Todo es posible resumirlo en el bolsillo
O llevarlo a cuestas como si se tratara de una noche estrellada.
Cada calle tiene la inclinación justa para agotarse
y dejar de ser y convertirse en viento.
Hay labios que aprendieron el suave sonido del silencio
para ondularse en el horizonte hasta ser sólo un deseo
y miradas que supieron de la distancia precisa
para perderse hasta ser un abismo.
Hay colores profundos como otoños perdidos en el bosque.
Pensándolo bien era la infancia la que no tenía nombre.
La guerra solía tronar por las noches sin saber por qué
y los días tenían vacas mirando fijo el olor de la lluvia.
Los niños sólo eran niños atravesándose entre las balas.
Se conocía bien a los campesinos que sacaban cebollas y papas
hasta volverse figuras milenarias de barro bronceadas por sol
y se saludaba con respeto el brazo que empuñaba el azadón
o la mano que era capaz de encender una fogata como si fuera un regalo.
Esos ríos del tiempo se han vuelto mansos, difíciles de atravesar,
Tienen ese panorama de lodo que no se atrevió a sentirse bosque,
La nostalgia como una puerta desvencijada que se abrió sólo a solares abandonados.
El tiempo se estancó a cultivar flores de Nomeolvides
Y la noche se volvió pastora de luciérnagas,
Aquí todo fue del sueño y se venía al mundo para acariciar el tiempo.
A veces un color trinaba entre los árboles hasta despertar el sopor de las crisálidas
Y se podía advertir entre el follaje ramas celando el nacimiento de las mariposas.
Vale decir todo esto, desprender cada crepúsculo de la orilla del mundo
y ocasionar una ronda de hormigas conjurando la lluvia.
Este hombre fue testigo de un mundo que se anillaba a la soledad
Pero que se dejaba vivir como si Dios mismo lo estuviera preparando para Edén.
Hubo miradas atisbando en los días la señal de los juegos
Y ojos pasmados en la noche leyendo los telegramas de los fusiles.
La cerca de la guerra solía llorar en las noches como si recordara una cuna.
Un lugar donde el campo sembraba la paz como un tubérculo
Fue el pequeño patio que me tocó inventar entre los cocuyos prendidos a las ilusiones.
Hay días donde se me sale un niño a contarme la travesía del recuerdo por mis ojos.
Desde algún cielo alguien hace sonar este llanto como si fuera un sonajero.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario