03 junio 2013

Prometeo.




Fui creciendo, perplejo, como alumbrando a tientas,
Como replegando la tiniebla sin saber siquiera su intención
De poner en blanco la memoria.
Y si ahora te digo, queriendo borrar las lágrimas
Porque está a veces esa ansiedad de redimir olvidando
Es, porque siento el vulgar oficio de delatar la ulcera.  Todas las incurias.

Mis ojos se han ido pudriendo de soledad,
De escuchar desde lejos el sopor de la confabulación
Y los tantos hedores que dejaron en su camino los susurros.

De la infancia tengo sólo un rostro ignorante,
Onírico  y empotrado a la palma de la saudade como otra dolorida distracción.

Fue mucho después,
En los años cuando le da por crecer con fuerza la desidia
Cuando comprendí que los gestos eran la revelación de muchas heridas parecidas al desprecio,
Que  resguardar el ánimo era encender máquinas hipócritas resolviendo la inclemencia de la cotidianidad;
O que olvidar un descuido podía someter la eternidad a Días alargados como la melancolía,
Yo mismo empujé  con desmán muchas ilusiones por abismos que no tenían regreso.

Eso que fue configurando los sueños
Se convirtió en resentimiento
Y supe que todos teníamos por dentro esa agua mala constreñida y veraz para mirar resignados
El plomizo aburrimiento.

Me dieron ganas de llorar por saber de la muerte tan temprano
Y por saber que nada había más incomunicable
Que la agonía después de ese justo momento de desamparo y blasfemia.

Este hombre caminó por casi todos los lugares que nadie podrá señalar,
Este hombre nunca existió y, sin embargo,
Creo aun que me parieron para sentir la corona de todas las espinas.

Que no hay nada más certero que saberse degradable, no renovable ni en los sueños.

Supongamos,
La lápida,
Cada bosquejo de silencios aferrándose a empresas despellejadas por el tiempo.
Supongamos,
El cansancio,
Inventariando la experiencia para poder mirar con el mismo insulto todos los cariños.

Pero hay palabras que incompresibles parecen abrir gemidos, son como portales de un incendio.

Hay puertas que sólo sirven para entrever el escarmiento.
Soledades que abundan hasta ser toda la tristeza
Yo he llorado
Por saber todas estas cosas
Y ahora ustedes.



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