21 mayo 2011

A LA NOSTALGIA DE SÍSIFO.


“Los amores eternos no son más que amores recomenzados muchas veces”
Pitigrilli

Introducción:

A diferencia de los octogenarios europeos nuestra historia suramericana estuvo, por así decirlo, plagada por una alta demanda de posiciones temporales que traían consigo no sólo la confusión cronológica de saberes y tecnologías sino también la incitación estruendosa por el establecimiento propio de una identidad. Está última característica hace que América en la primera mitad del siglo XIX, se vea representada indiscutiblemente por un romanticismo radical.

La independencia conllevó a la aristocracia criolla a la ambiciosa tarea de crear y establecer un nuevo mundo que demostrara autonomía y originalidad ante una historia que caóticamente ya los había absorbido por completo; a América no sólo llegó lo clásico y lo medieval a un mismo tiempo sino que el nuevo mundo tuvo que acomodarse rápidamente al sobresalto simultaneo de todas las variables antropológicas que habían sustentado la evolución del hombre occidental y que ahora se instituían en la ordenación de una cultura flamante, liderada por el impulsivo sentir de nuestros mestizos.

La mejor forma de llevar a cabo esta insurrección de proclama independiente fue la de la interiorización emotiva de sentirse rebelde, fue la de creerse libre por siempre de un yugo que establecía reglas y leyes, fue la de convertirse en un hacedor de cosas nuevas; esta enumeración, por lo demás, fundamento de todas las acciones de nuestro pueblo, sólo señala el carácter romántico bajo el cual se vistieron los primeros hombres de la independencia.

Con recordar que la característica fundamental del movimiento romántico fue la de la libertad del pensamiento basta para que entendamos que la consigna independista fue, ante todo, la consecuencia del fenómeno literario y cultural que atravesando fronteras logró tardíamente inspirar los sueños de todo un continente.

Por eso a Jorge Isaacs como representante digno de esa casta de criollos legítimos que comenzaban a rediseñar la historia le fue dado el honor de describir de la manera más fidedigna la revolución que apenas comenzaba a entenderse a sí misma.

Sin embargo, la brillantez moderna con que Isaacs produjo su obra, hizo que la tradición de toda una literatura indigenista y cronista fuera lanzada al olvido.

El realismo que en Europa sucedió al romanticismo y que en América por el contrario se convertiría en antecedente de esta corriente, marcó el crepúsculo de una denuncia que dejaba al descubierto los horrores de la colonia. El romanticismo se instaura, entonces, como pretexto y ornamento, como obstáculo y velo que opacó la subjetividad naturalista y realista de unos sujetos que habían gastado toda su vida en demostrar la crueldad con que habían sido dispuestas las conquistas.

Por eso el tema principal de la obra romántica latinoamericana no se establece bajo los rigores de la violencia y de la represión, sino bajo la placentera y ociosa cotidianidad de los hacendados, bajo el celestino corazón de los aventureros citadinos y bajo el clamor de unos paisajes territorialmente pacíficos donde la aristocracia gozaba de sus primeras libertades y con ella de sus primeras pasiones.

El amor, en aquel momento, es por ende el primordial tema ya que se establece como la consecuencia verdadera de la lucha pretérita librada en contra de un colonialismo bárbaro que mezclaba el moderno capitalismo con la primitiva justificación de la esclavitud.

El último párrafo del capítulo XIII de la obra “María” en el cual Efraín lee a su amada y a su hermana los ulteriores versos del poema Atala de Chateaubriand dejan claro la alta influencia del francés sobre el colombiano. La obra de Jorge Isaacs en resumidas cuentas tan sólo es el producto conjuncional de una tesis poética y de una alta reminiscencia infantil.

Isaacs sintió posible la creación de una obra que contuviera en sí misma el esplendor de una época y que a su vez eternizará a través de una historia amorosa la condición real del hombre latinoamericano. En este sentido las últimas palabras de Chactas son suficientes para reunir en la mente de Jorge el inusitado proyecto que sería inmediatamente después de su publicación el escudo romántico de la novela hispanoamericana y el género precursor de un estilo costumbrista.

Más, Isaacs logra ir con su talento más allá, puede decirse que con él la literatura americana logra algo nunca antes visto. La novela “María” es el mejor reflejo de aquella heterogeneidad cultural que desordenadamente explicaba el rápido desarrollo de las naciones suramericanas, “Maria” esta llena de esa heterogeneidad donde lo clásico se combina con lo fantástico, lo moderno con lo costumbrista y lo realista con lo hipertextual.

El destino del personaje de Maria esta ya marcado desde los primeros momentos de la misma novela. Al igual que el califa de “Las mil y unas noches” que en boca de Sherezada descubre su propio destino; María palidece al escuchar los versos que le declama Efraín ya que reconoce en ellos su destino de amante abandonada. Efraín es Chactas, Efraín es Sherezada.

Otro caso particular de la innovación de Jorge esta en la abrumadora genialidad con la cual logra combinar una historia en otra, siendo la historia segunda un caso particular del tema de la primera. Ésto sólo visto en plumas maestras como la de Cortazar y Borges encuentran su antecesor en la romántica mente del colombiano que mezclando el amor imposible de Efraín y María lo modifica a su antojo en la “nouvelle” sorprendente que se halla justo a mitad de la obra y que narra el destino de Nay y Sair.

María proclama no sólo el nacimiento de un nuevo estilo literario sino que critica y describe las distintas clases de amor, de sociedad y de cultura que se sobrevivían en aquel momento histórico del siglo XIX. En primera medida Isaacs por medio de Efraín y Maria plasma el amor idealista y casto de los jóvenes aristócratas y a su vez critica ese escuálido sistema metódico y cotidiano que enfriaba los ardores de la juventud; por el otro lado el autor de “Maria” logra a través del matrimonio de los padres de Efraín mostrarnos otro amor menos utópico y soñador y más habituado a las costumbres y a la realidad de la mutua compañía; también en la obra está el amor humilde y conformista de los esclavos Bruno y Remigia que denotan la clara condición del opresor sobre el oprimido; otro amor un tanto mas simpático y esclarecedor de otra clase social es el vivido por Braulio y Transito que demuestran el sinsabor de la raza trabajadora que sólo busca producirse su escaso espacio de libertad condicionada.

La novela de Jorge Isaacs no busca proclamar una sola muestra de amor sino que intenta a través de un simbólico enamoramiento dar cuenta, a la historia, de la fuerte influencia que causó la relación amorosa en todas sus manifestaciones dentro las flamantes republicas que imprecisas en su consolidación fueron esclavas de las pasiones y por lo tanto derrotadas por el objeto mismo de sus exaltaciones y sus esperanzas.

La nostalgia de Sísifo se halla claramente develada en la obra del colombiano. La tragedia esta en esa lucidez del amante que abandona para siempre su imposible amor, la nostalgia esta en Efraín que al igual que Chactas abandona para siempre el objeto de su amor, pero que se sabe también derrotado por ese amor, Efraín es Sísifo, Efraín es aquel que intenta subir el amor hasta la cima imposible y el amor es esa roca que rueda implacable montaña abajo recordándole su condición de amante; de eterno adolorido.

Pero la novela no sólo denuncia esta nostalgia sino que la verdadera melancolía del Sísifo latinoamericano que se halla en “María” devela la proclive condición del hombre criollo, la nostalgia entonces llega a su madurez anunciándonos por medio de una romántica novela el carácter original de los hombres suramericanos que se quieren libres pero que se saben esclavos de una cultura ajena; la nostalgia, entonces, de Sísifo no está en el irrecuperable tiempo que pierde intentando subir la roca sino en la remembranza de sus errores, de sus implacables fallas que le hacen comprender su condición de apátrida y homicida de sus propios orígenes, de sus propios amores.

La independencia romántica

A pesar de que la emancipación suramericana estuvo representada por una ensangrentada campaña de rebeldía y búsqueda de libertad, el proceso que se comenzó desde la insurrección de los comuneros en el Paraguay y que denotó la persistencia de los rebeldes Túpac Amaru y José Antonio Galán se puede re-interpretar como la explosión trascendental de un romanticismo, que en nuestra América, inició siendo enfáticamente un proceso bélico.

El corazón de los ilustrados europeos invadió la conciencia suramericana enajenando las criollas venas hacia la búsqueda de la justicia; el carácter iconoclasta de esta época predominante por su accionar guerrero se diferenció de la revolución romántica europea a partir de los supuestos independistas que comenzaban a crear las “Juntas” en el sur del continente. Por eso la campaña libertadora de nuestra tierra no puede reclamar atributos clásicos o realistas, sino que únicamente puede señalarse como precursora básica y apasionada del romanticismo hispanoamericano que tejía a golpe de espada los hechos indiscutibles de unas almas apasionadas por su pueblo, por su gente, por su pasado, por su tradición, por su cultura, por su libertad, por su autonomía.

Es desde la Argentina y desde sus vecinos australes donde la corriente independista-romántica comienza su invasión concientizadora; a diferencia de Europa que habían reconocido desde mediados del siglo XVII el movimiento romántico como un simple engranaje cultural de las mentes artísticas; en nuestra América, el proceso inspirado por Rousseau logra es la connotación política y ofensiva más apasionada jamás vista. En América el acontecimiento romántico entabla su historia dentro de los fenómenos emancipatorios. Es la revolución quien acoge el romanticismo y lo convierte en el inspirador de su lucha por la libertad. La consolidación estruendosa de todas las almas suramericanas se consolida bajo los principios románticos trascendentales: la libertad de pensamiento, expresión, la inconformidad, la lucha contra la tiranía, la inadaptabilidad, el exotismo geográfico, histórico, sentimental y la exaltación de la subjetividad.

Esta magnifica inspiración no sólo permite el surgimiento de un romanticismo suramericano propio sino que lo instaura en la tradición como un fenómeno romántico único. Seymour Menton en su Obra “El cuento hispanoamericano” manifiesta radicalmente que las “guerras de la independencia eran románticas” ya que no sólo representaban hazañas inolvidables y heroicas, ni la búsqueda y lucha por la independencia, sino que la soberanía latinoamericana representaba “los altibajos en las fortunas de las guerras; la participación del plebeyo en algunos países; y las condiciones anárquicas”.

Todo este conjunto de acciones sólo pudo darse a la luz de un romanticismo guerrero, que por lo demás, instituyó el carácter personal de la existencia neófita de los pueblos suramericanos y que se estableció dentro de la historia universal como fenómeno predecesor de la simbolización cultural romántica que enfatizó su personalidad en el recuento de un pasado y en la búsqueda de una nacionalidad.

Por lo tanto la actuación emancipadora es la representación clara de una línea estilística que se desartollaría en la posteridad a partir de una visión exótica y denunciante. La escritura se torna en el objeto señaldor de una historia, pero de una historia que es descrita sencillamente desde un discurso donde lo cultural y lo político se ocultan tras el avatar suspirante de tiernas y apasionadas aventuras amatorias. Es así como el sujeto de las pasiones busca su amor en lo perdido, en lo entrañable. La escritura se vuelve sustentadora de la catarsis suramericana que ausculta su propia identidad y que rezagadamente se deja invadir por pensamientos ibérico- imperialistas. La idea a simple vista de una literatura que se basa en lo anárquico establece el sentido de la hazaña heróica que satisfactoriamente llevaron a cabo los hombres de la patria.

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