09 enero 2011

SÓFOCLES.


(extracto)

Tragedia


Personajes:


Iofonte

Sófocles

Alcibíades.


Sócrates

Aristón

Eurípides

Sófocles hijo

Tribunal de heliastas

Nicóstrata

Teoride de Sición


Coro de celebridades; entre ellas: Esquilo, Arqueloo, Lampero, Polignoto, Ion, Heródoto y Pericles

Mensajero

Pajes

Oficiales



(Delante de la Cámara del Tribunal de los heliastas. Un grupo de heliastas están acomodándose en las gradas del jurado. El coro de celebridades se halla entre un grupo de Fratrias que se encuentra a la derecha. En la parte izquierda hay oficiales prestando guardia a la entrada de la cámara. Alcibíades entra taciturno cargando unos rollos donde están los casos que se van a tratar durante esa mañana, contempla al grupo y lanza un grito desgarrado, luego se hinca en el suelo, lamentándose)


Alcibíades:

¡Oh luminoso Apolo patrono tutelar y el más hermoso entre los dioses! Ahora que regresaste de la lejana tierra de los hiperbóreos, en esta mañana de oro y hermosura sobre el lar en que has hecho brillar tu resplandeciente anhelo, te pido, ¡Oh Phoibos! que me aconsejes con tu sabio pensamiento. A ti, yo hegemon clasificador y dictador de los gravámenes que se van a tratar en audiencia pública, intranquilo y acéfalo, sin una idea invulnerable, y si con miles de incertidumbres, tal una Gorgona decapitada por Teseo, ruego desciendas sobre mí alma afligida un poco de tu claridad y bienaventuranza. Sin saber que hacer ante tremendo y extravagante juicio, responsable soy por lo que pase y por el veredicto que los nobles heliastas del gran tribunal hagan tras haberles suministrado mis conclusiones de un pleito que jamás quise reconocer, he aceptado su alegato, yo he recibido su queja, investigado y hecho las pesquisas, más sin embargo, me encuentro como un río seco sin tener para mi bien sosiego. De locura su propio hijo, este día, a un noble amigo ha acusado. Y no sé que hacer pues me gana el aprecio y el amor completo que por el más acogedor de los poetas mi alma siente.

(Entra por la izquierda Sócrates)

Sócrates:

¿Pero a quién escuchó orar con lastimoso acento?, ¿Quién es, por Zeus, este perro aullando sin reconocerse zorro? Desconozco su lamento que aflige a tan grande corazón de Atenas. Pero si es mi orador consentido el más notable y talentoso, ¿Por qué hincas con tanta lastima y temor tu cuerpo honorable y sabio, mi queridísimo Alcibíades?

(El coro se separa del resto de los Fratrias y rodea a Sócrates)

Coro:

Primera estrofa:

Sólo está en el tribunal su duda, navegando va sin encontrar destino, Aquí postrado antes de profesar sus plegarias por saberse vivo el más agudo y certero orador de Atenas clama con desazón sentido. Ante la cámara un joven lleno de furia ha llegado, un pleito que más queja tiene tras su máscara de odio ha dejado, en ascuas convertido, el juicio del ilustre de Alcibíades. Ahora no sabe que hacer ante el jurado, la hora de la audiencia se aproxima y no sabe a quien citar primero si al que odia o al que ama, si fallar a favor de quien denuncia o quién su corazón nunca quisiera haber visto en este tribunal de la justicia.

Antistrofa:

Pobre y desolado hegemon, que palabras maliciosas ha escuchado, apretada el alma tiene adentro y en remolinos, su saber se lo lleva un viento de desesperanzas todo hacia el desierto, clama con sangre en sus rodillas postrado con furia en esta cámara, esperando fiel consejo o un rayo que lo lleve pronto al hondo abismo donde moran los inciertos.

Epodo:

A Apolo clama por conseja, por salvación y calma, esta es la verdad de nuestro hegemon, postrado ante tus pies como un cobarde

Alcibíades:

Mi gran amigo ha llegado y mis ruegos siento, escuchados han sido, sin haberlo merecido. Sócrates, el filosofo que tanto furor y fama ha logrado, a ti, a quien el de hermosura incomparable ha mandado. Pido pues tu instruido y sabio discurso en este enredo. El hijo de Nicóstrata, seguidor de la sombra de su padre. El mismo Iofonte, que de su progenitor mismo aprendiera el canto como si del gran homero se tratara. Este hijo propio y hoy bastardo más que cualquiera por palabra, ante este tribunal, a su propio padre acusa sin algún remordimiento.

Sócrates:

¿Pero de qué acusación tan terrible acusa Iofonte a su padre?, ¿Con qué coraje y argumento presto ha venido? Confiesa mi más noble y amigo adorado, ¿De qué faltas graves denuncia su primogénito, al gran Deixón de Atenas?, ¿Qué culpa y ofensa podría traerlo ante este tribunal de los Heliastas? Habla pues Alcibíades y haz que por tu boca la verdad se muestre, ¿Acaso robar pudo Sófocles o asesinato el gran poeta ha cometido?

Alcibíades:

Oh que palabras tan peligrosas escapan de tus labios, se salen como cicuta fermentada en el más vil odre. Cómo podría Sófocles, tus preguntas a mis oídos son escarnios. Nadie más justo, bondadoso cual ninguno y distinguido, un gran hombre sin igual que Dionisios el Dios ha hecho numen propio del teatro, ganador de las fiestas de Leneas, vencedor, estratega y amigo de esta tierra. Son otras vanas ofensas las que a mi gran amigo circundan como fauces de bestias azuzadas. Pero mejor ve a tu lugar, en el tribunal tu puesto esperan. Si mis ojos no me engañan no es ese acaso el hijo del gran trágico, que viene como una daga a que nosotros, Fratrias de su padre, la empuñemos con cinismo y sin consideración alguna. Apresúrate a tu lugar entre las gradas y escucha lo que el cuervo grazna antes de saciar su hambre.

(Entra Iofonte)

Iofonte:

Sabio tribunal de los heliastas, que con más fuerza cada día, logras imponerte sobre la tiranía que el areópago cierne entre mi gente. Os saluda un ciudadano y un trágico que con poemas magnánimos ha honrado la ciudad entera. Vengo a esta cámara con una gran pena entre mi alma, mi gran padre, poeta querido por todos y de todos. El gran Sófocles que de la tierra de Colono vino y en Atenas logró su gran simpatía y acogida, este padre mío a quien tanto amo y de quien seguí su canto como una alondra que de su nido aprende a volar sin miedo, hoy me tiene preocupado y confundido. Sabed que de bienes y lisonjas vastas mi padre no carece, que noble y grande como su arca, su mente y su talento a Apolo y la ambrosia suelen ya parecérsele tanto que hasta los mismos Espartanos dicen rendirle culto y que por él hasta una tregua a esta guerra infame le darían. Pero ya es viejo, cien años casi cuenta en su memoria y su memoria no es la misma me impresiona. Temo que demente este mi anciano padre y que nunca más pueda atesorar y administrar con sabio pensamiento su riqueza. De demencia hago público, el gran Sófocles sufre año a año en su postrada casa. Pido y ruego a este tribunal de justos y valientes que sacien mi preocupación y la de mis parientes que no saben que hacer ya con el poeta. Que dejen, bajo tutela nuestra, sus bienes y erarios para que administrados sanamente puedan ser por sus consanguíneos y no por una muchedumbre de ambiciosos. Por demencia acuso a mi padre y clamo interdicción, para que le sean, a este, sus bienes prohibidos, legados sean a su familia pronto, antes que perderlo todo haga su locura o su fallecimiento que no lo veo lejos de la aurora.

(Entra Eurípides)

Eurípides:

Escuchad consejo de ancianos y nobles caballeros. Apaciguad las decisiones antes de votar les pido. Soy Eurípides, poeta trágico que muchas veces perdió ante el maestro Sófocles en muchos certámenes ya cumplidos ¿Cómo es posible que este hombre sin talento alguno, venga a deshonrar lo que su padre ha hecho? Negadle lo que pide os lo pido. Es apenas un veneno que busca matar entrando en la propia sangre que lleva entre sus venas. El demente es otro yo les digo, este mismo hombre que alega interdicto. Es él, el pobre loco, que a la sombra de un gigante durante años y años se ha escondido y ahora viene como un cobarde a clavarle la daga por la espalda. Felonía es este acto no otra palabra señala a este bandido.

Iofonte:

Pero que cosas dices viejo, se ve que tú también, caída en la locura tu psique entera has dejado y que ahora tu demencia sólo es posible en el valle de Leteo. Improperios lanzas contra mí, como todas tus tragedias, tus palabras son blasfemas, te digo que no hay talento entre tus labios, de olivo nunca coronado. Allí en el olvido del Leteo, tu alma es donde merece que la entierren, Por Zeus, dadme una espada, para limpiar mi nombre, este viejo ha osado mancillar mi recato y mi paciencia.

Tribunal:

Callad ambos y marchaos, ninguna decisión tendremos, antes que al sabio Sófocles, escuchado en esta cámara tengamos. ¡Oficiales! por favor sacad de nuestra presencia a estos hombres y mandad un mensajero a la casa del poeta, que mañana ante el tribunal venga acompañado por los dioses, que su defensa legitima, deje el mensajero bien claro en el mensaje, es pronta en la audiencia, le dicta la ciudad de Atenas, a su poeta más querido.

(Salen Iofonte, Eurípides y el mensajero escoltados de oficiales)

Corifeo

Palabras necias o sabias fueron dichas, Más de verdad ninguna todavía se alberga en un halo de veracidad que a los dioses congratule. Necesario es saber pronto y decidir luego, ¿Cómo sabrán si lo que acusa el hijo del poeta tiene validez para otorgarle el oro?

Coro:

Estrofa uno

Prestad atención al respetable tribunal entero, ellos ya se acercan a Sócrates para pedir consejo, ya el filósofo cual agudo ojo de águila vigila y pide a Artemisa y a la virgen Atenea que aclaren bien su pensamiento. Alcibíades jura defender y se levanta agorero pidiendo a Apolo el más grande consejero. Pero sin saber que pasara, perplejo, no cree en nada y la sombra del poeta cela. ¿Qué defensa y alegato el gran orador planea?, ¿En qué irá a parar este notorio acontecimiento? Que la piedad de los dioses nos den el aliento para conocer la tragedia que parece venir con este inaudito atrevimiento.

Antistrofa:

Ya se acerca por un paje que lo guía, del ágora hacia acá viene Sófocles poeta, seguido está de su esposa y de amigos y familia que con sana y gran algarabía defienden al trágico y su honra.

Epodo:

Que venga a declarar y a defenderse solo, que su cuerda cabeza demuestre o lo condene, que su inteligencia deje claro si su demencia es un invento o una verdad atroz que lo circunda.

(Entra Sófocles guiado por un paje seguido de Iofonte, Aristón, Sófocles hijo, Nicóstrata y Teoride de Sición)

Sófocles:

Juro por Júpiter, por Neptuno y por Ceres a quienes ruego que si violo mis juramentos envíen su castigo sobre mí y mi familia pero también les suplico que me concedan toda clase de prosperidades si cumplo mis promesas.

Tribunal:

Así sea, que los dioses compasión tengan de tu alma.

Sófocles:

Ahora decidme, que asunto tan grave y urgente me ha hecho venir hasta este tribunal que me ha obligado a que deje lo importante y trascendente para luego.

Tribunal:

Tu hijo Iofonte, aquí ha venido, de demencia te ha culpado y pide un interdicto a todos tus bienes y tesoros

Sófocles:

Pero que he hecho yo a este muchacho, por Zeus, aplaca mi ira y mi tristeza borra, que es lo que alega, con que argumentos defiende tal farsa, mostradme la quimera

Alcibíades:

Oh noble amigo, es verdad y perdón te pido, espero no causarte mayor pena que sólo el tiempo perdido que en este tribunal esperes

Sófocles:

Habla ya y no ocultes, que ha dicho de mí el joven Iofonte

Alcibíades:

Llegó diciendo que preocupado estaba, que tu muerte cerca estaba, que de demencia todo tu saber perdías, que hablando con aves y leyendo a solas y en voz alta te encontraba ¿dime si es cierto esto que dice tu primogénito, dímelo a mi tu amigo, pues yo no creo?

Sófocles:

Sí, todo lo que ha confesado es cierto, más no con la denuncia con que sustenta su argumento, hablar a solas es una forma, que tengo para escribir bien como poeta, hablar con las aves es ternura que don me han dado las ninfas del bosque y el Dios Epidauro después que lo acogiera, así que ¿dime tu si cabe ahora la locura en esta nueva visón del argumento?

Alcibíades:

El tribunal te ha llamado para que decida sobre tu cordura y así dejarte en paz con tu familia. Una demostración de tus dotes piden ellos, te ruego que les cumplas

Sófocles:

Ahí están mis obras, mi hijo poeta ha nacido y mirad, ahora mi nieto es casi mejor trágico que yo que otras pruebas piden

Alcibíades:

Tu propia voz, tu propio canto, todo tu genio aquí mostrado

Sófocles:

No temo a este vejamen y espero que después de marcharme culpa en vuestra propia piel de inciertos halles

Alcibíades:

Pero que cosas dices, no es la duda lo que se cierne en esta audiencia sino una enseñanza grande a quien merece

Sófocles:

Y debo ser yo quién la reciba, ¿acaso estoy loco por escribir mis versos?

Alcibíades:

No me refiero ti gran poeta, sino a tu hijo que oso dudar de tu grandeza

1 comentario:

Anónimo dijo...

Texto entretenido, de agradable lectura, pero hay algunas palabras ke tal vez se pueden cambiar, por ejemplo CONSENTIDO por NOBLE, ya que consentido es de uso más contemporaneo y noble esta mas acorde con el tiempo del relato