19 enero 2012

EL OMBLIGO DEL MUNDO.




Habita en el umbral la puerta que siempre da a la casa
Y del pasillo, que también fue verja poniéndole límite a las olas,
Proviene la sombra de estos pasos que acunaron una esperanza.

Este fue un pueblo o una ciudad con callejuelas arrimadas a lo desconocido,
las casas lograron en algún recodo la arquitectura de un útero
y se vivía allí como si fuese un cuento.

La primera nube siempre estuvo suspendida en el cielo raso
 Y el sol parecía salir de su guarida con los rayos despeinados.
Toda la lluvia sonó y cayó por el filo del tejado hasta acallar los sapos
Y por entre las canales para el agua esperábamos a que saliera el silencio:
Eran rincones precisos para ir a perderse y estar preparando el rostro para la soledad.

Aquí bien se puede enterrar el primer gesto de ternura,
La única mascota, y los primeros vestigios de ventana.

Hay un lugar entre las piedras justo para descansar la memoria.
Un árbol, la primera herida, la noche barajando los miedos,
El primer ataúd o la tienda añorada para robar los dulces
E ir a comprar todos los helados. Estas son pequeñas cosas,
detalles de una historia íntima y parecida a todas;
sin embargo parece todo a veces tan poco para sentirse sólo.

Es que se creció olvidando o creyendo que se olvidaba,
Y fuimos echándole paladas de silencio al carrito y la muñeca.
Al crecer se tuvo la idea de que se desprendería el pasado
Y qué jamás volveríamos a sentir con tanta gana de resguardo.
Pero todo vuelve a ser igual cuando vamos al baño
O cuando vos te acuestas a dormir sin al menos una sonrisa
O una mano acariciando la presencia.

Siempre que uno se mira  a los ojos encuentra el origen
Y el rostro parece querer volver de nuevo hasta lo imposible.
Estoy yo y vos y tú y todos nosotros en algún instante
Con la mirada perdida y regresando, esto no lo dudes.

Ya no hay ecos para esconderse detrás de las puertas con el deseo de descubrir
Ni tampoco está la grandeza de mirar siempre hacia arriba encontrando la voz.

Pero sabemos, borrachos o entregados al delirio
que  hay recuerdos tatuados en la más profunda raíz del cerebro.
El camión de la basura se busca incesante para arrojarle el tedio
La canción a escondidas, la gana de besar entre las fiestas.

Todos salimos del mismo inquilinato, de la misma navidad y sus abrazos.
todo muerto vivió una semana santa y los vivos la viven recordando.
Tocan a la puerta, son de nuevo los primeros amigos, el juego.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya sabes que me encantan tus escritos.. pero seguire siendo anonima.. ;)