20 junio 2011

Los hombres sin atributos



O DE COMO DESENMASCARAR LA NUEVA LITERATURA

Si uno se pone a investigar y a pensar bien la cosa en cuanto a la postmodernidad y su influencia en la literatura, notará de inmediato nada más y nada menos que un desvarío canónico de lecturas, una suerte, parece advertirse, de renovación, de revolución dada ya no sólo en la escritura misma, sino en la forma en que el escritor puede y logra escribir.

Hoy en día, la mayoría de los escritores suelen citarse, nombrarse, tratarse con la irreverente estrategia del, yo te nombro y tu me nombras para generarse publicidad y renombre, para venderse a través de los amigos. Son escritores que  conocen los trucos de la cofradía editorial, no son generación, no son una escuela o grupo consolidado, son meros individuos, meros bartbleys obsesionados con augurar una biblioteca borgiana.

El caso, a veces, llega a los extremos de la comedia: muchos aunque no se conozcan suelen tratarse como viejos camaradas, como viejos adictos que pueden entablar diálogos sin más ni más y sin ninguna vergüenza sobre cualquier cosa o tema.

Hace algunos días me tropecé por internet con un caso de lectura que demuestra esta teoría hasta el horror. Al parecer, la idea nació de los mismos escritores hoy por hoy crucificados en la fama. A la muerte de uno de ellos, se está soltando por internet la bola de nieve, una posible editorial bien inteligente para los negocios ha proyectado, ya como bet-seller la resurrección del escritor. El plan: recopilar los correos que en este caso se intercambiaron el difunto Bolaño y  el nada digno y veloz Fresán.

Lo atónito de este energúmeno plan está en la publicidad que alguien logró reproducir acerca de los fragmentos de los e-mails que auguran el libro. En todos los blogs, revistas literarias, paginas web sobre literatura y demás portales que uno encuentra en internet se puede leer el siguiente encabezado: «Bolaño y Fresán conversan electrónicamente sobre escritores "poco convencionales" con vistas a armar un libro que podría titularse Fricciones o FREAKciones. Adelantamos parte del capítulo dedicado a Philip K. Dick, el autor de El hombre en el castillo y de la novela en que se basa la película Blade Runner»luego de esto, todos reproducen parte de la dicha conversación iluminadora.

La epidemia de esta chapucería, llegó a infectar a los huraños escritores también: el Gombrowicz de los Diarios y las cartas resentidas, el Thomas Pynchon personaje fantasmagórico y proteico de internet o el Salinger del gran epistolario  “J. D. Salinger: A writing life”, sin embargo, el fenómeno sólo es la continuidad de una acción que se ve maquillada por el progreso. Si vamos hacia atrás, el ultraje a este caso de correspondencia íntima y de divertimento entre escritores se ha repetido muchas veces, cuántos libros no son hoy ya joyas de la literatura sólo porque trataban las correspondencias entre grandes escritores.

El caso de la camaradería literaria no es una innovación: Platón vivía citando a Sócatres con el fin de darle publicidad al maestro, Dante vivía escribiendo cartas en el destierro a su Beatriz idealizada; personaje emblemático de “La vida nueva” y “La divina comedia” libros donde traza diálogos con sombras clásicas como la de Virgilio. Es bien conocida, también, la camaradería que tenían los simbolistas entre sí y de estos con el energúmeno Poe.

Por otro lado los pensadores no se han quedado atrás: Emerson, Russell, Wittgenstein; los poetas: Hugo, Gide, Celan, todos con sus camaradas, citando asombrosos, ordinarios, incómodos y hasta escandalosos encuentros. Shaw, de Quincey, Borges, Burroughs y hasta Faulkner, Pound y Eliot utilizaron este mecanismo carnavalesco para cazar lectores.

Lo que logra esta artimaña no es, sobre todo, el reconocimiento de individualidades, lo que marca este compadrazgo barato es que consagra un acercamiento global.

Es ineludible dejar a un lado el fenómeno; todo escritor de nuestra época (hablo de aquellos que alcanzaron a escribir con ese asombro y con esa suerte a partir de la mitad de los ochenta y hablo sobre todo de todos aquellos que por generación, puntean la lista de escritores que publican desde los noventa) se salió del estadio, comenzó  a escribir de otra forma grave y a la vez especularmente minimalista, quisiera encontrar un calificativo más cercano pero no sé si el término: “escritura «bloguista»” pueda aceptarse como acuñación correcta para lo que es hoy la literatura.

Imagino que estas transformaciones definieron el renacimiento, el marxismo, quizás los libros de Aristóteles y hasta la tradición kabalistica de los judíos y el tono flemático de los samuráis.

Escribir en definitiva es modificar el universo, es trasformar la forma como nos comunicamos, es reestructurar, convertir el lenguaje, No quiero abarrotarme con elucubraciones que más bien al final perezcan simples y hermosas divagaciones.

La cuestión está en que el postmodernismo del que tanto se habló en los ochenta nos alcanzó, nos dio su mordida. Antes de que el discurso deslegitimador e inquisidor de la postmodernidad apareciera, el mundo rodaba bien, habíamos llegado a una madurez literaria sin precedentes la cual había logrado, con sus ismos y su forma de nombrar, con su mundo científico-bárbaro y sus tendencias político-bélicas, colonizar un tiempo propio; habíamos heredado el siglo XX.

El siglo del holocausto fue un siglo de personajes comprometidos con una literatura que buscaba decir bien las cosas, ya fuese desde el absurdo o desde el surrealismo, el cliché era saber decir bien las cosas, no había espacio para una oralidad mal pensada o para una oralidad automática, no había permiso para escribir divagando y tomándose el tiempo para meter la primera palabra ordinaria o extravagante que apareciera, no obstante, tuvimos la exquisitez de una biblioteca de maestrías legada por ese siglo que logró mantener un tono, un estilo y una forma particular de nombrar y de musicalizar la literatura.

No había turno en espera para ponerse a ensayar con escrituras singulares sobre la reflexión que a veces chocaba a la mente con su cotidianidad en los viajes, en los aviones, en los paseos, en los cocteles, ni siquiera los grandes inútiles de Hollywood lograron desempolvarse de ese adagio interno que los llevaba a decir cosas tremendas y serias.

Un ejemplo claro de esta condición está en Carver o en Chandler, sus ensayos, sus diarios, sus experimentos de escritura mantienen el sonsonete de una raza de escritores que pensaban demasiado lo que iban a escribir; Su escritura es  el arbitrario signo de un oficio, no de una vida, la escritura está en un allá, en un escritorio y sirve para crear  para entregarse, para desmembrarse o recrearse pero no para sobrevivirse. Textos como “Sin heroísmos, por favor” demuestran el compromiso literario de alguien que admiraba la concreción y lo bien escrito y que citaba eternamente como mentor a Pound, libros epistolares como El simple arte de escribir: cartas y ensayos escogidos.” pronuncian a grito entero el imperativo de un escritor que veía en la elegancia y en la delicadeza las mejores técnicas para escribir.

Ni siquiera Cortázar, Borges o Beckett escapan a este sin sabor de escritura universal. Una escritura cerrada a los límites mismos de la escritura, de la tecnología, del avance y la evolución dada. ¿Pero por qué a pesar de tanta vanguardia y herencia rebelde estos escritores se sintieron hondamente comprometidos, a decir tan esperpénticamente todas las cosas? La respuesta la tiene Brodsky: porque “Existe un inmenso abismo entre el Homo sapiens y el Homo scribens, porque para el escritor la idea […] de escribir es, literalmente, un proceso existencial”.

Aun así los mecanismos y aparatos que proclamaban velocidad y barbarie fueron aborrecidos por la talla de escritores como Kerouack quien intentó escribir en un papiro, Artaud quien buscó desde el dolor y la crueldad el retorno al ritual primitivo, Valery, Joyce, Fuentes y el mago de Aracataca dejaron a un lado el presente o marginaron el presente, se dedicaron a alejarse, a mirar la corrida desde la barrera. No hay en ningún libro antes de los ochenta, ni siquiera en la literatura estadounidense y francesa que es la que más rápido ha producido vanguardias, un atisbo alocado de lo que se escribe hoy en día desde la editorial de la World Wide Web.

Un análisis corto: Cortázar es precursor de  los blogs, como también lo sería Burroughs o Bretón, “Último round”,  los “Collages” o el “Árcano mayor” fueron experimentos con una necesidad imperante de comunicarse por medio de otras formas, ellos mismos fueron visionarios del nuevo lenguaje, de la transformación de la información y la comunicación.

Otro tipo de literatura deja más claro el asunto, observemos por ejemplo los ensayos y la filosofía que se reprodujo en ese entonces: tenemos a Foucault, a Habermas a Wittgenstein y otro tanto de vándalos intentado con Derrida filosofar desde un meta-texto, desde un más allá de la escritura misma, más no lo lograron. Sus libros son horrendas deformaciones de un estilo muy madurado bajo la sombra de una escuela que logró llevar la forma de escribir al límite y que apenas si alcanzaron la orilla de la polifonía y la hipertextualidad.

Quiero decir que la escritura tuvo un sello, el sello se basó en escribir con la soltura intelectual de alguien que conoce el oficio, que sabe escribir bien y no tiene ninguna otra forma de hacerlo; Beckett, un hombre que intentó desde Joyce decir y no decir, buscó despojar, mas, su atrevimiento, fue solo un ensayo, una escritura, que al igual que la del “Ulises” o el “Finnegans wake” solo habla de la forma en la que el siglo pudo permitirle hablar y decir.

Los actos del habla que demuestran formas particulares de cultura y que se mantienen en un determinado tiempo, como el habla de los vaqueros del oeste norteamericano o el dialecto de los snorkys y de los costeños de las islas insulares y caribeñas no son malformaciones de una lengua determinada sino que tienen  que ver con un carácter  cultural del hombre que nace dentro de esas tradiciones.

El siglo XX tuvo un timbre indiscutible de refinamiento en la escritura que hizo posible, quizás, los límites de la escritura misma. Así lo hicieron aquellos escritores que nacieron bajo la póliza de la ficción: Verne, Wells, Salgari, o aquellos que se perturbaron bajo la urbe: Balzac, Standall, Flaubert y más aun podría decirse, que así como el género de la “novela negra” fue una tendencia definitiva de un tiempo, la escritura del siglo XX fue la culminación del modernismo. Borges, quizás por eso, no esquivó dicha denominación y siendo el más universal y citado de todos los escritores contemporáneos a la vez fue el más grande de los modernistas.

Ninguno de los escritores pudo escapar a este sino, ni Joyce pudo crearse otros autores, ni Bukowski sus precursores. Las estrellas tutelares de todos ellos fueron Kafka, Stevenson, Emerson, Nietzsche, Schopenhauer, la lista no es infinita y si embargo no nos es innovadora. Para aquellos, esa lista era definitiva.

Hoy por hoy el postmodernismo logró al fin erradicar esa enumeración, ahora ni siquiera son Habermas, Lipovetsky, o Barthes sino Bolaño, Roth, Mailler, Auster, Marías, Zaid, Houellebecq, Nothomb, Murakami, Aira, Pitol, Villoro y Vila Matas, ahora la bibliografía conmueve con una constelación que estruja el lenguaje de otra forma y que denota el cuarto de hora de los blogueros que convirtieron su laberíntica vida bibliófila en una novela de citas (entiéndase desde sus dos acepciones: encuentro y máxima) y remembranzas literarias.

Ahora los escritores se juntan para hablar de la escritura misma y para convertirla en una ficción, para reinventarla desde una  literatura que más que escribir, habla y divaga, que cada día se inclina más y más al género universal del ensayo y que promueve un léxico enriquecido por la tecnología. Ahora sí que no es cuento, ahora estas insignias, antes solo posibles en libritos de ciencia ficción, son el comer de todos los días que hacen posible cualquier literatura, Bolaño es tan parecido en su escritura a un Vila Matas y este a un Auster, que al final cualquiera de los tres podría ser el mismo autor de “La ciudad de cristal”, “Doctor Pasavento” o “Los detectives salvajes”.

Un Archimboldi borrosamente traza la historia de esta nueva generación de Bartbleys. Sólo nos resta esperar, por lo pronto, a ser los próximos invitados a la sala de esta compañía y actuar con el mejor de los sarcasmos hasta lograr, también nuestro galimatías de hombres sin atributos.

10 comentarios:

Ana Cardinali dijo...

Me dejó pensando tu escrito, Zeu. Creo que en cierta forma hay que aceptar la transformación que el lenguaje y la literatura nos proponen, pero no olvidarse de las influencias que uno recibe de antaño, ni dejando a un lado lo que compone nuestro estilo personal. No sé si logro explicar mi punto de vista. A lo que voy es que hay una cierta cultura de reciclaje y de "veneración" en lugar de una cultura innovadora que de un paso más hacia adelante, pero creo que también tiene que ver con la forma en que nos manejamos con el capital y el consumismo. Es decir, si algo funciona, hacer más de lo mismo. Te digo un ejemplo bastante vulgar: la saga de crepúsculo. Fue un boom, millones y millones de ventas, éxito en taquillas, en boca de todos. Y luego de esa saga la literatura juvenil se convirtió en un reciclaje de vampiros y hombres lobo con algunas características diferentes de un autor a otro que viven una historia de amor de lo más cursi y que van al colegio y hacen cosas normales.
En cierta forma es culpa de los escritores que no buscan cosas nuevas, pero de la misma forma es culpa de los lectores, y todavía más de los editores. Ojo, parece que estoy generalizando a cinco manos y no es lo que pretendo, siempre se van a encontrar excepciones, pero a grandes rasgos es lo que yo veo.
Y bueno, ya perdí mi hilo conductor si es que en algún momento tuve uno jaja.
Supongo que el remedio es más individual, que cada persona que escribe busque formas nuevas más allá de ir nadando en una corriente de la que no es fácil salir.
Y me voy, porque ya voy a empezar a desvariar :P
Abrazo :)

Zeuxis Vargas dijo...

hablar de bet-sellers o literatura chatarra es en cierta medida hablar de otra cosa. Tu punto de vista no sé hasta dónde cuestione mi escrito, lo que sí puedo apreciar es la posibilidad de proponer un tema paralelo que de alguna forma desestabiliza ese orden de la nueva literatura comprometida y bien hecha.
Tanto Roth, Auster, Pychon o Vila matas han tenido que adaptarse a las dificultades que les presentan estas inmensas monstruosidades y basureros editoriales, la crisis ha llegado a tanto que mi escrito quiere revelar el absurdo al que han tenido que llegar para mantenerse.
Agradezco tu reflexión la cual me exhorta a escribir un nuevo artículo que piense este tema.
Un abrazo. Hemos llegado a realizar de alguna forma tu y yo a la misma jugada desesperada, te cito, me citas, citamos.

JARDÍN DE ESTATUAS SIN OJOS dijo...

En mi caso apuesto por la divagación que rechazas y por ese género híbrido, que tú reduces al ensayo, mientras yo considero a este un ingrediente más. Es moverse justamente en el borde de la palabra, hablando de ella y con ella,sabiendo que no se puede prescindir de la lengua pero a la vez intentando arrojarla por la borda.
Afirmar que Auster, Bolaño y Vila-Matas escriben lo mismo y del mismo modo me parece bastante osado e injusto. He leído a los tres y, afortunadamente con coincidencias y conexiones, nada que ver en sus estilos. Es como decir que los temas de la literatura son siempre los mismos: vida, dolor, amor, muerte. Claro, pero el ojo cambia la perspectiva. En fin, no deseo extenderme. Simplemente decir que me pregunté tras leer tu texto, ¿qué pensará de la escritura de Pascal Quignard? Ese bello estilo que algunos consideran propio de lo que llaman género literario blanco y rebosante tanto de lírica como ensayo?

Zeuxis Vargas dijo...

Hola.
Me ha alegrado mucho tu comentario, agradezco tu lectura y tu compromiso hacia ciertos principios hedónicos que nos va dando la literatura.
Estoy de acuerdo contigo en la apuesta. Considero el ensayo como la forma que remplazará o fortalecerá los demás géneros, su evolución demuestra ese aspecto proteico y flexible que Reyes no dudo en señalar como rey de los géneros. Hay un hermoso lbro de zavala que recoge un centenar de los mejores ensayos y ensayistas de hispanoamérica, muy bueno.

A decir verdad hay algo que me guardé y que considero era importante desarrollar en este escrito. Si bien es cierto que pienso que los tres autores coinciden en la forma y la técnica es muy claro que los temas no pueden ni serán nunca los mismos.
Tanto Auster, Vila-matas y Bolaño adoptaron a su literatura un sistema narrativo inteligentisimo y revelador que hace de sus escritos un inovidable encuentro de conversación con el ausente, es también cierto, que ese ser del lenguaje de Foucault que Freud denominó como el lenguaje del que no está contiene las mismas características a la hora de proponernos la irrupción por lo extraño. los tres hacen uso ya no de la nota al pie sino de la intromisión dentro de la trama de la misma forma.
Los tres han logrado con maestría introducir el ensayo, el comentario y el monologo del ausente como nadie más podrá lograrlo, son hijos de Musil, del "Hombre sin atributos",y a eso es específicamente y maravillosamente a lo que me refería, quizás tenga que replantear el texto para que no se mal interprete mi propósito.
O quizás deba dejarlo así para que como tú, cada lector logre esa inferencia sorprendente.
Aplaudo tu argumento, tu valentía al proponerlo y tu motivación de participar e inaugurar un diálogo.

Respecto a Pascal Quignard, debo confesarte que no lo he leído, y que agradezco que me lo hayas compartido, en cuanto pueda leer algo de este autor pasaré de inmediato a compartirte mis impresiones, Un abrazo fuerte, cariñoso.

JARDÍN DE ESTATUAS SIN OJOS dijo...

Gracias, Zeuxis, por contestar. Te confieso que leí muy interesada tu texto, pues me pareció de alta calidad literaria. Lo que pasa es que no me quedó del todo claro lo que querías decir o, más bien, pensé que te contradecías en la medida que escribías.
Citarse mutuanente los escritores me parece que forma parte de una interlocución literaria maravillosa (por descontado me desmarco del mercadeo en torno a la literatura, a los best-sellers y a los libros -como decía M.Durás- "pudibundos"). Desconociendo el tema y el trasfondo de la posible publicación de la correspondencia entre Bolaño y Fresán, celebro las publicaciones de las cartas de los escritores si contribuyen, que suele ser el caso, a una profundicación en el ámbito literario. A modo de ejemplo: las cartas de Flaubert o las de Emily Dickinson.
Me fascinan las incursiones del buen ensayo en las novelas, sin pensar que el género futuro está en el ensayo. Es más, me aburren sobremanera las novelas que se sostienen sobre todo en una trama y que apenas me dan posibilidad de subrayar ideas con mi lápiz walseriano.
Ni los textos cortos por sí mismos ni los más largos adolecen de falta de estilo. Una greguería o un aforismo puede alcanzar la altura del arte, de igual modo que un texto largo también. No creo que hoy la literatura (sobra decir la buena literatura, pues si es mala deja de serlo) dé la espalda al estilo. Todo lo contrario. Te recomiendo un texto de ficción crítica que, entre otros, habla de este tema: "Chet Baker piensa en su arte", de Vila-Matas.
Y puestos a hablar de Vila-Matas o de los otros que nombras (yo añadiría a Piglia, no sé porqué consideras que se han plegado al mercado. Vamos, que no estoy de acuerdo. Siguen siendo autores cultos, que, por fortuna, van siendo cada vez más conocidos, pero siempre en un sector bastante minoritario. Porque no creo que fallen ellos, sino la mediocridad y el delirio (por hacer uso de una expresión de Enzensberger) que alimenta tan bien la sociedad de mercado global. De eso ya sabes que hablaron también, entre otros tantos, los autores de la Viena de fin de siglo...
En fin, son muchos los temas y el espacio se alarga, por lo que te agradezco -antes no lo hice- tu texto en tu blog y tu coraje de letraherido.
Un abrazo. Elisa.

Zeuxis Vargas dijo...

Tu enamoramiento hacia Vila-Matas me recuerda a mi mismo cuando pensaba que Borges lo era todo.
llevar a un pedestal a un autor no es muy aconsejable, pero al igual que en la música y en las religiones siempre hay y habrá fanáticos inofensivos.
tampoco es mi cometido desencantarte, las novelas de este escritor se sostienen tanto como sus ensayos. son una colección arbitraria de citas de sus lecturas preferidas, Bartbley, no sólo proviene de una extensión de un relato de Malville, sino que invade ese derrotero del destino de la literatura que se abandona.
Esta intromisión se ve claramente en la asesina ilustrada, en dublinesca y en el doctor pasavento, tan sólo por citar los más conocidos. La primera es un imaginario robo adolescente todavía de un joven Vila-matas enamorado de las ideas de Margarite Duras la cual quizás se las ofrecía en bandeja en la escalera del apartamento donde vivía, tal y como él mismo lo comenta en "para acabar de una vez por todas con los números redondos"; la segunda es un claro esperpento de incrementar el valor hermético de Joyce y el escritor portugués fantasma que investiga e investiga entre las personas tak y como lo intenta el dr, pasavento haciendo acopio de Montaigne. Sus ensayos están atados a ese hilo conductor de lo prestado. "El traje de los domingos" o "Extrañas notas de laboratorio" donde se lee también lo de Duras, solo están llenos de esas perplejidades de coleccionista. puedo decir que Javier Marías es un poco más desconocido y huraño, no necesita de postearse a sí mismo en un blog que sea una hiperbole de su ambición de inmortal como la tiene Vila-matas.

Zeuxis Vargas dijo...

Una aclaración, quizás no hayas leído la obra de Musil, esa novela que es toda Europa y que se titula " el hombre sin atributos", en ella, musil irrumpe con un elemnto extraño o como llamaría Bousoo, crea una ruptura en el sistema cuando escribe en medio de la obra su gran Ensayo sobre los valores. Quién hay leído esta obra comprenderá el sentido del título y de mi ensayo y de este con lo escrito en él. tratar a estos escritores como hombres sin atributos , es homenajearlos debido a al riesgo y reto que se impusieron y que es similar a esa quijotada que hizo magistralmente Musil.
pero soy más dado a mis propias citas, o sea, a citarme a mi mismo antes que a los otros, no me gusta pedir prestado demasiado a no ser que sea estrictamente necesario o que en alguna medida lo prestado complete mis teorías y tesis. Así de esta forma debo decirte que mi tesis se fragua en el hecho de descubrir una literatura que indaga por la hibridación de los géneros en estos tres autores y que en resonancia pues cabe anotar ciertas similitudes y diferencias que tiene con su pasado.
Me aburre sobre manera tener que discutir esta clase de gustos sólo por el capricho de que el interlocutor no es capaz de abrirse a una comprensión flexible sobre lo que quizás pueda ser la otra cara de la moneda.
Yo acepto tu argumento y veo en él una total veracidad entre hechos y tesis, sobre todo porque Vila-Matas me agrada como también me encanta Auster y el titánico Bolaño, siento, no diré otra cosa, que el escrito no logre dejarte satisfecha ante tu ídolo, me molestó lo de "letraherido", no escribo por dejar por el piso a alguien o por resentimiento, mi único motivo es el gusto, el encontrar cosas que de hecho como planteo en uno de mis ensayos: "escribir poesía" me impactan.
En mi poema "Algunos animales y plantas del litoral europeo" también demuestro esta teoría ya que lo que me llevó a escribirlo fue el asombro que me causo 2666 de Bolaño. No sé cual es tu gana de presionar contra una opinión que como la tuya también se ajusta a un universo culto que ha sabido exprimir otras cosas. Debo terminar diciéndote, que pasé por tu blog y me gustó, pero que me enervó tu último comentario en el mío. Sin embargo seguiré pasando por tu sitio ya que de algo estoy seguro y es, como dije en otro de mis ensayos: "diatriba contra los falsarios", no se puede juzgar al hombre con su obra, la obra es singular y está divorciada del hombre que es mortal y dado a los caprichos e impulsos que desee. Alguien lo dijo mejor: un envenenador puede también ser un gran escritor y no por eso dejar de ser envenenador. Envenenaste la parte humana que quería conocer de vos por ahora pero me quedo con tus escritos.
Chao.

JARDÍN DE ESTATUAS SIN OJOS dijo...

No entiendo nada tu reacción, pero mejor dejémoslo. Sí, conozco "El hombre sin atributos" de Musil, lo he leído en el idioma original y en castellano. Pero da igual, pensé que hablábamos de literatura y no de temas personales.
Tampoco sé a qué viene hablat de mi ídolo y esas cosas. Lo de "letraherido" lo dije con el corazón en la mano. Yo me considerao una "letraherida". Es también un modo de dolerse del mundo.
Un abrazo.
Elisa.

Zeuxis Vargas dijo...

Claro que hablamos de literatura, gracias a ella nos hemos podido contactar, estimo tus comentarios, hace algunos días me enervé porque mal interpreté una acepción que utilizaste, por eso me mostré reacio a seguir un diálogo donde veía cierta obsesión por un autor, Debo confesarte que estimo tu valor y tu necesidad de defender tus argumentos, de plantear una conversación lúcida, sin embrago a veces entrar a discutir la literatura por el lado oscuro de los gustos es la peor forma de abordarla, como decía Musil, la decadencia de nuestros valores se debe sobre todo a el entramado psicólogico de nuestras subjetividades, en esta región será casi siempre ineludible recaer en las digresiones y los abruptas diferencias, a veces hasta nos tornamos dogmáticos y cuando esas ideas se fijan con tanto encono pues ya es muy complejo lograr salir ileso de parte y parte. te propongo que canalizemos esas cercanías desde lo que Flanery llamaba la verdadera apreciación literaria, desde lo que los textos pueden decirnos más allá de lo que pueda ser o no el autor. te invito pues a que nos leamos con asombro, con cariño y que plantemos diálogos que proliferen estimulando gratas e iluminadores pensamientos de parte y parte, ya conozco un sector algo delicado de tu lectura y no me gustaría pues en ese dejémoslo. No sé que dirás

JARDÍN DE ESTATUAS SIN OJOS dijo...

De acuerdo; no en vano incluí hace días tu blog entre los blogs que sigo, confesándote que no soy nada bloguera, que apenas me asomo a los blogs por cuestión de falta de tiempo, simplemente. Prefiero dedicarme a la lectura.
Por cierto, nada que ver mi obsesión por determinados lectores, en este caso, V-M. Aprecio su obra, es obvio, pero mi litado de lecturas es de amplio espectro. Eso sí, estoy trabajando desde hace tiempo en torno a la obra de V-M y sobre todo, su noción de la escritura, que comparto.
Seguimos hablando...
Un abrazo.