04 julio 2010

Tras la búsqueda de lo trascendente.

Artículo de la separata: CINE CLUB QUIMERA
Sección:
cine, café y un buen libro
Por: Zeuxis vargas







“Tomar en serio la vida, el arte y el pensamiento es ya una forma de oponerse a la tendencia dominante de nuestra civilización”
Estanislao Zuleta.





El cine antes que ser un medio de entretenimiento se impone en el mundo actual como un sistema de poder comunicacional que logra imprimir creencias, utopías, hipótesis y sospechas sobre el tiempo y sobre los hombres.


El cine es modificado por la historia y a la vez modifica la historia. Hoy en día nos es posible reflexionar sobre el conocimiento social, psicológico y educativo a través de un sinnúmero de películas que se instauran en el tiempo como modelos mitológicos de épocas, de contextos y de fenómenos determinados.


Ajenos al heterogéneo mundo cineasta donde lo dramático se entrecruza con lo cómico y donde lo narrativo se fusiona con lo visual y lo auditivo, el cine proporciona horizontes didácticos que hacen posible la introducción de ciertos contenidos cotidianos que transforman la subjetividad de los estudiantes.


Y es que el cine ha logrado no sólo contemplar la reproducción de utopías y de quimeras sino que ha concretado el alquímico sueño de la manipulación temporal. El pasado, el presente y el futuro alimentan la esfera ilimitada de su poder haciendo posible el artilugio de la traslación hacia atrás y hacia adelante.


Pero más allá de estas fantasmagóricas proposiciones que nos establece el cine, también existe un espacio cómodo para el reflexionar crítico sobre la realidad. El cine no sólo comulga con los lenguajes específicos de un tiempo sino que exhorta al espectador hacia un pensar desde, hacia un contemplar que no señala sino que percibe.


El realismo cineasta entonces se establece como una forma de búsqueda que hace posible la manifestación; la expresión de un sentir. Este sentir, por lo demás, sólo permite infundir hacia un afuera las impresiones que, tanto los teóricos y los directores de cine, procuran comunicar bajo la estética más sensible y absorbente posible. Las películas por lo tanto no son un producto fílmico desechable sino un producto histórico que demanda y denuncia.


En su libro “Textos y manifiestos del cine”, publicado por ediciones Cátedra; Joaquim Romaguera y Homero Alsina, logran, tras un metódico y profundo estudio, establecer la hiper-textualidad inmersa en la historia del cine demostrando la posición modificadora y profética que, a través de los años, a logrado la industria del cine.
Este mágico recurso hace posible el mundo del por-venir; el cine como historia re-direcciona los discursos y motiva el interés por ciertos dominios. No obstante el cine filosofa sobre la vida del hombre obteniendo bajo su metafísica de las formas y las narraciones la comunión básica entre las necesidades y las expectativas humanas.


Georges Sadoul en su libro titulado “Historia del cine mundial desde los orígenes hasta nuestros días”, publicado por editorial siglo XXI, consigue esbozar, por medio de un recorrido bastante sencillo, la gran influencia socio-política que el cine ha alcanzado en la modernidad, ampliándonos un poco la perspectiva teórica sobre las producciones cinematográficas.


Sin embargo, la cuestión no está en atiborrarnos con teorías incuestionables que platiquen resignadamente sobre el poder persuasivo del cine; no se trata de acrecentar la influencia aplastante del cine y de sus comerciantes, sino de invitar al hombre a un debate interno con lo que lo rodea; de una discusión significativa para con ese cine que vende ideales territoriales y comodidades continentales, para con ese cine que trueca la conciencia ingenua por una conciencia conformista repleta de símbolos discriminantes y radicales y para con ese cine que trastoca la realidad y que en su lugar inaugura el silencio y la indiferencia.


Sí, el cine es un lugar íntimo, es un lugar desde el cual hoy el hombre puede lograr una heterodoxia tras la búsqueda de lo trascendente, pero esta herejía sólo es posible si nos esforzamos en ver al cine no como un producto sino como un recurso, tal y como lo hizo en alguna ocasión Luis Buñuel con su libro “El último suspiro”.

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