27 marzo 2008

PRUEBAS DE INGRATITUD.




Con este silencio amasable
que llevas hacia el día adormecido,
con esta manera de cortarte las pestañas
y los labios en la niebla preocupada o rutinaria,
con tus ademanes que agrietan tus ojos ante el viento,
que te sacuden como ropa tendida en el verano,
con tus dos manos que nunca
has utilizado para desplumar un ángel
y que usaste todos los días
para vestir el animal encabritado en tu enhiesta intimidad,
con este inventario de intuiciones
y por la rosa que dejarás podrir
como ofrenda justa para el fallecimiento.


Por el beso que se te fue envejeciendo
y haciendo avaro al deseo,
por la fecha final que te espera
con esa ansiedad inusitada
con la cual se intuye el miedo en la tiniebla,
con tu manera de ser ante el espejo
o por el olor a trasnochado
que llevarán los amigos en tu luto.


Con tu esparcida actitud de bufón
profanando los engaños,
con esa costra que dejaste abandonada entre las sábanas
como si nada conviniera,
como si el memorial de tus huesos
o tu aliento asustado no bastara,
como si con esa forma de dejar perdida tu mirada en la tristeza
o como si el lagrimal testigo de tu ausencia
no sirviera para señalar tu sarcasmo en los velorios.


Como si tu vida a cuestas no ajustara
tanto espasmo y humedad otorgado en los orgasmos,
como si la indiferencia no justificara,
que estuviste muchas veces en el centro de lo eterno.


Como si no hubieses comido
de las propias manzanas nocturnas de tu nada
te pones el cuero bochornoso de Abel en tu memoria
y te avienes de golpe ante los recuerdos
con esa cara de recién descubierto
en los ojos atalayados de un anciano mirándose al espejo.


Con tu manglar de incertidumbres
todavía te paseas irrespetando el estupor de los espectros,
te sigues madurando para la última sonrisa,
te apretujas el alma entre la carne,
te haces el indigno
y te rebelas esgrimiendo el pescuezo
de un ángel recién ahorcado por tu sombra.


Te atreves aún a irte de golpe
contra ese dios tuyo que se asoma en la harija matutina
de tu somnoliento despertar de porcelana,
pareces un ciego palpando su degradación en la piel de un río,
un desposeído acechando
la noche en la entrada de unos labios magullados.


Semejas demasiadas baratijas truqueadas en un mercado de leprosos.
sigues mordaz como el aguijón que cuelga en tu entrepierna,
con ese reflejo virulento que sigue pudriendo el tamarindo
que te puso Dios a latir en el centro mismo de tus alas.

2 comentarios:

Lauren Mendinueta dijo...

Hola, paso por tu blog para dejarte un saludo. De paspo te cuento que cambié la dirección de mi blog por www.laurenmendinueta.com Un abrazo,
Lauren

Jeabelly dijo...

Agreste el camino de la ingratitud en la niebla de la vida mal habida...Me gusta el lenguaje, el misterio mismo que las lleva.