30 diciembre 2012

Ansias de huir.



Condenándome a la eterna búsqueda de un lugar de origen.
Pizarnik
Escribir muy despacio
Para tener conciencia
De la palabra que palpita.

Ser testigo de una hoja convirtiéndose en hojarasca
Y del viento metiendo su mano por las ventanas y corriendo las cortinas.

Asombrarme de la trasparencia y el calor que hace posible el color entre las cosas.
Resumir hasta tachar o borrar todos los versos y dejar solo la palabra inevitable.

¿Por qué sufro? 
Hay tantos escombros y rostros en pánico,
Tantos patios
Donde siempre está el caracol y la dalia.

Solares con muros de adobe y niños acuclillados buscando el silencio.
Es un óleo que jamás he logrado mirar desde el fondo,
Como la mujer asomada  a la ventana
O el acordeón presagiando la agonía.

Yo sufro
Y es amable este dolor y esta sensación de no hallarme, de buscarme y verme,
De reflejar la cara estupefacta, el rostro enardecido, el semblante confuso y repleto de cansancio
Como si estuviera condenado a ser un  retrato de pasión y expiación en los pasillos.

Me seduce el terror que se me sale como enredadera de los ojos,
El atroz mutismo con que reto el cristal o la presencia misma que abisma.

Hay otro en mi pupila
Una mosca, un pozo, una profunda salida que no logro.
Y estoy huyendo siempre.
Puentes colgantes que van de mi desolación hasta la habitación de la infancia.
La fotografía de un niño sabiéndose recuerdo.
Un ojo asustado
Esa es la metáfora moderna.

Hablo de los años cuando el hombre encendía el fuego para contar historias.
Digo que todo es penumbra,
Miedo a las sombras,
A los espectros que nacen de la duda y la inocencia.

Lo mejor era estallar,
Besar la piel del rostro de alguien entregando la presencia de la fe
Como algo natural que ocurre tan lejos
Entre dos estrellas que pasan cada una hacia el olvido.

 Yo me rompo,
Me agrieto hasta ser pedazos de barro reseco o pútrido desierto.
Pero a veces se posa en mi resequedad una mariposa;
De esas terribles cosas hablo.

Días poéticos como pestañas entornando el tiempo y las ganas del cariño.

Quiero un detalle del pabellón de mi oreja,
Tener mi espalda de frente entre mis manos,
Llegar a los lugares imprecisos e imposibles de mi cuerpo;
Ese territorio que me basta para decir que no se conoce nada.

Y yo
Que tengo una apariencia,
Un racimo de necesidades
Como cascabeles colgando en una cuna vacía.

Quiero empacar mis pensamientos al vacío
Y en este verso escribir un espacio para decir que callo.

Hay relojes que no marcan nada
Y otros que insisten en algo, que le hace falta ver a alguien, para morir tranquilo.
Hay relojes para decir que existen cosas inservibles o inolvidables
Y una felicidad como la fachada de un terminal inmenso.

Uno a veces marca vidas como si se tratara de dejar testigos de la desolación
Y son seres que llevan el desplazamiento palpable en la tristeza
Y esperan a la entrada de los cafés como si atisbaran una ausencia.
Es que todo, a veces pareciera, resumirse, en aguardar las despedidas.

3 comentarios:

Reptante dijo...

Desde el desconocimiento mismo que se encripta detrás de nuestros ojos, ya sea al cerrarlos o al abrirlos. Desde el silencio que nos es ajeno y preferimos que sea así: ajeno. Escribimos como para perdernos y a la vez repetir el acto de reencontrarnos, sabiendo siempre, que estamos en un juego a ciegas, en una bella falacia. Estás bien cabrón amigo. Tus palabras hacen voces que se asemejan tanto a la palpitación incierta de la sangre. Enhorabuena. Tenía mucho sin visitar mi blog y me encontré con un comentario tuyo, muchas gracias, ya dejé por allá una respuesta. https://soundcloud.com/galer-a-reptante/ansias-de-huir-poema-de-zeuxis

Jeabelly dijo...

En este caminar divagante entre ensayos, letras y pasiones diversas, detenerme en tu blog siempre me ha sido absolutamente inevitable. Admiro siempre cada elucubración, cada introspección y cada proyección de tus palabras en la forma que sea.
Ver ese encuentro y ese insospechado giro que das cada vez alimenta mi gusto por leerte. Un abrazo a la distancia.

Zeuxis Vargas dijo...

Gracias Linda tus palabras son un aliento de motivación para proseguir en este solitario camino que es el escribir