07 enero 2011

NUESTRO ASUNTO.



Hablar sobre uno mismo resulta inconveniente, sobre todo porque uno, de alguna forma, siempre está hablándose, toda soledad está inscrita para ser una plataforma de la intimidad, de la comunión con nuestras incertidumbres, nuestras aprensiones y nuestras preguntas obsesivas que buscan explicar por qué la vida, por qué nos pasa los que nos pasa y por qué de una u otra forma casi nunca podemos cambiar nada.

Somos “el eco de muchas repeticiones”, sin embargo, es una manía, una enfermedad que se aplica a todo la raza. Antes pensaba que era el único ser que se hacía esta clase de interrogantes, pero con el tiempo, el tiempo me ha ido mostrando crudas escenas, crudas experiencias y maravillas que me han hecho posible cierta modesta consideración y compresión más amplia sobre las confusos pensamientos que angustiaban mi ser.

La vida, resulta increíble decirlo, pero la vida misma es la que me ha ido enseñando pacientemente cada verdad. Voy a ir más adentro, voy a ser más sincero, el verdadero problema que tanto nos incita pensamientos trágicos radica especialmente en nuestra tendencia a buscar, a soñar. Anhelamos muchísimas cosas y esos intereses que alimentan nuestras ganas de vivir logran generar ilusiones, motivaciones y lo que es más tenaz, nos impulsan hacia la acción. De ahí nuestra perpetua curiosidad, nuestra natural tendencia a aprender, a saber, estamos ávidos de reconocimiento propio, cada cosa que hacemos o que sabemos hacer sólo termina siendo un mero escalón de un sueño inalcanzable.

Decir esto resulta cínico y perverso pero esa es la cruda realidad. Nosotros no amamos el hacer cosas, las cosas son distracciones que nos facilitamos para sentirnos mejor con la magia que creemos tener o con lo que creemos ser sin saber muy bien de qué hablamos con eso de ser o tener, cuanto más lo pensamos más nos resulta difícil definir lo que tenemos o somos.

Hay una situación bastante avergonzante en todo sueño, sucede que somos individuos que nos sentimos privilegiados de algo que con los años cada vez nos va resultando más abstracto, más difícil de ver, su definición o su descripción se nos va convirtiendo en un palimpsesto y si en un primer momento nos creíamos incomprendidos resulta que cuando vamos llegando al ocaso de nuestras vidas nos vemos sumergidos en una aporía total, de pronto, sin saberlo muy bien, nos encontramos con que nada sirvió, con que no estamos a gusto con lo que logramos, con que todo fue un pretexto, que al final de cuentas nuestro espíritu se engañó a sí mismo invirtiendo cantidades de energía en oficios y ocios que de alguna forma se fueron acabando sin llegar nunca a llenarnos del todo.

En algún punto todo nos abandona: familia, amigos, trabajo, vocaciones y saberes. Resulta que al final nuestra alma no era tan rebelde como siempre la habíamos creído y nuestro coraje tan aguerrido como lo habíamos esperado, resulta que como todos nos fuimos acostumbrando a la cotidianidad, a los días y las noches, resulta que de pronto, sin saberlo bien, cómo y a qué horas, un día terminamos ante el espejo y nos encontramos con una criatura conforme.

La tristeza nos invade, el temor a no saber qué hacer con nuestras vidas se hace más agudo; la mujer se pregunta por lo que soñaba y por lo que ha sido de sus vida, lo que ella deseaba de ella no está, no hay vestigio alguno, los hijos que quería no son, la pareja que deseó tener y amar a su lado no existe y en cambio le dejaron una larga transacción con sus remordimientos y recuerdos, así mismo el hombre, así mismo yo o cualquier ser de este fantástico planeta y sucede que todos irremediablemente todos terminamos tomándole cariño a cada una de esas cosas que siempre criticamos y reprochamos y vimos como prestamos, al final, sucede que terminamos configurando la felicidad bajo esos prestamos y entonces terminamos siendo felices mientras esas mismas máscaras nos ocupan o nos acompañan y cuando de pronto comienzan a desaparecer, a irse de nuestras vidas entonces su misma ausencia comienza a amargarnos, comienza a generarnos inconvenientes, porque de eso se trata cuando nos resignamos, al final sólo queremos estar con esas mentiras que se volvieron nuestra vida pero que de alguna forma nos sirvieron para estar tranquilos, para estar a paz y salvo con todo y sobre todo para poder, en momentos de regocijo con nuestra soledad, tener ese tiempo maravilloso con nosotros y volver a preguntarnos, volver a nuestra verdadero asunto de auscultarnos y de definirnos. Irremediablemente esas cosas terminan causando nuestra felicidad porque de alguna extraña forma esas mismas cosas nos facilitaron siempre un pequeño espacio de soledad y lo que es más impactante, esas cosas, terminaron respetando ese espacio o lo que es aún peor, terminaron aceptando ese espacio y en ese espacio a las misteriosas e indefinibles criaturas que fuimos somos y al final seremos.

A veces vemos a ciertas personas que son capaces de sonreír, que son capaces de estar satisfechas y entonces nos asalta cierta señal, cierto castigo solitario, pero son meras macanas, si lo observamos bien, nosotros también hemos sido felices, también hemos gozado y sonreído frente al vecino apesadumbrado dejándolo perplejo y pensando en que él es quizá el único elegido de esa raza trágica mientras seguimos montados en la fugaz nube de nuestra pequeña felicidad.

No se culpe a nadie, estaremos insatisfechos con cada etapa de nuestra vida, algo nunca nos llenará por completo pero de eso se trata, vinimos a este mundo a realizar una actividad, a dar algo para los demás mientras en la soledad vamos buscando reconocernos, quizá nos sea necesario escribir para entendernos, quizá nos sea necesario nadar en el mar de nuestros pensamientos o pintar o cultivar un jardín, algo habremos de descubrir o a algo habremos de acostumbrarnos y entonces ya no será más un pretexto o un vicio, algo habrá que nos sirva con el tiempo para insistir en sabernos, quizá al final nos podamos mirar al espejo y nos encontremos con que al fin nos agrada la cara que vemos, quizá al final nos reconozcamos en esa imagen y nos sintamos a gusto.

Mientras, seguiremos realizando la milenaria actividad vital que todo ser humano viene a realizar, vinimos a encontrarnos con nosotros mismos, vinimos a auscultarnos, a saber qué somos, a aprender a reconciliarnos con lo que finalmente descubramos. Ya vendrá el día para poder hablar.

Ya vendrá el día en que ya no digamos que somos incomprendidos y logremos al fin comulgar con el universo entero. Porque de eso se trata todo esto impredecible y cierto que es, al final, nuestro asunto.

1 comentario:

CGC dijo...

Es una bonita reflexión que comparto con cada punto y coma de mi ser.Al final esa es la vida es un despertar a realidades que vamos comprendiendo y en las que aprendemos, como podemos, a ser felices. Necesitamos revisarnos cada cierto tiempo nuestra maquinaria profunda para volver a conectar con nosotros y con nuestra realidad, cargar batería con el convencimiento de que pese a sentirnos perdidos tantas veces, la vida es lo mejor que puede pasarnos.