02 enero 2008

La verdadera historia de Bachue




La mujer lo arrastró hasta la orilla
Le susurró su secreta identidad,
lo silenció con sus senos desnudos
Y le limpió el barro
que comenzaba a borrarle la inocencia.
Detrás quedaban los juncos
y las diminutas huellas de un niño
Sin nombre.


Una grieta de niebla
a lo lejos insistía en recomenzar la madrugada
Pero la diosa estaba decidida,
Arrastrándolo de una manita
lo sacó del espejo de agua
Y trazándole oscuras pectorales en el sueño
le forjó el coraje de una raza.


Año tras año
lo fue alimentando con un calostro entristecido
que le iba endureciendo el sexo y la mirada.
Del niño solo quedaron
las huellas en la orilla de la laguna
como fósiles que de pronto
hubiesen salido a tomar el sol del mediodía.


A la mujer le fue costando retenerlo entre sus brazos
Ya no podía alzarlo y sujetarle las muñecas
hasta dejarle tatuados sus deseos en la carne
Ahora era un hombre con callo en los talones
y un centenar de nombres
Que le servían para nombrar las cosas urgentes de su alma.


Un día la diosa avistó en la criatura adormilada
Un extraño palpitar creciéndole en el pecho,
los ojos parecían lujuriosas fieras acechando.


El hombre se abalanzó sobre su cuidadora
apretándole los senos con afán y riesgo
La diosa solo gemía abrazando el cuerpo eréctil
y feliz dejaba que el placer la penetrara.


Las escuálidas formas fueron poblando la tierra
con labios siempre prestos al gemido y al abrazo
Y el mundo pronto fue llenándose
de una raza inútil solo presta a la caricia
y al paso enmohecido del los días.


Ya viejos, casi sin poder retener
un olor de alegría en su mirada
Abandonaron la aldea.


La diosa esperó que el anciano
se calzara las huellas dejadas en la orilla
Y luego fue arrastrando al niño
hasta el fondo del agua para siempre.

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