Y yo camino para seguir coleccionando piedras que no hayan sido tocadas.
Carla Badillo
El valle del Chota
Saben sembrar caña de azúcar
Porque fueron esclavos
Y saben cantar con tristeza
Y saben hacer llorar el cuero viejo de los chivos
Porque fueron esclavos,
Vinieron al valle de la muerte
A bailar la Bomba.
Vinieron con su sangre y su mirada clara,
Con el machete y sus pezones.
Con sus máscaras de barro para reír.
El río lleva piedras que bailan
Y desde la altura de donde se lanzan los buitres
Se huele Coangue
Y sus calabazos brillan como minas de carbón.
Yo me enamoré de la risa de sus niñas
Y de los ojos que saben silbar
Y del azahar que danza entre los labios.
Los vi sembrando, lavando ropa, canturreando hasta dormir.
Tienen la cadera ancha para parir la libertad, tienen dientes felices y
Cuando aman se les estalla el corazón.
En el valle del Chota
Los negros son negros como la nieve.
Otavalo.
Se ponen tacones
Y un sombrero
Y se hacen trenzas dulces para amarrar el viento.
El lago que es un espejo
Donde el frío duplica la tradición
Tiene la boca inmensa como una tinaja de barro
Y fuma, lo sé, porque le vi nubes salir.
Está a orillas del sueño y del silencio
Abrazando el seno de Imbabura.
Los caminos tienen rocas asomadas a los abismos
Y otras están arrojadas por ahí como piedras preciosas,
Como recuerdos del coraje, de la fiesta y el sudor.
Y el amor lo desperdigan por el campo con los vilanos.
Tienen casas hermosas como los caparazones de las tortugas
Y saben orar con las dos manos y llorar también.
Viven con pequeñas fogatas como si fueran sus mascotas
Y aman el maíz,
Lo cuelgan como tabaco
Y los perros no ladran,
Dicen que es para no despertar el volcán.
A veces se les ve tomando Yamor
Y tejiendo,
Y todos saben morir de pie.
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