12 octubre 2010

Biografía de los insectos





Me he ahogado varias veces,
Inútiles veces,
Entre chapuceras palabras.


Era entonces
Como un compadrito
O un Snorky
Que, de pronto, se viera rodeado de niños
en una fiesta de cumpleaños.


Qué hacer entonces
sino recordar
y agacharse a abrazar al hijo?


Sin un cuchillo fatal para apuñalar,
Sin una automática para apuntar a la cabeza
Nos queda
Lo único
Un hincar al suelo los sollozos.


Es cuando se quisiera dejar de dormir,
Pellizcarse la cara hasta despertar el rostro
Y echar andar con una cruz de frío sobre el hombro.


Todavía los coladores no nos buscan
Pero los alfileres brillando en el firmamento
Nos recuerdan escápulas desgarradas;
El limpio oficio que hicimos obedientes
Para lanzarnos sin miedo en la promesa
De despertar humanos en el centro de unas piernas.


Déjame soledad,
déjame inacabado,
solitario.


Hay una edad sin viento
Que sabe soplar copos de diente de león,
Me ha dicho.
Imagino:
Sus sombrillas aterrizando en planetas sosegados
Y al atardecer
hombres con el pecho desnudo
Llegando con sonrisa hasta sus hijos.


De todo esto han contado los abuelos
Y se conoce por ellos
La existencia de una chispa de sol
Eterna entre sus labios.


Chupé, también,
hasta tener un genio sin botella en mis pulmones
y lo exhalé en anillos de nostalgia;
noches de escritos
conjurando el amor o la muerte.


Pero era todo
tan simple.
A qué jugamos los abandonados
si no a rodar en el desvelo


Pero te amé.


Con la ingenuidad de un niño
que ve saltar un guijarro
como un sapo en el estanque.


Con la temeridad de un volantín
que rompe la cuerda para ser pájaro de nuevo.


Abismos donde lo único que cae es la mirada
y un cuerpo demasiado joven
para sentir la agonía de una mente eclipsada entre las velas
no logra llorar.


No es dormir lo que se tiene de muerto en los velorios
pero muchos llevan la muerte tatuada en algo pálido y enfermo;
yo intenté cantar otra declaración que fuera estuario
pero me faltó contener silencio en la rodilla herida de la infancia.


Todo al fin de cuentas
es cansancio
y se llega siempre
a una casa de pobre que da miedo:
Un negro, entonces, bondadoso como un ángel
nos limpia la sangre tostada de las manos
y deja su hamaca vacía
como se deja al semental entre las hembras.
La deja vulnerable y presta a nuestro cuerpo
para que durmamos arrullados
con los besitos de luz que da la noche.


Todo es santo.
No temas,
A mi me parieron con entusiasmo
y la mujer que se tapa los pechos apenada
fue la misma que pensó Dios en el delirio.


No temas.
Todos pasamos por la tierra
hablando un poco de esto
y el amor nos llega,
nos llega…
quizá la última visión nos de pistas
de a dónde corre
nuestro último suspiro.


Un alfiler.
No importa.
Lo que queda es polvo.

No hay comentarios.: