09 septiembre 2011

Videodrome



David Cronenberg tiene un cine especial, un cine que se aísla pero que también se acerca, un cine que penetra y confunde nuestros discursos, que los enloda en su propio marasmo de digresiones y utopías. Cada director de culto tiene su sello que lo distingue, en el caso de Cronenberg asistimos a esas cuestiones arrogantes de unas películas donde  lo extraño sucumbe a aquello que de pronto pasa a volverse cotidiano y ordinario.

Quiero resaltar que en Videodrome  la apuesta resulta convincente, sus artefactos orgánicos, sus vísceras desentrañándose y extrañándose y esa particular manía de promover a través de la tecnología el desastre de la conciencia humana y que siempre son comunicadas  por medio de lo grotesco llegan a la cúspide con la protagonización sublime que resulta poco a poco imprimiendo en su personaje el gran James Wood.

Algo de los cuentos de Van Dijk, algo que se desencadena en una maestría dentro de un género carcomido por betsellers es lo que logra Cronenberg con esta propuesta.

Leer esta película es leer dos horas que buscan hacer temblar nuestra idea de comodidad ante la tecnología y además de lo que con ella sería capaz de realizar el instinto humano y la violencia humana.

Una película que auguró la reproducción del cine snoff, de los casetes caseros de video y de esas organizaciones que buscan consolidar un mercado que satisfaga los oscuros deseos de la impulsividad humana y de los alcances mismos de su perversidad, una  película que apostó por la degeneración.

La crítica que hace la película no sólo la convierte en un divertimento sino que la hace parte integral de un paquete documental que invita  a la discusión y la reflexión.

Lo bueno del cine, del cine bien hecho, es que al igual que la literatura bien hecha, expanden la lectura y la plasticidad del pensar, hacen posible la flexibilidad y la liberación multivariable de temáticas y conducen a un juego de matrioskas y de laberintos. Quizás uno jamás termina de ver una película, quizás uno nunca termina de leer un libro; estos son objetos que comienzan a expenderse y a constituirse en estructuras de nuestro pensamiento, de nuestra expresión, de nuestra cultura, de nuestros pecados, de nuestros propios y a veces espeluznantes destinos.

La película cuenta la metamorfosis de un hombre atrapado por una cinta, por el mundo tecnológico en el que el mismo personaje busca innovar; algo resulta mal en esa investigación, algo que de pronto lleva al protagonista a un lugar de la realidad donde lo misterioso supera la ficción comienza a aturdirlo y desde entones nosotros, Cronenberg  es perverso,  nos convertimos en los testigos de esta destrucción y esta revelación.

Imágenes impresionantes y dramáticas; así como en “En el almuerzo desnudo”  no es  imposible olvidar las cucarachas grotescas que llevan a consolidar las alucinaciones del escritor sumergido en su adicción; así como es imposible dejar de ver en nuestra mente el arma orgánica que construye Jude Low en “Existen-Z”, así de imposible son muchas de las imágenes que nos deja para siempre está cinta.

Recuerdo haber visto de niño “Juegos diabólicos”, en esta película, la hija del matrimonio que padece el acoso de los espíritus, pasa hacia otra dimensión a través de la pantalla de la televisión, una metáfora originada en Alicia y el espejo y que el cine ha buscado replicar en muchas otras producciones; fue así como tiempo después volví a encontrarme con este acontecimiento pero esta vez ya no era una invasión de aquí para allá sino que esta vez en la película “El aro”, los espeluznante comenzaba su invasión a través de la televisión, salía de ese portal hacia nuetsra dimensión en lugar de dejar entrar.

Cronenberg reúne estos argumentos y pone a dialogar el mundo de allá con el mundo de acá, la membrana de ese portal que es la televisión de pronto comienza a recrear una nueva metáfora, una metáfora que por el sólo hecho de existir, como decía Chesterton, es atroz. 

Otro dato o factor interesante que fortalece el monumental proyecto y que se fija en la película también de nuestras vidas se basa en esa constante humana de la ilusión de pensar o considerar el desgarramiento de las vísceras; ese acto de meter las manos en nuestra propia carne y que podría ser un deseo oculto, un resentimiento o un desgarramiento, este hecho que ha pasado por la mente de todo hombre y mujer por lo menos una vez en la vida y que se convierte en un acto que va muy unido a la autodestrucción es retratado fantásticamente en Videodrome. El propósito de esta pulsión no ha podido ser explicado aún por la psicología y subyace todavía en las tinieblas del instinto humano.

En Videodrome, el protagonista lleva este acontecimiento al límite, expresando así, otro discurso; a través de este ritual comienza  a entrever una salvación que será el origen de un desenlace que se gana todos los aplausos. Vale  entonces la pena asistir a este viacrucis de un hombre que sufre toda la pasión de sus incertidumbres más reprimidas. 

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