28 julio 2011

CONFESIÓN PARA RESTITUIR LA INFANCIA.


A mi madre.



A veces suelo descansar entre mis sueños.
Ensayo olvidar la vida
y el intrincado compromiso de seguir descubriendo las palabras.

A veces escarbo en uno de esos sueños
como si fuera a encontrar el muñeco de la infancia
que se murió de viejo y tuve que enterrarlo en el solar de la casa.

A veces imagino que la vida está agazapada
croando desde un rincón de la pila
y que no es la muerte, que no son los días
toda está gana de desbaratarme hasta los huesos

que lo real estuvo, 
que fue esa gana de sentir el remolino de velocidad y espanto
que me otorgó un carrito de balineras rodando calle abajo,
que es, siempre lo fue,
el ronquido fuerte de mi padre
espantando desde la otra habitación todas mis pesadillas.

A veces suelo recordar la criatura que fui:
el arrebato fenomenal de caricias y besos que daba
como si mi único hábito fuera el cariño y la sonrisa

Y a veces lloró:
arrullo la silueta desnuda del viento que pasa,
que se me acerca como un perro esquivo a olfatearme los sollozos

A veces cuando respiro rememorando infancias
me aterro de no haberme atragantado con tanto suspiro.

Siento que mi sangre se agiganta en olas
y aventura por mi cuerpo
en busca de un golpe que las lleve tsunami hasta el patio del recreo.

A veces, en las noches,
presiento cierto ángel abandonado en el armario
Y otras confirmo
que solamente soy yo,
sonámbulo
que sale al sereno a aconsejar el silencio.

A veces suelo sentir un frío que duele ataúd entre mis huesos
y las noches vuelven a tener esa queja
que reclama los besos de madre para no sentirme solo.

A veces procuro escapar hacia mi niñez
como un moribundo que extiende con pánico la mano en la soledad.

A veces consigo descifrar ciertas cicatrices:
el momento mismo de las heridas
o el juego de carritos y columpios que arrastró el olvido.

A veces cuando salgo a caminar
debo detenerme  a esperar a mi sombra cansada
que relegada a unos metros de mí
me hace señas para que la espere
y la espero
y busco desentrañar de su mirada
ese secreto motivo de fidelidad hacia mi cuerpo.

A veces entiendo
o miro que las rosas florecen,
que las uñas crecen…
y entonces comprendo que existir
es lo único que queda por hacer.

A veces me encuentro perdido
y entonces
algo que podría ser el éxtasis
me pone a pisar con picardía la hierba
sonriendo ante el salto travieso de los saltamontes y los chinches.


A veces cuando sueño
pienso que la vida no es ésto
sino que fue una mano.

Una blanca mano rozando mi cabello
con la tibia caricia
que solo madre me otorgaba.

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