24 febrero 2011

Abducidos.



En Bogotá hay una nave espacial, tal vez no lo creas. De seguro, atento lector, pensarás que soy un loco, pero no, no lo estoy, se bien quién soy, en que ciudad vivo, mi lógica-matemática se lleva bien con las tautologías y los números y mi semántica es casi un compendio satisfactorio que un escritor más o menos aficionado puede otorgarse, no sufro de catatonia, ni padezco algún trastorno psicológico, quizás un pequeño dolor en la boca del estomago, mi médico dice que es gastritis que debo tomar un vaso de leche tibia en las noches; de vez en cuando me aqueja un músculo, un ligamento, un tendón que se inflama. Ya no soy el chico que era antes, uno no sabe que se está envejeciendo sino hasta el día que al hacer algo de rutina tu cuerpo se queja, te quedas asfixiado y con un dolor en el estomago terrible, ahí es cuando te das cuenta que los años comienzan a pesar, que el espejo no te miente, que el bulto que comienza a desarrollarse en tu abdomen es porque tu metabolismo ya no logra asumir todo con la misma rapidez. Pero volverse viejo no es estar loco mi respetuoso lector, es la ley natural, existir es ir hacia la muerte y pues eso tampoco es para que a uno lo cataloguen de loco. Así que, si te confieso que en Bogotá hay una nave espacial, no leas con simpatía, lee con la gravedad que te estoy pidiendo en este instante, por lo menos intenta tener un poco de fe ante lo que voy a confesarte, luego saca tus propias conclusiones. Yo no lo creía, al principio me costaba mucho, yo también solía entrar allí con el mismo deseo con el que algunos entraban, yo también solía perder días enteros allí, pero ahora no puedo pasar por el centro, me entra un ataque de pánico, llegar a la Candelaria es peligroso para mi salud.

Sucede que la nave de la que te hablo está ubicada sobre una gran manzana. Voy a decirlo de una vez: en todo el centro del barrio de la Candelaria hay un edificio inmenso distinto a todos los demás, no es antiguo ni moderno, es una caja enorme vaciada en mármol; su monumental tamaño deviene de un postmodernismo minimalista en suma, no exagera en nada, es simplemente una gran mole que se levanta sobre el centro de la candelaria; es un color con volumen rectangular que se eleva sobre todos los demás tejados de teja de barro de ese sector de la ciudad.

A estas alturas del relato ya sospecharás que hablo de la biblioteca Luis Ángel Arango y que de verdad estoy loco, pero no. Sólo intenta creer un poco en mí, un poco de fe. Si yo escuchara esto de una persona cualquiera, pues claro, hasta me causaría simpatía, pensaría en la imaginación de este ser humano, pero no puedo hacer eso, porque resulta que quien piensa esa idea soy exactamente yo, yo he descubierto que la biblioteca Luis Ángel Arango es una nave espacial. La nave es en sí fría por dentro, es como una gran roca de color crema mármol, es una gruta; desde que se entra se ingresa a un recinto artificial, transparente; hasta el aire que se respira adentro es de una, como decirlo, de una pureza tan rara.

Ya se ha dicho que entrar en una biblioteca crea otro ambiente, el ambiente del respeto por el silencio, pero aquí la cosa es diferente, el silencio es una presencia que habita las conversaciones que se dan entre los salones de la nave, él habita tan cómodamente cada sala de la nave, que las conversaciones son anquilosadas y disminuidas a murmullos que no afectan en lo más mínimo la elegancia del lugar. Hay grandes ventanas que permiten dilucidar la ciudad; verla, apreciarla; es bello sobre todo, observar los crepúsculos anaranjados que se despegan de los edificios de ladrillo y que rebotan con fuego contra los cerros orientales. Ver llover es un espectáculo asombroso, majestuoso en suma, cuando una tormenta se desmigaja, uno puede colgarse de los inmensos ventanales a escuchar el alegato de la lluvia abalanzándose con saña sobre el asfalto, es maravilloso observar ese diluvio, esos grandes ríos de cólera celestial resbalando por los vidrios que custodian la nave.

A decir verdad en este sentido, uno podría decir que en mi relato ya hay algo de sentido, hay por lo menos un tropo, una comparación, una imagen y que desde luego no cabe duda y no está mal en comparar la biblioteca con una nave cuando se da uno cuenta de esta clase de viajes que le otorga dicho edificio a cualquier persona, además está el espectacular viaje por los libros, pero no, hay que olvidar eso, quien se deja hipnotizar por estos señuelos ya puede admitir que está perdido o por lo menos que ha sido abducido.

No busco persuadir a nadie, igual, esta nave hasta el momento no ha matado ni ha hecho daños que puedan ser tomados como amenaza hacia la humanidad; sólo abducciones, abducciones fantásticas.

Conozco varias personas que han sido abducidas y que ahora pertenecen al universo inusual de esta nave.

Para que me creas voy a describirlas, quizá algún día te leas encuentres y sepas que hacer.

Voy a comenzar por describir al primer abducido: este es un hombre que está más o menos entre los 35 o 40 años, para que lo reconozcas de inmediato sólo basta con que recuerdes el amuleto que lleva colgando siempre del cuello, es un colmillo, nunca he sabido de qué es, es muy grande para ser de algún animal conocido y al parecer procede de un marfil puro. Si algún día llegas a toparte con un hombre de cabello largo que lleva camisas de cuello cerrado, que camina siempre con la mirada perdida y que jamás está leyendo sino sentado haciendo que lee o caminando con un afán hacia ninguna parte entre sala y sala exhibiendo su colmillo sobre el pecho, podrás entonces, en definitiva, tener la plena seguridad que se trata del personaje en cuestión, este es el primer abducido. El hombre vivía cerca de la Javeriana, era tío de alguien y solía caminar desde la universidad hasta la biblioteca, ahora es un ente de la nave. Ya no tiene sobrina y desde que fue abducido siempre anda callado, con afán hacia alguna parte, no sé que le hicieron en la nave pero al parecer lo dejaron mal.

Hay otro, este es un chico joven de unos 25 años, siempre anda en búsqueda de una modelo para sus carboncillos, a decir verdad el muchacho tenía talento, solía leer muchos periódicos antiguos, tenía una pasión por la hemeroteca y a veces se le veía tomando fotos a hurtadillas, solía sonreír y de vez en cuando se le veía con alguien tomándose un café en la cafetería del primer piso, pero ahora vive entre las entre-salas, jamás entra a las salas de lectura y se convirtió en un acosador silencioso que las mujeres soportan porque perciben en su rostro una melancolía insalvable, incurable. Vive dibujando; dibuja que dibuja, pero lo que antes hacía con placer ahora lo hace con desgana y sus retratos siempre terminan siendo una cosa atroz, disgustan a las mujeres y termina quedándose solo a la espera de otra que desee ser dibujada. Sus trazos cambiaron mucho, antes tenía una técnica, ahora parece más un Picasso cataléptico con síndrome de Parkinson. Qué cosa las que han hecho en esta nave, que experimentos más raros.

Por ejemplo, hay un loco barbudo casi calvo que se la pasa con un saco que tiene curiosas coderas, lleva colgada una cámara y se la pasa tomándole fotos a Raimundo y todo el mundo, bueno así era, era muy gracioso, él siempre tenía una extraña manía por buscar amigos y su trampa, su objeto de seducción era la cámara.

Pero ahora es otro ser triste, se la pasa entre las salas, maldiciendo, suele dar vueltas como loco, se levanta, incomoda a las personas, grita y sale encolerizado, suele quejarse mucho tiempo en el cuarto piso, en el gran balcón interno que mira absorto la arquitectura poliedral de los cristales que fatigan oníricamente las nubes que pasan por en frente, el hombre se queda allí, mirando hacia el vacío, como con ganas de tirarse hasta el primer piso, es de miedo, porque de pronto se da vuelta y comienza a decirle cosas extrañas al primero que se encuentra. A veces se le ve acomodado en lo sillones con su larga cara de Woddy Allen degenerado llorando inconsolable. Qué le hicieron me pregunto. El patrón es el mismo, todo abducido se convierte en parte del inventario de la nave y su clasificación se halla en la melancolía, son estudios graves, no se basan en las teorías que atesoran millones y millones de libros. Decidieron abducir humanos para saber de algo que tiene hasta un estudio maravilloso y completo. Me refiero a ese hermoso libro de “Anatomía de la melancolía, a decir verdad, es como si estas personas fueran un capitulo, cada una, de un libro que por lo demás, quizás debería llevar el nombre del “Apostillas a “Anatomía de la melancolía” o mejor aun: “Diccionario de la saudade”, no sé.

Algunos de los abducidos viven en la nave, hay una anciana, muy enérgica, antes se le podían observar sus hermosos y juveniles ojos zarcos, se le notaba que todavía no se acostumbraba al español, hacia reír porque siempre se le olvidaba su bolso en algún lugar y alguien solía recogérselo, peo desde que comenzaron a experimentar con ella, anda con grandes anteojos negros, procura al máximo el mínimo de contacto físico y vive siempre al borde de un ataque de nervios. Aferrada a su bolsa de basura donde lleva todas sus pertenencias se pasea día y noche por los pasillos, a decir verdad esta mujer lleva siempre su bolsa de tesoro como si fuera lo único que le quedara en la vida. Ella vive en la nave, en las mañanas se le ve salir de los baños reluciente.

No se qué quieren de nosotros, la nave sigue allí, estática, quieta, se desliza entre nosotros, nos estudia, algún día la tierra se moverá, la estatua de Artemisa cobrará vida y la guerrera sellará la gran puerta de hierro, la nave comenzará a elevarse sobre la ciudad hasta alejarse llevándose para siempre todas nuestras tristezas o nuestros más inteligentes seres que les tocó actuar para no ser descubiertos.

No se que digas tú, yo realmente creo que esto es cuestión de marcianos.

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