07 enero 2011

JEUX D'ENFANTS



Quiéreme si te atreves

Felicidad en estado puro, bruto, natural, volcánico, que gozada, era lo mejor del mundo... Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que la coca, chutes, porros, hachís, rayas, petas, hierba, marihuana, cannabis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, lsd ,éxtasis... Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, que una orgía, una paja, el sexo tántrico, el kamasutra, las bolas chinas... Mejor que la nocilla y los batidos de plátano... Mejor que la trilogía de George Lucas, que la serie completa de los Teleñecos, que el fin del Milenio... Mejor que los andares de Ally Mcbeal, Marilyn, la Pitufina, Lara Croft, Naomi Campbell y el lunar de Cindy Crawford... Mejor que la cara B de Abbey Road, los solos de Hendrix. Mejor que el pequeño paso de Neil Amstrong sobre la Luna, el Space Mountain, Papa Noel, la fortuna de Bill Gates, los trances del Dalai Lama, las experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro, todos los chutes de testosterona de Schwarzenegger, el colágeno de los labios de Pamela Anderson, mejor que Woodstock y sus fiestas mas orgásmicas...mejor que los excesos del Marqués de Sada, Yan Rimbaud, Morrinson y Castaneda... Mejor que la libertad... Mejor que la vida.” Julien. (Wikipedia a veces nos e equivoca).

El cine francés contemporáneo está signado por un paradigma fenomenal que sólo en Francia ha logrado la elevación adecuada.

Los italianos hicieron películas de vaqueros, y a decir verdad, sus wéstern salieron mejor filmadas que las películas que los mismos gringos, nativos del modelo, intentaron metatextualizar en aquella época de espaguetis.

Esto mismo pasa con el conjunto del cine champan y el cine de distopía retro-futurista, que ha sido notablemente realizado con mayor calidad por los franceses que por los estadounidenses, sin emabrgo cuando uno se queda mirando las películas de Jeunet, o de Yann Samuell tiene la impresión de estar asistiendo a un cine de telaraña en sepia o para darle un distinguido título francés, siente una la sensación de estar ante las obras maestras del cine del género sépia web o réseau sépia, con esto no busco inaugurar un género pero si presentar ejemplos de un arquetipo de la pantalla que ha comenzado a ganar terreno.

Unos ejemplos muy americanos de este estilo de película son, desde mi parecer, las inolvidables cintas de Memento, Snatch, Pulp fiction o Amores perros, no obstante qué podemos decir del maestro de este género como lo es Jeunet con Amelie o Micmacs.

El éxito de este estilo de películas se basa la fusión de dos intrincadas teoría matemáticas que determinan la física y la geometría, el modelo de la teoría de los grafos que posibilitó las redes sociales es el eje central de los guiones que buscan contarnos una historia polifónica, sin embargo, estas historias quedarían en el aire si no estuvieran amarradas por el protagonista o el tema que a manera de zapata y basándose en la teoría de los nodos entrelaza toda esa información. Una historia desde miles de perspectivas, invitados y tiempos que circunnavegan hacia el elemento nodal; la trama.

Esto es lo lindo del cine, es anacrónicamente posibilitador de viajes temporales es la maquina del tiempo que fructifica el caos. Los franceses lo están haciendo casi mejor que David Lynch, ahora les ha dado por concentrar el nodo a partir de los subterfugios que hacen que la mente espectadora tenga que agudizarse entre comedias, disparates y absurdos para reacomodar el filme.

Con Yann Samuell no sucede esto tan fervorosamente como en el caso de otras películas que se llevarían el galardón de un sólo zarpazo, sin embargo “Juego de niños” es un a película que busca la polifonía de los elementos metatextualizados del cine de la forma más delicada posible. Al final o al principio porque el principio es el final o al revés, la cinta de Moebius queda pegada a nuestra retina con un pegamento casi indestructible; el concreto no solo solidifica la historia sino que la limita dentro de los muros del lenguaje amoroso, Lacan tenía razón, esta vez asistimos a una lección de psicoanálisis puro, la relación directa de los deseos de los protagonistas con la naturaleza de su amor está explícitamente separada por el muro del lenguaje que ellos mismos se generan, valga ser más filosofantes y decir que no es un muro lo que los separa sino es un juego lingüístico como diría Wittgenstein lo que los divorcia de su sano juicio.

Freud qué diría dios mío: las pulsiones arcaicas detonadas en un trastorno libido que ocasiona la catarsis del thánatos como el “ello” dispensador de serenidad y calma a los pacientes.

Una película alarmante, bárbaramente amorosa, una película que se va tejiendo entre los sótanos de los sentimientos; la crudeza de la orfandad, el coraje de la agonía maternal, el vínculo deshecho y fortalecido por medio del mito; el gran pez, en esta ocasión es la inocencia y la capacidad creativa que es motivada por los fuertes azotes de la angustia impotente. La madre en esta película es un elemento esencial, ya que es un referente vago que en lugar de fortalecer el campamento maternal lo que hace es producir un cisma y degenerando en una bella fábula de numen afectivo traslapa el trastorno de adaptación a todos los personajes del filme, quienes para sentirse satisfechos aumentan sus necesidades de dependencia afectiva.

El afecto como un Dionisios se lleva a sus sátiros a entablar de la manera más repelente la fuerza de la negación y la culpabilidad por sentimiento de amor empotrado en sus almas. Un champan maravilloso para apaciguar el capricho y la pasión pero una verdadera película del género Réseau sépia que no entrelaza la historia polifónicamente sino, esta vez, las más misteriosas e ingenuas emociones

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tres intiresno, gracias