17 mayo 2011

LOCALIZAR, CREAR OCUPAR, SER.



Una reflexión hedeggeriana para la arquitectura.

El mundo para ellos no es un concurso de objetos en el espacio; es una serie heterogénea de actos independientes. Es sucesivo, temporal, no espacial.
Borges.

Antes que nada debemos partir de un construir de las palabras que nos atañen: construir-habitar ya que en la lengua en la que Heidegger piensa y limita las nociones sobre el construir y el habitar está ligada al uso e historia de la evolución semiológica y fenomenológica de una determinada lengua: su lengua. Esto ya es mucho decir, ya que al señalar que Heidegger sólo puede pensar el construir y el habitar desde la lengua que es su ser, estaremos hablando de que el filósofo alemán sólo es capaz de ver un espectro de dichos signos y que como tal en esta medida sólo puede hablar desde ese espectro, desde esa parcela que dentro de su lengua hace propicia el uso y el significado de las palabras que necesariamente se obliga a pensar para darle realidad a su Ser. Más arbitrariamente, al poder decir que Heidegger piensa hacia la realidad de lo que tiene la palabra en su Ser o en la realidad del Ser que es la palabra y que hace posible cualquier realidad de su Ser para poder tenerla en su poder, entonces podremos deslegitimar su discurso.

Las palabras tienen una “espaciosidad” y una temporalidad, hincadas dentro de la región de su realidad o sea, están circunscritas en su uso por la legitimación que tengan dentro de una determinada lengua. Esto conlleva a que una palabra se desintegre en su no uso, en la prohibición de su uso o en el olvido de su uso y el “uso” indudablemente no tiene que ver solamente con el significado sino con el construir de ese significado y el habitar de ese significado.
Para que ello realmente ocurra es necesario partir del locus, o sea de la localización desde donde el Ser de la palabra toma su uso y que generalmente, dentro del aspecto de la concreción de la realidad, es donde las palabras cobran vida, crean, ocupan y destruyen para comenzar a Ser-en o Dentro-de.

Heidegger en su Anábasis: viaje al interior, sólo parece retrotraerse al sentido en el que la palabra construir tiene algún sentido para la arquitectura e interpretando este sentido arguye que no sólo el construir está en el habitar sino que se encuentra también en aquellas construcciones que hacen parte de la región del habitar. Su pensamiento en torno al construir entonces esta cegado al habitar ya que al señalar que el construir no solo es habitar sino que el construir circunda el habitar mismo está hablando de la “espaciosidad” que tiene el construir dentro de la “espaciosidad” que tiene solamente el habitar.

Para entender entonces el habitar no sólo tendremos que abocarnos a los referentes semánticos que establece sino que además tendremos que hacer acopio de las ideas que Aldo Rossi plantea sobre la relación entre el lugar y los hombres y que posibilitan otra forma de comprender el habitar. Para Rossi el habitus sólo es referible desde la posición del locus. Quiero ir más allá, el habitus sólo es posible en la medida en que entendamos el ocupar.

Habitar es en esencia, según Heidegger, desde todos los puntos, todo aquello donde descansa el sentido del morar, no obstante, de esa forma es que el filósofo establece su máxima total sobre la morada del ser en el lenguaje.

Para un arquitecto estas acepciones son mera verborrea de un ser que establece su palabra detrás o alrededor de un conocimiento del que no tiene la epistemología ni la ontología. Heidegger, y en esto no se equivoca Ortega y Gasset, hace valer su discurso hacia la arquitectura y por ello logra su importancia dentro de la historia de la arquitectura, en la medida en que piensa el valor de los términos con que se usa la arquitectura, esto es, que Heidegger posibilita una axiología del lenguaje que es común al arquitecto y lo eleva a la posición moral de la existencia humana.

Pero ante la pregunta que él mismo se hace y se responde: ¿en qué consiste la esencia del habitar? Parece no conjugar muy bien su propósito con el medio que emplea para este, si bien, la respuesta de que habitar consiste en “cuidar” ya nos aleja del referente de construir y en esta medida misma del mismo fin de habitar.

Lo necesario entonces para posibilitar la verdadera carga positiva del construir a partir del habitar no está en ese sentido sino en otro, para ello entonces debemos relacionarnos bien con el significado que Bordieu logró dar al habitus. Para el sociólogo El habitus “es un sistema de disposiciones duraderas, que funcionan como esquemas de clasificación para orientar las valoraciones, percepciones y acciones de los sujetos¬. Constituye también un conjunto de estructuras tanto estructuradas como estructurantes: lo primero, porque implica el proceso mediante el cual los sujetos interiorizan lo social; lo segundo, porque funciona como principio generador y estructurador de prácticas culturales y representaciones.” En otras palabras el concepto fundamental de la teoría de Bordieu está basado en el sentido del ocupar, del posicionar algo-sobre. Ante la pregunta de Heidegger, cabe y vale la pena responder: la esencia del habitar consiste en la representación que se hace del ocupar.

Toda construcción entonces parte de un ocupar, de una posición que sólo es posible desde el locus; se construye localizando lo que se desea construir y dónde se va a construir, en esta medida todo construir parte de un crear y para el arquitecto lo más importante entonces es el crear.

Al crear, el arquitecto toma de la realidad las diferentes formas que le posibilitan una recreación y que le llevan a tomar una posición ante la realidad. Partiendo de esta localización es posible entonces comenzar a ocupar y el ocupar es en cierta medida una revolución en sí misma, ya que altera un estado natural y estancado de cosas dadas; destruye un sentido para otorgar otro. De esta forma la autopista, el supermercado, el camión, la fábrica, no serían construcciones dentro de la región del habitar sino localizaciones construidas para hacer habitable, ocupable por medio de lugares y no lugares, por medio de espacios de perduración y transitoriedad el Ser que es el hombre o en esta medida el sentido del hombre desde la referencia de su Ser en la realidad.
El propósito entonces de toda arquitectura desde estos referentes no está en la ligazón que tiene el construir para el habitar y del que solo al habitar es posible construir, como lo estable o el equilibrio que plantea entre lo divino, lo mortal, el cielo y la tierra que es lo que procura desde el sentido de la cuaternidad el filósofo alemán, ya que la cuaternidad establece con la muerte, con la señal de mortandad el deshabitar. No somos como el caracol que en sí mismo es un hábitat ya que lleva su casa sobre su ser o su Ser es ser casa. Al contrario de esto el hombre debe construir su casa y su casa es la vida; el mundo sobre el que erige su existencia; al habitar-ocupar, se señala, se localiza, y entonces es capaz de crear las satisfacciones a sus necesidades, o sea, construye en la medida que destruye lo que no establece parte de su morada.

Así el fin de la arquitectura está en dar o dotar de significado a la vida a través de construcciones habitables y deshabitables y si no en la consumación de universos que sean. La arquitectura es lo que hace posible al caracol, no denota significado al Ser, por el contrario, la arquitectura es el Hacer para el Ser.

Por eso lo máximo que podemos aclarar sobre el habitar es que, este es ocupar que solo al ocupar se Es, lo dijo Heidegger en su escrito más profundo: “El ser y el tiempo”, en esta medida el construir pertenece al habitar como aquello que hace posible el Ser en cuanto a ser como humano, en cuanto al hombre como mortal que es en un Ahí. Y ese Ahí corresponde con la “espaciosidad” y la temporalidad que tengan sus mismas creaciones; toda arquitectura debe tender a la perpetuación mutable, a la eternidad para el Ser, para que este no deshabite, para que la cuaternidad en realidad sea albergue.

Esperemos entonces que todo estado de la arquitectura procure la perpetuación de lo que es en cuanto al Ser, apropiando lo que nos es lícito crear para localizar nuestra ocupación en el Ser y en la cuaternidad. La arquitectura pensada como tiempo no como espacio.

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