El triunfo de la Muerte. 1562 - 1563. Óleo sobre tabla, 117 x 162 cm. |
Ahí vienen las ratas a devorarnos los ojos
Buscad en el solar, en el pozo maullando,
Traed la piel al menos, un rastro de uña,
Los colmillos hincando.
Ahí vienen royendo, aumentando su número,
La calavera coronada, sus astillas
blandiendo,
¿Qué cráneo de rata pusiste al escudo?
¿Por qué calle eludieron tu orden?
Hay cadáveres tapizando los callejones
Como si fueran flores paridas en un erial
maldito.
Los monjes con llagas, las iglesias destrozándose,
La niebla, el oscuro sentimiento de elaborar
una salvación,
Ha dejado sin coraje a los hombres, les ha
quitado el aliento.
Traed los gatos, los quemados, los
decapitados, los alimentados con vidrio molido.
Traed al padre sacrificando a sus hijos, a
los galeones hundidos,
La hoz, las redes, a los perros
hambrientos.
Carretillas repletas de cráneos, el miasma maldiciendo,
Los planetas o la marea sucinta al clamor
de la luna.
Traed cualquier cosa, tu palio, tu casulla
para tapar a los muertos.
Ya vienen las ratas a devorarnos los ojos,
Apurad los cuellos supurados, las axilas
pudriéndose,
Quemad los carbuncos con jengibre, con
pólvora, con una lágrima de huérfano.
Quemad, no dejéis la tiniebla creciendo en
la piel como un fantasma.
Quemad los puertos, cercad los burgos, no permitáis
que la legión chille a las puertas del alba.
Ahí vienen las ratas a devorarnos los ojos
Salid,
Salid de tu muro,
De tu escondite ahogado en el miedo
Salid,
Que son sólo lunares,
Un resfriado durmiendo.
Salid,
¡Salid, os exijo!
¡Salid ya!
Gregorio,
Gregorio maldito,
Gregorio Aterido,
Gregorio Perdido.
Salid ya consorte del diablo,
Salid de una vez a cumplir tu destino.
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