26 junio 2010

Metempsicosis a lo latinoamericano: No te mueras sin decirme a dónde vas

Cartel:


Videoclip: 



Resumen:

Leopoldo un científico argentino que soporta un matrimonio dado al conformismo, busca distraer sus días ocupándose en inventos alocados. Con su socio, que se encuentra en silla de ruedas debido a un accidente, logran por fin hacer funcionar el "Recolector de sueños", una máquina capaz de grabar las imágenes que produce el cerebro mientras duerme. 

En uno de los ensayos, la máquina le ofrece al Leopoldo la reproducción de un sueño obsesivo que tiene que ver con una mujer que él nunca ha conocido pero por la que se siente enamorado. 
La máquina, al parecer, logra materializar el espíritu, el alma gemela de Leopoldo que no pudo reencarnarse.
A partir de la aparición, la película fluye entre la lucha de un amor irrealizable y la conciencia de hombre y su responsabilidad ante la  vida. 


Comentario:


Los latinoamericanos hemos inventado muchas cosas que hoy por hoy son receta diaria para la vida. Los zombies, por ejemplo, recreados a partir de la idea del vudú y la santería haitiana han llegado a convertirse en uno de los mejores productos del cine de terror. la historia Maya entrelazada a su guerra Florida o los sacrificios aztecas con su perfil elevado de los guerrero emplumados se ha establecido en un cajón de recursos modernos para el celuloide. Otras formas más carnavalescas, como la parafernalia religiosa de los sicarios de Colombia, de las mafias mexicanas y de las pandillas caribeñas han incentivado el imaginario de los directores norteamericanos. Los monicongos de Haití que sirven para castigar o para controlar el alma de otra persona y hasta las tribus más primitivas del Amazonas que reducen a pelotitas o collares las cabezas de sus enemigos son otras tantas heramientas de manofactura cineasta.
Todo esto ha sido materia prima para el cine y lo han aprovechado con maestrias grandes directores, sin embargo, en latinoamérica el temaha consistido en un ordinario recuros, la trilogía de la pobreza-drogas-guerra ha sido la directriz desde donde se han construido los grandes realtos del cine latinoamericano.
Pero a veces, uno que otro director se sale de esta comsmovision reduccionista y le da por inventarse una pelicula inolvidable logrando desencasillarnos, con dignidad, de nuestra suerte cineasta.
Eliseo Subiela, no sólo es un gran hacedor de historias sino que además es un gran inventor  de objetos e ideas a la mejor manera de Volta, Edison, Tesla o Hawking.
Desde la primera vez que vi "No te mueras sin decirme a dónde vas", se me dio la obsesión por querer tener una "Recolector de sueños" y por mascota a un "Carlitos".
Hay mucho en esta película, que uno no sabe ni por dónde comenzar a gritar: no dejen de verla, colecciónenla, es indispensable!!!
Desde que comencé a escribir, me mataba una idea: me era sumamente necesario conseguir una máquina que fuera capaz de transcribir lo que yo iba pensando, una máquina que "recolectara" mis pensamientos, que no tuviera que escribirlos porque cuando hacía esto se perdía mucho. 
Creo que todos los escritores hemos querido que esa máquina se invente, así como todos hemos soñado con la máquina de Morel o la de Wells, pero hay algo indiscutible, todos y aquí tenemos que meter una especie borgeana; hasta los ángeles, hemos deseado que el "recolector de sueños" de Subiela se invente.
En esta pelí el sueño y la máquina se hacen realidad.
Cómo siempre, Eliseo Subiela mata de entrada con el título, la película no sólo nos da la grata noticia de que algo maravilloso va a suceder sino que nos platean una sospecha.
Pero hay algo más importante, Subiela nos trasmite cosas esenciales. Ni los egipcios o los pitagóricos tan dados al cuento ese de la metempsicosis lograron una historia tan creíble sobre la reencarnación. Subiela lo logra.
Desde que Mariana Arias encarnado el espíritu de la mujer enamorada se la pasa como alma en pena explicándole el asunto de la vida y la muerte a Leopoldo el científico e inventor, no pasa un día de mi vida en que yo no haga más que pensar en esa media naranja que me ha venido acompañando desde que fui Tamerlán el mago o Zoltán el egipcio vendedor de sueños en alguna lejana edad de la tierra.
Tengo en mi casa un bambú, lo llamo Solaris. Cada que voy a quitarle las hojas secas, a limpiarle las nuevas y ha mimarlo y rociarlo con agua y abonarle su casita con su alimento de tierra me acuerdo de la mascota de Leopoldo, esa hermosa planta que tiembla ante las tijeras y que me hizo pasar un escalofrío sutil pero estremecedor ante dicha evidencia de la vida.
Debo mucho a esta película, Yo no tenía idea del "aura" y todavía no tengo idea, pero pude entender los colores que hacen posible el contacto aureo entre dos espíritus que se aman. Yo siempre imaginé que el deseo era azul pero nunca me había atrevido a decirlo hasta que una amiga que quiero mucho me sentenció imperativa: el deseo es azul, azul!! lo miro cada vez que tengo un orgasmo.
Pero hablemos de Carlitos, el de corazón argentino, ese robot que es capaz de sentir las almas, los muertos o los fantasmas. Mi casa está llena de fantasmas, eso dice mi santa madre, ella los escucha y a veces hasta dice ver sus sombras. A mi me causa gracia: que algo invisible sea capaz de proyectar una sombra, vaya, Subiela anda buscando a mi mamá desde hace rato para que le ayude con su próxima película.
Yo en cambio, quiero es traerme a Carlitos que logra enternecer a cualquiera con su frase ególatra y amorosa.
Los efectos que hay en esta película son son para el alma, no para los sentidos.
Uno mira esta película y sale del cine tocándose algo en el cuerpo con delicadeza y pensando con prudencia para que los demás no te lean el pensamiento, que gracias a Dios nuestra alma seguirá adelante feliz con su gemela.
Así me sentí yo, aquél día cuando salí de "Magitinto" un cine club ya cerrado de Bogotá y que extraño por sus enredaderas de madreselvas y su atmosfera de guarida de duende en la terraza, así me sentí yo mientras caminaba por la noche, reafirmando mi alma desde lo más profundo de los tiempos.
Así iba, intentando sentir en lo profundo la felicidad de la vida.
No te mueras sin decirme a dónde vas, susurraba, a alguien que sé, me escuchaba.

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