02 enero 2008

SOBRE EL “ESCLAVO SOMETIDO A UNA SUERTE ANORMAL DE TERROR”


Rilke enseñó famosamente a no aventurarse en ciertos temas, sobre los que, por haberse escrito mucho o de modo inmejorable, ya casi es imposible agregar nada. Voy a desoírlo.
Abelardo Castillo.





















Son demasiadas y vastas las cosas que se han escrito en torno a intentar dilucidar la psicología extremadamente apabullante que debió haber tenido el asombroso Poe. Muchos observan en sus obras una biografía, una curiosa manera en que el bohemio escritor dejaba entrever sus tormentos y sus afanes angustiosos, otros, sin embargo, intentan esclarecer el misterio que acunó para llegar a producir esas formas que dieron en revitalizar la literatura y por consiguiente sus distintos géneros.


Toda literatura es autobiográfica afirma Borges, en el caso especial de Poe, su obra, fue esa oscura manera de llevar a cabo un tormentoso y hasta dialéctico acto comunicativo de su observación acerca de la vida, de lo que el reflexionaba sobre la existencia. En todos sus cuentos se alcanzan a percibir descripciones tácitas de ese desgarramiento vital en que el precursor del cuento psicológico de terror solía llevar su humanidad pero es quizá en el relato La caída de la casa de Usher donde más atisbos sorprendentes se dan de ese florecimiento sombrío que inundaba al miserable Edgar.


Cuando nos detenemos a criticar una obra, por mas nimia que sea, lo que ulteriormente hacemos es, quizá, crear algo nuevo, algo curiosamente distinto a la significación original del texto, más en este discurrir en que el crítico busca interpretaciones nuevas sobre la obra observamos que siempre es imprescindible tener al lado la sombra tutelar del autor, ya que éste nos demuestra caminos por donde transitarlo sin mucho percance.


La vida de Poe es ligeramente un resplandor terrorífico dado a la miseria y la tragedia de un hombre que se descarrió en la flamante nación de los Estados Unidos o como dijera Baudelaire, el destino trágico de un ángel extraviado. Su existencia está atravesada, casi, por un ambiente mortuorio, decadente y malsano que sobrenada en toda su escritura, ya sea un cuento, un poema o una crítica o comentario, todos realizados, con un rigor tan especial, que no logramos, a veces, entender como ese sátiro, ese Dionisio enfermizo logró crear tan magnifica obra.


Ateniéndonos al relato, observamos esto mismo, el cuento esta anclado en una atmósfera azufrina, un ambiente realmente lúgubre donde sobrenada la actitud suspensa de un observador casi de la misma talla investigativa del bohemio que lo creo.


El anónimo narrador se nos presenta como un discurridor agudo que hipersensible a lo que lo rodea logra como él mismo afirma - con ese escaso lenguaje- dar una pequeña idea de la naturaleza anímica de los ambientes que observa y siente. Esta vez no asistimos a una descripción sencillamente subjetiva que se concentra en lo topográfico o en lo retratista, no es prosográfica, no es una etopeya, es, una descripción ontológica-psicológica, es una descripción que logra expresarnos la emoción, el sentimiento exacto bajo el que se encuentra tal o cual atmósfera.


Basta citar el siguiente párrafo para confirmar este argumento:


Miré el escenario que tenía delante -la casa y el sencillo paisaje del dominio, las paredes desnudas, las ventanas como ojos vacíos, los ralos y siniestros juncos, y los escasos troncos de árboles agostados- con una fuerte depresión de ánimo únicamente comparable, como sensación terrena, al despertar del fumador de opio, la amarga caída en la existencia cotidiana, el horrible descorrerse del velo.


En esta corta descripción la mente de lector ya no tiene más que hacer, sino que comenzara a creer inevitablemente en que dicho escenario que va más allá de lo lúgubre y lo desolado existe de veraz, la sencillez con que está escrito y la profundidad con que se nos demuestra dicho ambiente no sólo parece natural sino inevitable[1]


Como se puede observar los adjetivos son dispuestos en este aparte y en el resto del cuento con inigualable maestría, las comas están justo donde deben estar, hay un tono pausado, una narración suavizada por un extraño suspenso, el cuento mismo desde el inicio demarca ya un tono que no puede ser cambiado y que indudablemente determina y justifica su lectura, no puede existir una lectura alegre, no hay una lectura irónica, lo único permisible desde la entrada es que somos impuestos a una suerte de narración que se basa en una confidencia misteriosa y enajenada por un hálito de suspenso que hace que su lectura se nos ofrezca de forma peculiar y secreta.


La narración parece estar dirigida a nosotros secretamente, confidencialmente, hay una cierta desesperación escondida en las palabras que nos invitan a ser los cómplices de una revelación que imaginamos será terrorífica.


Hay un hecho sobre todo este extraordinario juego descriptivo que se da en toda la narración y es ese formidable conocimiento del significado de cada adjetivo que nos muestra el narrador. Para este confesante los sentimientos negativos o positivos tienen un cierto reconocimiento poético que eleva la condición del sentimiento al grado de su aceptación; el dolor se acepta por su formidable manera de llegar, la alegría por su maravillosa forma de inundarnos, pero más allá de estas emociones que se aceptan, hay otra clase de impresiones no dadas a la captación sino simplemente a la aversión y al desprecio. Tal es el caso que se da en esta frase:


No sé cómo fue, pero a la primera mirada que eché al edificio invadió mi espíritu un sentimiento de insoportable tristeza. Digo insoportable porque no lo atemperaba ninguno de esos sentimientos semiagradables, por ser poéticos, con los cuales recibe el espíritu aun las más austeras imágenes naturales de lo desolado o lo terrible.


Si se observa bien es sorprendente cómo el narrador logra trasmitirnos a través del epíteto insoportable la negación absoluta o incomodidad que trasmite el sustantivo tristeza, en este caso la tristeza ya no es aceptable, el epíteto nos la convierte en algo irritante, algo descontroladamente intolerable. Al principio la figura se nos muestra como algo natural, pero el narrador quiere trasmitirnos verdaderamente el significado propio de ese enunciado, del por qué utiliza la palabra insoportable y por qué es necesaria su utilización y no la de otro adjetivo.
Sólo entonces comprendemos que cada adjetivo está dispuesto bajo una justificación, bajo una necesidad, que no son meros ornamentos, sino que éstos posibilitan el verdadero significado que nos desea transmitir el relator. En esta medida, el autor del cuento se nos impone, nos impreca a tomar una profunda conciencia de cada palabra, de cada enunciado, porque cada signo tiene un secreto artilugio que decirnos o develarnos algo.








A medida que avanzamos vamos siendo cada vez más delicados en atender a cada gesto o forma que nos quiere transmitir el narrador, ya que la importancia del cuento se basa, sobre todas las cosas, en este juego magnifico de la representatividad que tienen las palabras.

En el cuento sobrenada una angustiosa necesidad por dejarnos claro que los sentimientos son ante todo el temperamento oficial que rige el dramatismo bajo el cual se desarrolla la narración. Hay una persistencia por dejar claro ésto, Poe quiere trasmitirnos de la forma más fidedigna el exacto conocimiento que tenía sobre las emociones porque sabe que el entendimiento de esto es lo que posibilita quizá el asombro y la naturaleza terrorífica de lo que desea trasmitir. Su ansiedad por comunicarnos ésto se ve reflejada en este párrafo:


la conciencia del rápido crecimiento de mi superstición -pues, ¿por qué no he de darle este nombre?- servía especialmente para acelerar su crecimiento mismo. Tal es, lo sé de antiguo, la paradójica ley de todos los sentimientos que tienen como base el terror.


Maravillosa explicación sólo posible en la mente de alguien que se prolongó bajo el tormento de sobrevivirse intentando entender las emociones más proclives de la existencia.


Aunque muchos críticos resaltan es el carácter autobiográfico y ven en Roderick al mismo Poe, sus vicios y manías, lo que posiblemente reflejó Poe bajo la personalidad del siniestro amo de la casa de Usher fue su pavoroso destino dado por lo que ya todos, sabía de antemano, evidenciarían; el opio, el alcohol, el nerviosismo del espíritu que se identifica con la personalidad del maestro del cuento corto es sólo una excusa para decirnos con palabras de Roderick lo que finalmente sucedería con su existencia:


Moriré -dijo-, tengo que morir de esta deplorable locura. Así, así y no de otro modo me perderé.


El resto del relato, por lo demás, se dirige hacia lo que todos ya han dicho, hacia ese crecimiento de un infalible terror final que se da desde la llegada del íntimo amigo de Roderick. La confesión de la enfermedad de Madeline, su muerte, la velación, el sepulcro, la tormenta, la aparición y la evidencia o certeza del sentimiento pavoroso de haber enterrado viva a la hermana, son sólo la recreación ociosa de un Poe lector, infatigable de los románticos. Así mismo, su espíritu romántico también busca dar un homenaje a esas vivencias y lecturas que le impresionaron. Cada parte del cuento abunda en alegorías a sus lecturas más profundas y tutelares.


Un ejemplo de esta intertextualidad homenajeante que rinde Poe en su cuento se puede observar en la sensación que sufre el narrador:


Un temblor incontenible fue invadiendo gradualmente mi cuerpo, y al fin se instaló sobre mi propio corazón un íncubo, el peso de una alarma por completo inmotivada.


Ya antes el nombre de Fuseli se nombra a principios del cuento por el anónimo amigo y sabemos que éste ejerció una influencia grande en la obra de Poe, pero en este párrafo es cuando de veraz nos damos cuenta de la importancia que tuvieron los cuadros de Fuseli en la mente creativa de Poe. Tal descripción emotiva no es más que el recuerdo del cuadro pesadilla nocturna donde se nos muestra la imagen de un incubo que se posa sobre el pecho del dormido oprimiéndolo casi hasta el desfallecimiento.






Hasta el mismo Quevedo abunda en el relato, ya su sangrienta luna la vemos al final del relato cuando ante la contemplación de la casa destruida, el narrador describe el poder resplandeciente del satélite de esta forma:

El resplandor venía de la luna llena, roja como la sangre


Un último ejemplo, aunque es importante anotar que son muchos, puede ser el que denota la fuerte impresión que, quizá, causó en Poe la poesía de su contemporáneo Nerval:


Su muerte -decía con una amargura que nunca podré olvidar- hará de mí (de mí, el desesperado, el frágil


La expresión hará de mi el desesperado, el frágil, al leerlo, nos traslada inmediatamente al poema de Nerval, titulado El desdichado.


Habiendo mostrado estas afinidades es conveniente ultimar que Poe utiliza su experiencia literaria como forma fantástica para crear sus relatos y a su vez para mostrarnos que la literatura puede servirnos como instrumento de creación.


Su relato La caída de la casa de Usher es finalmente un experimento literario que busca ofrecernos la simultaneidad y similitud que puede existir en varios textos a partir de un tema, es una invitación a la auscultación del presagio visto desde lo sobresaliente que existió en cada obra que leyó el siniestro Poe.


Su texto esta configurado por una red semántica que hace posible la aparición de algo totalmente diferente pero semejante en la alusión del tema a sus tan profundamente estudiados precursores. Así la obra que antepone cada uno de los hechos finales del cuento es quizá una invención más de Poe, quizá Launcelot Canning no existió y su mero nombre sólo es un señuelo que nos antepuso Poe desde el principio para ponernos a prueba como lectores, a lo mejor Poe con la aparición de Launcelot sólo nos quiso llevar al monólogo desesperado del famoso Launcelot Gobbo, el personaje de Shakespeare que en su acto II, escena II en el mercader de Venecia nos presenta el futuro que, será necesario, tenga que correr el narrador que le lee a Roderick una novela para que calme su histeria. El destino de salir corriendo, huyendo después de haber sido el aterrado espectador del nacimiento y muerte del demonio.


Por otro lado, la lectura de Mad Trist (obra que le lee a Roderick el narrador) no sólo hace posible los acontecimientos de lo que sucederá sino que a su vez nos trasmite el destino ulterior del narrador y casi mágicamente, a su vez, el cuento sólo busca es trasmitirnos no ese terrorífico ambiente, sino que busca es trasmitirnos la amarga muerte de Poe.


Al morir su amada, Poe recayó en la más profunda angustia, sea conveniente decirlo con palabras de él, en la mas insoportable tristeza y siendo esclavo sometido a su suerte anormal del terror antepuso su muerte delirante y espectral en un cuento donde nosotros los lectores, cada vez que lo leemos, somos los que nos alejamos al galope, observando el pálido cadáver a través de las grietas biográficas que dejó como evidencias.


Indudablemente nosotros somos ese narrador angustiado que a través de La caída de la casa de Usher sabemos que la muerte de Poe no fue causada por un delirium tremens sino por un anormal terror que lo llevó infatigablemente hasta su muerte, a tratar de revivir a su amada; el verdadero objetivo, quizá, de toda su vasta literatura.






Notas:




[1] Cuando las cosas están bien hechas no sólo parecen naturales sino inevitables. Borges Jorge Luis. Consejos a un joven escritor.

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