29 octubre 2010

Las vírgenes suicidas



El apellido Coppola suele tener una profunda repercusión en el ambiente del cine y de los cinéfilos. No obstante, este apellido se cierra a la anchura del personaje en cuestión que se ha considerado como uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos, así, con esta monumental fama legendaria, concebir que otra persona con el mismo apellido logre hacer buen cine, resulta una locura, sin embargo sucede. Sofía, hija del maestro del drama compite contra su padre en una película que desde el inicio promete ser inolvidable.

“Las vírgenes suicidas” no sólo es un drama típico de lo que se vive en las familias nucleares y lo que los hijos viven bajo la presión del mundo que los arrasa con su azaroso y energúmeno avance. El filme ahonda en algo más delicado; se incrusta en la revelación por solucionar el enigma de la psiquis humana dentro de factores alterantes que promueven la misma racionalidad extrema de la humanidad.

La tesis de la película no solo gira en torno a las chicas que una a una van siendo piezas desencadenadamente empujadas por una causa provocada sino que sumergen al resto de la sociedad en su marasmo destellante; los chicos que dejan toda su niñez al abandono cruel de la nada por la elección ilusionada de un entendimiento amoroso les saca de toda realidad posible y los mete en la narración exclusiva e imposible de un narrador que monologa una de las historias más deprimentes y estéticamente bien contadas de la sociedad.

Las vírgenes suicidas mantienen una tensión entre la polarización por el desencantamiento de sucesos dados a un azar trágico y al ambivalente filamento que une esta serie de causas efectos psicológicos con un malestar de una cultura obsesionada en sus dogmas, tradiciones, tabúes y trastornos.

Una micro-esencia del gusano que roe toda la raza humana, un breve vistazo a la enfermedad humana, La película deja claro que lo que daña al ser humano no es el mismo ser humano sino su incapacidad por resolver de forma satisfactoria sus necesidades, angustias y limitaciones.

Los padres anestesiados ante la cordura de una línea estrictamente civilizada que en el negativo de sus elegancia conservadora demuestran una extrema barbaridad; los jóvenes como receptáculos de una ingenuidad falseada por los códigos civiles y ultrajados por la seducción de los deseos instintivos del hombre; las mujeres como chivas expiatorias de la fuerza demoledora de la costumbre gravitatoria de una monotonía enfermiza que doblega la voluntad y el albedrio; y la sociedad concurrente a este escenario como público servil y cómplice de una evolución degenerativa e inoculadora de la libertad y su sentido estrictamente individual.

La película nos golpea, cada escena es un puñetazo certero contra la mandíbula de nuestras creencias y conformidades, es un rasgamiento de velos que inutiliza nuestro carácter.

Vale diez veces ver esta película lograda bajo fotografías impresionantes suavizadas por el halo de una feminidad exuberante que demuestra la fragilidad en todo momento de la película misma. Es de esas películas que uno ve con suma sutileza por temor a que se rompa como un viejo jarrón chino si se deja caer en la distracción de las cosas que se nos hacen difíciles de entender.

Con tintes fantásticos de documental, voces rompecabezas, y el extrañamiento de plegar el tiempo para proponernos la versión integra de un pasado o un presente, la película simplemente se puede concebir como la obra maestra de una autónoma artista que le ganó a su maestro.

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