"La mujer está viva, hermano mío, y yo la he escuchado gemir y la he visto sudar al sol del mediodía."
Leopoldo Lugones
Este hombre nunca fue escultura
Está allí abrazado a su angustia y su tragedia;
Estatua de sal como Edith
Sufre y deja hilos de llanto por el mármol.
Yo miro sus ojos y lo siento vivo
Y en su mortaja de dolor
Comprendo el desespero y la impotencia
De no poder salvar a sus hijos que padecen el martirio.
Yo lo he oído gemir ante la contracción de los anillos,
He percibido como siglo a siglo la sierpe
se aprieta más y más contra su cuerpo adolorido.
Yo lo he visto liberarse y caer desfallecido
He igual que Lugones lo visto sudar al mediodía.
Es su lamento todo el sufrimiento.
Tensos sus músculos quedaron
Y la sierpe voraz clavando su veneno.
No es una escultura.
Allí adentro entre la roca
Un hombre grita.
Y no es la lucha enloquecida
O El saberlo presa mortal de este castigo
Sino Esa, su voz desgarradora
La que me aterra y me tortura.
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