12 diciembre 2010

El gran Lebowski



Michael Moore se dedicó a realizar documentales sarcásticos en contra de un gobierno, su método: el sarcasmo y la crónica cruda de los hechos más vergonzosos de una potencia mundial, al mejor estilo de wikileaks, Michael Moore logró filtrar a manera de chisme serio los grandes errores y secretos más pervertidos de su totalitario país. Sin embargo estos escasos intentos por desenmascarar las intenciones negras de un gobierno ya eran pan de todos los días en los Simpsons, a decir verdad, un anime desvergonzado que expone los trapos sucios de una sociedad decadente.

Los directores de cine norteamericano por lo general buscan producir una película que prometa o se acerque lo más posible al mesiánico resultado de la familia de Homero; de todas las comedias, dramas, intrigas y romances que he visto en mi vida, no había logrado dar con una sola que pudiese ostentar la categoría de denuncia social tan maravillosamente bien contada como lo lograba la serie de Fox. En ese rating sólo me quedaba una cosa por realizar: proponer los documentales de Moore como seudo-películas que buscaban acercarse lo mejor posible a la acusación de la cotidianidad ensuciada de una sociedad colapsada por su propio poder.

Tarantino casi lo logra con Pulp fiction, sin embargo, a pesar de las actuaciones espectaculares no pasaba de ser una película cómica sobre Gangsters; Sofía Coppola siempre ha buscado con sus filmes algo de este prototipo en Lost in translation o las vírgenes suicidas y ni que decir de las películas de Sam Mendes donde aborda temas paradigmáticos con base en una dialéctica sociológica que generalmente se derrumba por su tinte romántico, tal es el caso de American beauty o Revolutionary road.

Pero son los hermanos Coen quienes ante las pocas expectativas de poder llevar a la pantalla grande un meme de las proporciones de homero, con la producción de la película El gran Lebowsky, no sólo lograron recrear el tema característico de la serie animada sino que además propiciaron un personaje modelo; en la búsqueda de amonedar un símbolo, lo que comerciaron y traficaron finalmente fue la acuñación de un signo por lo demás arquetipo de toda una sociedad.

Uno puede ver a The dude, no sólo como el tótem postmodernista del nadaísmo norteamericano, como el producto Ford de la generación perdida, o como la comida chatarra nativa del comportamiento norteamericano sino que además The dude se convierte en el meme genial por antonomasia de la vagancia y la degeneración existencial de la cordura humana.

The dude es el gran Homero en carne y hueso que define todo el carácter de una sociedad sumergida en sus propias comodidades, The dude es además el personaje víctima, el inocente e ingenuo ser que es el reflejo de lo que una modernidad enloquecida ha producido. No obstante, uno sólo puede acceder al conocimiento de The dude por medio de la ternura.

Los hermanos Coen logran no sólo ir más allá de la denuncia o el documental, no sólo posibilitan la realidad de una utopía animada sino que por encima de todas las expectativas promulgan un género particular de hacer cine. Teoría de su particular forma de producir que se verá en películas posteriores como El quinteto de la muerte, Quémese después de leerse o un hombre serio.

En El gran Lebowsky, los hermanos Coen no escatiman en detalles, está en esta película el delirio bélico, la manía obsesiva del desorden consumista, el trastorno totalitario de midas o el delirium tremens de capitalismo sin dejar de lado las atmosferas cotidianas de los diálogos alienados y presuntuosamente deshilvanados en la reacción de un diario vivir sin esperanza alguna.

Narrada por una voz en off que sólo reconocemos al final como la voz del vaquero y protagonizada por grandes actores, la película más que de culto se convierte en un clásico.

No está demás demostrar la admiración hacia John Goodman que hace uno de los mejores papeles de la película pasando de su típico personaje cómico a una interpretación compleja de un hombre salido de Apocalypse now o de John Turturro en su papel que aunque corto es inolvidable, ese gigante que uno siempre asocia con la simplicidad de un idiota aquí logra mostrarnos que el talento de un actor puede llegar a límites insospechados.

Sin embargo, el mejor papel, sin lugar a dudas lo hace el viejo Jeff Bridges, su energúmena apariencia de hombre lobo que siempre se asocia a caracteres dramáticos aquí parece renacer en el alma de un vago inutilizado por su propia comodidad. El Homero ejemplar de toda la sociedad postmodernista en formato cine, una película que merece ser vista unas cuantas veces, una película que promete risas e intrigantes reflexiones, qué más, no creo que valga decir más.

No hay comentarios.: