Me dijeron que podía soñar, sin embargo, atarrayaron mis ojos en duermevelas y llantos.
Acaso, un día, me dejaron atisbar el silencio, pero luego, se apresuraron a remover los candados.
Intuí entonces, que el horizonte era otro crepúsculo vedado, la vaga idea que dejaba el sueño.
Me entregaron señales para considerar la distancia imposible y resentida de las estrellas
Y me colgaron artilugios para que la noche se pusiera en alerta al verme abrir caminos en el viento.
Me instauraron bloques de palabras y poco a poco aprendí a guardarlas entre mis bolsillos para tener algo que decir.
Crecí con ese sabor de perseguido, con ese aliento coleccionando imágenes caídas en la tristeza.
Me propuse llegar a dianas que ya habían sido dadas por imposibles y también fallé.
Sospeché, y con rabia, como todos, alargué mis brazos al aire buscando el cuello de alguien.
Ansié la letra con su rumor clarividente y fui estorbando,
Más tarde que nunca, me di cuenta que todo había sido un clavar de mariposas en las ventanas.
Un azul a veces me puso a pensar en una clave que perdí en la obligación de estar atento a reloj,
Sin embargo, nunca me di por vencido y mi mirada siguió insistiendo en recordar.
Me pintaron alas y una caricia para creer en el amor, la sola uña creciendo, la lágrima.
Pero me dijeron que podía soñar;
Nunca desperté.
Las palabras en mis bolsillos sirvieron:
Fueron las piedras precisas
que me llevaron al fondo.
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