19 febrero 2011

El cuerpo como recurso proteico


El cuerpo como recurso proteico
De la comunión con el espacio que resguarda (lugar sagrado de la escena)
La expresión corporal es una de las manifestaciones artísticas más antiguas, la transformación del cuerpo en espacio que produce sentidos, que habla, que intimida o impacta se encuentra como eje de la comunicación humana. Su importancia deviene del carácter versátil y prolijo que es capaz de lograr a través de la circunstancia voluntaria del ser que lo habita.
Así el cuerpo limitado por su extensión y circunscrito a las fronteras de su materialidad, quebranta su propio volumen produciendo nuevos conjuntos, nuevos sistemas orgánicos que hablan desde un objeto conciso dispuesto a las metamorfosis.
De esta y no de otra manera el cuerpo concentra una profunda energía posibilitadora ya no sólo de sentidos o formas sino de dimensiones que hacen posible la visualización del material psíquico y emocional.
El cuerpo como plataforma directa de la expresión y que consolida ya no la frontera del espíritu sino su libertad. El cuerpo no como extensión sino como símbolo y signo directo de conceptos e imágenes, de nombres o situaciones. Quiero ir más allá, el cuerpo es aquella vaina, aquel receptáculo donde descansa y mora el espíritu, desde allí se hace posible el existir, la identidad, pero el cuerpo no sólo deviene como circunstancia para mantener y posicionar la existencia sino para interactuar con ella y modificarla, en el teatro el cuerpo será más que eso, en él se descubrirán sistemas de representación que lo definen hacia otro lugar, el lugar espectacular. El lugar espectacular donde se da a luz y se crea. Ahora, el cuerpo habla de otra cosa, ya no se limita a ser algo que sostiene la existencia sino que le ofrece un sentido a esa existencia, el cuerpo como consagrador de la expresión primordial de la primera atmósfera escénica, el cuerpo que sirve para señalar, mostrar y enseñar, el cuerpo para ver y ver-se, el cuerpo que crea.
El espacio, la ocupación que genera un cuerpo no se establece en su forma como una arquitectura que se entabla sobre, tampoco puede pensarse el cuerpo como una materia que posibilita la física del ser o como la parte meramente física que constituye un ser, su volumen o su masa. Un cuerpo es sobre todo una unidad sensible que existe, no es una carga, ni la prisión de un alma o un prisionero de los poderes de esta, tampoco se constituye como una máquina; es ante todo el objeto ideal que existe.
Su poder se yergue sobre el cuerpo del mundo, es más, el cuerpo nos hace posible el mundo, tener cuerpo es decir ya, tener universo, desde él podemos sentir, pensar, hacer, su existencia trasciende cualquier principio filosófico, el cuerpo es el universo desde donde se es, así el cuerpo que muere, la carroña, el cadáver es la nada, ir hacia la nada es no tener cuerpo, no ser.
Al hablar del cuerpo hablamos también de aquello que es posible gracias a él, su corporeidad no está asentada en una disposición de nuestra voluntad sino en una relación voluntaria que elabora acontecimientos para existir, el cuerpo notifica, avisa pero a la vez experimenta.
El cuerpo es todo, hace posible el frío, el amor, la quietud, el grito, el argumento, la danza, el cuerpo es proteico. La relación que establece con el mundo está basada en la mimesis y en la sensación, el cuerpo nos trasmite y nos pone en evidencia ante el mundo, en esa medida nos hace acreedores de entidad y nos empuja a la acción, el cuerpo entonces siente y moldea, independiza o esclaviza pero sobre todo el cuerpo asume una búsqueda, existir con el cuerpo es buscar, es ir hacia, y ese ir hacia se concentra en la reunión, el cuerpo es cuerpo en el sentido en que necesita de más cuerpos.
El gran cuerpo, el cuerpo ideal que existe perfecto es la pareja hombre-mujer. Es la unión. En el teatro el cuerpo entonces como ideal que existe denotará siempre la búsqueda de esa ignición que se genera en la unión con el otro. Asumir que se es cuerpo es asumir que hay otro que también es cuerpo.
Lo proteico entonces es una investigación constante del cuerpo, la exploración que hace fundamenta su importancia en la condición de su imperfección, se es otra cosa, se siente, se hace, se piensa para llegar al par. Mujer y hombre son complementos de cuerpos trascendentales dentro del universo, una cosa es el cuerpo masculino que logra una visión del universo, y otra el que crea el cuerpo femenino.
Pero antes de entrar en la función del cuerpo hacia el teatro, para el teatro, es necesario hablar del aspecto realmente profundo de la existencia de estas dos clases de cuerpos, los cuerpos existen sobre todo para que podamos existir pero su propósito es crear, por eso todo cuerpo busca, porque necesita crear y aunque explore todas las formas del crear, la mayor manifestación se dilucida en la generación de otro cuerpo, el cuerpo es inmortalidad.
Por eso la unión es lo más sagrado.
Si bien en el teatro no podemos mostrar esta dimensión del universo, si podemos examinarla, el cuerpo entonces como recurso proteico que se instala dentro de para poder expresar. Ese dentro de entonces ya no es una escena, un cobertizo o el cuerpo mismo como custodiador del ser, sino que lo sagrado en el teatro estará en la comunión que hace el cuerpo con la atmosfera escénica. Tanto el cuerpo del espectador confluyen hacia esa comunión como el cuerpo del actor. No existe en realidad una connotación verdadera del cuerpo sin la creación atmosférica que el espectador y el actor generan. Pero esta atmosfera que nace desde le espectador y que dota de sentido la expresión y el existir, la dimensión desde donde cobra sentido el cuerpo en frente, el del actor sólo se hace posible desde el valor de resguardo que se le de a esa atmosfera.
Así la atmosfera escénica no solo resguarda al cuerpo del actor como recurso proteico que existe dentro de una dimensión que se deja ver sino que resguarda también el espacio desde donde el cuerpo también, proteico, del espectador observa.
La gasa imaginaria que propone una especie de limite entre la escena y la sala, no existe, existe un espectáculo resguardado, amparado por una atmosfera escénica, en este sentido podemos anclar la metáfora ideal, el cuerpo macho esta configurado en el lugar enfrente, el cuerpo macho es aquel cuerpo proteico que existe y que hace y que se deja ver o que va a través de la rendija hacia el cuerpo hembra que es el espectador, la unión de estos cuerpos crea, por eso la autopsia, toda atmosfera escénica genera esta unión y su resultado es el embarazo del espectador, su autopsia es ante todo un método del pensamiento que inspecciona aquello que se lleva adentro, ese examen en si mismo para consigo mismo que se lleva como individualidad que comienza a modificar su existencia desde el cuerpo que da luz a un nuevo si mismo. Desde la disección se examina ese alumbramiento, el cuerpo entonces del espectador, el cuerpo hembra del espectador mira hacia sí mismo para dar a luz, se disecciona a si mismo para crear.
No hay entonces contradicción alguna, la autopsia no como práctica que se le hace a los muertos sino que se le hace a los vivos antes del alumbramiento, el teatro entonces es un partero de sueños y de existencias. Examinarse por si mismo es comenzar a ser, es existir y esto no se logra sin antes poner el cuerpo en disposición de la búsqueda proteica.

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