Así fuiste encontrada con tu cuerpo
incorrupto como un metal,
Yacías recogida, fantaseando el abrazo de
una mano y el amor parecía tenerte.
Tus reliquias entregadas al hielo como si
no bastara la muerte
Tus ojos ciegos, los lirios azules de tus manos,
todo, todo había sido prohibido.
Nadie pudo tocarte
Virgen, virgen te enterraron.
Te decapitaron,
Y la cámara donde te escondieron se hizo
museo,
Recinto de fotos, de multitudes pagando un
tiquete.
Con madera de ciprés tallaron tu primer
sepulcro
Tu cabeza la dispusieron en un cofre de
plata lejos de tu cuerpo
Y el ángel vigilante de tu pureza fue
embalsamado.
Te encontraron dormida, negando el fallecimiento,
Soñando, como si de eso se tratara la
inmortalidad
Y cuando entendieron
Tu dejaron tranquila, se fueron en
puntillas,
Alejándose como quien se aleja de algún
lugar sagrado
Saqueadores de tu soledad, de tu galaxia
custodiando la realidad como un perro
Dejaron grafitis en las paredes, en las
orillas de la puerta, al pie de los restos.
Alguien arrojó miedo por un conducto
secreto
Y el lucernario comenzó a filtrar la luz
como una grieta.
Hombres y mujeres adoran una imagen, el
mármol con sus cicatrices de fuego.
Algunos fieles consiguieron en el mercado
negro una uña, una pestaña,
Y llevan al cuello el pedazo de piel que se
te cayó de los dedos.
Un hombre me dijo: “la teca es auténtica;
Es el
mismísimo vello púbico de la romana
Es
santa Cecilia, escuchad cómo canta”.
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