02 enero 2008

“EL PARTERO DE SUEÑOS”


Tuve todo, menos dioses en impasiblefelicidad”.
Jorge Gaitán Duran.







Luis Cardoza y Aragón, ese gran poeta guatemalteco que tuvo una “memoria hecha de pájaros” sufrió con asombro la clarividencia de saber nombrar la presencia de un poeta y de un hombre.


En Bogotá llama al fundador y promotor de la revista “Mito”: “el partero de sueños” y sentencia con esta frase el destino de un colombiano asediado por sus más íntimos recuerdos.


Hedonista intelectual, Jorge Gaitán Durán, pertenece a aquella generación que hija de él, nombramos hoy como el “Grupo Mito”. Sin embargo, su carácter poético va más allá de un proyecto literario que deseaba reducir el provincianismo tradicional de nuestras letras. Su curiosidad viva de Dios aturdido lo llevó a dejar sus estudios de Derecho en Bogotá y peregrinar como un Rimbaud por el mundo antiguo de los dioses siempre muertos y tristes de su palabra.


Hermano generacional de Estanislao Zuleta, de Hector Rojas Herazo, de Eduardo Cote Lamus, de Carlos Obregón, de Orlando Fals Borda, de Rafael Gutiérrez Girardot, entre otros, y quienes a su vez participaron en el proyecto concientizador de darle nuevas perspectivas artísticas, políticas y sociales a nuestro país, el “embelesado” Gaitán Durán gestó sus días a través de la locura de saberse siempre al filo del abismo.


Bakunin acertó al decir que “amar es querer la libertad”, ya que esta emancipa al hombre y lo hace dueño asertivo de sus propias desventuras, así mismo, lo reconoció Gaitán Durán cuando en las ruinas de Troya escribió: “Todo es muerte o amor” y entendió que al decir aquello su alma jamás encontraría descanso. Por eso su misión consistió en “vivir cada día en guerra, como si fuera el último” y tal como lo afirma Javier Arango Ferrer, su osadía y su verdad radicó en pasar por la vida “recogiendo los desperdicios del mundo contemporáneo” ofreciéndole de esta forma a la sociedad la redención y el reposo necesarios. En este sentido Gaitán Durán, fue el verdadero artista colombiano que atendió con inigualable compromiso a la misión de Antonin Artaud: “El artista es un chivo expiatorio, cuyo deber consiste en imantar, atraer, echar sobre sus hombros las cóleras errantes de la época para descargarla de su malestar psicológico”.


Pero este “adolescente de grandes ojos de agua” no sólo instituyó una nueva y formidable revolución literaria sino que produjo con su “obra breve” un esteticismo nuevo que se basó en la nostalgia y en la flamante locura de los cuerpos.


Por eso su poema siempre estuvo incendiado, repleto de una intensa llama que ardía hasta fundir los cuerpos de los amantes y de los días, porque esa llama, ese fuego calcinante que reverberaba en la memoria sólo tenía un nombre: Recuerdo.


Pero su recuerdo quiso luchar con el olvido ya que de una u otra forma reconoció que recordar era empezar a olvidar, Cada vez que evocó en sus poemas sus más maravillosos momentos sufrió al no lograr retener la carne que abrazó, o el labio que besó. El recuerdo es doloroso porque transmite una imagen difusa, una imagen que tan sólo puede lograr comunión con la muerte o con la nada.

En su “Canto XIII” nostálgicamente afirmó que “nada resiste la invasión del olvido”, y revolucionario, necio, irremediablemente sátiro, reanudó con su palabra la rebelión contra el olvido, su poema siempre estuvo en guerra, una batalla que buscaba librar para recordar y nombrar. Por eso en su poesía pudo susurrarle a esa mujer: desconocida para nosotros, que:




“Nadie sabrá que vivo para ti, que defiendocontra las llamas trémulas tu desnudo recuerdo”




Aunque esa empresa le dió una tierna satisfacción de afirmar ante el mundo que en el recuerdo de esa mujer él era “el incendio del ser” muy adentro se supo perdido porque reconoció que esa amante y ese cuerpo, ese remembranza en últimas, era “impenetrable”


Sus poemas son digresivos, están fatalmente enamorados y caprichosamente perdidos, en su poesía siempre existe el “vino rojo”, el “desnudo” los dioses siempre perturbados e irreconocibles, siempre está el sol ardiente, y la luna y los “astros sanguinarios”.


Gaitán Durán, buscó con su poema su propio ser, quiso examinarse con su palabra, deseó atrapar su identidad y por eso su locura consistió en reconocer que todo salía o llegaba a él en vida y que todo lo tenía excepto la muerte.


Podemos decir que Jorge Gaitán Durán reconoció su proyecto y al saberse menos hombre y más poeta entonces logró decir que su poema se asentaba simplemente en la idea de poner “incendios en la nada”

Al lograr registrar esta triste condena ya no le quedó más remedio sino proseguir su camino de poeta y su destino de ebrio o alucinado lo llevó a cabo con el más tenebroso capricho. Su incendiado ser deseó seguir persiguiendo a la mujer, a la amante pero bajo el irrevocable mandato del libertino. Si no pudo recobrarla, por lo menos la engendró en nosotros, lo lectores, con la fuerza de sus palabras:




“No quiero morir sin antesHaberte impuesto como una ciudad entre los hombres”




Gaitán, supo siempre que esa imposición era una exigencia de palabras que podían ser olvidadas. Al proponerse la trascendencia de lo que amaba también tuvo que inventar la forma de hacerlo y es aquí donde nació su prodigio:


“quiero apenasarder como un sol rojo en tu cuerpo blanco”.


El amante del recuerdo, de la mujer, quizá, de su Pamplona adolescente, al fin se supo vencedor, ya que su esperpento estuvo en hacer que la hoja mostrara, a través de la palabra, ese pánico deseo, ese clímax, ese desaforado incendio de los cuerpos que se amaron. Por eso la mujer, la amante irremediablemente pierde su cualidad física y traspasa las dimensiones metafísicas de la verdad porque Jorge Gaitán Duran y ese cuerpo-poema supieron que:


“Antes de aquí tendernos, no existíaeste mundo radiante”.


Y por eso pudo decir felizmente desde su noche con miles de soles que:


“basta mi voz para borrar los dioses”.



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