Habrá un día desmigajado:
Al medio día los rayos del sol
Se empalarán sobre las espinas de los cactus
Y no habrá miedo para tumbar de una pedrada
Al viento.
Un día con olor a carroña
Y perros revolcando su hocico entre las entrañas
de algo perdido en la basura.
Un día con número áureo descomponiéndose
En la concha de un caracol amnésico.
Sí…
Como quisiera ser una luz de cebo en lo abismal
Para tragarme a un dios ingenuo en la tiniebla.
Ya llegará!
Habrá un día donde los cuerpos floten en el lodo
Y una mariposa se arruine para siempre sin volar.
Te digo:
Yo tengo un chirriar de grillos escamoteando el silencio
Y un charco repleto de siniestros rosarios que croan al infinito.
Recuerda:
La vida tiene el peligro de una carretera mojada
Y por entre los matorrales un laberinto de indios
desenfundan cuchillos para acabar con los suspiros.
Habrá un día,
Un día eterno de sol o lluvia
Donde todos lancen su última jugada;
Donde escuchen premonitorios
La llegada de la nada
Con sus dos mil cabezas
Susurrándoles su espanto.
Cuando se presiente la muerte
Se tiene el poder de un oráculo
Impotente en su silla de ruedas:
A unos se les acaba el oxígeno
A otros el combustible
A todos
El aparato a cuestas
Se les viene encima
Para siempre.
Soñé?, no,
Viví,
Yo los vi
con sus trapos rojos devorando el miedo
y sus lechuzas aleteando sobre la cabeza.
Habrá un día con machetes erguidos
Buscando la parte más blanda del mundo
Y el amor entonces tendrá la cara pintada
Para que contrabandistas y borrachos
Le den un poco de ron y espacio en su tropa.
Mi nostalgia todavía inunda el tiempo
y como la misma muerte, va borrando,
Una a una, las constelaciones de cocuyos
Que poblaron cada telaraña de mi pastar.
Habrá un día de tierra curtida
Resbalando al primer tropel de truenos
Y un invierno de floripondios
Se llevará la memoria.
Lo sé;
de ojos y miradas lo supe:
una noche
en la orilla
Una Pantágora limpiando el pescado
Mientras arrojaba las vísceras a los ojos de los caimanes
Que alumbraban la playa como faros naufragados
Me dio el primer bautizo.
Desde entonces una melancolía de ahogado
conjura a mi Madre-agua.
Mi corazón es una vara hundida en el río
Que trae noticias de lo maravilloso:
de un zarpazo ahogando atarrayas
y cabellos flotando como peces
hinchados de susto a la deriva;
Nadie sale a pescar en la noche
A menos que tenga ganas de sirenas y silencio.
Por eso te digo:
Un beso que es destripado en mitad de la zozobra
No hace florecer los penachos de orgullo
en el pavo real que da cuerda a los relojes,
La ternura parece carne destazada arrojada a las fieras
Y un humo deshilvanado entre las ganas perdidas parece un gorigori.
Habrá un día reseco donde la palabra se arrastre
Y la voz silbe viejos corrales de espuelas masacrando;
Quizás te desnude y sobre tus senos dibuje una cruz
Y a la hora de los buitres asoleándose con sus alas extendidas
Parta tu cuerpo con un hacha
Como si de un mero leño se tratara
O quizás te cosa con cáñamo el tórax
Y te eche al mar como carnada.
Cualquier cosa:
Enroscar tu cuerpo en forma de cinta de moebius
O ensartarlo con gancho de carnicero un sábado
Con tal de no entrever tu lágrima
Pariéndose sola en la ventana.
Habrá un día en que las penas sabrán a hormigas tostadas,
Donde cambie mi esqueleto por ceniza
Y la ceniza viaje por fin, libre de la atadura de las venas.
Un día por fin con poesía de la autopsia
Desgarrándome las entrañas
Hasta encontrar el alma.
Habrá un día, te lo digo, te lo juro,
Que no tenga amanecer;
Con diablos repartiendo fuete a diestra y siniestra,
Con temblores meciendo la locura en su cuerda floja
Y caras de mí, desesperadas, empuñando sobre el pescuezo
una navaja sonriendo brillante.
Un día
Como este,
Te digo,
Quizás así.
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