02 enero 2008

ANARQUISMO CRÍTICO 2




Extracto del libro Inédito:
ANARQUISMO CRÍTICO.
ÉTICA Y MORAL.
Capítulo 3: Hombre, política y educación
Por: Zeuxis Vargas








SOBRE LA REIVINDICACIÓN DE LA ANARQUÍA EN LA EDUCACIÓN

“La primera condición de nuestra educación es la discordia”
Pierre-Joseph Proudhon.


Desde hace varios siglos la sociedad ha venido adoptando, para tristeza nuestra, un juicio sobre el término anarquía que inevitable y despreciablemente la ha hecho ver como la teoría responsable de pensamientos violentos, solipsistas y en muchos casos profundamente antihumanistas. Estos atributos, han venido siendo la constante general que se ha sostenido dentro de la opinión social gracias al influjo y persistencia que han mantenido los detractores de la filosofía anarquista.
Tales cofradías de origen netamente político han resuelto un destino poco honorable para aquellos que se han manifestado abiertamente como anarquistas. Sin embargo, grandes hombres de nuestra historia han logrado salvaguardar la ideología y han incrementado sus principios. Pero los sistemas autoritarios, temiendo la inevitable revolución que saben se originaría con el develamiento del verdadero pensamiento anarquista, han construido sistemas morales y éticos que han mantenido siempre a la filosofía anarquista por fuera de los círculos sociales condenándola por lo demás a llevar consigo títulos no correspondientes a sus propósitos humanitarios.
Es cierto que no se puede ocultar que también algunos otros pensadores radicales han visto en el sistema anarquista otra clase de explicaciones revolucionarias, pero estas acciones distanciadas de la moral libertaria son el resultado empobrecido de mentes que malinterpretaron los principios y proposiciones formales que rigen al hombre anarquista.
Estos movimientos dislocados de la realidad no deben en última instancia ser tomados en cuenta como los hacedores del prejuicio social. La verdadera raíz de la calumnia se halla sin lugar a dudas en el corazón mismo de los famélicos tiranos que ostentan el poder en todos los países de nuestro planeta.
Para asegurar tal falsedad han maquinado en cada una de las instituciones sociales formas que finalmente optimicen sus intereses productivos y autoritarios y que por el otro lado decrementen la fuerza rebelde que nace y se prepara en cada generación.
Quizá una de las instituciones más manoseada y reestructurada para este fin ha sido la educación que bajo la influencia globalizante se ha transformado en el mejor sistema de control creado hasta nuestros días para amasar la personalidad humana.
El anarquismo profetizó tales artimañas y en la búsqueda de nuevos horizontes posibilitó a la educación el derecho y el deber de la libertad.
Para la ideología anarquista la educación es el sistema que libera al hombre de su propio yugo, de su propia animalidad[1] y lo reconoce como individuo libre. La educación anarquista reivindica la libertad como una ley natural que hace posible la evolución.
“Si se permite el libre desarrollo del espíritu humano no se le pone ninguna regulación política, la humanidad llegara prontamente al imperio de la verdad”[2]
La educación para la moral anarquista es un acto social que determina el desarrollo de la humanidad.
La educación desde este enfoque busca negación total de los pensamientos universales que han invadido por medio del poder y la autoridad a la opinión social. Desde la negación, la educación orienta la duda, la falsación y la determinante tarea de auscultar cualquier fenómeno hasta su más intrincada raíz.
Desde la posición ética la educación anarquista busca declarar la renuncia a la explotación del hombre por el hombre, se prepara al hombre como ciudadano que declara la guerra a todo sistema que intente implantarse como verdad.
El mayor principio de la educación anarquista se basa en el esfuerzo por desarrollar íntegramente al hombre con el hombre. Desde esta línea los anarquistas “no tememos renunciar al juez, ni a la condena. No tememos declarar ‘haz lo que quieras y como quieras’, porque estamos convencidos de que la inmensa mayoría de los hombres, a medida que se eduquen y se quiten de encima las actuales trabas, actuarán siempre en dirección útil a la sociedad”[3].
El objetivo de la educación es convertir al hombre en un revolucionario ya que “un gobierno que debe su estabilidad a la ignorancia, es una maldición para los hombres. Cuanto más conscientes sean los hombres de sus intereses verdaderos, más juiciosa será su conducta, tanto en acciones propias como en la tolerancia hacia sus semejantes...El hombre con un espíritu educado según la razón, nunca se convertirá en agresor del bien común”[4].
Educar, no es para el anarquista incrustar o depositar bancos de información inservibles en la mente del hombre, educar para la mente anarquista es llevar a cabo una acción reveladora y crítica. La educación nace como necesidad de comprensión del mundo, como reflexión racionalista de lo empírico y tiende a implantar una filosofía alejada del nominalismo y el idealismo, una filosofía más cercana a la criticidad Kantina y al racionalismo Popperiano.
La educación vista de esta forma se transforma en un sistema naturalista y se divorcia del utilitarismo.
La anarquía que educa posibilita la reconstrucción y hace posible el acercamiento a una psicología humanista secularizada de abstracciones que buscan encerrar la mente libertaria en los laberínticos sistemas de los gobiernos.
El rebelde que educa estimula el desafío y busca proveer a sus estudiantes con ambientes propicios[5].
“Lo que se quiere no es obediencia ni tampoco rebelión (injustificada), sino un buen carácter y una general afabilidad tanto hacia la gente como hacia las nuevas ideas”[6].
La educación anarquista busca implantar la cordura ya que la cordura misma es una forma misma de educación[7].
Con la educación libertaria se construyen nuevas entidades anímicas en el hombre; altruismo, bondad y honestidad. Pero a su vez instituye también el rechazo hacia el absolutismo y la igualdad.
La educación anarquista profundiza en todas las problemáticas políticas y busca implantar en lugar de ellas soluciones éticas.
La educación de los hombres libres busca en última medida que el hombre sea “capaz de sentir con una fuerza terrible”[8] el mundo, su mundo, el de los otros.
El método utilizado por esta clase de educación no se fundamenta en la dialéctica ni el juego relacional de los poderes, sino que se argumenta en la discordia, en la diferencia establecida que posibilita la duda.
Sin lugar a dudas el anarquismo observado desde esta vertiente crítica reivindica su posibilidad de mejoramiento humano, a su vez se reconcilia con el hombre y lo perdona ya que observa que el hombre tan sólo es el producto de sus defectos, de sus odios e irremediablemente de su obsesionada ambición de corromperlo todo.
“En ningún pueblo el enemigo de la libertad es la gente, sino sus estratos más altos que se aprovechan del sistema. Démosles opiniones justas en relación con lo social a una cantidad de personas libremente educadas y hagámosles reflexionar”[9]. Sólo entonces el hombre será capaz de crear la mejor forma de gobierno que no impedirá nunca la aplicación adecuada de las facultades intelectuales.
El anarquista así educado “lo que observa en el hombre verdaderamente moral es su energía plena de vida, esa que le empuja a dar su inteligencia, sus sentimientos, sus actos, sin pedir nada a cambio”[10].
Educar como anarquista es promover la desigualdad, ya que esta es la idea primordial de la mente humana[11] que se ve reflejada tanto en pensamientos como en actos.
La desigualdad lúcida libera al hombre de sus instintos y lo hace servidor del mayor de los bienes humanos: la libertad.




Alguna bibliografía necesaria para profundizar en el pensamiento anarquista.


- Proudhon, Bakunin, Kropotkin y otros. Ideario anarquista. Longseller, Buenos Aires 2000.
- Tolstoi. Diarios. El acantilado, España, 2004.
- Orwell George. La política y el lenguaje inglés. El malpensante. Noviembre-diciembre del 2003.
- Russell Bertrand. Elogio de la ociosidad. Educación y disciplina 1932.
- Jean Touchard. Historia de las ideas políticas. Capítulo XVI sección II
- Proudhon Pierre-Joseph. Sistema de las contradicciones económicas o filosofía de la miseria. Aguilar. Madrid 1932.
[1] Proudhon, Bakunin, Kropotkin y otros. Ideario Anarquista, Longseller, Buenos Aires, 2000.
[2] Ibid.
[3] Ibid
[4] Ibid
[5] Rusell Bertrand. Educación y psicología.
[6] Ibid
[7] Ibid
[8] Ibid.
[9] Proudhon, Bakunin, Kropotkin y otros. Ideario Anarquista, Longseller, Buenos Aires, 2000.
[10] Ibid
[11] Aristóteles. Política.

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