06 agosto 2019

Las puertas del infierno

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Las puertas del infierno

José Luis Díaz-Granados
Edición conmemorativa Octava edición. Primera edición Taller de edición Rocca, 2016

Esta novela fue escrita en 1985, está dividida en dos partes y se extiende, desde la frase inicial del protagonista, durante 164 páginas sin darnos ocasión alguna de respirar No hay un punto aparte. Nada.

En 1975, García Márquez, logró este artilugio. Sí bien, la historia del costeño está estructurada y narra las vicisitudes intemporales de un dictador. En cambio, José Kristían, “el poeta, el escritor, el periodista de relativo éxito, el Don Juan que entusiasma a sus vecinas, el amante de las prostitutas bogotanas, el aprendiz de teólogo católico, el oficiante de astrología y psicoanálisis, el novel político, el joven esposo de una esplendorosa caribeña, el cariñoso padre de un precioso bebé, el atildado funcionario estatal, el enigmático personaje de Palermo”, nos narra su universo desde la posición creador, personaje, protagonista.

Una novela autobiográfica de personaje y de iniciación que está escrita entre “la voz interior” que bautizara Joyce y el "fluido de conciencia" que creara James y que otros denominaron como “monólogo interior”, pero que en Las puertas del infierno, de José Luis  se torna “lenguaje de la vida cotidiana disuelto en el fluir automático de la surreal mente de un protagonista-autor", que nos recuerda más, la forma como se van dando los sueños, que los pensamientos conscientes.

Muchos son los escritores que han intentado, jugar con los signos de puntuación y que han logrado darnos obras extensas. Camilo José Cela, Saramago y el gran Jerzy Andrzejewski, son ejemplos valiosos, pero ¿qué hace que la novela de Díaz-Granados logre una diferencia y, hoy por hoy, se convierta en un clásico de la narrativa colombiana? Sencillo. El personaje es consciente de que está escribiendo una novela, el personaje es un crítico. La revelación no se encuentra en el hecho de decirnos que está escribiéndonos una novela, sino de invitarnos y sumergirnos en lo que considera nos puede relatar, de aquello mismo que se va convirtiendo en un proyecto novelístico y que al final sólo será la aporía de un “fanático jubiloso” que se da cuenta, que su galimatías, dejó de ser relato y se convirtió en una novela ya contada.

Un libro sorprendente que sólo seremos capaces de reconocer mientras somos bombardeados por aquello mismo que se nos cuenta.

Este uróboros tremendo, es no sólo una novela para divertirse sino una novela circular para estudiar con sumo cuidado. Las referencias literarias, los apuntes históricos de los años setenta y ochenta y de unos recuerdos repletos de mundo, cine, música, historietas, libros, álbumes y sueños es lo que palpita debajo de los pretextos del placer y la obsesión por contar una historia sexual de la humanidad.

Pocos se atreverán  con esta obra, algunos sólo verán el lado obsesivo del personaje que va de calle en calle acostándose con putas, llenándose de venéreas mientras sueña con ser un gran escritor, otros, se perderán en la sintaxis, en los juegos, en la forma de hilar tiempos y puntos de vista, pronombres y focalizaciones.

Una novela que no fue escrita para leerse sino para re-leerse. No hay Proust que la cuente.

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