DEDICATORIA
“para los que quieren
mover el mundo
con su corazón
solitario,
los que por las calles
se fatigan
caminando, claros de
pensamientos;
para los que pisan sus
fracasos y siguen;
para los que sufren a
conciencia,
porque no serán
consolados
los que no tendrán, los
que no pueden escucharme;
para los que están
armados, escribo.”
Bonifaz Nuño
LEITMOTIVS
“Y también sé lo
importante que es en la vida no necesariamente ser fuerte, sino sentirse
fuerte. Medirse uno mismo aunque sea una vez. Encontrarse aunque sea una vez en
las más primitivas condiciones humanas. Enfrentando la ceguera y la sordera
solo, sin nada que te ayude excepto tus manos y tu propia cabeza.”
Cristopher Mc Candels.
“Y yo camino para seguir
coleccionando piedras que no hayan sido tocadas.”
Carla Badillo
“Quería movimiento, no
una existencia sosegada. Quería emoción y peligro, así como la oportunidad de
sacrificarme por amor. Me sentía henchido de tanta energía que no podía
canalizarla a través de la vida tranquila que llevábamos.”
León Tolstoi
“Me fue dado el don de
penetrar sin permiso todo lo que está lejos.”
Natalia Litvinova
“ ‘Ta bien,
la fantasía puede ser un cáncer
que se lo lleva todo, pero
dónde se oculta, entonces,
la ferocidad del sentido.”
Javier
Arduriz
“Viviré locamente los poemas
que nunca escribiré.”
Aldous
Huxley
Ni tú ni yo creemos en la inmortalidad
Pero hay momentos
-oscuros, de penumbra o luz abierta-
donde se roza el mundo...
Luis García
Montero
"... Mi barca no
tiene timón; la impulsa un viento que se alza de las heladas regiones de la
muerte."
Kafka
“Anduve de Tabla en
Tabla
con paso lento y
prudente
Sentía alrededor las
estrellas
En torno a mis pies el
Mar
Sabía que quizá la
siguiente
fuera la pulgada final -
A mi precario Paso
algunos
Suelen llamarlo Experiencia”
Dickinson
“Deseaba alcanzar la
simplicidad, los sentimientos de los nativos y las virtudes de la vida salvaje;
despojarme de las costumbres artificiales, los prejuicios y las imperfecciones
de la civilización […] y tener una idea más exacta de la naturaleza humana y
los verdaderos intereses del hombre en medio de la soledad y la grandeza de las
tierras salvajes.”
Estwick Evans
LA
RUTA DE SAMANTHA
COGIENDO
CARRETERA
En la mayoría de los pueblos
de la costa de Colombia es muy común escuchar el dicho “Cogió carretera”, el
cual hace referencia a aquella persona que pierde la razón y comienza a caminar sin rumbo fijo generalmente por vía
asfaltada. El lema, que se entona con cierta malicia burlona, pretende advertir
sobre la locura del hombre o mujer que sin más pertenencias que lo que lleva
puesto le da por salir de su casa con el único propósito de echarse a andar
desprevenidamente hacia o hasta el infinito; una locura ingenua y autónoma,
dislocada y aventurera que apertura y rueda, que se despide y parte y que deja
claro sólo una cuestión cuando se profiere en gritos de cotilleo parrandero el
lema; la cuestión es sencilla y se refiere a que la persona alocada, afiebrada
por la errancia, aquella que se volvió loca de remate, por fin decidió tomar el
rumbo de su libertad sin que le importe un comino lo que digan o puedan llegar
a decir los demás.
Lo que me sucedió aquella
mañana resulta pertenecer a la categoría de este dicho popular; todo comenzó
por la historia meses atrás, de un motorizado que tras compartirme las
aventuras de su viaje hacia las
cataratas de Iguazú, me dejó con la certeza de que una huida por Latinoamérica
en moto, era posible.
El Ché lo había logrado. Su
diario lo confirmaba y aunque su peripecia había señalado la ayuda económica de
muchos, el viaje del argentino encajaba hoy más que nunca, con las limitaciones
y sueños de muchos aventureros que después de sorprenderse en medio del camino poco
llegaba a importunarles los albergues y alimentación, con tan sólo una frazada
o una agua de panela, los caminantes seguían su obsediada búsqueda de la
libertad, sintiéndose otros Ché, otros grandes aventureros con muchas historias
por vivir y contar.
También tenía cómo ejemplo
la aventura de Ted Simón y su libro “Los sueños de Jupiter”, donde tras años y
años de esmerado planificar había logrado cumplir su ilusión patrocinado aquí y
allá por diferentes y casi incontables empresas hasta partir un día dejándolo
todo y lograr darle la vuelta al mundo por años y años.
Habían otros tantos cada uno
con una forma particular de enfrentar el camino, de coger la carretera, de
perder la razón y comenzar su errancia, sin embargo, para mí, el campeón de estos orates seguía
siendo el joven Christopher McCandless, que pese a todas sus comodidades y
ahorros, había partido sin un céntimo hacia la más tremenda aventura que hombre
alguno haya podido testimoniar, tristemente este también fue el viaje donde
encontraría su muerte.
Teniendo todos estos referentes;
mi intención no era la de salir corriendo y comenzar a contar kilometro tras
kilometro hasta alcanzar algún muro que diera fin a la fuga, pero al parecer
las cosas resultaron más increíbles de lo que podía pronosticar. Aquella mañana,
antes de salir como el orate de del lema de la costa algo, me sucedió una
revelación, una epifanía sería mejor decirlo y de pronto me vi de golpe, metido
de cuerpo entero en la más arriesgada, inverosímil y fabulosa historia que
jamás hubiese creído hecha realidad.
Una cosa había sido
embarcarme en dudosas giras por mi país y otra, embarcarme en una ida hacia lo
desconocido. Tales pensamientos, que ahora anoto, son y eran en su momento un
acto de equilibrio, una demostración de la cordura, pero cuando se piensa y se
reconoce toda esta configuración de
advertencias exactas y se hace lo contrario sin saber por qué, entonces es
considerable argüir que algo no funciona bien en la cabeza o que el deseo y los
impulsos a veces son el motor verdadero de ese carácter que tanto insistió en
llamar Aristóteles como el corazón de la humanidad.
Muchos días duré
planificando un viaje de tales dimensiones, un viaje de más de 8.500
kilómetros, un viaje que me llevara a conocer el mundo
Había pensado en casi todo, no
me había perdido ni un solo capítulo de la serie televisiva 'A prueba de todo',
con Bear Grylls, emitida por de Discovery Channel, donde el talentoso británico
me daba ideas sobre lo que podía o no hacer en casos de emergencia, ni tampoco había
dejado de leer cuanto manual de sobrevivencia se ponía ante mis ojos. Había
hecho listas infinitas de cosas y más cosas que posiblemente necesitaría, había
dispuesto de ropa, utensilios para cocina y aseo, había sido juicioso en la
tarea de reconocerme como un futuro mochilero, con lo necesario para sobrevivir
pero, nunca había considerado el tema de la salida, en cómo habría de llevar
todo aquello y tan pesado en la mente y en la espalda.
A la final, supe que todo lo
que necesitaba para dar el primer paso hacia lo desconocido… lo llevaba justo
en el corazón.
LOS
COROTOS
Es difícil creer que mi
maletero constaba de dos morrales, en el primero había dispuesto ropa: la
mayoría era ropa deportiva, sudaderas, camisetas y buzos, sin embargo también
había empacado algunos pantalones y camisas por si en algún lugar tenía que
vestir para algo especial, en ese mismo morral dispuse los útiles de aseo y los
zapatos, unos cuantos cuadernos, lapiceros, un mapa de doblar de américa del
sur, la ropa interior y algunas gorras para el camino. En la otra maleta decidí
llevar la tienda de campaña, las cobijas, la colchoneta, la almohada, una
hamaca y un kit de herramienta básica: dos llaves alemanas, un hombre solo, dos
destornilladores, un alicate así como varios encendedores, nada más. En el
canguro que llevaría en la cintura eché los documentos, varias memorias usb y
la cámara, un poco de monedas y un almanaque de bolsillo con la imagen del
divino niño.
Este era mi equipo, el gran plan
que llevaría sobre la parrilla de la motocicleta. Una cosa que parecía más de
viaje de unos días que de una aventura de meses. Estaba loco, todo lo había
envuelto en plásticos por si llovía, las maletas parecían haber llegado ya del
viaje sin haber partido, eran maletas viejas, roídas por aventuras anteriores,
pero al mirarlas, echaba una mirada a un reto y sonreía de felicidad ante mi
aventura.
SAMANTHA,
ALIAS “LA GUERRERA”
Casi todos los viajeros
bautizan las máquinas sobre las que viajan. Desde que tuve la moto, decidí
llamarla Samantha, me parecía que debía ser un nombre femenino, ella sería mi
compañera, yo debería estar pendiente de
ella, sin ella, no podría seguir, así que lo mejor era ponerle un nombre que me
trajera recuerdos: Samantha fue una serpiente boa que tuve como mascota en mi
infancia, era un ejemplar bellísimo que se convirtió en mi niñez en una gran
compañía y que me deparó agradables momentos. La moto llevó ese nombre, siempre
me preguntaban por qué y les respondía que mi moto era una culebra, que sabía zigzaguear
por todos los caminos sin miedo alguno. En mis primeros viajes se notó mucho la
inexperiencia, hubo caídas, fallas mecánicas que no sabía reparar y la
inescrupulosa mente de un ingenuo en los azares del motociclista. Este montón
de defectos fue otorgándole un título a la moto; muchos amigos comenzaron a
llamarla “la guerrera”, porque a pesar de todo siempre me llevaba a mis
destinos.
La motocicleta: una moto de
marca AKT de motor tipo CGR 4T OHV y una Cilindrada de 125 cc, Samantha además
poseía un encendido eléctrico y de patada lo que me resultó muy favorable en
muchas ocasiones; con 98 kilogramos de peso y con capacidad para 2.3 galones de
gasolina y 0.4 de reserva, la maquina estaba lista para soportarme durante todo
el camino. Tenía una que otra magulladura y se notaba el trajín, pero la moto
estaba mecánicamente intacta.
LOS OJOS DE MI MADRE
Eran las diez de la mañana,
mi madre servía el desayuno, cargué las maletas y me apresuré hacia el garaje,
si las cosas salían bien podía llegar, con tiempo suficiente para descansar,
hasta Cali, esa era mi primera estación, en el canguro había guardado una
pequeña agenda con teléfonos de amigos con los cuales podía contactarme en el
camino, quizás en Cali podría pedir hospedaje a alguno. Mientras empujaba la
moto hacia la calle, mi madre se adelantó hacia la entrada y sin decirme nada,
me ayudó a abrir el garaje; en su mirada se podía percibir con claridad esa
abnegación e impotencia que las decisiones de un hijo rebelde van otorgando
a la angustia.
Una vecina que barría el
frente de su casa me saludó empeñada en saber cuál era ese alboroto que estaba
armando con tanta maleta. Mi madre atisbo la malicia de la vecina, su propósito
inquisitivo y mordaz y entabló la conversación que me dio a entender que madre
siempre había sabido de mis planes.
-Vecina…, este verraquito
como siempre, ya sabe usted, con sus correrías, esta vez… quién sabe para dónde
arrancará, lo más seguro es que demore poco y regrese con algunos recuerdos,
¿verdad, negrito? – madre se volteó a
mirarme y en sus ojos vi la complicidad. Estaba estupefacto, me enredé
encendiendo la moto, las manos me temblaron, estaba hecho un manojo de nervios;
era veraz el tono y el sentido que conllevaban sus palabras y más veraz, la
mirada de despedida que me otorgaba al preguntarme si volvería con recuerdos.
Por supuesto dije que no demoraría, que el destino planificado era la costa y
que a lo mucho llegaría en una semana. Tanto la vecina como mi madre sonrieron
y aceptaron aquella respuesta, pero yo notaba en los ojos de esa mujer
entregada a mi vida, que sabía que ese viaje sería muy duradero.
Admiro el temple con que
supo manejar la situación, la tristeza era inconmensurable, sin embargo, supo
contener la realidad y como parte de su misión y apoyo, muy dentro supo que
tenía que demostrarme que estaba feliz de verme partir así, tan decidido y la
vez tan perdido por aquel gesto de verdadera maternidad.
Lo último que recuerdo es
que levanté la mano mientras me alejaba por el parque. Justo antes de tomar la
avenida, miré una vez más y madre seguía allí como diciendo: -Aquí estaré para
cuando regreses.
COMIENZA LA TRAVESÍA
SIN DINERO
Para salir de Bogotá tenía
que tomar la avenida Medellín o calle 80, antes de superar el puente de guadua
que determina el límite metropolitano e inaugura el viaje panamericano, decidí
parar en una estación de gasolina para tanquear un poco. Paré justo detrás de un campero de color gris
que era ocupado por dos mujeres ya maduras. Me descalcé el casco y metí las
manos en los bolsillos buscando el dinero suficiente para pagar el suministro
de gasolina. Justo entonces me di cuenta que lo único que llevaba conmigo eran
apenas las monedas que estaban en el canguro y que apenas lograba juntar con
ellas unos 2.000 pesos colombianos.
Eso no era problema, ya
antes había partido con menos pero esta vez era un viaje hasta lo desconocido.
No importa, me dije, la meta
no sería un obstáculo, sería otro viaje, tan común y corriente como los demás.
Me bajé de la moto y noté que las llantas estaban bajas de aire, dejé el casco
a un lado, me dirigí hacia el monta llantas de la estación y le pedí el favor
de que me regalara un poco de aire, luego descansé la moto al lado de los baños
en un pequeño aparcamiento donde suponía no molestaría a nadie. Me acerqué al
embarcadero de gasolina, allí las señoras del campero gris todavía seguían
discutiendo por el aceite que deberían comprar para su motor.
Justo esa conversación me
alertó de lo poco inteligente que era, de lo poco astuto que había sido al
planear mi salida, ni siquiera había pensado en los pormenores del aceite, una
cosa eran mil quinientos kilómetros desde la capital hasta la costa donde solo necesitaba
hacer trucos para conseguir dinero y cambiar el aceite una o dos veces y poder
regresar de nuevo a casa y otra serían los miles de kilómetros que me imaginaba
iba a recorrer.
Sin pensarlo dos veces me
acerqué a las señoras y les expliqué mi situación exagerando solo un dato, para
que no se notara lo absurdo de mis historia les comenté que venía desde San José
del Guaviare y que me faltaba muy poco para llegar a mi destino que era Honda, nunca me he callado
mis necesidades así que al parecer a las mujeres les conmovió mi situación y me
compraron el aceite, me cancelaron la tanqueada completa de mi moto y la más
joven me ofreció un sándwich.
Estaba feliz, comí con
ansias y sonreía a cuanto me preguntaban, debo suponer que aquellas mujeres tan
bondadosa dieron por hecho que quizás yo era un tarado o a lo mejor el mejor de
los vagabundos en mentir.
El caso es que fuese lo que
fuese que estuvieran pensando de mí no estaban muy lejos de dar en el blanco,
en realidad era un cínico y un hedonista al que Dios le daba las primeras
pruebas de su benevolencia.
Aquella escena fue de
los más grata porque hasta los bomberos
decidieron sacar un poco de dinero para que comprara algo en el camino, mi actitud
de explorador y errante era perfecta, no había un ápice de vulgaridad o
falsedad en aquella actuación, acababa de meterme por completo en mi nuevo
personaje: el de motociclista sin dinero; esa clase de motociclistas que se
lanzan a la carretera sin un céntimo
enfrentando lo que la vida les depare en el camino. Ese, aí en ese perfecto
momento, era yo.
RUMBO A NADA TODAVÍA.
BUSCANDO LA SALIDA HACIA EL SUR
Tres kilómetros más adelante
cuando comenzaba a avanzar fuera de Bogotá, me percaté del gran error que acababa
de cometer, por estar tan distraído con las emociones de la nostalgia y la
despedida no me había percatado que la ruta que había tomado era la equivocada,
si seguía por ella terminaría en la costa como le había dicho a todo el mundo o
en Medellín y ninguno de esos dos destinos servía como ruta hacia mi viaje
suramericano.
La única alternativa era tomar
el desvío de Liberia en el romboy o rotonda que me sacaría directo a Funza y de
ahí a rodar hacia la otra rotonda de Mosquera por donde podría buscar la salida
hacia Mondoñedo y así enrolarme por la Mesa hasta Girardot.
El único problema era que la
salida por Mondoñedo estaba inundada, toda la sábana perteneciente al municipio
de Mosquera había quedado bajo las aguas, la carretera no existía en algunos
tramos, así que era casi imposible salir por allí.
No iba a devolverme, atravesar toda la ciudad para
tomar la ruta correcta era una verdadera perdida de tiempo, sin pensarlo dos
veces giré en el romboy y me preparé para la salida inundada de Mondoñedo.
La carretera estaba bastante
afectada, pero los tramos eran viables, con algo de suerte y sabiendo maniobrar
bien la moto podría salir pronto y estar ascendiendo hacia Mondoñedo.
Para no estropear la ropa
que tenía puesta decidí poner mis pies sobre el manubrio y manejar sobre la inundación,
en algunos tramos debía meter muchos cambios para avanzar en medio del agua, al
final la prueba fue superada y comencé el frío ascenso por las canteras de
aquel botadero de basura tan repleto de
peligrosas curvas, el camino de Mondoñedo es sinuoso y los carros bajan a mucha
velocidad debido a que hay una ansiedad justo en ese sector por llegar a la
capital
Después de alcanzar el alto
de Mondoñedo se comienza un descenso por un tramo que serpentea a través de una
ceja de monte la cual expone una vegetación abundante y húmeda que transfiere a
la mirada la insinuación de estar transitado por terreno boscoso de difícil
acceso pero de ricos tonos y texturas. Lo más llamativo de esta clase de
geografía se basa en sus plantas herbáceas y en sus árboles de gran talle como
las ceibas, los siete cueros, algunos cedros, uno que otro gualandaye florecido y los balsos y las palmas
por entre los cuales se pueden observar gran cantidad de musgos, orquídeas y
quiches; desde el suelo las plantas que más se atreven hasta el borde de la
carretera generalmente son las hierbas de bore, que con sus hojas gigantes
parecen observar al viajero como si lo acecharan a cada instante; los helechos
arborescentes tales como el rabo de mico o el Boa son muy comunes y abundantes
y a medida que se va dejando este paisaje parece como si se estuviera saliendo
de un bosque de ensueño ya que la niebla parece ser la esencia fantasmagórica
que da exotismo y espectacularidad a estos lugares tan comunes en los andes
colombianos.
Mi llegada a Girardot contó con
la favorable coincidencia de un congreso de maestros que beneficiaron y
patrocinaron durante ese día lo que necesitaba para unos cuantos días más de viaje.
Desde la plaza central de
Girardot el sol comenzaba a abismarse, el crepúsculo de esta zonas es terriblemente
insoportable, es como si el astro rey lanzara en venganza por la llegada de la
noche ese sopor insoportable que lo anega todo.
En el parque principal me
detuve a descansar un poco mientras pensaba en qué lugar iba a pasar la noche, si a estas alturas hasta
ahora iba en Girardot lo más probable es que demorara más de una semana en
salir de Colombia, debía apresurarme, tenía que avanzar más, al menos intentar
pasar el Alto de La Línea y buscar algún
resguardo en Armenia.
Necesitaba dinero,
combustible y comida, si iba a seguir, era seguro que estuviera arribando a la
cumbre de 3265 metros de la Linea a eso de las 12:00 am.
Sin vacilar me acerqué a las
mesas acodadas a la orilla del parque donde saciaban la sed con sodas y limonadas
varios grupos de profesores; el conjunto estaba representado por una mayoría de
adultos mayores, al parecer, el congreso había reunido en esta ciudad a un feliz
sindicato de pensionados del magisterio; los maestros fueron muy nobles,
algunos hasta me exhortaron a proferir nuevas rutas dentro de mi destino; casi
todos presentaban una gran curiosidad por lo que estaba haciendo y aplaudían mi
coraje y mi juventud para hacerlo. En menos de una hora tenía suficiente para
la gasolina, la comida, algunos repuestos si me era necesario y un motel.
Me despedí mientras algunos me
apuntaban sonrientes con el flash de sus cámaras, se notaba que estos
individuos proyectaban por medio de su felicidad los sueños astillados y
abandonados que habían tenido en algún lugar de su pasado.
Esta historia continuará....
2 comentarios:
Ahí vamos...
...Supongo que "las primeras manifetaciones" de la Bondad de Dios empezaron cuando la creación gestó el gameto que Ahora se reconoce como un loco en motocicleta que bautiza a una maquina con el nombre de una serpiente... en todo caso, lo de la estampita del Divino niño y "Los Ojos de mi Madre" conmueven realmente el corazón porque Aquel que tanta bondad ha tenido con Usted y conmigo como para concedernos la grandeza de existir y sostenernos esa existencia aun cuando la ponemos en tales riezgos es Quiein verdaderamente espera en la esperanza de Una Madre como la suya, Es imposible no ver a Dios en esa mujer y es imposible no reconocer que tanta fortaleza solo se la da aquél en quien ella ha puesto toda su fe y toda su esperanza. Me alegro por Ella mas que por Usted mismo de su regreso y ahora, me deleito por mí mismo de saborear éste tan quijotesco relato. Espero más y conmigo, el mundo tambien lo espera. Un abrazo
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