05 abril 2011

LO QUE RESTA TRAS LA AURORA.



Revocada la rabia
Invoco un argumento;
Un pastal triste entre la noche,
Un conjuro que pueda transgredir las normas,
Un olor de eternidad que me llegue a este hocico de perro en celo.

Hastiadas mis sombras, roto el vapor entre los dedos,
La nariz marea la gana de sexo que una mano me concede.

Me entrego; perdido el canto del pájaro en las fauces del día,
Erizada la mano ante el tacto de un seno dormido,
perdido el sabor de un ignominioso trueno en la mirada indiferente de un sordo,
yo me atiborro de heno el vientre y los desvelados párpados;
Me arrellano de derivas;
Vela un mástil de estrellas en lo profundo de las olas
Y sus anchas espumas amortiguan el desvarío de mi perseverancia.
Por la ventana un color agoniza sin que mis labios le precisen su madrugada
De cresta o paja sacudiendo la mañana.

Me dieron todo el silencio para romperlo feliz entre la infancia,
El impulso de buscar el amor como una hiena que clama a risotadas la carroña,
Olisqueando polvo, manadas de nada y espantados harapos de tiniebla.

Distracciones, juegos de azar poblando la memoria,

Días para destrozar el pensamiento sobre cualquier obsesión venida de la ausencia
Y la clara sangre del tiempo anegando la saudade
Son la poca entraña de dios que nos embutieron
En el profundo aserrín del monicongo.

Los juncales tejen nieblas de pesimismo en el límite
Y Bajo la tumba, más allá de los maderos y el gusano
Resiste todo el afán, toda la incertidumbre
y la piel que se quedó esperando para abrirse flor entre los labios .

No hay dios que me devuelva de muerto,
No hay vida que sobreviva la fatiga de la vida
No hay un poder que calme este coraje,
Esta ofensa de fuego escondida en la saliva.

Un sopor de vacíos crepita,
Un hermano que cuelga muerto sobre mis canículas extirpadas,
Un puño perdido, lanzado contra los dientes de la ceniza
Son el sabor de odio encontrado entre mis cuencas.

El arrasado nombre de despojos que pueblan la memoria,
La profunda divinidad que me dieron de residuo,
Ese grillo insistiendo,
Develando la angustia en el mismo tuétano
del tótem inservible de mis huesos
es lo que me queda,
lo que subsiste remordido entre los rezos,
lo que resta tras la aurora.

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