Prolegómenos
Escribir
con determinado criterio o por lo menos, que este, se acerque a ser un
argumento lúcido para comprender la poesía actual de una lengua determinada,
requiere, ante todo, de un esfuerzo atento y a la vez de un estudio puntual que
indague restrictivamente, sin caer en el agotamiento, sobre aquellos patrones
universales que hacen posible la evolución de los rasgos poéticos en una época
establecida, o sea, aquellos rasgos, casi imperceptibles, en algunas ocasiones
y muy relevantes, en otras, que figuran la continuación de un arte. Tales
características acordadas solamente para generar una teoría respecto a los
discursos modernos que hagan posible su justificación, su intelección y su
herencia, sirven en muchas ocasiones para dar forma a los discursos académicos que
en últimas se encargarán de nombrar o institucionalizar, en los años
consiguientes lo más representativo,
original y veraz, que quizás pueda convertirse en una generación, un movimiento
o un fenómeno lírico.
Partiendo
de esta premisa, es claro, entonces, advertir, sobre el error común en el que
se ha solido caer, al intentar estudiar, antologar o vislumbrar la nueva
poesía. Tal error se remite a los abusos de los discursos. Toda poesía es
moderna, y toda poesía es a su vez vanguardista y tiende, si los principios del
movimiento filosófico me lo permiten, al postmodernismo. Por ello, cuando se
habla de la poesía de una época en una lengua determinada, lo más que se hace
es hablar de los ensayos y puestas en común que las voces que escriben buscan
perfilar para trascender y diferenciarse de sus precursores o de la sombra
tutelar de los grandes sistemas líricos que lograron un imperio, una
conservación, extensión y actualización en el tiempo.
Tal
es el caso de grupos poéticos o de personalidades poéticas que avasallan,
globalizan y salvaguardan un credo. En el caso del habla hispana, la poesía
logró un auge de movimientos en la modernidad que fueron colateralmente
concibiendo lo mejor de la Poesía Pura. Digo y puntualizo Poesía pura como
concepto para unir y hacer comulgar todos los experimentos que vivió la poesía
de la lengua española. Sólo a través de este concepto podemos reunir estelas de
fenómenos gigantescos tales como el surrealismo, el creacionismo, el
decadentismo, y todos aquellos ismos que se puedan imaginar hasta, llegar a los
cada vez más, conjuntos minúsculos que sirvieron también para dar identidad a
generaciones en países y épocas tales como el nadaísmo, el dadaísmo o el
conversacionalismo, entre muchos que a su vez fueron decantando experiencias
que trasmitieron ímpetu, interés y moda, tal es el caso de la poesía
revolucionaria, la antipoesía, la poesía urbana y tantos y tantos nombres más
que oscilaron entre el experimentalismo y el convencionalismo logrando patentar
nombres con una sonoridad inigualable, tales como Cesar Vallejo, Lezama Lima,
Nicolás Gillen, Alejandra Pizarnik, Roberto Juarroz, Rafael Alberti, Ruben
Bonifaz Nuño, por solo nombrar a algunos de los tantos que completarían esta
constelación de inmortales.
Si
de algo podemos estar seguros es que hasta la mitad del siglo XX para todos es reconocible, distinguible y
hasta común la referencia ya histórica de generaciones poéticas, de nombres
propios a movimientos poéticos y a la señalización de representantes
trascendentales, esto se debe a que han pasado ya más de 50 años desde que se
hizo por parte de otros laboriosos críticos, el ejercicio de concretar, advertir
y categorizar, a través, de estudios como este lo que en aquellas épocas
escribían los jóvenes poetas. Los ensayos de Pessoa, Bousoño, Dámaso Alonso,
Ángel Rama, León de Greif entre otros, sirvieron para que hoy, podamos rotular
esa poesía vanguardista, ya no como vanguardista, sino como hoy en día se
conoce, o sea, bajo el nombre propicio que se le dio a cada rasgo particular.
Algunos fueron bautizados bajo el apadrinamiento de una revista, otros bajo la
emoción o filosofía que pujaba entre sus letras.
Esto
y no otra cosa es lo que intentaré cuajar de algún modo propositivo en este
ensayo.
La poesía
postmodernista y las siete especies del yo poético
El
nombre común histórico para comenzar a
dialogar sobre la poesía de todos los países de lengua española escrita
después de 1970, es el postmodernismo, si bien, este discurso que se estableció
desde los 60, es el que sigue nombrando nuestra actualidad. Hasta que, por obra
y gracia de la filosofía, la cultura y la ciencia nazca un nuevo discurso de
saber, no podremos referirnos, a otra época mundial, en ningún tema que se
trate, sea este científico, plástico, educativo, psicológico o social, de otra
manera. Borges por añadidura casi lingüística y editorial más que generacional
ha sido muchas veces antologado, y estudiado como un postmoderno, sin embargo es de sobra para todos, conocido, que
él mismo fue enfático y lucido al identificarse como moderno. Así mismo
Cervantes y hasta el mismo Homero han sido considerados, por extravagantes
discursos polifónicos, como autores postmodernos, la excentricidades no tienen
límite y aunque para muchos señalar toda la poesía escrita en lengua española
después de 1970 como postmodernista sea
ya, también, una extravagancia, considero que la nominación no es del todo
incorrecta, si nos atenemos a la explicación que di algunas alineas atrás.
Ya
he logrado la clasificación de la época universal, sin embargo la poesía
después de 1970 escrita en lengua española pertenece a dos continentes y a más
de una docena de países con culturas y fenómenos sociales y líricos
históricamente distinguibles, pero esta heterogeneidad al parecer no plantea
mayor problema al intentar fijar el estilo más concurrido por los poetas. Juan
Ramón Jiménez llamó a la técnica de
crear poemas con versos libres, poesía pura, ya que por medio de esta práctica,
el poeta podía abarcar con mayor facilidad las masas de sensibilidad que su
alma quería expresar, La poesía casi mundial en la era postmoderna se inclina
hacia este artilugio, la poesía hispanoamericana en suma es una poesía de verso
puro donde el poema pasa a ser un recurso agónico.
Los movimientos poéticos en general y
particularmente -en Hispanoamérica- han estado determinados por una constante
oscilación de fuerzas antagónicas universales, a saber, que se pueden encerrar
bajo una categoría de la percepción sentimental del discernimiento humano: “el
primer conjunto que para el caso denominaremos aristotélico, congrega la
personalidad sensible dada a la intelectualización de la lengua por medio de la
estructura sintáctica psicosocial de las abstracciones; en este conjunto están
los poetas que conviven con su época, que se comprometen con tendencias
axiológicas y con concepciones morales y éticas, definen el poema como
extensión de su expresión intelectual y como fuente de conocimiento de los
hechos, para comprender la condición humana, su pulsión básica es la potencia
Tanática, fuerza devastadora y cosmológica que reflexiona sobre lo perecedero y
la muerte y que hace posible la configuración de hombres y mujeres entregados
disciplinadamente al quehacer de la poesía, observando en este arte una forma
poderosa de transformación; no procuran el develamiento o la exposición, sino
más bien la revolución y la innovación, están contextualizados y afincados dentro
de la realidad y el saber, por último, su poesía es muestra factible y veraz de
la percepciones filosóficas que dirigen su discernimiento.
El segundo grupo se denomina, grupo platónico,
está caracterizado por una visión del universo menos aturdida, la personalidad
de este conjunto está establecida por una sensibilidad dada a la contemplación
de la lengua por medio de la estructura sintáctica psicosocial sensitiva; en
este grupo se encuentran los poetas que se mantienen al margen de su época, sin
adhesiones ideológicas, sin embargo, este alejamiento no se da caprichosamente
sino más bien como técnica cautelosa para resguardar las verdades
trascendentales que se ocultan tras su mente reveladora, son seres impulsados
por la pulsión del Eros, fuerza promotora de un constante hedonismo y de una
sensación extraña de placidez asombrosa,
su percepción se encuentra entregada al sentir básico de sus
individualidades emocionales, surten al mundo con oráculos y con imágenes espectaculares
que enriquecen el discernimiento; definen el poema como extensión de la
expresión plástica (imagen, sonido, gusto, tacto y demás) y como fuente
cabalística de los acontecimientos para comprender la condición humana”[1];
estos dos conjuntos totalmente diferenciados son las fuerzas emocionales que
marcan el ritmo y la personalidad de
toda la poesía hispanoamericana de la postmodernidad
Este
diagnóstico sirve para comprender el sentido poético, para filosofar sobre el
quehacer de la poesía en el mundo hoy en día, sin embargo cuando se busca ser
más detallista sobre el quehacer hay que prescribir que la poesía
hispanoamericana no se puede abarcar desde un título generacional, no se puede
hablar de movimientos poéticos ya sea utilizando la razón social de muchos
grupos de poetas o de los discursos de moda, hasta no comprender, bien, las
diferencias retóricas que interiormente han movido la historia de cada país.
Para
que el estudio no se torne en algo inabarcable y utópico, y tan sólo llegue
hasta los linderos de la concepción técnica general de la poesía, he fijado el
margen de las variables líricas de todos los países a siete especies, en las
cuales es posible dividir el yo poético
hispanoamericano, estas regiones poéticas sólo son una herramienta del crítico
para agrupar sentires y tolerar tras una homogenización razonable lo que
llevaría años y años de estudio individual
Especie 1
La visión europea o la escritura de la incertidumbre monumental.
En
esta poesía el ser que escribe se adapta a su época por medio de una
ambientación cotidiana que es transformada a partir de elementos fabulosos, el
poeta incursiona en atmosferas que transforman, que cambian la realidad y le
trasmiten un sentido de extrañeza, el fin es claro, lograr mostrar lo que hay
en la trasparencia, en ese contexto que apabulla con tanta solemnidad y que se
derrumba entre tanta divergencia de asuntos degenerativos.
El
poeta europeo vive en ciudades monumentales, ciudades históricas que se derriban,
que se hacen cada vez más pueblos de leyendas urbanas, que cada vez tienden en el
escenario atmosferas propicias para fabular y conjugar la destrucción del mundo
con la inexorable y digna ruina de la historia.
El
poeta es realista en suma, agónico y fabulador. Este caso de mixtura se ve
también en el cine, una metáfora que podíamos utilizar para estos poetas es la
de “El laberinto del fauno”, los poetas son esa niña que ve lo que se esconde
tras la ruinas, son ese, para citar otro ejemplo del celuloide, sacerdote, de
Alex de la Iglesia en “El día de la bestia” que es capaz de observar la maldad
en la trasparente destrucción de la realidad.
Los
poetas nacidos después de 1970 convivieron con el desastre que dejaron las
dictaduras, tras la extinción del franquismo los poetas que publican en los
setenta se lanzan a decir, hay una avalancha de libertad que llena de éxtasis
realista al español, la palabra le ha sido dada de nuevo para trasmitir y hacer
legible los desastres de una época oscura, quienes siguen a estos
sobrevivientes, acogen ese estilo pero no como un instrumento esencial de la
libertad sino que adjudican a la técnica
realista la clave para conseguir su voz poética, la poesía de los ochenta o la bien llamada “Generación de la
experiencia” se concentra en revelar situaciones poéticas realistas que aunadas
a la base emocional irán dando pie a los poetas de los 90 para crear ese
realismo neo fantástico, esa técnica de hablar entre las ruinas para mostrar la
fábula. Hablamos entonces de una poesía liderada por la historia política, una
poesía que logró desbordarse y que poco a poco ha ido perdiendo el sentido
realista de esos poetas liberados del silencio de la dictadura, hasta llegar a
unos poetas muy jóvenes que influidos por el peso de las imágenes fabulosas se dieron
a la tarea de la magia.
Hoy
por hoy la poesía española encuentra en la incertidumbre monumental de su
realidad el medio exacto para originar sui propio yo poético. El carácter
referencial de la poesía española utiliza la incertidumbre monumental, la
variedad histórico-social, y las ciudades llenas de monumentos y de anécdotas
de guerra, y se sirve de ello para figurar laberintos existenciales, agónicos
que permitan desahogar a hombres y mujeres que no logran dar con la parte del laberinto donde se encuentra la
salida. Baste con mencionar los versos Esther Jiménez “Casi una rapsodia
bohemia” para firmar esta generación:
Empiezo
a ver de noche. Los insectos
se
vuelven hacia mí, van hacia mí
los
pájaros nocturnos. En Madrid
hay
un constante ruido de murciélagos;
sus
alas no son más que sendos brazos,
me
digo, pienso y digo que hasta aquí
mamífera
de noche me dormí
colgada
alguna vez. Y que he volado.
Confundo
los abismos con las sombras:
unos
me siguen y otras me suicidan
La
poesía española de los poetas nacidos después del 70 está invadida por
presencias fantásticas y tutelares que dan sentido a la realidad y que de alguna
manera la explican y la alivianan. Quizás para ser concluyentes del todo, el
mejor concepto de esta generación de la incertidumbre monumental la encontramos
en el poeta Eduardo García que en su poema “En el cuadro”, nos dice:
El
cuarto donde escribo mis poemas
contiene
una región inconcebible.
Estos
umbrales que utiliza la nueva poesía son, no sólo una técnica homogénea en la
escritura de los poetas, sino que son a la vez unos instrumentos de alianza y
escape, de aventura y búsqueda, crear un portal y atravesarlo, convertir la
realidad en un hecho irrefutablemente existencial hace que la nueva poesía
española y europea escrita en lengua española esté radicalmente entablando una
nueva manera de crear poesía que aúna el desencanto, el desarraigo, la despersonalización
y por supuesto el rasgo colérico para trasmutar en nuevas fábulas, en historias
plásticas la realidad maravillosa, esa incertidumbre monumental.
Por
último cabe afirmar que la poesía española no está generando ruptura con la
libertad de expresión que lograron ganarse los de la generación del 70 y 80 los
de la experiencia, sino que lo que viene sucediendo con los nacidos después de
1970 es, el asunto aquél de la madurez, de la agudización de un estilo que
nació realista y que ahora trasmuta en un irrefrenable lirismo de incertidumbre
monumental. Algunos de los representantes de esa luminaria son:
Carlos
Marzal , Eduardo García, Rosa Lentini, Eugenia Rico, Josefa Parra Ramos, Lorenzo
Oliván, Yolanda Castaño, Esperanza López Parada, Guadalupe Grande, Miriam Reyes,
Javier Rodríguez Marcos, Graciela Baquero Lorenzo Oliván, Esther Jiménez,
Lorenzo Plana y Ana merino, entre otros.
Especie 2
La parte insular o la poética de los desplazamientos sustitutivos:
El
caso de las islas americanas de habla hispana es muy distinto al informe
europeo, allá se desencadenó un realismo fabular, que nació en el mismo corazón
de aquellos que fueron libertados de valle de las sombras franquistas, de ese
laberinto que los había sumido en el umbral de otra época. En américa, en las
islas se vivía el clamor de la revolución, una guerra sin cuartel que dejó
muertos a lado y lado y que al triunfar fue educando todas las generaciones
posteriores. Una revolución que dejó en silencio las reuniones intelectuales de
los poetas mayores, debido al ruido ensordecedor de los fusiles, en este
panorama, donde antes, la mejor poesía cubana de las islas americanas lograba
toque universal por medio de la revista Orígenes, y de poetas del corte de
Lezama Lima o Fayad Jamis, se dio el fenómeno del entusiasmo revolucionario que
comenzó con la revista el Caimán Barbudo y con los paisajistas poemas de los
montunos. El conversacionalismo y el tajosismo avasallaron el espacio poético y
lo que hubo durante muchos años en cuba fue una poesía social y denunciante que
abrevaba en la trova y en el exceso de crítica de los experimentos
antipoéticos.
Los
nacidos después de los 70 se criaron leyendo las dos caras de la moneda y esas vertientes
de las que bebieron fueron suficientes para educarlos y confundirlos.
Cuba y República Dominicana, islas hijas de dictaduras y pobres soluciones de estado, se convirtieron en las inmigrantes del mundo; el fenómeno atendió a dos causas, por un lado el mismo hecho de ser islas obligó a los isleños, a navegar, a viajar para pasar fronteras, para conocer países y por el otro lado esa ola de migración tenía el propósito de una mejor vida, de una vida más tranquila.
Así pues los nacidos después del 70 son hombres y mujeres que crecerán en el más extraño ambiente de la confrontación global con la revolución, estos seres buscaran una resonancia que se polarizara hacia un encuentro eslabonado con la poesía pura. Tal vanguardia, que es una recuperación de la palabra perdida establece una lectura dada a una posición ante el mundo, ante una identificación de un lenguaje ya no abarrotado de conceptos coléricos, insufribles ni ante una época donde la posición política era un factor determinante y privilegiada de la madurez hacia lo que se consentía como ser hombre o mujeres, ahora son otros los patrones que se visualizan y que promueven una espacialidad, una proyección, la base política se hace pesada para aquel que encuentra en la palabra una ventaja expresiva, para el que supera el nudo categórico de la relación dependiente entre el suceso contextual de su sociedad y su ser, ahora los poetas escriben para demandar no el festejo de una revolución sino para examinar, evaluar y valorara con criterio las consecuencias de esos movimientos históricos que crearon una especie nueva de isleño, de ser insular. Estos jueces son ante todo unos magistrados de la palabra desasosegada, la impresión que hay en su estilo proviene de una intitucionalidad de la angustia y el desamparo, de lo derruido, de lo corrompido.
Estos hijos nacidos en la guerra fría, entre los misiles y el tiempo que corroe las mejores columnas monumentales de la historia caribeña, conceden a su palabra la ventaja de pronunciar discursos de desalojamiento. Podríamos decir que la poesía isleña es una poesía de ensordecedores silencios, que abreva en un siglo, cómo dijo Don Federico Henriquez y Carvajal de conducta y de valor.
Si ante Trujillo hubo una generación de poetas sorprendidos e independientes, lo que nace con la libertada de expresión tanto en la isla de Fidel como en república dominicana será, una generación en crisis de realismo.
Es llamativo y hasta prudente el título con el que el estudio de Enriquillo Sanchez comienza: La poesía bisoña (Poesia dominicana 1960-1975). Decir que lo escrito en la actualidad pasa a ser el mero ejercicio itinerante de inexpertos ante el oficio y el arte es provocar una alarma pero a la vez consentir una forma de nombrar o señalar para ser más exactos la forma neopoética como se expresan estos angustiados de las islas.
Alguien que puede resumir este fenómeno lírico es Walfrido Dorta Sánchez que en su estudio: “Estaciones, estados, documentos: panorama de la poesía cubana en los ‘80 y los ’90 del siglo XX” publicado en los “Anales de Literatura Hispanoamericana (Vol. 31 (2002) 17-38) logra de manera lucida compactar en u párrafo la evolución poética así: “la poesía cubana estuvo marcada por la paulatina derogación de la norma coloquialista, y la emergencia de otras prácticas escriturales que pluralizaron el panorama poético insular” eso y nada más que eso es lo que hay en estos inexpertos líricos que hoy por hoy dan a conocer un nuevo ser isleño.
Pero quizás sean las palabras del poeta suicida, Ángel Escobar, las que mejor definan el lirismo de las islas:
«Aquí
se vive como al centro de un día
con
los bordes comidos por los pájaros [...]
aquí
se
duerme como en el último banco de una estación
cualquiera,
desde
la que ha salido el primer
tren
y el último [...]»
Los
exponentes que se pueden son aquellos poetas de Diáspora(s), cuyo concepto que
bautizo un movimiento de los noventa, sería el mejor nombre para señalar la
generación de estos poetas isleños: la generación diáspora. De este nido
podemos nombrar: Ricardo A. Pérez, Rogelio Saunders, Rolando Sánchez Mejías,
Carlos A. Aguilera, Pedro Marqués e Ismael González Castañer.
[1] Extractos
mi libro inédito “Los murmullos de la intimidad: una mirada reveladora a la
poesía en Colombia.” Capítulo: “un oráculo trastornado por la soledad: la
modulación indiferente de los anunciantes”
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