, esparcidos sobre el lenguaje natural del escritor se imaginan poemas. El poeta es aquel hombre que pule y lima, que bajo la constante disciplina de remover el léxico indecible, al llegar al alba, sostiene con tristeza los residuos o el cadáver de algo que como epitafio los lectores denominan inspiración y que muy  seguramente, antes de pasar por las manos destructoras del poeta, eso languideciente que balbucea cosas extrañas en los ojos era en verdad un poema.


Sobre la escritura como don

Siempre se cree que escribir es un don, ante todo, maravilloso, ya que se tiene la creencia que aquel que dedica su vida a la escritura es porque tiene ese  algo que hace asombroso la literatura y que la convierte en una condición genial que es capaz de describirlo, analizarlo y transformarlo todo.

Fuera de estos mitos modernos que observan al escritor como un demiurgo fantástico que puede arrastrar cualquier sentimiento hacia la revelación cínica de la desnudez, el escribir es ante todo un destino que se incuba en la mente del artista bajo la condición cómplice de la obsesión. Escribir en este sentido conlleva a un continuo exorcismo de sí mismo y a un continuo martirio que procura explicaciones fortuitas sobre toda realidad. La escritura como oficio angustiante observa el universo como un todo caótico que es necesario ordenar bajo la historia que pueden crear las palabras, sin embargo la escritura en este sentido siempre condicionado por la incertidumbre concibe el conocimiento como el resultado forzoso de esa estructuración semántica que posibilita nuevos universos que en su calidad metafísica logran estimular no sólo sentimientos sino que postulan la irrealidad de la percepción sensorial de otros tiempos, otras impresiones, otras experiencias, otros dolores, otras, quizá, sea necesario observarlo así, vidas menos confusas que la que se sobreviven y hacen posible el artilugio de la literatura.

El escritor es un prisionero de sus propias palabras, es el angustiado que se sabe una miserable ficción. El que sabe que puede tejer palabra tras palabra cualquier evento real o fantástico también sabe que lleva sobre si una maldición. La vida de un escritor en últimas se remite a una eterna escritura que erupciona en topos los lugares y en todos los momentos. La escritura le dice al escritor que todo puede ser escrito y siempre se valdrá de ese algo misterioso que hace posible lo que se ha dado en llamar como inspiración y que simplemente y crudamente se puede reducir a la sensación del saber intuido de que se comienza a escribir en la mente, antes que comenzar a escribir sobre la hoja.

El escritor es un perseguido de sus propias palabras, es un sirviente que subsiste  como un objeto siniestro sin el cual el sujeto verdadero que es la escritura no podría sobrevivir.

La escritura, mi escritura, es una maldición.

Hay que posibilitarse entonces como única salida el olvido.



Sobre las rarezas naturales del escribir

Lo más raro de toda escritura es que cuando comienza a nacer en la mente del escritor pareciera que ella misma reconociera el ritmo y la musicalidad en que debe ser escrito algo.

Unir una palabra mas otra hasta lograr un corpus estético parece después de realizado algo fácil, natural casi algo existente desde siempre, parece que toda escritura no fuera producto del un autor sino que fuera producto de la naturaleza, la escritura después de engendrada demuestra bajo su realidad grafémica una perfección natural ajena a la moralidad y el inacabamiento del universo humano.

Tener este maldito don sólo conlleva a observase a uno mismo como un perdido.

Quizá lo último que os quede sea la resignación y la espera de la muerte como único lugar de descanso, de reposo verdadero.


Sobre el Síndomre de Bangladesch

He denominado síndrome de Bangladesch al extraño caso que afecta a un conjunto de personas conocidas o desconocidas entre si que al ser inducidas a describir una experiencia compartida esta se ve caracterizada por un patrón de percepciones idénticas las cuales se convierten en improntas traumáticas o pasionales memorizadas con la misma intensidad emocional en cada uno de los seres afectados.

El síndrome de Bangladesch deviene su nombre de una historia encontrada en el libro “Biografía del hambre” del Amélie Nothomb,  donde La autora tanto como su hermana, las cuales, encontrándose en una Bangladesch ambientada por la guerra y el hambre, al ser exhortadas por sus padres de escribir una carta al abuelo, estas, sin comunicarse, terminan narrando con exactitud los mismos acontecimientos de zozobra experimentados en la ciudad.


Sobre literatura y pedagogía

Es verdad: la literatura no se puede enseñar. Quizá lo mejor que se puede realizar es una orientación, una consejería, una especie de litúrgica ensoñación que motive a los estudiantes a interesarse por las letras  y por el profundo sentido estético que ellas mismas tienen o pueden ofrecer.

La literatura es proteica, sus diferentes significaciones elucubradas por el afán de la categorización tan sólo nos han permitido un pequeño bosquejo, no de lo que es la literatura sino, de lo que nosotros podemos llegar a pensar es literatura. Sin embargo dentro de los programas universitarios y dentro de los planes educativos de enseñanza media y básica se ha pretendido llevar a cabo el acto educativo de lo que es la literatura por medio de la exposición insuficiente de los clásicos y de lecturas que de una u otra forma procuran manifestarle al estudiante  las heterogéneas formas en que los hombres han visto, pensado y vivido el mundo y la historia.

Al maestro como mediador, entre el mundo de los conocimientos lógicos y el mundo de las vivencias[1], le es fundamental reconocer la forma apropiada de llevar a cabo el acto pedagógico para que los estudiantes sean capaces de desarrollar una sensibilización apreciativa por la literatura. Para ello, la pedagogía como disciplina,[2] “que conceptualiza, aplica y experimenta los conocimientos referentes a la enseñanza de los saberes específicos en las diferentes culturas,”[3] representa dentro de la educación, como conjunto de saberes culturales, una estructura semántica que facilita la forma por la cual el docente ejerce la acción característica dada en el fenómeno de la enseñanza-aprendizaje.

Emile Durkheim, sin embargo, advierte que es necesario no confundir la educación con la pedagogía ya que la primera como situación consubstancial de la naturaleza humana es la que hace posible la pedagogía, la didáctica, el maestro, la escuela y los estudiantes.

En este sentido, los distintos modelos pedagógicos ya sea desde el modelo tradicional hasta los últimos como el modelo de interacción de co-agentes, tienen entre sí varias características que son fundamentales y generales para cualquier paradigma de enseñanza que desee instaurarse como alternativa para la orientación estética de la literatura.

En un modelo pedagógico se cohesionan los enfoques epistemológicos, curriculares, investigativos, evaluativos y culturales los cuales sirven para la construcción de los componentes propios que se desean trasmitir. Tales componentes ya se trate de la pedagogía del trasmisionismo conductista o de la pedagogía socialista deben tener en cuenta:

  1. una teoría y una práctica específica socio-cultural
  2. una concepción de ciencia
  3. una serie de valores, saberes, y prácticas
  4. una teoría sobre el aprendizaje y la enseñanza y
  5. una forma propia de comunicar los saberes.[4]

Reconocidos e interiorizados estos aspectos el maestro convierte la pedagogía en un dominio de aprehensión que justifica el saber y por lo tanto las relaciones de poder que el conocimiento mismo posibilita.

Por eso, para llevar a cabo la enseñanza de la literatura, el profesor debe no sólo entender la pedagogía como un proceso formador que facilita la adquisición estética sino que  debe convertir su saber y su quehacer en una causa concientizadora que haga posible la transformación de la literatura ya no sólo en un hecho artístico sino que a  través de  la pedagogía el estudiante sea capaz de extraer concepciones éticas y morales que irrumpan en la historia como reflexiones críticas. La literatura en este sentido debe convertirse en un instrumento concientizador capaz de develar en el espíritu estudiantil nuevas ideas de formación integral y auténtica.


Sobre el síndrome del Golem

Somos seres que indudablemente queremos perdurar en el futuro, anhelamos nuestra afirmación de estar en el no estar que deviene de este estar. Sufrimos lo que denominaremos aquí el síndrome del Golem de Meyrink el monstruo hecho de la escritura cabalística de la sagrada palabra (entiéndase Biblia) al ser ese ser heterogéneo que se sobrevive por la escritura nos representamos como una monstruosidad que no tiene forma identificable. En este sentido nuestra perseverancia de vida hacia el futuro se consigue es en el pánico o en el terror universal que infundimos como marca en los otros seres. He ahí nuestro carácter demostrativo de ser diferancias. Sin embargo, ese muro lacaniano que nos hace, o ese lenguaje, esa casa que es nuestro ser según Heidegger es lo que nos lleva a no ser futuro sino a ser figuras siempre del pasado; he ahí el síndrome del Golem, el pasado nos desfigura pero tristemente es él quien nos representa y nos identifica en el presente y en el futuro. Nuestro destino impertérrito será intentar cambiar lo que fue a partir de lo que será, cosa que no lograremos.

Por eso Borges no se equivoca tampoco al referirse a Lugones y a Pizarnik cuando nos dice: que no se suicidaron por capricho sino porque al ser seres del lenguaje entendieron que éste era indecible y que por lo tanto su propósito de ser poema era una vacuidad.


Sobre el arte como noúmeno y fenómeno trascendental.


La afirmación de que el arte es una mera reconstrucción recreativa que realiza el hombre a partir de la realidad para crear objetos estéticos, no es en sí una premisa post-modernista e innovadora sino que su enunciado básico de justificar la obra de arte como acto secundario de las sensaciones o vivencias del artista se remonta a siglos de antigüedad bajo la estructuración de palabras y nociones similares. Es así, como Aristóteles  en su época había ya planteado que el arte era mera imitación, en su Poética, el griego reflexiona acerca de la naturaleza de las artes y supone que éstas nacen como una necesidad intrínseca de expresión a partir de la imitación de las estructuras de la realidad.

La hipótesis de, no es la obra la que define la finalidad del arte sino más bien el artista como amanuense, en su labor imitativa o combinatoria quien hace posible la trascendencia del hecho estético, subyace a toda argumentación en pro o en contra de una búsqueda por el entendimiento de lo artístico.

En este sentido, la pregunta ¿es el arte invención o esencia? se adhiere a lo más profundo de la hipótesis de ver al creador como un mezclador y en consecuencia su formulación se problematiza en dos vertientes a saber: la primera que se plantea desde lo antropológico y arqueológico y la segunda que se justifica desde lo metafísico y axiológico.

Sin lugar a dudas no podemos negar la premisa fundamental de Aristóteles, pilar de casi todas las concepciones occidentales de nuestra cultura, su reflexión postula una verdad inmovible que a lo largo de los siglos sólo ha sido retomada, reconceptualizada y reforzada, sin embargo, y gracias a esta misma sentencia, muchos pensadores han llegado a ciertas tesis algo curiosas, ya sea en su forma o en su contenido.

La finalidad de esta disertación será en últimas la de intentar develar la naturaleza del arte, pronosticando desde luego que este ejercicio, por lo demás, sólo será una  mera anticipación a investigaciones futuras que den un poco más de claridad acerca del tema.

El romántico alemán Goethe, influenciado quizá por el determinismo aristotélico, pensó gracias a la fuerte y asombrosa expresividad de sus contemporáneos que el arte estaba tocando su fin, que definitivamente había llegado la muerte del arte y que en consecuencia era necesario utilizar la filosofía como una salida para el enriquecimiento del entendimiento y la fabricación de soluciones a las preguntas  esenciales de la naturaleza del universo. Su sistemático filosofar lo llevó a creer en un absoluto que estaba a punto de manifestarse ya sin la necesidad de las artes. Tal concepción netamente metafísica e interxtextual se basó en la concepción de la unificación de lo universal y en la explicación basada en fuentes históricas de la imposibilidad artística por producir nuevos géneros o clases de arte.

Dicha formulación pesimista llevaría a pensar, que el arte, fatigado en sus posibilidades de representación escasamente repite motivos universales  dados desde la subjetividad del artista. Más, tal aseveración defendida por Walter Benjamín en su trabajo “La obra de arte y su reproductibilidad técnica” o por el filósofo Regis Debray quien define la muerte del arte a partir de una alienación dada por la manipulación de la imagen ante el espectador, solo nos conlleva a concluir que para dichos autores el arte como acto creativo ya no tiene más finalidad que la de recrear desde invenciones muertas necesidades endógenas al autor y que su única finalidad estribaría en la relación que se da entre el objeto artístico, la sensibilidad y expresión del artista y la interpretación y aprobación del espectador.

Tal relación, entonces, es preciso admitirlo, no demuestra una muerte del arte sino que demuestra es una degradación del hecho artístico. Teniendo ésto claro, podemos ahora pasar a argumentar y discutir las dos vertientes bajo las cuales se ha dado en explicar el arte.

Ambas, sin embargo, se desarrollan bajo el eje o pilar aristotélico, la primera antropológica y arqueológica no sólo busca reforzar la sentencia del griego sino que en su empeño argumentativo los autores aunados a esta vertiente procuran justificar retóricamente el hecho imitativo y la muerte o limitación en que recae el arte. Es así, como bajo esta cofradía de intelectuales encontramos autores estructuralistas, post-estructuralistas, racionalistas, empiristas escépticos y generalmente todo los críticos que deben su crítica a la obra de arte. Para este aprisco de rígidos pensadores la cuestión se centra en que lo único que se hace con el arte es llevar  a cabo la expresión de sensaciones, impresiones o emociones referidas por la realidad a partir de técnicas desarrolladas y estructuradas en un lenguaje afín a un código común. Es así, como el curioso Levy Strauss sentencia su unión a lingüística susseriana concibiendo el arte como un sistema de signos, o como un conjunto de sistemas significativos revelando que la prioridad del arte es la de hacer posible la revelación de aquellas cosas que ancladas en el espíritu o en la cultura necesitan ser explícitamente expresadas por un medio común que las lleve a la comunión con lo universal. Su concepción observa el arte como ese conjunto semántico que a partir del signo logra producir el significado de la reunión de varios significantes.

El conjunto de estos significantes generan el significado, o sea, una nueva interpretación de lo que se siente o lo que se quiere manifestar. La visión estructuralista de Strauss se acerca más a la definición de signo de Lacan ya que es la reunión de varios significantes los que dan sentido al significado. En este sentido, no es la reunión de los significantes lo que vale en la obra de arte sino el significado, como tema, el que surte el efecto aprobatorio en el espectador. Este discurso antrópico, que a través de la decodificación del producto verdadero que subyace a toda obra busca reconstruir el sentido de la misma,[5] estaría relacionado directamente con lo que propone Roland Barthes con su afirmación de que no hay creadores sino solo combinadores. Con esta arqueología de los signos artísticos dados desde la antropología de Levy Strauss es que se justificarían los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau, las formas escritúrales de Rouseull, basadas en la intertextualidad y en la azarosa combinación de los signos dados a partir de un tema cualquiera y también, el infatigable proyecto simbolista Golpe de dados de Mallarme.

Como podemos apreciar, los militantes de esta clase de argumentación se basan en que el arte es sólo el producto en conjunto de muchos signos que buscan expresar un tema ya dado y que por su misma ubicuidad o permanencia en el tiempo contiene en sí mismo atisbos intertextuales y limitados que hacen de su lectura un mero símbolo no de cosas singulares o inteligibles sino de cosas sensibles universales  y comunes que son recreadas como improntas a través de las épocas y de las diferentes técnicas con que se cuente. El arte finalmente sería solo un instrumento utilizado por la humanidad para dar evidencia de sus invenciones semánticas, abstractas y definitorias de la cultura misma.
En este sentido, el artista sería solamente como dijo Vasconcelos, el obrero plástico de la doctrina revelada latente en cada época.

Sin embargo, este argumento antropológico ha sido severamente debatido y en consecuencia es necesario dar cuenta del segundo fundamento que teniendo como eje el determinismo aristotélico busca priorizar la subjetividad y la esencia del arte como arte.

El segundo argumento de carácter metafísico y axiológico pone en duda el tema, la formulación, el conjunto de significantes y el significado, destruye por completo la concepción estructuralista de ver el arte como un acto de intertextualidad y combinación y en su lugar propone la tesis de que el arte se basa en la necesidad de expresar algo intangible no dado antes y que se  sirve de los recursos de la naturaleza para su representación como unidad única, en este sentido es una cosa que se pone más en el mundo, es un algo nuevo. El arte visto como un acto creativo que genera naturaleza nueva. El arte como revolución.

En esta tendencia encontramos la patafísica de Alfred Jarry quien a la cabeza de dicho movimiento establece que la finalidad del arte es explicar y estudiar las leyes que rigen las excepciones y explicar el universo complementario o, menos ambiciosamente, describir el universo que podemos ver y que tal vez debemos ver en lugar del tradicional, el arte como algo que puede comulgar con la vida y que puede en ella reproducir su finalidad imaginaria de generar cosas imposibles o mejores.

Desde esta vertiente el arte sería, como dijo Fernando González Ochoa, el modo de comunicar la desnudez de la vivencia. Se trata entonces de hallarle el sentido expresivo y estético que tiene el arte en si mismo. Bergson siendo un científico dado  al determinismo y  a la explicación de la conciencia a partir de las ciencias exactas admitía ante la pregunta “¿Cuál es el objeto del arte? que si la realidad golpeara directamente nuestros sentidos y nuestra conciencia, y si pudiéramos entrar en comunicación inmediata con las cosas y con nosotros mismos, realmente el arte sería inútil. En este sentido la obra de arte ya no enumera una serie de signos semánticos o de combinaciones intertextuales sino que es en si misma un producto que habla de algo nuevo. La obra de Dalí, de los surrealistas, de los dadaistas no se definiría por la técnica o su conjunción histórico-semántica sino por su evidenciación infalible ante el mundo, por esa secreta evidencia de ser otra cosa que debe estar comprendida bajo un lenguaje que tiene que ser, también, descubierto en la misma maraña bajo la cual la obra de arte se representa.

Así la aseveración de Paul Klee tendría todo el fervor y la honestidad de demostrar una verdad, al observar que  el arte no reproduce lo visible, sino que hace visible lo que no siempre lo es. El arte ya no como representación de un algo sino como esencia misma de la cosa en sí.

Así el arte sería la producción ya no limitada de temas ya propuestos y contados sino que se basaría en la producción asombrosa de metáforas y objetos inimaginables pero aceptados en su momento de representación como fenómenos.

De esta forma la argumentación de ver el arte como esencia y posibilidad propia de creación de cosas nuevas, anularía la concepción antropológica y arqueológica del primer grupo y sustentaría con creces la enunciación del director Stanley Kubrirk de que la sensación de misterio es la única emoción que se experimenta más poderosamente en el arte que en la vida. Y por lo tanto en el arte es en lo único que podemos adentrarnos con mayor compromiso y modestia para hacer más llevadera nuestra existencia.

El artista, por lo demás, pasaría a ser el instrumento del arte, y en consecuencia su habilidad pictórica, narrativa, visual, dramática, auditiva o táctil, serviría para dar forma al noúmeno que angustia el alma de todo creador y que se hace tangible y se  independiza de éste sólo en el momento en que el hombre como hacedor utilizando su técnica u oficio lo lanza hacia la vida, pero esta vez, como fenómeno artístico, como elemento sensible, y ya no intangible, que puede ser aprehendido por los demás.

Quizá, el arte sea a la vez las dos cosas; una invención en  un primer momento, un simple noúmeno, una cosa impalpable anclada en la mente del artista, que se va consolidando con el pasar de los días, una invención  que se edita y se organiza, un programa que se escribe y se corrige en la sagrada intimidad de cada artista y que luego pasa a ser esencia, cosa perceptible, veraz, producto que habla por si solo de lo que el mismo es o presiente. A lo mejor, el arte es noúmeno y fenómeno trascendental que hace posible la existencia del artista, y finalmente nuestro deber consista en ver en la obra de arte, como dijo Oscar Wilde, cosas, quizá, no vistas por el propio autor, porque, en últimas, el arte al ser esencia sería algo que el artista desahoga en el momento de su creación, sería un exorcismo y la obra de arte, ulteriormente, tan sólo tendría el deber único y poético de trasmitirnos un destino o al menos de darnos una vislumbre   de él tal y como lo dijera el asombroso y fantástico Jorge Luis  Borges.

En conclusión, el arte tiene ingredientes de los dos argumentos, pero en definitiva el objeto de arte y el arte no son el desenlace de una mera combinación dada por el azar o la técnica o por la hipertextualidad, sino que son sujetos propios que emanan definiciones diferentes en cada mente, en cada espectador y que sirven para desarrollar y evolucionar nuevas formas de ver, sentir, tocar, oír y gustar el universo.

Quizá, finalmente Aristóteles si se equivocó, y el arte no es imitación sino alumbramiento, éxtasis, evolución.



Sobre el sentir egotista-altruista

Aunque parezca extraño el hombre es ante todo una convención  simbólica y pretérita.

Siempre buscamos una historia, siempre buscamos algo que contar, siempre procuramos el pasado y siempre anhelamos el recuerdo como encuentro. Somos ante todo unos seres egoístas repletos de ansias ilímites de celebridad y gozo. Sea en la tarea más sencilla o en el oficio más degradante nuestra alma egoísta busca relevancia. El mundo se nos presenta ajeno e impreciso. Los otros; esas caras que se sobreviven paralelamente en todas las esquinas, sueñan con ser mañana una imagen fundida en otras conciencias, en otros ojos, en otros pensamientos. Pasamos toda nuestra vida creando, diseñando y construyendo ese mágico pasillo de fama y gloria que hemos considerado llamar de la forma más agradable como  “recuerdo”.

Hasta en la acción más generosa existe siempre un interés oculto que reclama su satisfacción; por eso lloramos, por eso mismo maldecimos cuando a quien ayudamos nos maldice, por eso mismo sentimos que el dolor de los otros es un dolor propio, no porque lo entendamos, sino porque ese dolor nos satisface, nos tranquiliza. En nuestra soledad consideramos nuestras conductas de forma favorable, más, hay momentos en que el silencio mismo de nuestros equívocos nos lleva a considerar nuestros comportamientos de forma maliciosa y radical. A veces lleva años entender esta situación utilitarista,  funcional o pragmática en la que hemos caído; pero no está mal desear estas cosas, ya que muchas veces estas acciones las llevamos a cabo sin saberlo.

En ocasiones, nos acercamos a alguien, que esta acongojado, con el fin de consolarlo no porque queramos sentirnos bien sino porque algo en nosotros nos empuja a  querer ayudar al otro; este caso especial en que el instinto nos lleva a realizar una actuación particular en pro de lo que va más allá de nosotros tan sólo determina el carácter trágico de nuestras necesidades personales.

Sin estos pequeños fenómenos, que aunados a nuestra vida logran darle sentido a nuestras  ideas, sería imposible existir.

El amor, la tolerancia, la paciencia, la sabiduría, el bienestar y la paz sólo pueden provenir de hechos netamente egoístas pero profundamente altruistas; este  concepto egoísta no se señala como un algo narcista o egocéntrico que procura deliberadamente riquezas fraudulentas ya sean materiales o puras sino que deviene de un entendimiento universal de lo humano. El egoísmo viene de un sentir especial de lo que somos, de un amor desmedidamente consciente de lo que valemos y de lo que tenemos.

Este sentir egoísta-altruista que impulsa todas nuestras acciones posibilita en nosotros esa capacidad de querer comprender lo otro, siempre nos alejamos de nosotros egoísta y altruistamente no para mostrarnos sino para abandonarnos en los otros. Tenemos una rotunda sed de prevalecer en el pasado de quienes formamos alguna vez parte. Esta vía de entendimiento ha planteado la estructura simple de la historia universal. Algunos personifican el grado sumo del heroísmo indefinido o del protagonismo total, otros, acechan en los párrafos trasparentes del recuerdo con posiciones que siempre señalan y especifican un determinado ser y una determinada historia y desde allí simbólicamente manifiestan su victoria sobre el olvido.

Entonces la vida, esa que cargamos de aquí para allá y  de allá para acá, se nos presenta vestida elegantemente; la vida entonces, se nos hace digna, no porque pensemos que lo que hacemos es importante para el devenir potencial de la evolución humana sino porque voluntariamente accedemos a ser células vivas de un desarrollo maravilloso.

Por eso nuestra búsqueda no se instaura en el futuro sino en el pasado, ese espacio vivido en el cual logramos la hazaña de la parábola y de la narración; ese lugar inexistente donde todo termina es  donde procuramos realizar el sueño de relatar lo que fuimos.

Es gracias al pasado donde logramos reencontrarnos y logramos el compromiso; son las experiencias que quedan, la charla, el abrazo, el beso, la mirada, son los pasos que dimos, las cosas que vimos, las que exitosamente nos conducen al recuerdo.

La sensación placentera de saber que nos escuchan, la sensación orgásmica de comprender que lo hecho estuvo bien, la impresión incorruptible de sabernos vivos nace del egoísmo comunicacional de nuestros propios deseos.

Sin embargo, hay seres que han trasformado su egoísmo-altruismo humanista en un egoísmo fatal, en un egoísmo mortal. Tal es el caso de los que olvidan, tal es el caso de los que proceden según sus leyes y sus propios acuerdos, tal es el caso de los famélicos bárbaros que andan en la vida destrozando corazones.

En el mundo hay dos razas: la una que se inclina en el espejo para ver como los otros han logrado iluminarlo y la otra que se asoma en el azogue con el único fin de romper la luz que desde el fondo del cristal se instaura como verdad. Ambas razas son egoístas, pero  la primera se busca eróticamente, procura el artilugio de saberse responsable de un mundo, de una vida, de una historia; la otra por su lado sólo acciona un egoísmo rencoroso, un egoísmo que se sabe construido y que niega su origen como quien niega a sus amigos.

Estos últimos seres, son seres angustiados por la expectativa, por la ansiedad de saberse inacabados. Hay una gran sed de inmortalidad en sus corazones que no les permite reconocer su eternidad, su infinitud.  Esa raza de solitarios y de proclives, desde su incomoda posición de insatisfechos, ultrajan el mundo y a los hombres creyéndose iconoclastas verdaderos.

Pero esta devastación por el contrario de lograr el exterminio del progreso comulgante de los egoístas trascendentes lo que decreta es la convocatoria de una militancia activa hacia la orientación directa y personalizada.

Sólo cuando reconocemos que el hombre pasa por tres etapas esenciales en su vida, donde la primera imprime la rebelión y la racionalización; donde la segunda figura lo emocional y lo constructivo y donde la tercera configura la sabiduría y el recuerdo, es cuando comprendemos el sin-sentido de los humanos que obnubilados en el ensueño de las sospechas gestionan la guerra como sentido.

Todos fuimos o seremos en algún grado esa raza demente e ignorante, más todos maduramos o maduraremos y lograremos el ascenso hacia el egoísmo-altruista verdadero.

Hay que sentirse feliz de saber que se es un buen egoísta-altruista, de saber que lo que se sueña, que lo que se desea, de que esa sed de protagonismo y de trascendencia que le imprimimos a todo cuanto hacemos indudablemente tiene sentido, porque no es un egoísmo de afuera, no es un egoísmo rencoroso sino que es un moderado egoísmo que nace en nosotros como necesidad de la historia.

Cuando logremos interiorizar que el amor propio es lo que nos da el argumento necesario para predicar nuestra existencia como un estilo de vida que procura observar al hombre como valor central del universo entonces es cuando podremos dar respuesta acertada y  alegre a la pregunta: ¿y entonces la vida que?

Nuestra respuesta por lo demás, tan sólo será: Pues que la vida vale la pena, pues que la vida es necesariamente imprescindible, pues que la vida en definitiva es el divino atributo que nos hace posibles, que nos hace sentir que somos algo, un algo que va más allá de unas ganas, de un querer, de unos sueños, de un sentir, de un luchar.


Sobre el  como se desarrolla Bucle tetralógico poético

El bucle se desarrolla así:

1. secuencia de rasgos fisio-emocionales o expresión limitada entre lo fisiológico y lo psicológico
2. secuencia de reflexión interrogativa-imperativa
3. secuencia de explicación plástica o mítica (deviene el artilugio del habla ritualizada)
4. secuencia de contracción sintáctica hermética (juego de finales que generalmente se basan en rupturas del sistema


Sobre las mitológicas

Modelo que define la posibilidad poética capaz de convertir un tema seleccionado en un molde de expresión mítica


[1] En el libro Racionalismo Crítico de Hans Albert de la editorial Síntesis, edición 2000, el autor citando a Kart R. Popper, realiza u a definición de la distinción metodológica así: “podemos llamar al mundo Físico mundo 1, al mundo de nuestras vivencias conscientes mundo 2 y al mundo de los contenidos lógicos, de los libros, bibliotecas, computadoras y similares mundo 3” Albert Hans. Racionalismo Crítico. Cuatro capítulos para una sátira del pensamiento ilusorio. Editorial Síntesis, S.A. 2000, España.
[2] Aunque no es la única definición sobre pedagogía, la mayoría de teóricos como: Olga Lucía Zuluaga, Alberto Echeverri, Alberto Martínez Boom, Mario Díaz, Stella Restrepo, y Humberto Quinceno concuerdan en esta significación ya que la pedagogía como cualquier otra disciplina “posee conceptos, campos de aplicación problemas propios o planeados por otros saberes y por otras disciplinas” Moreno Heladio. Pedagogía y educación. Ensayos sobre conceptos básicos de la profesión docente. Impreandes  presencia S.A. Bogotá 1996.
[3] Ibid, pág, 92
[4] estas características son las que, según, Louis Not en su libro “Las pedagogías del conocimiento” fundamentan cualquier modelo de pedagogía.
[5] La antropía estaría en este sentido definida como la investigación de la desintegración de las cosas que se producen.

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